Luis-Fernando Valdés
Está llegando el fin de año. Muchos se apresuran a hacer las últimas compras para el festejo de esta noche. Otros más se alistan para formular los propósitos para el nuevo periodo del calendario. Mientras los primeros tienen productos para escoger entre el sin fin de ofertas de un supermercado, los segundos quizá suelen batallar más para encontrar unas metas que orienten sus esfuerzos del próximo año. Para ayudar a estos últimos consumidores, hoy les ofrezco un repertorio de propósitos para que elijan el que más se acomode a su jerarquía de valores.
“Propósitos saludables”. Se trata de intentar ganar hábitos que ayuden a mejorar su salud corporal y su condición física. Muy loables. Pero los platillos de nochevieja y el frío de enero no son siempre buenos estímulos para empezar.
“Propósitos estéticos”. Parecidos a los anteriores, estas formulaciones buscan el objetivo de tener una forma corporal atractiva. Se combinan dietas bajas en grasas y asistencia frecuente al gimnasio. A pesar del frío, el deseo de verse bien puede ser un motivo poderoso para poner estas resoluciones en marcha.
Los anteriores son quizá los más frecuentes. Los que se presentan a continuación buscan que ensanchemos nuestras miras y recordemos que también tenemos la responsabilidad de cultivar nuestros aspectos sociales y espirituales.
“Propósitos académicos”. El estudio es la gran oportunidad que tenemos todos de mostrar que valoramos a nuestro País. Cuando un alumno se esfuerza por obtener buenas notas, no sólo gana él, sino que beneficia a toda la Nación, porque sube el nivel intelectual nacional. En sentido estricto, se podría afirmar que, para cada alumno estudiar es una obligación fuerte, de la que tiene que dar cuentas a todos los ciudadanos. Ojalá muchos se planteen ser cumplidos con sus tareas y exámenes.
“Propósitos de honestidad”. Así como hay personas que tienen una salud muy precaria por el tabaquismo, y más que un propósito requieren un tratamiento especial para desarraigar su mal hábito, de igual manera nuestra sociedad mexicana está asfixiada de corrupción, y se requiere de algo más que un deseo genérico. Ojalá este año dejemos de consumir productos piratas, de acortar trámites con sobornos ( “mordidas”), de copiar calificaciones, de ofrecer productos sin calidad.
“Propósitos de paz”. La paz social, que nuestra Patria exige, no surge de frases bonitas ni de discursos vacíos. Esa soñada paz vendrá cuando cada uno la tengamos en nuestras conciencias. Pero nos alimentamos de violencia. ¿Cuántos homicidios vio usted en las películas que vio durante este año que hoy acaba? ¿Cuántas horas de video juegos violentos jugaron sus hijos? Por aquí vendría bien generar algunas metas.
Pero la paz exige un esfuerzo mayor, pues requiere de un proceso de reconciliación. Es decir, que se requiere de que haya uno que pida perdón primero, y que otro también pida disculpas, pues en los grandes y en los pequeños conflictos. Estos son los mejores propósitos: disculparse y aceptar las disculpas de nuestros seres queridos, acabar con los rencores acumulados hacia los vecinos, los amigos y colegas.
La honestidad y la paz son más difíciles que vivir una dieta o levantarse a correr. Si dejar de comer requiere algo más que buena voluntad, evitar la corrupción y la violencia no se puede sin la recurrir a la vida espiritual. Es justo es estos temas, cuando “palpamos” la necesidad de acudir a Dios. Lo invito a volver a Dios, si de él se encuentra lejos: es el mejor de los propósitos, el “espiritual”.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Luis-Fernando Valdés López, sacerdote y teólogo, comenta noticias destacadas de la semana, con un enfoque humanista, desde la razón creyente.
domingo, 31 de diciembre de 2006
domingo, 24 de diciembre de 2006
El auténtico sentido de la Navidad
Luis-Fernando Valdés
Con gran alegría, iniciamos hoy los festejos de la Navidad. Se trata de una festividad cristiana, que en su origen tiene un carácter religioso. Conmemoramos que el Hijo de Dios, sin dejar su condición divina, se ha hecho ser humano como nosotros. Pero ¿este sentido religioso de la Navidad sigue siendo válido hoy día?
