domingo, 28 de febrero de 2010

¿Hay futuro para la religión?

Luis-Fernando Valdés

Es notorio que en las últimas semanas, las noticias religiosas de interés nacional e internacional han estado presentes en la opinión pública. Esas notas manifiestan diversas tendencias, pues mientras unas hablan del crecimiento religioso, otras pronostican su paulatina desaparición de la esfera pública. ¿Cuál es el futuro de la religión en el mundo?

Empecemos por las noticias que tocan el tema de la restricción de las religiones en la vida pública. Hace pocas semanas en nuestro País, se reformó el artículo 40 constitucional, y desde ahora México es un Estado laico. Esto significa que la religión, por ley, no debe intervenir en la vida pública de nuestra Nación.

Además, el 3 de noviembre de 2009, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo dictó una sentencia que afirma que “los crucifijos en las aulas son una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y de la libertad de religión de los alumnos”. Este Tribunal pidió que las escuelas italianas retiraran ese símbolo cristiano de las escuelas, pero Italia se negó a acatar esa resolución, pues interfería en su autonomía.

Por otra parte, hay noticias que hacen ver que la religión cristiana ha ganado cierto impulso. Así, después de la Constitución apostólica “Anglorum coetibus” (4.XI.09) de Benedicto XVI, que admite a los anglicanos en la Iglesia católica, varias comunidades ha iniciado el proceso de retorno a Roma, como la “Foward in Faith”, influyente grupo anglicano presente en Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia (18.II.10).

Además, el recientemente elegido Patriarca serbio (22.I.10), Su Beatitud Irinej, propuso a Benedicto XVI que en 2013 visite la ciudad de Nis, en Serbia sudoriental, lugar de nacimiento del emperador Constantino el Grande, con motivo de los 1700 años del edicto de Milán (a. 313). El Vaticano acogió “con alegría” esta invitación del Patriarca ortodoxo.

Y también el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, exhortó a sus fieles a no tener miedo del diálogo ecuménico con la Iglesia católica, en su Mensaje con motivo del Domingo de la Ortodoxia (21.II.10). Explicó que la unidad entre los cristianos es “voluntad del propio Cristo”, y “condición necesaria” para el diálogo con el mundo. Y afirmó que “quien cree que la Ortodoxia tiene la verdad no teme el diálogo, porque la verdad nunca ha estado en peligro por el diálogo”.

Las dos posturas reseñadas reflejan los dos sentimientos del corazón humano: sed y añoranza de Dios, de una parte; y rebeldía y deseos de una autonomía total, por otra. Ése es el gran drama interior del hombre, que se refleja en la vida pública. Por eso, no es fácil afirmar ni que el mundo hoy sea más creyente, ni que las religiones estén a punto a desaparecer.

Pero lo que sí se puede afirmar es que este conflicto interno de cada persona hoy se ha desplazado al ámbito social. Se enfocado desde el ámbito público, como si el problema consistiera en saber si ahora crece o disminuye el número creyentes, o si las confesiones tienen peso en la vida pública.

Sin embargo, el verdadero lugar del problema es la conciencia de cada persona, en la que se da el conflicto de aceptar o rechazar a Dios (o a un Ser supremo). El futuro de la religión no es estadístico, sino que radica en que cada uno vuelva a escuchar su propia interioridad. Entonces, más allá de las polémicas, todos intuimos que se cumplen las palabras del Obispo de Hipona (s. IV): “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti”.

Correo: lfvaldes@gmail.com

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domingo, 21 de febrero de 2010

Roma ante el “caso irlandés”




Luis-Fernando Valdés

Benedicto XVI reunió recientemente a todos los obispos irlandeses, para una asamblea extraordinaria, en el Vaticano (15-16.II.10). El motivo era resolver la crisis suscitada por el “Informe Murphy”, en el que salen a la luz casos de pederastia atribuidos a sacerdotes, que fueron encubiertos por obispos. ¿Qué puede esperar la Iglesia tras este escándalo?

Como es sabido, el 26 de noviembre de 2009, la juez irlandesa Ivonne Murphy dio a conocer un informe de 700 páginas, en el que documenta que las acusaciones de 450 personas presentadas contra 46 sacerdotes por hechos ocurridos entre 1975 y 2004. El documento además presenta la connivencia entre la jerarquía eclesiástica y las autoridades del Estado, como la policía y la Fiscalía, para encubrir los esfuerzos de cuatro obispos dublineses por mantener ocultos estos casos.

Después de la reunión del Papa y los obispos irlandeses, se difundió un comunicado en el que se afirma que “todos los presentes han reconocido que esa grave crisis ha desembocado en el desmoronamiento de la confianza en la jerarquía eclesiástica y ha perjudicado su testimonio del Evangelio y sus enseñanzas morales” (Vatican Information Service, 16.II.10).

