John Henry Newman (1801-1890), Fellow de Oxford, anglicano converso al catolicismo, fue beatificado por Benedicto XVI, el pasado 19 de septiembre.
Luis-Fernando Valdés
No puedo dejar de escribir sobre un personaje que me es especialmente grato: John Henry Newman (1801-1890); ni tampoco puedo desaprovechar que su figura ha aparecido en los medios para hacer un comentario sobre el tema que más me apasiona: la relación entre la razón y la fe.
El Cardenal Newman, beatificado el pasado 19 de septiembre por Benedicto XVI, es un modelo de intelectual de alto nivel, que se empeñó en buscar y encontrar la armonía entre el conocimiento científico y la revelación, que el pensamiento moderno perdió.
En la homilía de la ceremonia de beatificación del gran intelectual inglés, el Papa destacó que las intuiciones de Newman “sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada (…) fueron de gran importancia”, y “hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo”.
En nuestros días, al igual que durante la vida del Cardenal inglés, la oposición entre ciencia y fe es un tema que exige buscar soluciones, porque sin armonía entre la razón que busca certeza y el corazón que anhela a Dios es difícil ser feliz.
Newman explicaba que no puede haber conflicto entre ciencia y fe, porque tanto la Naturaleza como la Revelación son obra del mismo Autor. Cuando surge un conflicto entre ambas, éste procede más bien de las personas.
En un discurso titulado “Cristianismo y Ciencia Física”, el Card. Newman buscó la conciliación entre estos dos tipos de saberes. Explica que hay dos mundos, el natural, cognoscible a través de los medios naturales, y el sobrenatural, conocido gracias a la Revelación. Aunque coinciden en algunos aspectos, son dos mundos separados y, por eso, no pueden entrar en contradicción.
La teología, como “filosofía del mundo sobrenatural” y la ciencia, como “filosofía del mundo natural”, resultan incomunicables y, por eso, no pueden entrar en colisión en sus ideas y respectivos campos. Entonces habría que encontrar formas de conexión en lugar de necesidad de conciliación.
El Profesor de Oxford explica que los conflictos aparentes entre ciencia y doctrina católica tienen un carácter puramente aparente y temporal, y esto lo expresa en tres sentencias: 1) la verdad no puede estar en contradicción con la verdad; 2) con frecuencia la verdad parece estar en contradicción con la verdad; y 3) es necesario ser paciente con estas apariencias y no precipitarse en el juicio. De este modo no cabe sorprenderse que, al comparar los datos científicos y los datos de fe, aparezcan discrepancias en algunos momentos.
Otra enseñanza muy actual de John Henry Newman consiste en superar la tentación del fideísmo. Se daba cuenta que bastantes personas que se entusiasmaban excesivamente por el progreso de la técnica y querían a seguir siendo hombres devotos, terminaban por caer en el refugio cómodo del fideísmo.
Ante esa disyuntiva, Newman consideró una cobardía optar por una fe que no buscara la armonía con las realidades que la ciencia explicaba de manera contundente. Lo difícil era dialogar, y ése fue el camino que siguió.
Hoy día necesitamos seguir este ejemplo. Nuestro México Bicentenario se ha constituido sobre la base de la disyuntiva: la fe o la razón, la utopía social o la praxis política; y muchos cristianos parecen haber optado por la fe y la caridad, renunciando a la razón y al compromiso social. La vida y el pensamiento del Beato Newman nos empujan a no ceder ante el dilema y entablar con gran esfuerzo el diálogo que lleve a la armonía.
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