Luis-Fernando Valdés
El discurso de Benedicto XVI pronunciado en la Universidad de Ratisbona, de la que fue Vicerrector y Catedrático de Teología, ha levantado una gran polémica con el mundo musulmán. Durante su discertación, el Santo Padre dijo esta frase: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas». Hoy les ofrezco un análisis de ese discurso para que veamos cómo las palabras del Papa fueron sacadas de contexto.
La conferencia de Benedicto XVI propone que se debe entender de una manera mejor la relación entre la fe y la razón, porque sólo de esa forma se puede llegar a un verdadero diálogo entre las culturas y las religiones, en una sociedad plural. En la conclusión del discurso, el Papa afirma que sólo cuando profundicemos en la racionalidad de la fe, podremos «lograr ese diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy. (…) Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al espectro de las subculturas es incapaz de entrar al diálogo con las culturas». Como se puede apreciar, se trata de todo lo contrario a un ataque a los musulmanes. Al contrario, es una defensa de la sensibilidad de todas las religiones, incluida la islámica.
Como hilo conductor de su ponencia, el Santo Padre emplea una frase del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, que dice: «no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios». Benedicto XVI utiliza esta expresión en varios momentos de su discurso para ilustrar que la fe no se opone a la razón. La usa tanto para indicar que en la fe bíblica hay una convicción de que Dios es «Logos» (razón), tal como afirma el Evangelio de San Juan (1, 1), como para refutar que las posturas que sostienen que Dios no está ligado ni siquiera a la verdad y al bien.
Como buen académico alemán, el Papa Ratzinger explica con mucho detalle el contexto de esa frase de Manuel II. En realidad, esos tres largos párrafos no influyen en la argumentación del discurso, sino sólo muestran la erudición del antiguo Vicerrector de la Universidad de Ratisbona. Veamos con detalle. El Santo Padre primero explica que la cita se encuentra en un diálogo que el emperador de Constantinopla mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam. En esa conversación, Manuel II argumentaba contra la conversión mediante la violencia, y sacó a colación el tema de la «yihad» (guerra santa). Y dijo: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba». Para Manuel II, la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. Este emperador afirmaba: «Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. (…) Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni de ningún otro medio con el que se pueda amenazar a una persona de muerte…».
Como se puede ver, la frase principal no era la que se refiere a Mahoma, sino la que afirma que Dios está vinculado a la razón. Más aún, la expresión polémica no pertenece siquiera a la argumentación principal del discurso del Papa. Vemos así que sacar una frase de contexto puede generar grandes conflictos. Aprendamos la lección: debemos ser lectores más críticos, debemos leer los discursos completos, debemos estar más atentos a la verdad que la polémica.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Luis-Fernando Valdés López, sacerdote y teólogo, comenta noticias destacadas de la semana, con un enfoque humanista, desde la razón creyente.
domingo, 24 de septiembre de 2006
domingo, 17 de septiembre de 2006
El nuevo Papa viajero
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI concluyó, el pasado día 14 de este mes, un viaje de cinco días a su natal Baviera. Este visita a Alemania nos mostró de nuevo que el Papa es un personaje entrañablemente humano, aunque algunos –durante su gestión como Prefecto de la Doctrina de la fe– se empeñaron en presentarlo como un despiadado defensor de la fe. Les ofrezco una breve reseña de estas jornadas, para resaltar los nobles sentimientos del Romano Pontífice.
El Santo Padre se mostró lleno de gratitud al visitar algunos lugares que han tenido una importancia fundamental en su vida. «En mi espíritu –manifestó– se agolpan en este momento muchos recuerdos de los años pasados en Munich y en Ratisbona: son recuerdos de personas y vicisitudes que han dejado en mí una huella profunda. Consciente de todo lo que he recibido, he venido aquí ante todo para expresar el profundo reconocimiento que experimento hacia todos los que han contribuido a formar mi personalidad en las décadas de mi vida» (Discurso, 9.IX.2006).
