Año 7, número 330
Luis-Fernando Valdés
Inimaginable que sucediera un acto terrorista en nuestro País, y menos en Monterrey. Nos unimos a las condenas del atentado al Casino Royale, y nos solidarizamos con las víctimas y sus familias. ¿Queda algo por hacer que sí esté en manos de los ciudadanos?
52 personas perdieron la vida en el ataque terrorista al Casino Royale. |
Ante la indignación generalizada, han surgido propuestas sobre lo que deberían hacer los tres niveles de gobierno: desde pactar tregua con los violentos (Ex-Presidente Fox) [ver], pedir a los grupos rivales que hagan una tregua (Senador Aguirre Fuentes, del PRD) [ver], hasta pedir ayuda internacional (Carlos Fuentes, escritor) [ver].
Sin duda son necesarias acciones a nivel gubernamental. Pero no son la únicas. Cuando los ciudadanos se limitan a esperar esas decisiones desde arriba, pierden su potencial personal y dejan de aportar las soluciones que sí están en sus manos.
En cada ciudadano hay una gran capacidad de participación y de influencia, con las que puede contribuir eficazmente a la solución del conflicto. Por ejemplo, acudir a votar y evitar la tentación de la abstención, participar en foros y blogs, apoyar las iniciativas de otros ciudadanos, evitar todo acto de corrupción pues ésta fue la semilla de la que surgió toda esta violencia, no volver a comprar artículos “piratas”, entre otras tantas iniciativas.
Y queda una acción más que siempre es eficaz, aunque no siempre se entiende bien: rezar. Sí, rezar es una de las mejores maneras de buscar la solución al conflicto. Pero, ¿a qué tipo de oración nos referimos?
Se trata de la oración que nos lleva a ser mejores personas para conseguir la bendición de Dios y la conversión de los malos. Benedicto XVI la explicaba recientemente [ver], al comentar un pasaje del capítulo 18 libro del Génesis, que cuenta que la maldad de los habitantes de Sodoma y Gomorra era tan grande, que se requería que Dios las destruyera para frenar el mal.
Aquí interviene Abraham con su oración de intercesión, con la que pide el perdón para toda la ciudad, pues en ella hay también personas inocentes y lo hace apelando a la justicia de Dios. En efecto, dice al Señor: “Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él?” (v. 24b).
Y comenta el Papa: “Obviamente no se puede tratar a los inocentes del mismo modo que a los culpables, esto sería injusto”; se trata más bien de ofrecerles a los culpables “una posibilidad de salvación, porque si los malhechores aceptan el perdón de Dios y confiesan su culpa, dejándose salvar, no continuarán haciendo el mal, también ellos se convertirán en justos, con lo cual ya no sería necesario el castigo”.
En el relato bíblico, la destrucción de Sodoma debía frenar el mal presente en la ciudad, pero Abraham sabe que Dios tiene otros medios para detener el mal. Y anota el Santo Padre: “Es el perdón el que interrumpe la espiral de pecado, y Abraham, en su diálogo con Dios, apela exactamente a esto”.
Y concluye Benedicto XVI: “De hecho, el mal no puede aceptarse, hay que señalarlo y destruirlo a través del castigo: la destrucción de Sodoma tenía precisamente esta función. Pero el Señor no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta y que viva; su deseo siempre es perdonar, salvar, dar vida, transformar el mal en bien”. Y eso es lo que pedimos cuando rezamos.
En manos de cada ciudadano está implementar este medio espiritual: procurar ser parte de esos justos por los que no será castigada la ciudad, y rezar –y perdonar– para que el mal por fin sea vencido por el bien. Nos hace falta más fe.
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