Parecería que el sentido espiritual de esta fiesta hubiera sido desplazado por un carácter meramente social. La Navidad se ha convertido quizá en una fecha entrañable para muchas personas, solamente porque es motivo de reuniones familiares y de intercambio de regalos. Sin embargo, es espiritual el sentido de esta convivencia.
«Noche de paz, noche de amor». Así es descrita la Navidad por un popular villancico, que canta que posible conseguir esa paz y ese amor, porque celebramos que ha nacido el Único que es capaz de darnos la tranquilidad anhelada y el cariño verdadero. La alegría profunda de este día consiste en que Jesús de Nazaret descubre la presencia única de Dios entre nosotros. En Cristo resplandece la cercanía de Dios, porque «en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad» (Colosenses 2, 9).
Al mismo tiempo, en Cristo adquiere sentido la vida del hombre. La figura de Jesús Nazareno interpela a cada hombre y a cada mujer, porque su persona y su vida son portadoras de sentido: en Él, el hombre descubre a Dios y se descubre a sí mismo. Sólo en Cristo, los aspectos centrales de la existencia humana adquieren sentido. Las acciones y las palabras de Jesús resuelven el «para qué» de nuestra relación con los demás, el sentido del trabajo, la finalidad de la libertad, la razón de la esperanza y el sentido de la historia. Sólo en Él hay una explicación a la soledad, a la presencia del mal, del dolor y de la muerte.
Pero para encontrar personalmente el sentido a la vida, hace falta que cada uno «abra su corazón» a Cristo. Es decir, se trata tener un encuentro personal con Jesús, que consiste en preguntarse si Jesús de Nazaret es digno de ser creído. Y para eso se requiere la disposición interior de aceptar a ese «Otro», de dejar que sus palabras sean la guía de nuestras vidas, y de que sus acciones sean la medida de las nuestras.
Celebrar la Navidad y no tomar en cuenta los hechos y los dichos de Jesús sería una contradicción. El festejo auténtico consiste en imitar a Cristo, a quien hoy celebramos. Si Jesús predicó perdonar a los enemigos (Mateo 5, 44) y dio ejemplo de perdonar a los verdugos que lo crucificaron (Lucas 23, 34), ¿cómo podemos celebrar su natalicio sin antes perdonar a los que nos hicieron el mal?
Cristo predicó que Dios es un Padre rico en misericordia (Lucas 15, 11). Sólo Jesús sabe lo que hay en el corazón del hombre, y conoce que junto con nuestros sinceros deseos de ser mejores personas, conviven las miserias más vergonzosas. Y, se hizo hombre para perdonarnos y levantarnos. ¿Cómo celebrar sinceramente la Navidad, sin recurrir al perdón de Dios?
El aspecto espiritual de la Navidad es actual, porque sólo Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre, puede dar sentido a nuestra vida. La auténtica paz y el amor verdadero proceden de un corazón que se deja interpelar por el ejemplo y el mensaje de Cristo. Por eso, para que mañana sea una jornada de festejos, es necesario que hoy sea un tiempo de reflexión personal: ¿dejo entrar en mi vida al Salvador? ¿estoy dispuesto a adaptar mi modo de ser a sus enseñanzas?
De todo corazón, les deseo a todos los lectores una Santa Navidad llena de Dios.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Con gran alegría, iniciamos hoy los festejos de la Navidad. Se trata de una festividad cristiana, que en su origen tiene un carácter religioso. Conmemoramos que el Hijo de Dios, sin dejar su condición divina, se ha hecho ser humano como nosotros. Pero ¿este sentido religioso de la Navidad sigue siendo válido hoy día?
Parecería que el sentido espiritual de esta fiesta hubiera sido desplazado por un carácter meramente social. La Navidad se ha convertido quizá en una fecha entrañable para muchas personas, solamente porque es motivo de reuniones familiares y de intercambio de regalos. Sin embargo, es espiritual el sentido de esta convivencia.
