Año 7, número 304
Por Luis-Fernando Valdés
Hemos vivido días tensos entre México y Estados Unidos, con motivo del asesinato del agente especial norteamericano, Jaime Zapata, a manos de sicarios del cártel de los Zetas. Mientras la Secretaria de Seguridad Interior de EUA, Janett Napolitano amenazaba a los responsables, y el Ejército mexicano detenía a los presuntos responsables, una dura pregunta quedaba por hacer: “y al final, ¿qué? ¿esto va a detener el consumo de drogas, que es el núcleo del problema?”
El agente Jaime Zapata. Descanse en paz. |
El martes 15 de febrero, el agente Jaime Zapata, del Servicio de Inmigración y de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), fue emboscado en San Luis Potosí, junto con su compañero Víctor Ávila, que resultó herido.
Durante el funeral de Zapata, la Secretaria Napolitano se comprometió a capturar a los responsables de la muerte del agente; pero dos semanas antes (el 31 de enero), ella misma había amenazado a los cárteles mexicano que si llevaban su violencia a Estados Unidos, afrontarían “una reacción aplastante”.
Muy poco tiempo después, el día 22 la Secretaría de la Defensa Nacional detuvo y presentó a los presuntos responsables del homicidio, encabezados por Juliá Zapata Espinoza, conocido como “el Piolín”. El Presidente Obama felicitó al Presidente Calderón, y también afirmó: “continuaremos coordinando nuestros vigorosos esfuerzos para derrotar a las organizaciones criminales que operan en México y buscan explotar nuestra frontera compartida”.
Y dos días después, algunas fuerzas de seguridad de Estados Unidos realizaron un operativo a nivel nacional, enfocándose en ocho ciudades, que tuvo como resultado 400 detenidos. Las redadas sincronizadas de parte de los federales estadounidenses y la detención de narcos “son un contundente mensaje para los cárteles de las drogas mexicanas”, explicó el portavoz de la DEA, Michael Sanders a Notimex.
Esta “reacción aplastante” y estos “vigorosos esfuerzos”, ¿son realmente acciones “contundentes” para detener esta guerra? En un sentido lo son, pues arrestan a algunos criminales y confiscan armas. Pero en otro, no lo son, ya que no atacan la causa directa del problema: estas acciones no hacen nada por frenar el consumo de drogas en Estados Unidos.
La solución militar es importante, pero no puede ser la única respuesta. El origen del consumo de drogas es complejo, pero no cabe duda que la desintegración familiar está en la raíz. Entonces, ¿por qué no vemos que se diseñen y lancen campañas a favor de la unidad y estabilidad de las familias?
Y, curiosamente, se ha hecho una gran campaña mediática contra el consumo de tabaco, con eslóganes como “fumar produce cáncer”, “riesgo de muerte”, pero no se ha elaborado una campaña que indique que “comprar drogas destruye a tu familia y a tu País”…
Hasta ahora la muerte un agente norteamericano y de varios miles de militares, policías y civiles mexicanos sólo ha servido para encarecer el precio de las drogas. Ojalá que estos decesos sirvan también para bajar el consumo de estupefacientes, el cual es la fuente de la guerra del narcotráfico.
Mientras no disminuyan los compradores de drogas, de poco servirán los discursos. Y a las “acciones contundentes” contra capos y sicarios, le seguirán nuevos capos y nuevos sicarios que reemplazarán a los caídos y arrestados. Y así el ciclo será infinito. ¿Hasta cuándo la reducción de los consumidores será parte de la agenda política y de las acciones antidrogas?
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