En el primer encuentro con sus paisanos, Benedicto XVI resaltó el papel fundamental de la familia, y exhortó a los católicos a la oración como fundamento de la unidad familiar. «Por favor, rezad también en casa juntos: en la mesa y antes de ir a dormir. La oración nos lleva no sólo hacia Dios, sino también hacia el otro». Y explicó que la oración «es una fuerza de paz y de alegría. La vida de la familia se hace más festiva y adquiere un alcance más amplio si Dios está presente y si experimenta su cercanía en la oración» (Discurso, 10.IX.2006).
El pasado martes 12, participó en una celebración ecuménica en la catedral de Ratisbona. En el encuentro participaron representantes de las Iglesias luterana y ortodoxa de Baviera. Con un gran sentido de apertura, que ha estado en él desde siempre, el Santo Padre manifestó que esa ceremonia «es una hora de gratitud porque podemos rezar juntos y, de esta manera, dirigirnos al Señor, al mismo tiempo que crecemos en unidad entre nosotros».
Un momento importante de esta gira por Baviera fue la visita del Papa Benedicto, el miércoles 13, a la tumba de su padres y de su hermana María, acompañado por hermano mayor, también sacerdote, Mons. Georg Ratzinger. Vemos así que el camino cristiano, une el corazón de los creyentes con fuerza a su familia. Constatamos una vez más –como ya lo había mostrado Juan Pablo II– que el Romano Pontífice no es una figura amarga, sino llena de humanidad.
En el aeropuerto, el jueves 14, ya a punto de volver a Roma, el Papa Benedicto resumió el motivo espiritual de toda su visita: «Vine a Alemania para volver a proponer a mis compatriotas las eternas verdades del Evangelio y para confirmar a los creyentes en la adhesión a Cristo, Hijo de Dios, quien se hizo hombre para la salvación del mundo. Estoy convencido de que en Él, en su palabra, se encuentra el camino no sólo para alcanzar la felicidad eterna, sino también para construir un futuro digno del hombre ya en esta tierra» (Discurso, 14. IX.2006).
El Cardenal Ratzinger fue elegido Papa a los 78 años, mientras que Juan Pablo II tenía sólo 58 cuando recibió el Primado de la Iglesia. El Papa Benedicto visitará menos países que su recordado antecesor, pero en cada uno de los recorridos fuera de Italia que ha realizado, el actual Santo Padre ya nos ha dado muestras de que entiende lo que llevamos los contemporáneos en el corazón. Y nos ha animado a buscar la verdad y a luchar contra el desaliento. Benedicto XVI se ha convertido en el nuevo Testigo de Esperanza, en el nuevo Papa viajero.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Benedicto XVI concluyó, el pasado día 14 de este mes, un viaje de cinco días a su natal Baviera. Este visita a Alemania nos mostró de nuevo que el Papa es un personaje entrañablemente humano, aunque algunos –durante su gestión como Prefecto de la Doctrina de la fe– se empeñaron en presentarlo como un despiadado defensor de la fe. Les ofrezco una breve reseña de estas jornadas, para resaltar los nobles sentimientos del Romano Pontífice.
El Santo Padre se mostró lleno de gratitud al visitar algunos lugares que han tenido una importancia fundamental en su vida. «En mi espíritu –manifestó– se agolpan en este momento muchos recuerdos de los años pasados en Munich y en Ratisbona: son recuerdos de personas y vicisitudes que han dejado en mí una huella profunda. Consciente de todo lo que he recibido, he venido aquí ante todo para expresar el profundo reconocimiento que experimento hacia todos los que han contribuido a formar mi personalidad en las décadas de mi vida» (Discurso, 9.IX.2006).
