Año 10, número 481
Luis-Fernando Valdés
Un potente grupo
militar extremista busca imponer el Islam a los cristianos de Mosul (Irak).
Ante la amenaza de muerte, la minoría cristiana ha tenido que dejar todo y
empezar un éxodo. ¿Qué se puede hacer por ellos?
El grupo radical
de insurgentes sunitas (una rama del Islam), llamado “Estado Islámico de Irak y
el Levante”, cuyas siglas con ISIL, creó por la fuerza un califato en el norte
de Irak y este de Siria. (InfoCatólica,
23 julio 2014)
El ISIL desde hace
dos semanas amenazó a los cristianos con la advertencia de que tenía hasta el
sábado 26 de julio para convertirse al Islam y pagarles unos impuestos, o bien
irse del país. (Asia
News, 26 julio 2014)
La letra "n" en árabe, ¡Todos somos nazarenos!
|
Los cristianos en
el norte de Iraq sufren una masacre que cada día deja mártires en iglesias y
casas que después son saqueadas, quemadas y selladas con una ‘N’ de Nazareno en
la puerta. Marcados, humillados, vejados, maltratados y hasta ejecutados, casi
75,000 cristianos, de los 2 millones de habitantes en Mosul, piden respeto a su
libertad religiosa. (Aleteia.org,
23 julio 2014)
El reciente 24 de
julio, la mezquita de Nabi Yunis, donde se venera al profeta Jonás, en Mosul
fue demolida por los milicianos del ISIL. El lugar, que era un símbolo de la
ciudad, fue declarado por el ISIL en un “lugar de apostasía y no de oración”, porque lo frecuentaban “tanto
cristianos como musulmanes”. (Vatican
Insider, 25 julio 2014)
Tristemente, la
reacción de la comunidad internacional ha sido muy tibia. Así lo denunció el
Patriarca de Bagdad, Raphael Louis Sarko, en un
mensaje del 24 de julio, dirigido al Cardenal Arzobispo de Lyon (Francia),
al que además le suplica: “¡No nos olviden!”
Y añade: “El
cristianismo oriental no debe desaparecer. Su desaparición es un pecado mortal
y una gran pérdida para la Iglesia y la humanidad. Debe sobrevivir o mejor
vivir en libertad y dignidad”.
El
mismo Papa Francisco, en el Angelus del pasado domingo 20 de julio, explicó que
las comunidades cristianas en Mosul y en otras partes de Oriente Medio, “desde
el inicio del cristianismo, han vivido con sus conciudadanos, aportando una
contribución significativa al bien de la sociedad”.
Y
el Pontífice denunció que estos cristianos “hoy son perseguidos. ¡Nuestros
hermanos son perseguidos, se les manda fuera, deben dejar sus casas sin tener
la posibilidad de llevarse nada! Aseguro a estas familias y a estas personas mi
cercanía y mi oración constante”. (VIS, 21 julio 2014)
A
esto se añade la petición de los obispos iraquíes, que invitan a “las personas
de conciencia en Irak y en todo el mundo” a hacer presión sobre los militantes
para que se detenga “la destrucción de las iglesias y de los monasterios, de
los manuscritos, de las reliquias y de toda la herencia cristiana, patrimonio
iraquí e internacional inestimable”. (InfoCatólica, 23 julio 2014)
Ante
la lentitud de la ayuda internacional, ¿qué podemos hacer desde este lado del
mundo? Lo primero es pensar que no podemos hacer nada. Esa pasividad es lo que
mata. Primero, podemos rezar, y segundo podemos denunciar esta gran tragedia
humanitaria.
Podemos hacerlo
mediante las redes sociales, a través de los hagstag #quesesepa,
#porloscristianosperseguidos, #prayforirak, donde miles de personas están
llamadas a dar a conocer lo que ocurre y reclamar una respuesta internacional.
Y esto es un deber
cívico de todos, no sólo de los creyentes, porque la solidaridad humana nos
obliga a todos a pedir que se tutelen la vida y los derechos humanos de todos
los grupos que sufren persecución por causa de sus creencias. Ojalá este día
hagamos llegar lejos este mensaje de ayuda por los últimos cristianos que aún
quedan en Mosul.