sábado, 31 de diciembre de 2011

Sangrienta intolerancia


Año 7, número 347
Luis-Fernando Valdés


La alegría de la Navidad que celebramos en nuestro País no pudo ser compartida por los cristianos de Nigeria, a causa de cinco atentados de una secta islamista que dejaron al menos 40 muertos y decenas de heridos. ¿Con qué ojos debemos contemplar estos hechos?

Estos ataques tuvieron lugar tras dos días de enfrentamientos, el jueves y el viernes de la semana pasada, entre miembros de Boko Haram y fuerzas del orden en el noreste. En la ciudad de Madalla, a unos 40 kilómetros de Abuya, la capital nigeriana,  explotó una bomba en la iglesia de Santa Teresa, cuando estaba llena de gente. Horas más tarde, en la localidad de Jos, al centro de ese país, se registraron varias explosiones en la iglesia “Montaña de Fuego y Milagros”. Además, otra explosión en una rotonda sacudió el domingo a Damaturu, mientras que el sábado estalló un artefacto en una iglesia de Gadaka (noreste), ante la que se encontraban fieles. [Noticia y otra noticia]

El grupo radical, Boko Haram, que apunta a imponer la ley islámica sharia en todo el país, reivindicó los atentados. Este misma banda armada, el año pasado, mediante una serie de explosiones en vísperas de la Navidad en la ciudad de Jos cobró la vida de al menos 32 personas y dejó heridas a otras 74. [Para saber más sobre Boko Haram]

Benedicto XVI expresó al día siguiente su “profunda tristeza” por estos atentados, a los que calificó de “gesto absurdo” y pidió “rezar por las numerosas víctimas”. El Papa expresó con énfasis: “en este momento quiero repetir una vez más con fuerza: la violencia es una vía que conduce solamente al dolor, a la destrucción y a la muerte”, propuso que “el respeto, la reconciliación y el amor son la única vía para alcanzar la paz”. [Noticia; texto completo]

Católicos nigerianos contemplan los restos
de la explosión en la Iglesia de la ciudad de Madalla.
¿Qué pensar ante estos acontecimientos sangrientos? Lo primero es mantener la objetividad, y saber que se trata de un grupo radical, de manera que la violencia no se le puede atribuir a todos los musulmanes. Una prueba de esto es que los principales líderes religiosos islámicos acudieron a la Jornada Mundial de la Paz, convocada por Benedicto XVI en Asís (27.X.2011).

Además, es importante centrar el problema en la esfera civil: sí, se trata de un atentado contra los derechos humanos, contra la libertad religiosa, la cual es un derecho que toda sociedad democrática debe garantizar a sus ciudadanos.

Los conflictos violentos de un grupo religioso contra otro seguramente tienen un fondo ideológico, de creencias, pero afectan el plan social, tanto de ese lugar concreto como de todo el mundo, porque atentan la paz, que es el ideal común de todas las naciones. Y por esa razón, no es válido pensar “allá ellos y sus creencias”.

Es importante crear una cultura cívica, que comprenda a fondo que este tipo de violencia no es sólo un problema de la Santa Sede, sino que nos incumbe a todos, creyentes y no creyentes, por el hecho de ser ciudadanos, ya que esta intolerancia atenta contra la paz y contra los derechos humanos.

Condenar estos hechos dolorosos no le corresponde sólo a los católicos, sino a todos los que queremos construir una civilización democrática, en la que los derechos de los demás sí nos importan. La sangre de estos fieles católicos –y la de los fieles de otras creencias que han muerto por causa de la intolerancia religiosa de grupos radicales– nos pide una verdadera solidaridad, que nos lleve a defender el derecho humano a profesar la propia fe y ser respetado por las propias creencias. Ojalá nos unamos creyentes y no creyentes para condenar la intolerancia sangrienta que sufren los creyentes en Oriente y en África.

lfvaldes@gmail.com
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domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad, entre el comercio y la fe


Año 7, número 346
Luis-Fernando Valdés

Es inminente la llegada de la Navidad, y las ciudades aparecen ya decoradas con luces e imágenes de muñecos de nieve. En muchos lugares, el saludo festivo es “¡felices fiestas!”. Y las ofertas en los centros comerciales son casi irresistibles. Por eso, no está de más preguntarnos, ¿qué celebramos? ¿de qué nos felicitamos?

Benedicto XVI da la bendición "Urbi et Orbi",
desde el balcón de la basílica de San Pedro.
(25.XII.2011. AFP, Tiziana Fabi)
La Navidad es una importante fiesta religiosa. Sin embargo, con la creciente secularización de la sociedad mexicana y con el incremento de la mercadotecnia, esta celebración tiene cada vez menos un matiz religioso, quedándose sólo como una fecha para que las familias se reúnan –o viajen– y se intercambien regalos.

