Conoce al Papa, n.
22
Luis-Fernando Valdés
La Iglesia
católica ha tenido que enfrentar en la últimas décadas una dura crisis,
provocada por la conducta de algunos clérigos que abusaron de menores y que
fueron encubiertos por las autoridades eclesiásticas y –en ocasiones– también
por las civiles. El Papa Benedicto ha tenido la valentía de enfrentar este
grave problema, sin ocultar la verdad.
Benedicto XVI reunió a todos lo obispos de Irlanda, para poner remedio al encubrimiento de abusos. |
La crisis de los
sacerdotes pederastas requiere de un enfoque ponderado, porque los
eclesiásticos que han cometido este grave delito son una pequeña parte del
clero mundial, y porque la Iglesia sí ha tomado muchas medidas tanto para
buscar la erradicación de este problema, como para atender a la víctimas. [Ver
dossier del Vaticano: “La
respuesta de la Iglesia”]
La actual
normativa de la Iglesia sobre el tema de los abusos sexuales a menores por
parte de clérigos es muy estricta y está diseñada para ayudar a las víctimas. Pero
es poco conocido que en la elaboración de estas normas el Card. Ratzinger tuvo
un papel muy relevante.
El primer paso
consistió en que el entonces Prefecto para la Doctrina de la Fe envió una
carta, fechada el 19 de febrero de 1988, en la que alertaba que el sistema
penal establecido apenas cinco años antes, en 1983, –debido a la complejidad de
procedimientos requeridos– no facilitaba expulsar a los sacerdotes que fueran “culpables
de graves y escandalosos comportamientos”.
A esta carta
siguió una reforma en la Curia romana, el 28 de junio de 1988, en la que establece claramente la jurisdicción penal
exclusiva de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), respecto de los “delitos
más graves cometidos contra la moral”, procediendo “a declarar o imponer
sanciones canónicas a tenor del derecho”.
Luego el Card.
Ratzinger tuvo otras dos intervenciones importantes. Una fue la preparación,
hacia finales de los años noventa, de las Normas sobre los denominados “delicta
graviora”, que tipificaron cuáles son los delitos contra la moral
“particularmente graves”, y así se estableció que los casos de abusos a menores
por parte de sacerdotes fueran de la exclusiva competencia de la CDF.
Y la segunda
iniciativa del entonces Prefecto modificó el modo de la aplicación del derecho
penal en la Iglesia, ya que solicitó del Papa facultades especiales que le
permitieran intervenir por vía administrativa en este situaciones penales, ahorrándose
así los largos procesos. [Ver: Juan Carlos Arrieta, Un
papel determinante, 2.XII.2010]
Y ya como
Pontífice, el Papa Ratzinger siguió esta misma línea de enfrentar directamente
los abusos cometidos. Son muy significativas la suspensión del Padre Maciel, y
la petición de la renuncia a varios obispos irlandeses, que se habían limitado
a cambiar de parroquia a los clérigos pederastas, sin suspenderlos de sus
funciones. [Ver mi dossier sobre
la cobertura mediática del Papa y la pederastia]
Benedicto XVI ha
tenido el valor de reconocer que esta crisis “no procede de los enemigos
externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto,
tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la
purificación, de aprender, de una parte, el perdón, pero también la necesidad
de la justicia” (11.V.2010).
Ante esta
claridad, las reacciones no se hicieron esperar y confirmaron la gran valentía
del Papa. El vaticanista español, Miguel Mora, conocido por anticlerical,
escribió que “cuando el escándalo de la ocultación de la pederastia clerical ha
generado la peor crisis de la Iglesia católica en décadas, Ratzinger ha dado lo
mejor de sí mismo y ha liderado, con un coraje y una ferocidad de gladiador
solitario, impropios en un hombre de 83 años” (“El
gladiador solitario”, 12.V.2010).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión