miércoles, 7 de marzo de 2012

De obispo a cardenal… en un mes


Conoce al Papa, n. 7.
Luis-Fernando Valdés

Durante la Ordenación
episcopal de Mons. Joseph Ratzinger.
Joseph Alois Ratzinger tenía 50 años, cuando fue ordenado arzobispo de Múnich y Frisinga por Pablo VI, el día 25 de marzo de 1977. Él mismo recuerda que “aquél fue un día extraordinariamente bello. Era un radiante día del comienzo del verano, en la vigilia de Pentecostés”. 

Y cuenta que experimentó “la realidad del sacramento: que en él sucede algo que es verdad”, y se refería al gran acogimiento que le dieron muchas personas “con una cordialidad y una alegría que no se debía tanto a mi persona, sino que me manifestaba una vez más qué es el sacramento” (cfr. “Mi vida”, p. 129-130).

Como lema episcopal, el nuevo arzobispo eligió una frase en latín, tomada del versículo octavo de la tercera Epístola de San Juan: “Cooperatores veritatis” (“Colaboradores de la verdad”), porque –como explica él mismo– “me parecía que podían representar bien la continuidad entre mi tarea anterior [la docencia universitaria] y el nuevo cargo [de obispo]; porque, con todas las diferencias que se quieran, se trataba y se trata siempre de lo mismo: seguir la verdad, ponerse a su servicio” (cfr. Ibid., p. 130).


El escudo episcopal de Joseph Ratzinger está lleno de significado, y está formado por tres elementos: un moro coronado, una concha y un oso. Él mismo explicaba el significado de estos símbolos. En cuanto al primero dice: “sobre el blasón de los obispos de Frisinga se encuentra, desde hace cerca de mil años, el moro coronado: no se sabe cuál es su significado. Para mí es la expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce ninguna distinción de raza ni de clase, porque todos nosotros ‘somos uno’ en Cristo”.

Sobre la concha, el nuevo arzobispo veía dos sentidos.  Por una parte, este elemento “es ante todo el signo de nuestro ser peregrinos”, y por otra, le recordaba la leyenda según la cual San Agustín vio en la playa un niño que tomaba el agua del mar con una concha y trataba de meterla en un pequeño hoyo, que le decía “tan difícil es que pueda meterse toda el agua del mar en este pozo como que tu razón pueda entender el misterio de Dios. Por eso la concha representa para mí una referencia a mi gran maestro Agustín”.

Mons. Ratzinger tomó la imagen del oso de la leyenda de San Corbiniano, fundador de la diócesis de Frisinga. “Un oso –cuenta esta historia– había despedazado el caballo del santo en su viaje a Roma. Corbiniano lo regañó severamente por aquella fechoría y, como castigo, le cargó el fardo que hasta entonces había llevado el caballo sobre sus lomos” (cfr. Ibid., p.130-131).

Mons. Ratzinger recibió el capello cardenalicio,
de manos del Papa Pablo VI.
Apenas un mes después, el día 27 de junio, Joseph Ratzinger fue creado Cardenal, por Pablo VI. Con el paso de los años recibirá encargos en las diversos Dicasterios de la Curia romana por su dignidad cardenalicia, especialmente durante su gestión como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Entre otros cometidos, participará en las comisiones para el diálogo con las otras confesiones cristianas y con las otras religiones, y estará al frente de la comisión redactora del Catecismo de la Iglesia Católica.

Mons. Ratzinger saluda al recién elegido Juan Pablo I
Por ser cardenal, Mons. Ratzinger ha participado en tres cónclaves. El primero, en agosto de 1978, en el que se eligió a Juan Pablo I, quien moriría 33 días después. En octubre de ese mismo año, tomará parte en el cónclave en el que resultaría elegido Juan Pablo II. Tras la muerte del Papa polaco, asistirá por tercera ocasión, pero esta vez será el que lo presida. En las votaciones resultará elegido y será nombrado Papa con el nombre de Benedicto XVI.

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