«Noche de paz, noche de amor». Así es descrita la Navidad por un popular villancico, que canta que posible conseguir esa paz y ese amor, porque celebramos que ha nacido el Único que es capaz de darnos la tranquilidad anhelada y el cariño verdadero. La alegría profunda de este día consiste en que Jesús de Nazaret descubre la presencia única de Dios entre nosotros. En Cristo resplandece la cercanía de Dios, porque «en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad» (Colosenses 2, 9).
Al mismo tiempo, en Cristo adquiere sentido la vida del hombre. La figura de Jesús Nazareno interpela a cada hombre y a cada mujer, porque su persona y su vida son portadoras de sentido: en Él, el hombre descubre a Dios y se descubre a sí mismo. Sólo en Cristo, los aspectos centrales de la existencia humana adquieren sentido. Las acciones y las palabras de Jesús resuelven el «para qué» de nuestra relación con los demás, el sentido del trabajo, la finalidad de la libertad, la razón de la esperanza y el sentido de la historia. Sólo en Él hay una explicación a la soledad, a la presencia del mal, del dolor y de la muerte.
Pero para encontrar personalmente el sentido a la vida, hace falta que cada uno «abra su corazón» a Cristo. Es decir, se trata tener un encuentro personal con Jesús, que consiste en preguntarse si Jesús de Nazaret es digno de ser creído. Y para eso se requiere la disposición interior de aceptar a ese «Otro», de dejar que sus palabras sean la guía de nuestras vidas, y de que sus acciones sean la medida de las nuestras.
Celebrar la Navidad y no tomar en cuenta los hechos y los dichos de Jesús sería una contradicción. El festejo auténtico consiste en imitar a Cristo, a quien hoy celebramos. Si Jesús predicó perdonar a los enemigos (Mateo 5, 44) y dio ejemplo de perdonar a los verdugos que lo crucificaron (Lucas 23, 34), ¿cómo podemos celebrar su natalicio sin antes perdonar a los que nos hicieron el mal?
Cristo predicó que Dios es un Padre rico en misericordia (Lucas 15, 11). Sólo Jesús sabe lo que hay en el corazón del hombre, y conoce que junto con nuestros sinceros deseos de ser mejores personas, conviven las miserias más vergonzosas. Y, se hizo hombre para perdonarnos y levantarnos. ¿Cómo celebrar sinceramente la Navidad, sin recurrir al perdón de Dios?
El aspecto espiritual de la Navidad es actual, porque sólo Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre, puede dar sentido a nuestra vida. La auténtica paz y el amor verdadero proceden de un corazón que se deja interpelar por el ejemplo y el mensaje de Cristo. Por eso, para que mañana sea una jornada de festejos, es necesario que hoy sea un tiempo de reflexión personal: ¿dejo entrar en mi vida al Salvador? ¿estoy dispuesto a adaptar mi modo de ser a sus enseñanzas?
De todo corazón, les deseo a todos los lectores una Santa Navidad llena de Dios.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 17 de diciembre de 2006
Premian a defensores de migrantes
Luis-Fernando Valdés
El pasado martes 12 de este mes, el Presidente Felipe Calderón entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos 2006 a la abogada estadounidense de origen mexicano Isabel García y al reverendo norteamericano Robin Hoover, quienes ayudan a los inmigrantes en Arizona (EEUU), así como al sacerdote católico italiano Florenzo Rigoni, quien socorre a los indocumentados en la frontera de México con Guatemala. Estos reconocimientos por parte del Estado Mexicano son una señal de que los problemas de los derechos de los migrantes en la frontera sur de nuestro País son tan graves como los de la frontera norte. Ambos casos reclaman más solidaridad y más justicia.