En el primer encuentro con sus paisanos, Benedicto XVI resaltó el papel fundamental de la familia, y exhortó a los católicos a la oración como fundamento de la unidad familiar. «Por favor, rezad también en casa juntos: en la mesa y antes de ir a dormir. La oración nos lleva no sólo hacia Dios, sino también hacia el otro». Y explicó que la oración «es una fuerza de paz y de alegría. La vida de la familia se hace más festiva y adquiere un alcance más amplio si Dios está presente y si experimenta su cercanía en la oración» (Discurso, 10.IX.2006).
El pasado martes 12, participó en una celebración ecuménica en la catedral de Ratisbona. En el encuentro participaron representantes de las Iglesias luterana y ortodoxa de Baviera. Con un gran sentido de apertura, que ha estado en él desde siempre, el Santo Padre manifestó que esa ceremonia «es una hora de gratitud porque podemos rezar juntos y, de esta manera, dirigirnos al Señor, al mismo tiempo que crecemos en unidad entre nosotros».
Un momento importante de esta gira por Baviera fue la visita del Papa Benedicto, el miércoles 13, a la tumba de su padres y de su hermana María, acompañado por hermano mayor, también sacerdote, Mons. Georg Ratzinger. Vemos así que el camino cristiano, une el corazón de los creyentes con fuerza a su familia. Constatamos una vez más –como ya lo había mostrado Juan Pablo II– que el Romano Pontífice no es una figura amarga, sino llena de humanidad.
En el aeropuerto, el jueves 14, ya a punto de volver a Roma, el Papa Benedicto resumió el motivo espiritual de toda su visita: «Vine a Alemania para volver a proponer a mis compatriotas las eternas verdades del Evangelio y para confirmar a los creyentes en la adhesión a Cristo, Hijo de Dios, quien se hizo hombre para la salvación del mundo. Estoy convencido de que en Él, en su palabra, se encuentra el camino no sólo para alcanzar la felicidad eterna, sino también para construir un futuro digno del hombre ya en esta tierra» (Discurso, 14. IX.2006).
El Cardenal Ratzinger fue elegido Papa a los 78 años, mientras que Juan Pablo II tenía sólo 58 cuando recibió el Primado de la Iglesia. El Papa Benedicto visitará menos países que su recordado antecesor, pero en cada uno de los recorridos fuera de Italia que ha realizado, el actual Santo Padre ya nos ha dado muestras de que entiende lo que llevamos los contemporáneos en el corazón. Y nos ha animado a buscar la verdad y a luchar contra el desaliento. Benedicto XVI se ha convertido en el nuevo Testigo de Esperanza, en el nuevo Papa viajero.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 10 de septiembre de 2006
La cuestión del género
Luis-Fernando Valdés
Las ideas mueven el mundo. Los contemporáneos de Sócrates le decían que, por filosofar todo el día, estaba en las nubes, fuera de la realidad cotidiana. Sin embargo, la verdad es que las ideas de los pensadores poco a poco influyen en el modo de vivir de toda una sociedad. Hoy quiero contarles cómo detrás de nuestro modo actual de considerar a la mujer, hay una filosofía que quizá no es el todo adecuada para responder a nuestras inquietudes más profundas.
Nuestra cultura ha alcanzado una gran sensibilidad para remarcar la igualdad entre varones y mujeres. Así, en un discurso público, muchos oradores se ven obligados a hablar a «los y las» estudiantes, a diferencia de hace una década, cuando el másculino plural –«los»– incluía a por igual a damas y caballeros. Se trata de un reflejo de los esfuerzos para disminuir la injusta discriminación que han sufrido las mujeres, durante siglos. Aunque hay una igualdad fundamental entre varón y mujer, porque ambos comparten ¬la misma naturaleza humana y tienen igual dignidad, no siempre se ha tomado en cuenta esta semejanza. Ya los antiguos griegos hablan una «physis», o sea, un sustrato común a todos humanos, pero no alcanzaron a vislumbrar esta igualdad de dignidad.