Aunque es muy bueno que las familias tengan una fecha para celebrar juntas, y también lo es que se manifieste el afecto con una buena cena y con regalos, hoy es una buena oportunidad para volver a las raíces que le dan sentido a todo esto.

La Navidad, que en latín se dice “Natívitas”, quiere decir “nacimiento”. Se trata de la solemne fiesta cristiana del nacimiento de Jesús de Nazaret, a quien los cristianos confesamos como nuestro Dios y Señor. El significado genuino de esta fiesta es que Dios se ha hecho un ser humano y ha puesto su morada entre nosotros (cfr. Juan 1, 14).

Los creyentes celebramos que ha nacido Aquel que es Dios y hombre, y que ha llevado una existencia como la de cualquier otro humano: una vida familiar con alegrías y dolores, un vida laboral realizada con sudor y cansancio, sin ahorrarse la muerte de su seres queridos y sin evitar la agonía ni la muerte.

Y porque llevó una vida como la nuestra, la existencia entera de Jesús de Nazaret se convierte en fuente de sentido para la nuestra. Gracias a su nacimiento –y a su vida toda–, cada una de las circunstancias de la vida se ha convertido para los cristianos en ocasión de un encuentro con Dios, lo cual la llena de significado –incluidos los acontecimientos más duros–.

De esta manera, se entiende la gran alegría de los cristianos, porque “el Eterno ha entrado en los límites del espacio y el tiempo para hacer posible que hoy nos encontremos con Él. Dios está cerca de cada uno de nosotros y desea que lo descubramos, para que con su luz se disipen las tinieblas que encubren nuestra vida y la humanidad”, como lo explicaba recientemente Benedicto XVI (Audiencia, 21.XII.2011) (Ver video abajo).

Pero no sólo es un Modelo que da sentido a nuestra existencia, sino que Jesucristo es nuestro Redentor porque vino a dar su Vida a cambio de la nuestra, muriendo en la Cruz y resucitando. Con su Muerte consiguió que nuestros pecados nos fueran perdonados, y además nos quiso elevar a la condición de hijos de Dios.

Esta realidad profunda de ser perdonados por Dios, gracias a Jesús de Nazaret, también es motivo de la celebración navideña; y, por eso, se entiende bien porqué el Papa nos invita a vivir esta Navidad “contemplando con fervor el camino del inmenso amor de Dios, que nos atrae hacia Sí a través de la encarnación, pasión, muerte y resurrección de su Hijo”.

Estas fiestas ya próximas son una buena oportunidad para redescubrir el sentido religioso –el más pleno– de la Navidad cristiana, de manera que “las felicitaciones de ese día sean una manifestación de la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida”.

Y, a la vez, estas celebraciones nos invitan a “esforzarnos para que también en la sociedad actual estas palabras –¡feliz Navidad!– no pierdan su profundo significado religioso, y la fiesta no se quede sólo en sus aspectos externos”.



domingo, 18 de diciembre de 2011

¿Viaje pastoral o gira política?


Año 7, número 345
Luis-Fernando Valdés

Benedicto XVI ha confirmado su viaje pastoral a México. Y varios analistas políticos han comentado que ambos eventos tienen tintes de apoyo a las campañas electorales del 2012. ¿Es inevitable hacer una lectura política de la gira del Papa a nuestro País? ¿es posible una visión sólo religiosa de este viaje apostólico?

Durante la Misa en honor de la Virgen de Guadalupe
celebrada en la Basílica de San Pedro,
Benedicto XVI confirmó su viaje a México.
Desde que se comentó extra-oficialmente el viaje del Pontífice a nuestro País (9.XI.11) [noticia], hasta el anuncio oficial por parte de Benedicto XVI (12.XII.11) [noticia], además de las reacciones de júbilo [noticia], no han faltado voces críticas.

Por ejemplo, el editorialista Jorge Alcocer V. hace un llamado “a respetar la letra y espíritu de nuestra Constitución en materia de la separación entre el Estado y las iglesias, del carácter laico del Estado mexicano y de la prohibición para que las iglesias y ministros del culto participen en procesos y campañas electorales, haciendo proselitismo a favor o en contra de cualquier partido o candidato” (Reforma, 22.XI.11).

Esta confrontación de los planos político y religioso es casi inevitable, porque ambos tienen un origen común: la sociedad. Y la solución provendrá de entender la relación entre una “sociedad” y las diversas “autoridades” que la rigen.

En efecto, una misma sociedad (un mismo grupo humano) tiene diversas dimensiones como familia, educación, comercio, gobierno, religión, etc. Y en cada una de ellas tiene una autoridad, que es ejercida por unos gobernantes, líderes, etc. Así, en un mismo conjunto de personas, simultáneamente se dan diversos roles como el cívico y el religioso. Y una misma persona es –al mismo tiempo– ciudadano y feligrés.