Esa solidaridad no puede provenir únicamente del sector público. También los particulares deben prestar su ayuda a los que sufren por salir de su país. Este es el caso del Padre Florenzo Rigoni, quien desde hace 10 años mantiene un albergue en Tapachula, Chiapas, al que llegan mujeres y hombres centroamericanos que pretenden escapar de la pobreza en sus países. El P. Rigoni, que en nuestra Patria adoptó el nombre de Flor María, los recibe en este refugio para que tomen aliento y decidan continuar su camino o regresar. Este sacerdote forma parte de la Congregación de los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, que es una comunidad internacional de religiosos, hermanos y sacerdotes, fundada en Italia en 1987 por el beato Juan Bautista Scalabrini, y cuya misión consiste en ayudar a los migrantes.
Por su parte, la abogada García Gámez se ha dedicado por años a proteger en Arizona los derechos de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos, principalmente, denunciando abusos y atropellos y dándoles orientación jurídica. Mientras que el Revdo. Hoover y la Organización “Humane Bordeas” se dedican a otorgar ayuda humanitaria a quienes arriesgan su vida al intentar cruzar el desierto de Arizona.
En el panorama de la migración hacia nuestro País, hay unos tonos muy oscuros de corrupción y de violencia. El P. Rigoni, en una entrevista a “El Universal”, contaba la dura experiencia de atender a mujeres atacadas y ultrajadas en los caminos. Pero en este cuadro también brilla un claro fondo cristiano. Movidos por la fe en Cristo, muchos hombres y mujeres, ayudados por otros tantos quizá no creyentes, dedican su vida a ayudar a los migrantes.
Así, al recibir el Premio, el religioso italiano expresó ante el Presidente Calderón que “el derecho, la ayuda humanitaria, la religión, la solidaridad se encuentran sellados, sellando mujeres y hombres de buena voluntad que queremos construir juntos un arcoiris de paz y de convivencia”. Por su parte, el Primer Mandatario señaló que se estaba reconociendo la labor de "unos buenos samaritanos que han ayudado a quienes no conocen. Me solidarizo y me adhiero a quienes se oponen a los intentos de considerar como un crimen la búsqueda de oportunidades de trabajo, y no aceptamos que se pretenda dar un trato de delincuentes a gente honesta y trabajadora".
Estos Premios de Derechos Humanos son una señal de que aún nos falta aprender a vivir la solidaridad con los migrantes. Y el ejemplo de estos galardonados es una muestra de que la fe religiosa es impulso poderoso para luchar contra la injusticia y para aliviar el sufrimiento de los hermanos que salen de sus naciones, en busca de mejores oportunidades. Para un creyente no cabe la indiferencia ante el dolor de los migrantes. Ha llegado ya la hora de mirar a la frontera sur, para exigir respeto hacia los migrantes que vienen a nuestra Nación.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El pasado martes 12 de este mes, el Presidente Felipe Calderón entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos 2006 a la abogada estadounidense de origen mexicano Isabel García y al reverendo norteamericano Robin Hoover, quienes ayudan a los inmigrantes en Arizona (EEUU), así como al sacerdote católico italiano Florenzo Rigoni, quien socorre a los indocumentados en la frontera de México con Guatemala. Estos reconocimientos por parte del Estado Mexicano son una señal de que los problemas de los derechos de los migrantes en la frontera sur de nuestro País son tan graves como los de la frontera norte. Ambos casos reclaman más solidaridad y más justicia.
Esa solidaridad no puede provenir únicamente del sector público. También los particulares deben prestar su ayuda a los que sufren por salir de su país. Este es el caso del Padre Florenzo Rigoni, quien desde hace 10 años mantiene un albergue en Tapachula, Chiapas, al que llegan mujeres y hombres centroamericanos que pretenden escapar de la pobreza en sus países. El P. Rigoni, que en nuestra Patria adoptó el nombre de Flor María, los recibe en este refugio para que tomen aliento y decidan continuar su camino o regresar. Este sacerdote forma parte de la Congregación de los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, que es una comunidad internacional de religiosos, hermanos y sacerdotes, fundada en Italia en 1987 por el beato Juan Bautista Scalabrini, y cuya misión consiste en ayudar a los migrantes.
