Año 8, número 400 (dedicado a José Antonio y Ana Ochoa)
Luis-Fernando Valdés
Es universal el deseo de paz, y es una tarea de cada uno. |
Concluye el 2012,
que deja atrás grandes momentos en las familias y en la sociedad; pero no
podemos negar que muchas aspiraciones de paz y de convivencia se vieron
truncadas en este año, por la violencia, por las injusticias sociales y por
problemas económicos. Ante este panorama, ¿cómo conservar nuestros deseos de
paz para el nuevo Año?
Los seres humanos
hemos nacido para la paz, como atestiguan las numerosas iniciativas a favor de
la paz en el mundo, y como cada uno podemos constatar en nuestro propio
interior. Sin embargo, ¿por qué la anhelada concordia no llega aún?
El Papa Benedicto,
con motivo de la 46a. Jornada Mundial de la Paz, a celebrarse el próximo 1 de
enero, ofrece buenas pistas para entender los obstáculos a la paz y para buscar
con realismo esta armonía entre los hombres.
El Pontífice parte
de que todo hombre, sin importar sus creencias, ha sido creado para la paz, y
este diseño eterno tiene un reflejo en la vida personal. “El deseo de paz es
una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo
de una vida humana plena, feliz y lograda” (Mensaje,
8.XII.2012, n.1).
La perspectiva
cristiana no se limita sólo a esperar milagros, sino que busca acción. Esta
doctrina afirma que como Dios se hizo hombre en Jesucristo, todo lo humano se
lleva a cabo mediante el binomio ‘don divino’ y ‘tarea humana’. Por eso,
explica el Santo Padre, “la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra
humana”.
Es un don, porque
la consecución de esta profunda aspiración no es totalmente alcanzable por el
ser humano, sino que requiere una ayuda de lo Alto. “El hombre está hecho para
la paz, que es un don de Dios”, afirma Benedicto XVI.
Nuestra
experiencia de la insuficiencia de los esfuerzos humanos para erradicar la
violencia y la injusticia, hace creíble la sugerencia del Papa: “para llegar a
ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión
trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso”.
En esta dimensión
religiosa de la paz, el hombre podrá “vencer ese germen de oscuridad y de
negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la
violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el
odio y las estructuras injustas”.
Como la paz es también
una tarea humana, es importante quitar los obstáculos que impidan entorpezcan
el esfuerzo para buscar la solidaridad y la concordia. Y Benedicto XVI se fija
en dos dificultades culturales que atropellan al hombre:
1) “Una condición
previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral”,
pues niega que exista una base moral común a todos, sin la cual es imposible
exigir el respeto a la dignidad de cada persona.
2) Es importante
superar la visión ética de tipo subjetivista y pragmática, que atropellan al
ser humano, porque basan la convivencia en criterios de poder o de beneficio y
así el hombre se convierte un medio y no en un fin.
Estas son las
claves para que sigamos buscando un mundo mejor, y sean eficaces nuestros
deseos de concordia y amor en el nuevo Año: estar abiertos a rezar por la paz, y
respetar profundamente a cada ser humano.
Y me uno a los
augurios del Santo Padre: “pido a Dios, Padre de la humanidad, que nos conceda
la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida
próspera y feliz para todos.”