Por otra parte, la tradición judeo-cristiana enseña claramente esta radical semejanza, previa a la diferencia sexual: «Dios creó al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó” (Génesis 1, 26-27). Sin embargo, a pesar de los logros del cristianismo para que se valorara equitativamente a las mujeres, no se consiguió erradicar del todo la mentalidad discriminatoria.
Las tentativas para superar el problema continuaron, y los intentos de las últimas décadas para abolir la discriminación de la mujer han surgido de un contexto intelectual no cristiano. La primera de esta nuevas respuestas consiste en subrayar fuertemente la subordinación que ha sufrido mujer, a fin de suscitar una actitud de contestación que conquiste la igualdad. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre.
Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos y, entonces, los roles propios de la mujer, como la maternidad, dejan de valorarse como una fuente de afecto y realización, y se enfocan como una desventaja respecto al varón. Se propone que la mujer ejercite todo tipo de roles laborales, lo cual no es malo; sin embargo, esta respuesta no siempre consigue que la mujer se abra a otras ocupaciones, sin renunciar a sus específicos roles familiares y sociales.
Otra de las nuevas respuestas, para evitar la supremacía de uno u otro sexo, propone anular las diferencias, y las considera como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. Hace una distinción entre «sexo» y «género». El primero hace referencia a la mera diferencia corpórea, y el segundo señala una dimensión estrictamente cultural. Se busca liberar a la mujer del determinismo biológico del «sexo» (“naciste mujer”), mediante la elección personal de la propia preferencia sexual, o sea, del «género».
Pero las ideas mueven al mundo, y esta filosofía, que pretendía favorecer la igualdad de la mujer, a dado lugar a ideologías que cuestionan la existencia de la familia dado que naturalmente está compuesta de padre y madre, o que buscan la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad. Hacen falta pues nuevas ideas, porque el precio de defender la igualdad de la mujer no puede ser renunciar a lo femenino, ni a lo masculino, ni a la familia biparental.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Las ideas mueven el mundo. Los contemporáneos de Sócrates le decían que, por filosofar todo el día, estaba en las nubes, fuera de la realidad cotidiana. Sin embargo, la verdad es que las ideas de los pensadores poco a poco influyen en el modo de vivir de toda una sociedad. Hoy quiero contarles cómo detrás de nuestro modo actual de considerar a la mujer, hay una filosofía que quizá no es el todo adecuada para responder a nuestras inquietudes más profundas.
Nuestra cultura ha alcanzado una gran sensibilidad para remarcar la igualdad entre varones y mujeres. Así, en un discurso público, muchos oradores se ven obligados a hablar a «los y las» estudiantes, a diferencia de hace una década, cuando el másculino plural –«los»– incluía a por igual a damas y caballeros. Se trata de un reflejo de los esfuerzos para disminuir la injusta discriminación que han sufrido las mujeres, durante siglos. Aunque hay una igualdad fundamental entre varón y mujer, porque ambos comparten ¬la misma naturaleza humana y tienen igual dignidad, no siempre se ha tomado en cuenta esta semejanza. Ya los antiguos griegos hablan una «physis», o sea, un sustrato común a todos humanos, pero no alcanzaron a vislumbrar esta igualdad de dignidad.
Por otra parte, la tradición judeo-cristiana enseña claramente esta radical semejanza, previa a la diferencia sexual: «Dios creó al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó” (Génesis 1, 26-27). Sin embargo, a pesar de los logros del cristianismo para que se valorara equitativamente a las mujeres, no se consiguió erradicar del todo la mentalidad discriminatoria.
Las tentativas para superar el problema continuaron, y los intentos de las últimas décadas para abolir la discriminación de la mujer han surgido de un contexto intelectual no cristiano. La primera de esta nuevas respuestas consiste en subrayar fuertemente la subordinación que ha sufrido mujer, a fin de suscitar una actitud de contestación que conquiste la igualdad. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre.
Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos y, entonces, los roles propios de la mujer, como la maternidad, dejan de valorarse como una fuente de afecto y realización, y se enfocan como una desventaja respecto al varón. Se propone que la mujer ejercite todo tipo de roles laborales, lo cual no es malo; sin embargo, esta respuesta no siempre consigue que la mujer se abra a otras ocupaciones, sin renunciar a sus específicos roles familiares y sociales.
Otra de las nuevas respuestas, para evitar la supremacía de uno u otro sexo, propone anular las diferencias, y las considera como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. Hace una distinción entre «sexo» y «género». El primero hace referencia a la mera diferencia corpórea, y el segundo señala una dimensión estrictamente cultural. Se busca liberar a la mujer del determinismo biológico del «sexo» (“naciste mujer”), mediante la elección personal de la propia preferencia sexual, o sea, del «género».
Pero las ideas mueven al mundo, y esta filosofía, que pretendía favorecer la igualdad de la mujer, a dado lugar a ideologías que cuestionan la existencia de la familia dado que naturalmente está compuesta de padre y madre, o que buscan la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad. Hacen falta pues nuevas ideas, porque el precio de defender la igualdad de la mujer no puede ser renunciar a lo femenino, ni a lo masculino, ni a la familia biparental.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 3 de septiembre de 2006
Construir la paz
Luis-Fernando Valdés
Todos tenemos un gran anhelo de paz. Paz en nuestras familias, paz en nuestro país, paz en el mundo. Pero el hecho es que la paz tan deseada es inestable, y siempre está amenzada, hasta el punto de que algunos se preguntan con cierto escepticismo, si es posible la paz. Sí es posible conseguirla, pero tienen un precio.
El precio de la paz es alto porque consiste en revitalizar los valores que la hacen posible. Se trata de auténticos cambios personales y sociales que posibilitan el surgimiento de la paz. Los filósofos del Derecho consideran que se deben defender los derechos humanos, la democracia y el estado de derecho, y se deben evitar las trampas del economicismo y la insolidaridad. Yo añadiría otros dos: la familia y la religión.
La familia es primordial para conseguir la paz, porque es fuente de afecto y de identidad. Muchas veces los conflictos surgen en ambientes donde el amor mutuo es muy bajo, o quizá nulo. Quién ha sido criado en un ambiente de amor, crece con autoestima alta, de modo que no ve en los demás un potencial enemigo, ni ve a los otros como causantes de su propia desgracia.
La familia da arraigo e identidad. Gracias a ella nos consideramos parte de una nación, de una cultura. En el seno familiar aprendemos una lengua común, y nos consideramos parte de una sociedad. Quien comparte sus valores con otros, vivirá en armonía con ellos. Lejos de ser un potencial agresor, será más bien una persona solidaria.
Por el contrario, como explica el filósofo español Jesús Ballesteros, «el desarraigo familiar con la consiguiente pérdida de vínculos afectivos es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de la violencia en sus diferentes formas, en cuanto elimina la conciencia moral, la convicción de la existencia de obligaciones con los otros, y facilita la manipulación de los distintos fanatismos».
Otro factor para conseguir la paz es la religión. Pero se requiere un repensar el papel de la religión como factor de paz, y en concreto, el del cristianismo como elemento de superación de conflictos. Ciertamente, desde la Reforma en el s. XVI, las diferentes religiones cristianas protagonizaron episodios muy lamentables, que alejaron de la paz y culminaron en conflictos bélicos. El origen de esas tragedia tuvo como causa importante la ingerencia de la política en la religión. Los siglos han pasado y las Iglesias cristianas han logrado bastante autonomía respecto al poder temporal, de modo que pueden proponer el cristianismo como un factor no político para conseguir la paz.
