Año 12, número 599
Luis-Fernando Valdés
La Santa Sede
publicó un documento sobre la cremación de los cadáveres, que ha causado cierta
confusión entre los fieles sobre la supuesta prohibición de la incineración.
¿Qué dice realmente la Iglesia? ¿Qué hay de fondo?
1. Los malentendidos. La reciente publicación
de la Instrucción Ad
resurgendum cum Christo, por parte de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, generó algunas noticias internacionales que ponían el énfasis en las
prohibiciones respecto al uso de las cenizas de los difuntos.
En algunos casos,
la manera de presentar la noticia ha producido confusión, pues sin atender al
contenido del documento, se dice que la Iglesia rechaza la cremación de los
cadáveres. Este fue el caso del periódico argentino “Nuevo diario”, que tituló:
“El papa Francisco aprobó la
instrucción que prohíbe la cremación” (25 oct. 2016)
2. ¿Por qué se publicó esta Instrucción?
El documento responde a una situación actual que ha producido confusión entre
los fieles católicos. Como cremación de los difuntos se ha convertido en una
práctica habitual, “también se han propagado nuevas ideas en desacuerdo con la
fe de la Iglesia” (n. 1).
En concreto, lo
que está en juego es que no se pierda de vista un verdad central de la fe
católica: la resurrección de los muertos, al final de los tiempos. A esta
verdad se oponen “actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la
muerte” (n. 1).
Convertir un
cadáver en cenizas puede dar pie considerar equivocadamente la muerte. Por
ejemplo, si piensa que la muerte es: a) la anulación definitiva de la persona,
b) un momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, c) una etapa
en el proceso de re-encarnación, o d) la liberación definitiva de la “prisión”
del cuerpo (cfr. n. 3).
3. ¿Qué dice sobre la cremación? Lo
primero que la Instrucción vaticana dice sobre la cremación es que nunca ha
estado prohibida a los fieles católicos, porque “no es contraria a ninguna
verdad natural o sobrenatural” (cfr. n. 1).
El documento
recuerda que la Iglesia “sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos” (n. 4), porque de esta
manera se expresa mejor “la compasión y el respeto debido a los cuerpos de los
fieles difuntos” y, además, se favorece “el recuerdo y la oración por los
difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la
veneración de los mártires y santos” (cfr. n. 3).
A la vez, la Instrucción
afirma que no hay razones teológicas para negar la cremación, cuando por
“razones de tipo higiénicas, económicas o sociales lleven a optar por la
cremación, ésta no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente
presunta del fiel difunto” (n. 4).
4. ¿Qué es lo que se prohíbe? Como ya
dijimos, el documento busca que los fieles católicos eviten prácticas que
manifiesten ideas erróneas sobre la muerte y, por eso, da las siguientes
indicaciones : a) conservar las cenizas en un lugar sagrado (cementerio o
iglesia); b) no se permite conservar las cenizas en el hogar; c) tampoco se
permite repartirlas entre los familiares; d) se prohíbe la dispersión de las
cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, y e) se
prohíbe la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de
joyería o en otros artículos (cfr, n. 5-7).
Más allá de
indicaciones o prohibiciones, esta instrucción nos recuerda que los creyentes
tenemos una gran esperanza que nos ayuda a sobrellevar la muerte: la certeza de
que nuestros cuerpos volverán a la vida. La muerte no es para siempre.