Por su parte, la abogada García Gámez se ha dedicado por años a proteger en Arizona los derechos de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos, principalmente, denunciando abusos y atropellos y dándoles orientación jurídica. Mientras que el Revdo. Hoover y la Organización “Humane Bordeas” se dedican a otorgar ayuda humanitaria a quienes arriesgan su vida al intentar cruzar el desierto de Arizona.
En el panorama de la migración hacia nuestro País, hay unos tonos muy oscuros de corrupción y de violencia. El P. Rigoni, en una entrevista a “El Universal”, contaba la dura experiencia de atender a mujeres atacadas y ultrajadas en los caminos. Pero en este cuadro también brilla un claro fondo cristiano. Movidos por la fe en Cristo, muchos hombres y mujeres, ayudados por otros tantos quizá no creyentes, dedican su vida a ayudar a los migrantes.
Así, al recibir el Premio, el religioso italiano expresó ante el Presidente Calderón que “el derecho, la ayuda humanitaria, la religión, la solidaridad se encuentran sellados, sellando mujeres y hombres de buena voluntad que queremos construir juntos un arcoiris de paz y de convivencia”. Por su parte, el Primer Mandatario señaló que se estaba reconociendo la labor de "unos buenos samaritanos que han ayudado a quienes no conocen. Me solidarizo y me adhiero a quienes se oponen a los intentos de considerar como un crimen la búsqueda de oportunidades de trabajo, y no aceptamos que se pretenda dar un trato de delincuentes a gente honesta y trabajadora".
Estos Premios de Derechos Humanos son una señal de que aún nos falta aprender a vivir la solidaridad con los migrantes. Y el ejemplo de estos galardonados es una muestra de que la fe religiosa es impulso poderoso para luchar contra la injusticia y para aliviar el sufrimiento de los hermanos que salen de sus naciones, en busca de mejores oportunidades. Para un creyente no cabe la indiferencia ante el dolor de los migrantes. Ha llegado ya la hora de mirar a la frontera sur, para exigir respeto hacia los migrantes que vienen a nuestra Nación.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 10 de diciembre de 2006
La Guadalupana, 475 años después
Luis-Fernando Valdés
El próximo marte nuestro País estará de júbilo por el 475 aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Millones acudirán a la Basílica, y otros tantos más lo celebraremos en nuestras ciudades. Esta milagrosa Imagen es un símbolo importante de nuestra historia nacional, pero ¿cuántos creyentes son concientes del verdadero significado de la Guadalupana? ¿en cuántos esta religiosidad influye para ser mejores ciudadanos? A la vista de esto, conviene preguntar: ¿la Virgen del Tepeyac es una mera costumbre o es una devoción viva, que lleva al compromiso personal?
En su libro «Siglo de Caudillos», el historiador Enrique Krauze menciona que los diversos Presidentes mexicanos del s. XIX tenían claro que interferir en la devoción a la Virgen de Guadalupe equivaldría a incitar a una revuelta incontrolable. Sabían que cada mexicano se sentía plenamente identificado con la Señora del Tepeyac, que Ella era parte de su sensibilidad. Recordaban quizá que, tras el estandarte guadalupano empuñado por el Cura Hidalgo, salió una multitud enardecida a luchar por la Independencia. Pero hoy día todo eso parecería ser parte de la historia, hasta se podría pensar que ha cambiado la sensibilidad de los mexicanos. Para ilustrarlo, haré referencia a un episodio reciente, pero sin intención de fomentar la violencia, ni de hablar de política. En el pasado verano, un partido político usó una imagen modificada de la Virgen, para manifestarse contra el resultado de las elecciones del 2 de julio, y no vimos una protesta generalizada ni tulmultuosa en el País. ¿Por qué esta reacción tan distinta en el s. XXI? ¿Qué ha pasado?
Posiblemente, esa reacción tan escasa es reflejo de la perdida del sentido religioso que ha ocurrido en la vida personal de muchos mexicanos. Ciertamente un porcentaje muy grande de ciudadanos se considera creyente, pero «creer» no significa solamente aceptar un credo, sino que implica compromenter la propia existencia para vivir de acuerdo con esas creencias. Y éste es el drama moral de nuestra sociedad: que nuestras creencias religiosas no influyen en nuestro modo de ver la vida, ni en nuestra conducta diaria. Quizá el Ayate del Tepeyec ha dejado de ser, para muchos, el símbolo de un compromiso vital.
