Conoce al Papa, n.
21.
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI con algunos fieles chinos en la plaza de San Pedro (5.V.2005). |
China ha sido quizá
el problema más duro para el Papa Benedicto. Perseguida desde 1952 por el
régimen comunista, la Iglesia en China ha sufrido ataques continuos hasta el
día de hoy. Esta cuestión ha sido una dura corona de espinas para el Santo
Padre, porque la situación de los católicos chinos se mueve entre la represión a
los católicos fieles a Roma y la formación de una Iglesia cismática.
Esta problemática
es muy compleja, pero podría resumirse en que la Iglesia en China están dividida:
por un lado, hay unas comunidades unidas al Papa, que son duramente perseguidas
e incluso martirizadas hasta hoy; y, por otro, está la llamada “Iglesia Patriótica
China”, promovida por el Gobierno chino.
En los años 50,
fueron expulsado los Obispos y misioneros extranjeros, encarcelados casi todos
los eclesiásticos chinos y muchos laicos, y cerradas las iglesias. Se creó la “Oficina
para los Asuntos Religiosos y la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos”,
con el fin de controlar todas las actividades religiosas. En 1958, tuvieron
lugar las dos primeras ordenaciones episcopales sin el mandato papal, dando
lugar a un cisma “de facto”.
En el decenio
1966-1976, la Revolución Cultural, afectó violentamente a la comunidad católica.
En los años 80, con Deng Xiaoping, comenzó un periodo de tolerancia religiosa
con algunas posibilidades de movimiento y de diálogo, que permitieron la
reapertura de algunas iglesias, de seminarios y de casas religiosas. [Ver: Nota
explicativa de la Santa Sede, 27.V.2007].
A esto hay que
añadir un complicada relación diplomática, pues el Vaticano no reconoce oficialmente
a China desde 1951 y, en cambio, sí reconoce a Taiwán. El Partido comunista ha
querido que se piense que el gran obstáculo entre China y el Vaticano es el
reconocimiento de Taiwán; sin embargo, el gran problema es la ordenación de
obispos sin el consentimiento de la Santa Sede. [Ver: Inma Álvarez, en “Alfa
y Omega”, 6.I.2000].
El Papa Benedicto
XVI envío una Carta
a los católicos de China, el 27 de mayo de 2007. La misiva buscaba resolver
el complejísimo problema la unidad entre los católicos clandestinos y los obispos
patrióticos que recibieron la ordenación episcopal sin mandato pontificio y
luego han buscado la comunión con Roma (n. 8). El Santo Padre les pedía a los
primeros aceptar a estos segundos, lo cual no estuvo exento de incomprensiones.
Además, en ella Benedicto
XVI manifestó su deseo sincero de diálogo entre la Santa Sede y el Gobierno
chino para llegar a un acuerdo sobre el nombramiento de Obispos, el respeto de
una auténtica libertad religiosa, y la normalización de las relaciones entre la
Santa Sede y China. [Cfr. Nota explicativa,
C].
En diciembre de
2010, la gubernamental Asociación Patriótica Católica China, se reunió para
elegir sus representantes, y varios obispos fieles a Roma fueron forzados a
asistir. Este episodio generó un nuevo distanciamiento entre el Vaticano y
China.
La reacción del
Papa fue muy pastoral, pues expresó su cercanía tanto a los obispos, a los
sacerdotes y a todos los católicos “que experimentan dificultades en la libre
profesión de su fe”, y les recordó a todos los católicos del mundo que “los
fieles de allí tienen derecho a nuestras oraciones, necesitan nuestras
oraciones” (Audiencia,
18.V.2011).
La cuestión
Iglesia en China nos permite conocer la caridad pastoral del Papa, que busca –en
medio de una batalla diplomática– tanto el reconocimiento de los católicos
perseguidos, como la incorporación a la comunión eclesial de los obispos
cismáticos que piden la reconciliación.
lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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