Conoce al Papa, n. 18
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI en el Muro de las Lamentaciones, en su viaje a Tierra Santa (2009). |
Una estudiante
universitaria judía, inteligente y de gran corazón, me contó que, cuando
Benedicto XVI fue elegido, pensó: “como este Papa es alemán, no nos va a querer
a los judíos”. Este comentario refleja un prejuicio común: afirmar
gratuitamente que, por ser teutón, Joseph Ratzinger no debería apreciar a los
hebreos. Pero esta misma estudiante reconocía que los hechos han mostrado lo
contrario: la excelente relación del Papa con el Pueblo de Israel.
En 2005, el Papa Ratzinger visitó la sinagoga
de Colonia. Allí, manifestó su intención de “continuar el camino hacia una
mejora de las relaciones y de la amistad con el pueblo hebreo”. Como en ese año
se cumplía el 60º aniversario de la liberación de Auschwitz, el Pontífice
expresó su profundo respeto a las víctimas del holocausto: “Me inclino ante
todos los que experimentaron aquella manifestación del ‘mysterium iniquitatis’
” (Discurso, 19.VIII.2005).
En 2006, en su viaje a Polonia, Benedicto XVI visitó
Auschwitz. Y ahí afirmó que con la Shoa, los nazis “querían matar a aquel Dios
que llamó a Abraham, que hablando en el Sinaí estableció los criterios para
orientar a la humanidad, criterios que son válidos para siempre”. “En realidad,
–dijo– con la destrucción de Israel, con la Shoah, querían en último término
arrancar también la raíz en la que se
basa la fe cristiana, sustituyéndola definitivamente con la fe hecha por sí
misma, la fe en el dominio del hombre, del fuerte” (Discurso, 28.V.2006).
En 2008, el Santo Padre fue recibido en la
sinagoga de Nueva York. Su saludo fue emotivo: “Shalom! He venido aquí con gran alegría […] para
expresar mi respeto y estima a la comunidad judía de Nueva York. […] Me resulta
conmovedor recordar que Jesús, siendo joven, escuchó las palabras de la
Escritura y rezó en un lugar como éste” (Discurso, 18.IV.2008).
En 2009, el Papa Benedicto viajó a Tierra
Santa, en pleno conflicto entre israelíes y palestinos. Esta visita apostólica permitió
ver la talla intelectual, la altura moral y la experiencia diplomática del
Santo Padre, que lo llevaron a sacar adelante uno de los reto más grandes de su
pontificado: hablar de la paz a dos naciones en conflicto.
El Pontífice con gran claridad exhortó a la paz
a ambos pueblos: “Permítame lanzar este llamamiento a todas las personas de
estas tierras: ¡Nunca más derramamiento de sangre! ¡Nunca más enfrentamientos!
¡Nunca más terrorismo! ¡Nunca más guerra!” (Discurso, 15.V.2009).
En 2010, tuvo la oportunidad de repetir la
visita de un Papa a la sinagoga de Roma. En su discurso, interrumpido en siete
ocasiones por los aplausos de los presentes, Benedicto XVI reconocío que “cristianos
y judíos tienen en común gran parte de su patrimonio espiritual, rezan al mismo
Señor, tienen las mismas raíces, pero con frecuencia se desconocen mutuamente”.
Por eso, para tender puentes, el Santo Padre destacó
la multisecular convivencia pacífica entre judíos y católicos que viven la
Ciudad Eterna, donde habitan “la comunidad católica con su Obispo y la
comunidad judía con su rabino jefe”, y animó a “que esta convivencia sea
animada por un creciente amor fraterno” (Discurso, 17.I.2010).
Con cierta
rapidez, la fama del respeto y aprecio del Papa por los judíos ha ido creciendo,
porque Benedicto XVI siempre ha reconocido la realidad del holocausto, y le ha
dado un sentido religioso: fue una atentado contra el Dios que se reveló a
Israel. Y, además, este gran prestigio ha crecido porque el Papa ha buscado el
diálogo y la convivencia entre cristianos y judíos.
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