Por su parte, el Santo Padre observó que los abusos sexuales de niños y jóvenes no son sólo un crimen atroz, sino también un pecado grave que ofende a Dios y que hiere la dignidad de la persona creada a su imagen; y exhortó a los obispos a afrontar los problemas del pasado con determinación y a hacer frente a las crisis con honradez y valentía (Íbidem).

El Pontífice anunció medidas duras contra los sacerdotes que abusen de menores (la llamada “tolerancia cero”), junto con una gran apertura a las peticiones de las víctimas, un mayor empeño en la prevención, como una mejor selección para ingresar a los seminarios.

Sin duda, estas declaraciones no solucionan los duros momentos que han tenido las víctimas, ni tampoco sirven para dar por cerrado el episodio. Pero qué duda cabe que reconocer esta tragedia ayudará a disminuir los caso de abusos por parte de sacerdotes. Además, los afectados agradecerán seguramente la solidaridad que les mostramos desde muchos puntos del globo terráqueo.


El reconocimiento de esta pesada culpa también ha beneficiado a la propia iglesia. El vaticanista Diego Contreras resalta tres aspectos positivos: 1) la radicalidad con la que el Papa ha abordado el tema, sin ocultar que se trata de crímenes; 2) el sentido de responsabilidad de los obispos irlandeses, que se asumen la culpa del fracaso para atajar eficazmente esos abusos; 3) la abundante cobertura informativa que se ha ofrecido de la reunión y la plena apertura de la Iglesia para colaborar con la justicia civil.

El conocido periodista italiano, Luigi Accattoli, comentó que era positivo que la Iglesia estuviera reaccionando, y resaltó que, ante el desolador panorama moral, la única institución que hace autocrítica es la Iglesia católica.

Por nuestra parte, nos parece que la autoridad moral de Benedicto XVI ha crecido con el manejo de esta crisis, porque ha demostrado que es un hombre que no negocia con los criminales, y que su amor a la verdad es más fuerte que el miedo a los escándalos. Bajo esta guía es predecible que, por una parte, saldrán a la luz más casos que permanecían ocultos; y por otra, que esas prácticas execrables se reducirán, porque desde ahora serán duramente penadas al interior de la Iglesia misma.

Correo: lfvaldes@gmail.com

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domingo, 14 de febrero de 2010

Repensar el Estado laico

Luis-Fernando Valdés

El pasado 11 de febrero, la Cámara de Diputados aprobó la modificación del Artículo 40 constitucional, para afirmar que México es oficialmente un Estado laico. Esta noticia es difícil de valorar, porque cada quien interpreta el término “laico” de muy diversas maneras. Entonces, ¿qué se debe entender por “Estado laico”?

El artículo modificado decía: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, …”; y la reforma simplemente la ha añadido la palabra “laica”, de modo que diga que “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república…laica…”. Pero, ¿es realmente ése el querer de “todos” los mexicanos? ¿todos los mexicanos piensan lo mismo al decir “laico”?

Los autores de la iniciativa dicen que esta modificación servirá, principalmente, para asegurar la independencia del Estado respecto de las iglesias y para evitar que el poder político se use para privilegiar alguna confesión religiosa. Sin embargo, estos dos puntos ya están asegurados por el texto constitucional actual (arts. 24, 39, 41 y 130, principalmente), y es difícil pensar que alguien quiera modificarlos.

Entonces, ¿qué pensar sobre el Estado laico? Como no se ha definido lo que significa para nuestra Constitución, cada quien interpretará esta laicidad según su ideología política. Así, para algunos significará evitar tanto un estado confesional como uno ateo; para otros, será la separación del Estado y de la Iglesia, con respeto a las culturas del país; y quizá para otros sea un modo de evitar que las religiones opinen sobre temas debatidos en las Cámaras.

Sin embargo, ésta es una inmejorable oportunidad para repensar la laicidad del Estado. La clave para este intento es sacar la discusión del terreno de las dialécticas entre izquierdas y derechas. Mientras se considere la religión como un asunto de derechas, será difícil resolver el conflicto, pues cualquier concesión al ámbito religioso se consideraría como una derrota para la izquierda; y viceversa: sería un logro para la izquierda reducir los ámbitos de libertad religiosa.

En realidad, la cuestión religiosa no es de izquierdas o derechas, sino que se trata de un derecho humano. Todo ser humano tiene derecho a profesar una religión, con independencia de que los demás la consideren verdadera o no. Se trata de un verdadero derecho de la persona, no de una concesión de un gobierno, ni de la imposición de un grupo parlamentario.