Entonces surge una situación de tensión, porque cada ámbito tiene su propia autoridad, lo cual da lugar que haya varias autoridades (una civil y otra religiosa, por ejemplo) sobre un mismo grupo de personas. De manera que la interacción entre esas autoridades es necesaria, y las correspondientes fricciones son inevitables.

Pero el conflicto se acentúa cuando los líderes de opinión ponen el acento en las “autoridades” y desplazan a un segundo plano a la “sociedad”. Estos importantes líderes se fijan más en la relación difícil entre “autoridades” (gobernantes y jerarcas eclesiásticos), y menos en los miembros de la sociedad, que tienen derecho a gozar de la armonía entre quienes los gobiernan y quienes los auxilian religiosamente.

Nuestro México de hoy exige un cambio de paradigma: es hora enfatizar primero la “sociedad” y poner en segundo plano a las “autoridades” (cívicas o religiosas). Y la razón es clara, las autoridades existen en función de la sociedad, no al revés. Por eso, se debería acentuar más la necesidad de armonía entre las “autoridades” y tratar de superar la dialéctica que no respeta que una misma persona pertenece a diversos ámbitos.

Hemos heredado un País dicotómico, excluyente, donde se fomenta ser ciudadano laico o creyente encerrado en la sacristía. Ya basta del enfoque dialéctico de gobernantes y eclesiásticos en disputa por los mismos ciudadanos. Es hora que los ciudadanos cobren conciencia de que gozan del derechos humano a ser protagonistas simultáneamente tanto de la esfera civil como del ámbito religioso.

La visita pontificia puede ser una oportunidad de oro para desarrollar este nuevo enfoque basado en los derechos de los miembros de la sociedad. Son los ciudadanos-creyentes los que tienen tanto el derecho a escuchar un mensaje de su líder espiritual como a gozar de la armonía de las diversas autoridades civiles y religiosas.

lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

domingo, 11 de diciembre de 2011

Jornada mundial por los cristianos perseguidos


Año 7, número 344
Luis-Fernando Valdés

Un alto funcionario del Vaticano, Mons. Dominique Mamberti, propuso recientemente establecer una “Jornada Mundial contra la persecución y la discriminación de los cristianos”, debido a los ataques que éstos reciben en los lugares donde son minoría (7.XII.11). ¿No resulta paradójico que este fenómeno esté muy extendido en Medio Oriente y, a la vez, lo conozcamos poco en Occidente?

En la sociedad occidental, que tiene raíces creyentes, y en países como el nuestro, de mayoría católica, las noticias sobre persecuciones religiosas pasan casi desapercibidas, pues gozamos de una relativamente amplia libertad de creencias. Pero el recuento de casos de persecución religiosa en 2011 arroja datos duros.

En Paquistán es habitual que una mujer cristiana
sea violada por un hombre musulmán, y luego obligada
a abjurar de la fe, para casarse con el violador.
Mariah Manisha se negó y es considerada
la María Goretti del siglo XXI.
Por citar sólo unos pocos casos, el pasado 7 de diciembre, en Bagdad, un atentado contra un grupo de musulmanes chiítas también tuvo en la mira a varios cristianos [noticia]. El 27 de noviembre, Mariah Manisha, una chica católica de Faisalabad (Pakistán), fue asesinada por negarse a casar con un hombre musulmán que la secuestró [noticia]; Mariah ya es considerada mártir de la fe [nota].

El 11 de octubre, de Galilea a Jafa, hubo frecuentes violaciones de lugares de culto católico y de cementerios, que fueron incendiados y profanados [noticia]. También en Pakistán, se han registrado, en los últimos tres meses, veinticuatro casos de conversión forzada al islam de mujeres cristianas [noticia].

Por todo esto, el Secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Mons. Mamberti, presentó la iniciativa de una Jornada Mundial por los cristianos perseguidos, ante el 18° Consejo Ministerial de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que se celebró en Vilnius (Lituania), el 7 de diciembre pasado.

El Arzobispo dijo que “podrían ser más de 200 millones los cristianos de diferentes confesiones que se encuentran en una situación difícil a causa de estructuras legales y culturales que los discriminan”. Indicó que la jornada contra la persecución y discriminación sería “un signo importante de que los gobiernos desean afrontar esta grave cuestión” [discurso completo].

Detrás de esta petición de una “Jornada mundial”, hay repetidos llamamientos de la Santa Sede a la comunidad internacional para proteger a los cristianos perseguidos. Entre otros, el mismo Benedicto XVI, que en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (1.I.11), denunció que “los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe” [mensaje completo].

Además, el Comité internacional de enlace católico-judío reunido en París (Francia) del 27 de febrero al 2 de marzo pasados, denunció que “en muchas partes del mundo, las minorías, sobre todo las minorías católicas, están discriminadas, amenazadas por restricciones injustas de su libertad religiosa e incluso sujetas a persecución y asesinatos” [noticia].