Sin embargo, la auténtica devoción a la Guadalupana implica salir del ámbito de la propia conciencia, y reflejar en la vida pública las propias convicciones religiosas. Así lo expresó Juan Pablo II, cuando se cumplían los 450 años de las Apariciones: «Es necesario y urgente que la propia fe mariana y cristiana impulse a la acción generalizada en favor de la paz para unos pueblos que tanto están padeciendo; hay que poner en práctica medidas eficaces de justicia que superen la creciente distancia entre quienes viven en la opulencia y quienes carecen de lo más indispensable; (…) ha de restablecerse en la mente y en las acciones de todos la estima del valor supremo y tutela de la sacralidad de la vida; ha de eliminarse todo tipo de tortura que degrada al hombre, respetando integralmente los derechos humanos y religiosos de la persona» (Homilía, 12.XII.1981).
Les deseo de todo corazón, que la celebración de la fiesta de la Guadalupana, el próximo día 12, sea una ocasión de meditar en el compromiso personal de vivir personalmente la fe que profesamos, y que esas reflexiones nos ayuden a asumir la responsabilidad de manifestar esas convicciones en la vida diaria. Éste es el genuino sentido de la devoción guadalupana. Éste será el nuevo milagro de la Virgen Morena.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El próximo marte nuestro País estará de júbilo por el 475 aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Millones acudirán a la Basílica, y otros tantos más lo celebraremos en nuestras ciudades. Esta milagrosa Imagen es un símbolo importante de nuestra historia nacional, pero ¿cuántos creyentes son concientes del verdadero significado de la Guadalupana? ¿en cuántos esta religiosidad influye para ser mejores ciudadanos? A la vista de esto, conviene preguntar: ¿la Virgen del Tepeyac es una mera costumbre o es una devoción viva, que lleva al compromiso personal?
En su libro «Siglo de Caudillos», el historiador Enrique Krauze menciona que los diversos Presidentes mexicanos del s. XIX tenían claro que interferir en la devoción a la Virgen de Guadalupe equivaldría a incitar a una revuelta incontrolable. Sabían que cada mexicano se sentía plenamente identificado con la Señora del Tepeyac, que Ella era parte de su sensibilidad. Recordaban quizá que, tras el estandarte guadalupano empuñado por el Cura Hidalgo, salió una multitud enardecida a luchar por la Independencia. Pero hoy día todo eso parecería ser parte de la historia, hasta se podría pensar que ha cambiado la sensibilidad de los mexicanos. Para ilustrarlo, haré referencia a un episodio reciente, pero sin intención de fomentar la violencia, ni de hablar de política. En el pasado verano, un partido político usó una imagen modificada de la Virgen, para manifestarse contra el resultado de las elecciones del 2 de julio, y no vimos una protesta generalizada ni tulmultuosa en el País. ¿Por qué esta reacción tan distinta en el s. XXI? ¿Qué ha pasado?
Posiblemente, esa reacción tan escasa es reflejo de la perdida del sentido religioso que ha ocurrido en la vida personal de muchos mexicanos. Ciertamente un porcentaje muy grande de ciudadanos se considera creyente, pero «creer» no significa solamente aceptar un credo, sino que implica compromenter la propia existencia para vivir de acuerdo con esas creencias. Y éste es el drama moral de nuestra sociedad: que nuestras creencias religiosas no influyen en nuestro modo de ver la vida, ni en nuestra conducta diaria. Quizá el Ayate del Tepeyec ha dejado de ser, para muchos, el símbolo de un compromiso vital.
