Vista aérea del lugar donde fueron hayados los cuerpos de lo 72 migrantes,
en San Fernando, Tamaulipas.
Luis-Fernando Valdés
La opinión pública internacional se conmocionó con la noticia: 72 migrantes sudamericanos fueron masacrados en San Fernando, Tamaulipas (24.VIII.2010), por no llevar consigo dinero para pagar la extorsión de un grupo armado. ¿En qué radica que este atentado sea noticia? ¿En que fueron 72 víctimas? ¿En que eran migrantes?
Desde hace cuatro años, diariamente escuchamos y leemos las noticias del parte de guerra. Palabras como “ejecutados”, “levantados”, “encobijados”, “decapitados”, “torturados” y “secuestrados” han dejado de tener impacto, porque nos hemos acostumbrado a convivir con esas tristes realidades. Y casi lo único que despierta nuestra atención es que eso le ocurra a un personaje destacado (un político, un alto mando policial…), o bien, que eso le suceda simultáneamente a un grupo numeroso de personas.
Las noticias policíacas no suelen enfatizar el atropello a la libertad y a la vida de las víctimas, sino el morbo de las cifras. Pensemos lo grotesco de esta situación: cada semana mueren decenas por la guerra del narcotráfico, pero como son asesinadas en momentos y en escenario distintos no pasan de ser un nota sin importancia; en cambio, si los asesinan simultáneamente y en gran volumen se convierten en noticia destacada.
Cifras y más cifras, recopiladas en estadísticas. Se forma así un velo que nos aleja del núcleo del problema, porque los datos siempre deben ser interpretados, es decir, se debe encontrar su sentido. Las cifras recibidas asépticamente no transmiten sentido y, por eso, generan desesperanza.
Hay que ir más allá de las cifras, y llegar al ser humano que está detrás de esos números. Si perdemos de vista que se trata de personas, cada una de ellas irrepetible, entonces nos acostumbraremos también a las “masacres”, e incluso podremos llegar a la aberración de comentar con frialdad e indiferencia: “¿fueron sólo 20?”, “¿nada más 15?”
En ocasiones, algunos piensan que el problema de la opinión pública son los medios, pues son los que dan a conocer los hechos violentos. Ciertamente, los medios deben guiarse por un código de ética, pero ante todo, somos los ciudadanos los que debemos tener madurez de juicio y un exquisito sentido crítico, de modo que sepamos descubrir lo que está atrás de los números.
En esta gran tragedia de la localidad de San Fernando, hubo un sobreviviente que narró las circunstancias del suceso, y esto nos permite ver por encima de los datos. Por él sabemos que, cuando los captores vieron que los migrantes no tenían dinero, les ofrecieron incorporarse a sus filas, con un sueldo muy alto. Como los secuestrados rechazaron la propuesta, fueron asesinados a sangre fría.
Más allá de las cifras, encontramos el lado verdaderamente humano: estas personas tuvieron el valor de decir que no, a pesar de las amenazas y de la coacción, y pagaron con sus vidas esta valiente decisión.
La noticia no está en el número 72, ni en las duras declaraciones de las cancillerías latinoamericanas o de la ONU y la OEA. El núcleo del suceso son las historias del heroísmo silencioso de muchos de estos migrantes, que mostraron una gran calidad humana.
Expresamos nuestra solidaridad con los 72 hermanos migrantes, y rezamos por sus almas. Y aprendemos de ellos, pues así como ellos rechazaron la invitación a delinquir, nosotros debemos decir que no a la falta de esperanza, debemos recordar que el México actual no es sólo violencia, debemos empeñarnos en no dejar de ver –detrás de las cifras– a esos seres humanos, con rostro y con historia.
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