Ante los frecuentes ataques contra los cristianos y la falta de cobertura informativa, se hace necesario el establecimiento de un día mundial para despertar la conciencia de la opinión pública occidental. Esto promete ser eficaz, como lo han sido el Día Mundial de la Mujer y tantos más. Con independencia de los credos, la libertad religiosa –también la de los cristianos– es un derecho humano, y por tanto, conlleva una responsabilidad para todo ciudadano de informarse y exigir que se cumpla esta garantía individual. Esta nueva Jornada Mundial puede ser un cauce eficaz para mostrar nuestra solidaridad con los perseguidos por causa de su fe.



En este otro blog hay bastantes datos recientes de casos documentados de cristianos perseguidos: http://cristianosperseguidosayeryhoy.blogspot.com/

domingo, 4 de diciembre de 2011

Sentencia capital a la pena de muerte

Año 7, número 343
Luis-Fernando Valdés

El Gobernador de Oregon (EUA), John Kitzhaber, anunció la suspensión de la pena de muerte en su Estado (24.XI.2011). Cinco días después, decenas de ciudades a lo largo del mundo, se iluminaron para pedir la abolición de la sentencia de muerte, y el Papa mismo se unió a esta petición. ¿Por qué cada vez son más las voces internacionales que pide la desaparición de la pena capital?



El Gobernador de Oregon suspendió la pena de muerte

por considerarla injusta y contraria a su moral. 

Flickr: OregonDOT

La pena de muerte,  que gozó de amplio consenso en occidente desde el siglo XIII, ahora empieza a ser rechazada por la comunidad internacional, porque esta sentencia se presta para ser utilizada por regímenes totalitarios y, en ocasiones, se aplica injustamente. Además, hoy día, el avance de las sociedades democráticas hace que esta pena ya no sea necesaria para mantener la justicia y la paz social.


Chantal Valery de la Agencia France Press (AFP) publicó hace poco que, en Estados Unidos, desde 1973, 138 condenados a muerte han sido luego declarados inocentes o liberados, entre los cuales 17 de ellos después de haber sido sometidos a exámenes de ADN, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte.


Además, Valery dice que un reciente estudio muestra que por, cada ejecución, se invierten en promedio 3 millones de dólares, incluidos todos los procedimientos judiciales que conlleva, de manera que la pena capital cuesta tres veces más cara que una condena a cadena perpetua sin posibilidad de liberación [artículo completo].

Así se entienden todas estas manifestaciones en contra del castigo letal. Durante rueda de prensa, en la que anunciaba su decisión de suspender estas ejecuciones, John Kitzhaber afirmó que “la pena de muerte practicada en Oregón no es imparcial ni justa, ni rápida ni certera. Y no es aplicada de manera igual a toda la gente (…). Rehúso ser parte de este sistema desigual (…), no permitiré más ejecuciones mientras sea gobernador” [Noticia].

El Coliseo se iluminó, al igual que decenas de
ciudades de todo el mundo, para pedir
la abolición de la pena de muerte.
Mientras tanto, con motivo de la X Jornada Mundial “Ciudades por la Vida”, como cada 30 de noviembre, activistas de Amnistía Internacional y de la Comunidad de San Egidio salieron a la calle en varias partes del mundo para mostrar su rechazo total a la pena de muerte iluminando ayuntamientos o edificios emblemáticos [noticia], incluido el Coliseo romano [noticia]. Estas organizaciones sostienen que una condena así, en la práctica consiste en el homicidio premeditado y a sangre fría de un ser humano a manos del Estado y en nombre de la justicia.

Y ese mismo día, Benedicto XVI pidió, durante su habitual audiencia de los miércoles, que se promuevan “iniciativas políticas y legislativas” para “eliminar la pena de muerte” en el mundo, con ocasión del congreso “No hay justicia sin vida”, promovido por la Comunidad de San Egidio y que reúne a representantes de los Gobiernos de todo el mundo en Roma.

El Papa recordó a los participantes del congreso que espera que “sus deliberaciones alienten las iniciativas políticas y legislativas que se promueven en cada vez más países para eliminar la pena de muerte” y sigan buscando equilibrar el respeto por “la dignidad humana de los presos con el mantenimiento efectivo del orden público” [Noticia] [Video]. 

Ojalá este movimiento internacional para abolir la pena de muerte encuentre eco en nuestro País, pues para algunos la situación de violencia en diversos Estados de la República sería un motivo suficiente para implementar esta medida capital. Sin embargo, ahí donde se olvide que la vida –incluida la de los peores criminales– es intocable por ser un don de Dios, el hombre terminaría por sentirse dueño de la vida de cualquiera, y quedaría así imposibilitada la llegada de la paz.