Explica Ballesteros que hay religiones cerradas, que se esfuerzan por lograr exclusivamente la solidaridad interna del grupo mediante la presión social, y que proyectan la culpa hacia el exterior a través del recurso a chivos expiatorios, siempre externos al grupo. Pero hay también religiones abiertas, que proponen como exigencia el amor universal, sin limitaciones espacio-temporales. El cristianismo es sin duda el paradigma de la religión abierta, ya que consiste en la imitación de Cristo, que asume las culpas de todos, y perdona a todos. El cristianismo propone la perfecta paz, la total negación de la violencia. Otra cosa es que desgraciadamente a veces se haya vivido de espaldas a su exigencia básica
Conseguir la paz es posible, pero requiere de un cambio profundo en nuestra comprensión de la familia y la religión. ¿Será posible paz si no revaloramos estos dos factores? Éste es el precio. Vale la pena.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Todos tenemos un gran anhelo de paz. Paz en nuestras familias, paz en nuestro país, paz en el mundo. Pero el hecho es que la paz tan deseada es inestable, y siempre está amenzada, hasta el punto de que algunos se preguntan con cierto escepticismo, si es posible la paz. Sí es posible conseguirla, pero tienen un precio.
El precio de la paz es alto porque consiste en revitalizar los valores que la hacen posible. Se trata de auténticos cambios personales y sociales que posibilitan el surgimiento de la paz. Los filósofos del Derecho consideran que se deben defender los derechos humanos, la democracia y el estado de derecho, y se deben evitar las trampas del economicismo y la insolidaridad. Yo añadiría otros dos: la familia y la religión.
La familia es primordial para conseguir la paz, porque es fuente de afecto y de identidad. Muchas veces los conflictos surgen en ambientes donde el amor mutuo es muy bajo, o quizá nulo. Quién ha sido criado en un ambiente de amor, crece con autoestima alta, de modo que no ve en los demás un potencial enemigo, ni ve a los otros como causantes de su propia desgracia.
La familia da arraigo e identidad. Gracias a ella nos consideramos parte de una nación, de una cultura. En el seno familiar aprendemos una lengua común, y nos consideramos parte de una sociedad. Quien comparte sus valores con otros, vivirá en armonía con ellos. Lejos de ser un potencial agresor, será más bien una persona solidaria.
Por el contrario, como explica el filósofo español Jesús Ballesteros, «el desarraigo familiar con la consiguiente pérdida de vínculos afectivos es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de la violencia en sus diferentes formas, en cuanto elimina la conciencia moral, la convicción de la existencia de obligaciones con los otros, y facilita la manipulación de los distintos fanatismos».
Otro factor para conseguir la paz es la religión. Pero se requiere un repensar el papel de la religión como factor de paz, y en concreto, el del cristianismo como elemento de superación de conflictos. Ciertamente, desde la Reforma en el s. XVI, las diferentes religiones cristianas protagonizaron episodios muy lamentables, que alejaron de la paz y culminaron en conflictos bélicos. El origen de esas tragedia tuvo como causa importante la ingerencia de la política en la religión. Los siglos han pasado y las Iglesias cristianas han logrado bastante autonomía respecto al poder temporal, de modo que pueden proponer el cristianismo como un factor no político para conseguir la paz.
Explica Ballesteros que hay religiones cerradas, que se esfuerzan por lograr exclusivamente la solidaridad interna del grupo mediante la presión social, y que proyectan la culpa hacia el exterior a través del recurso a chivos expiatorios, siempre externos al grupo. Pero hay también religiones abiertas, que proponen como exigencia el amor universal, sin limitaciones espacio-temporales. El cristianismo es sin duda el paradigma de la religión abierta, ya que consiste en la imitación de Cristo, que asume las culpas de todos, y perdona a todos. El cristianismo propone la perfecta paz, la total negación de la violencia. Otra cosa es que desgraciadamente a veces se haya vivido de espaldas a su exigencia básica
Conseguir la paz es posible, pero requiere de un cambio profundo en nuestra comprensión de la familia y la religión. ¿Será posible paz si no revaloramos estos dos factores? Éste es el precio. Vale la pena.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)