Sin embargo, la auténtica devoción a la Guadalupana implica salir del ámbito de la propia conciencia, y reflejar en la vida pública las propias convicciones religiosas. Así lo expresó Juan Pablo II, cuando se cumplían los 450 años de las Apariciones: «Es necesario y urgente que la propia fe mariana y cristiana impulse a la acción generalizada en favor de la paz para unos pueblos que tanto están padeciendo; hay que poner en práctica medidas eficaces de justicia que superen la creciente distancia entre quienes viven en la opulencia y quienes carecen de lo más indispensable; (…) ha de restablecerse en la mente y en las acciones de todos la estima del valor supremo y tutela de la sacralidad de la vida; ha de eliminarse todo tipo de tortura que degrada al hombre, respetando integralmente los derechos humanos y religiosos de la persona» (Homilía, 12.XII.1981).
Les deseo de todo corazón, que la celebración de la fiesta de la Guadalupana, el próximo día 12, sea una ocasión de meditar en el compromiso personal de vivir personalmente la fe que profesamos, y que esas reflexiones nos ayuden a asumir la responsabilidad de manifestar esas convicciones en la vida diaria. Éste es el genuino sentido de la devoción guadalupana. Éste será el nuevo milagro de la Virgen Morena.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 3 de diciembre de 2006
¡Sí se pudo!
Luis-Fernando Valdés
Tenía varios retos que superar. Un público enardecido en las calles de la Capital. Unas fuertes medidas de seguridad. Unas heridas históricas muy marcadas. Declaraciones mal interpretadas. Y, al final, supero las expectativas de propios y extraños.
Como bien supone Usted, me refiero al reciente viaje de Benedicto XVI a Turquía, que el New York Times calificó como exitoso. El primer obstáculo que el Papa tenía que superar eran los malentendidos que produjo una frase, sacada de contexto, de su discurso en Ratisbona en septiembre pasado, en la que aparentemente atacaba a Mahoma. Sin embargo, la verdad se impuso y, al final de esta viaje apostólico, una editoral del periódico Hurriyet, el mismo que criticó duramente aquel discurso, aseguró que el Pontífice es un personaje simpático a los ojos de la población. De este mismo sentir fue el comentario en diarios de otros países musulmanes.
El Papa mostró sus grandes cualidades humanas y diplomáticas, al emplear con acierto gestos de paz y buena voluntad. El más sonado ocurrió el jueves, cuando Benedicto XVI visitó la Mezquita Azul, uno de los principales lugares de culto musulman en ese país, pues ahí el Romano Pontífice meditó con los ojos cerrados y las manos juntas durante un minuto, mirando hacia la Meca. Esta señal fue tomada como muestra de reconciliación.
Además de este acercamiento con el mundo musulmán, esta gira papal tenía como objetivo central encontrarse con la pequeña comunidad católica de Turquía, y de dar pasos hacia la unidad con la Iglesia ortodoxa, con motivo de la fiesta del apóstol san Andrés, que se celebró el pasado 30 de noviembre. El balance también resultó muy favorable. El Patriarca Ecuménico, Bartolmé I, expresó que está convencido que esta visita pasará a la historia, porque ha sido un gran paso «para superar algunas de las barreras de incomprensión entre los creyentes de diferentes religiones, en particular entre cristianos y musulmanes».
Benedicto XVI habló con valentía de la libertad religiosa y de la paz. Manifestó su «certeza de que la libertad religiosa es una expresión fundamental de la libertad humana». Además, pidió que «las religiones no traten de ejercer directamente un poder político, porque no es su deber, y en particular, que renuncien absolutamente a justificar el recurso a la violencia como expresión legítima de la práctica religiosa".
A pesar de los fuertes dispositivos de seguridad que se desplegaron, y de las molestias que estas medidas causaron a los ciudadanos, al final el saldo fue favorable. El diario Aksam tituló su primera página así: «La temida visita del Papa concluyó con una sorpresa fantástica». Y el rotativo Milliyet tituló «La paz de Estambul». El Pontífice pidió perdón por las incomodidades que acarreó su visita, y declaró: «he pasado unos días muy bonitos aquí. Doy las gracias a toda la nación turca. He dejado una parte de mi corazón aquí». Por otra parte, en esta buena acogida al Santo Padre, hay que destacar la actitud paciente y hospitalaria del pueblo turco.