Ante todo, cualquier Estado debe garantizar la libertad religiosa de sus ciudadanos, como lo hace el nuestro en el artículo 1 de la Carta magna: “Queda prohibida toda discriminación motivada por … la religión”. Y esta garantía está en plena sintonía con la Declaración universal de los Derechos humanos, que incluye la libertad de manifestar la propia religión, “individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (art. 18).

De modo que la laicidad del Estado no consistirá ni en menoscabar ni en promover la religiosidad del Pueblo (pues no es materia de su incumbencia), sino para garantizar que cualquier ciudadano pueda ejercitar su fe, sin ser disturbado.

En otras palabras, el nuevo paradigma radica en que el Estado debe permanecer ajeno a cualquier confesión, para así poder dar garantías de ejercicio y respeto a todas las confesiones; el Estado deber ser laico para poder asegurar el derecho de libertad religiosa, que es un derecho humano, no una conquista de la derecha ni un atentado contra la izquierda.

Correo: lfvaldes@gmail.com

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domingo, 7 de febrero de 2010

El Rabino que habló con Jesús


Luis-Fernando Valdés

Un día después de que visitará la Sinagoga de Roma, Benedicto XVI recibió en audiencia al rabino Jacob Neusner (18.I.10), conocido en los círculos intelectuales católicos por su libro “Un rabino habla con Jesús” (1993). Este encuentro nos da pie para dos reflexiones: una sobre el diálogo interreligioso y otra sobre la personalidad del Papa.

Neusner es un prestigioso intelectual judío norteamericano, que ha estudiado en Harvard y Columbia, ha escrito o editado más de 900 libros. En su famosa obra, Neusner, judío ortodoxo, se pone imaginariamente en el lugar de un rabino contemporáneo a Jesús e intenta dialogar con él, desde sus enseñanzas transmitidas por San Mateo. Sin renunciar a sus convicciones hebreas, este rabino manifiesta claramente que no puede aceptar el mensaje de Jesús, porque éste se presenta como Dios y se pone en el lugar de la Torá.

Benedicto XVI, en su obra “Jesús de Nazaret” (2007), lleno de respeto retoma la postura de este intelectual, y dialoga con él a lo largo de 20 páginas. Joseph Ratzinger definió este libro, entre otras cosas, como el ensayo “más importante que se había publicado en la última década para el diálogo judeo-cristiano”, y añadió que “la absoluta honestidad intelectual, la precisión del análisis, el respeto hacia la otra parte unida a una radical lealtad hacia la propia postura caracterizan el libro y lo convierten en un desafío, especialmente para los cristianos, que tendrán que reflexionar bien sobre el encuentro entre Moisés y Jesús”.

Neusner nos da un gran ejemplo de diálogo entre religiones, porque se toma totalmente en serio la propuesta cristina y la entiende desde dentro. Sólo cuando ha asimilado el mensaje de Jesús, el rabino norteamericano manifiesta su discordancia. Su actitud es encomiable: “la vida en un país cristiano, me ha hecho sentir orgulloso del judaísmo, pero también alegre de tener como hermanos y vecinos una religión que fomenta la benevolencia y las buenas relaciones con los que disienten”, escribió.

Luego de su encuentro con el Pontífice, Jacob Neusner declaró a “L’Osservatore Romano”, periódico oficial del Vaticano, que “siempre he estimado al estudioso Joseph Ratzinger por su honestidad y lucidez, y estaba muy interesado encontrar y conocer al hombre. Ahora que he venido a Roma para el histórico encuentro en la sinagoga y (…) he recibido el gran don de encontrarme con el Papa”.

Sobre el Santo Padre, Neusner dice que “lo que más me ha impresionado han sido sus ojos penetrantes. Te mira dentro. Y además sus modales de caballero, lleno de gentileza y humildad”. Es el mismo rasgo que vio el rabino durante la visita de Benedicto XVI a la Sinagoga romana: “Un evento grandioso, con una participación enorme, extendida y conmovida por parte de todos, que me permite esperar bien del futuro”.

Esta breve entrevista está repleta de significado. Dos líderes religiosos de gran talla intelectual muestran que es posible sentir aprecio por otro que piensa distinto, y que la profunda fe religiosa en las propias tradiciones conlleva la convivencia sincera y respetuosa.

Además, los elogios sobre Benedicto XVI por parte de un hombre serio que no es católico, ni tiene el compromiso de quedar bien, nos ayudan a seguir descubriendo la rica personalidad del Santo Padre, echando abajo los prejuicios sobre una supuesta dureza doctrinal y un carácter rígido.

Correo: lfvaldes@gmail.com

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