Año 14, número 664
Luis-Fernando
Valdés
Condenar la corrupción ha sido una antigua batalla del Papa
Francisco, que ha retomado en sus recientes viajes. Pero, ¿la valentía para
denunciar este mal social basta para que la corrupción desaparezca?
La corrupción es una gran plaga social en todo el mundo. (Foto) |
1. La raíz de la
corrupción. En el vuelo de regreso a Roma,
después del viaje apostólico a Chile y Perú, durante la tradicional conferencia
de prensa, Francisco habló de la corrupción. “Sí, en Latinoamérica hay muchos focos de corrupción. Ahora está de moda
hablar de Odebretch”, dijo en referencia al gran escandalo de corrupción en
Brasil. “Pero eso es un botón de muestra”, señaló.
Explicó el Pontífice que origen de la
corrupción se encuentra en el desorden interior de cada persona, conocido como
“pecado original”, y mencionó que hay una gran diferencia entre un pecador y un
corrupto.
El pecador comete faltas, pero las reconoce y
pide perdón. En cambio, el corrupto no acepta sus pecador y por eso no puede
cambiar. “Yo al pecado no le tengo miedo, le tengo miedo a la corrupción,
porque la corrupción te va viciando el alma y el cuerpo, y un corrupto está tan
seguro de sí mismo que no puede volver atrás”, explicó.
2. La corrupción afecta
no sólo a los políticos. Este triste fenómeno
está presente no sólo en el ámbito gubernamental, sino también en la esfera
privada, en la que nos movemos la mayoría de los ciudadanos.
El Papa puso dos ejemplos: el de un empresario y el de un ama de
casa. “El empresario que le paga
la mitad a sus obreros es un corrupto. Y un ama de casa que está acostumbrada y
cree que es lo más normal explotar a las mucamas, sea con el sueldo o sea con
el modo de tratar, es una corrupta, porque ya lo toma como normal”, ilustró el
Pontífice.
3. En la Iglesia también.
Con la gran valentía que lo caracteriza, el Papa reconoció
la corrupción que existe en el interior de la Iglesia católica. “¿Y en la Iglesia hay corrupción? ¡Sí! Hay
casos de corrupción en la Iglesia, en la historia de la Iglesia siempre los
hubo. Siempre los hubo porque hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego
de la corrupción”. Esta denuncia es importante porque tampoco los creyentes se
pueden confiar de sí mismos, como si estuvieran inmunizados contra este mal
moral.
Epílogo. La corrupción siempre acompañará al hombre, porque procede de su
propio interior, que está herido por el mal. Sin embargo, la redención
predicada por la Iglesia es capaz de evitar que los pecadores nos convirtamos
en corruptos.
Por eso, aunque siempre habrá gente inmoral, la práctica sincera
de la religión es una herramienta para que las personas y la sociedad podamos
salir de la actual cultura de la corrupción, porque nos ayuda a reconocer las
faltas cometidas y a pedir perdón.