El balance de este viaje papal es muy favorable. Desde el punto de vista religioso, fomentó la unión entre cristianos y musulmanes, y dejó atrás los malos entendidos recientes. Además, tendió un puente entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Desde el punto de vista diplomático mostró que se puede dialogar, aunque las diferencias ideológicas sean muy grandes. Se confirma con hechos que el catolicismo es la religión del diálogo, de la superación de las diferencias. ¡Sí se pudo! ¡Sí se puede!
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Tenía varios retos que superar. Un público enardecido en las calles de la Capital. Unas fuertes medidas de seguridad. Unas heridas históricas muy marcadas. Declaraciones mal interpretadas. Y, al final, supero las expectativas de propios y extraños.
Como bien supone Usted, me refiero al reciente viaje de Benedicto XVI a Turquía, que el New York Times calificó como exitoso. El primer obstáculo que el Papa tenía que superar eran los malentendidos que produjo una frase, sacada de contexto, de su discurso en Ratisbona en septiembre pasado, en la que aparentemente atacaba a Mahoma. Sin embargo, la verdad se impuso y, al final de esta viaje apostólico, una editoral del periódico Hurriyet, el mismo que criticó duramente aquel discurso, aseguró que el Pontífice es un personaje simpático a los ojos de la población. De este mismo sentir fue el comentario en diarios de otros países musulmanes.
El Papa mostró sus grandes cualidades humanas y diplomáticas, al emplear con acierto gestos de paz y buena voluntad. El más sonado ocurrió el jueves, cuando Benedicto XVI visitó la Mezquita Azul, uno de los principales lugares de culto musulman en ese país, pues ahí el Romano Pontífice meditó con los ojos cerrados y las manos juntas durante un minuto, mirando hacia la Meca. Esta señal fue tomada como muestra de reconciliación.
Además de este acercamiento con el mundo musulmán, esta gira papal tenía como objetivo central encontrarse con la pequeña comunidad católica de Turquía, y de dar pasos hacia la unidad con la Iglesia ortodoxa, con motivo de la fiesta del apóstol san Andrés, que se celebró el pasado 30 de noviembre. El balance también resultó muy favorable. El Patriarca Ecuménico, Bartolmé I, expresó que está convencido que esta visita pasará a la historia, porque ha sido un gran paso «para superar algunas de las barreras de incomprensión entre los creyentes de diferentes religiones, en particular entre cristianos y musulmanes».
Benedicto XVI habló con valentía de la libertad religiosa y de la paz. Manifestó su «certeza de que la libertad religiosa es una expresión fundamental de la libertad humana». Además, pidió que «las religiones no traten de ejercer directamente un poder político, porque no es su deber, y en particular, que renuncien absolutamente a justificar el recurso a la violencia como expresión legítima de la práctica religiosa".
A pesar de los fuertes dispositivos de seguridad que se desplegaron, y de las molestias que estas medidas causaron a los ciudadanos, al final el saldo fue favorable. El diario Aksam tituló su primera página así: «La temida visita del Papa concluyó con una sorpresa fantástica». Y el rotativo Milliyet tituló «La paz de Estambul». El Pontífice pidió perdón por las incomodidades que acarreó su visita, y declaró: «he pasado unos días muy bonitos aquí. Doy las gracias a toda la nación turca. He dejado una parte de mi corazón aquí». Por otra parte, en esta buena acogida al Santo Padre, hay que destacar la actitud paciente y hospitalaria del pueblo turco.
El balance de este viaje papal es muy favorable. Desde el punto de vista religioso, fomentó la unión entre cristianos y musulmanes, y dejó atrás los malos entendidos recientes. Además, tendió un puente entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Desde el punto de vista diplomático mostró que se puede dialogar, aunque las diferencias ideológicas sean muy grandes. Se confirma con hechos que el catolicismo es la religión del diálogo, de la superación de las diferencias. ¡Sí se pudo! ¡Sí se puede!
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)