Año 12, número 560
Luis-Fernando Valdés
Con motivo de los
500 años de la Reforma iniciada por Martín Lutero, el Papa aceptó la invitación
para viajar a Suecia donde habrá una ceremonia conjunta de la Federación
Luterana Mundial y la Iglesia Católica. ¿Francisco celebrará la separación
sufrida por la Iglesia? ¿celebrará el cisma?
1. Una “noticia” impactante. Como ha
sucedido con frecuencia durante el pontificado del Papa argentino, algunas
noticias recogen frases al vuelo o noticias a medias, y dan a entender algo
distinto de lo que pasó en la realidad.
En este caso, el
Santo Padre aceptó una invitación para viajar a Lund (Suecia), para tener una
jornada de oración y diálogo, con el objetivo de dar un paso sólido para
restaurar la unidad de las comunidades luteranas con la Iglesia católica.
En cambio, para
algunos católicos esto sonó como si el Vicario de Cristo celebrara la desunión,
o como si avalara que no es una y única la Iglesia fundada por Cristo. Las
reacciones de “escándalo” se debieron –seguramente– a no tener todos los datos
y antecedentes.
2. Las razones para dialogar. Tanto los
católicos como los cristianos reformados ven claramente la necesidad de
recomponer la unidad rota hace casi 500 años. Ambas confesiones tienen presente
lo que Jesucristo indicó en la Última Cena: “que todos sean uno (‘ut sint
unum’) para que el mundo pueda creer” (Juan 17,21).
Y así lo comentaba
San Juan Pablo II en su Encíclica Ut unum sint, de 1995: “creer en Cristo
significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia;
querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al
designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la
oración de Cristo: ‘Ut unum sint’ ” (n.9).
Y recientemente, el
Obispo católico de Suecia, Mons. Anders Arborelius, expresó que “la situación
ecuménica en nuestra parte del mundo es única e interesante. Espero que tal
encuentro nos ayude a mirar el futuro en tal modo de ser testimonios de
Jesucristo y de su Evangelio en nuestro mundo secularizado”.
3. La unidad vendrá por vía del diálogo y
la oración común. San Juan Pablo II se preguntaba: “¿Cómo anunciar el
Evangelio de la reconciliación sin comprometerse al mismo tiempo en la obra de
la reconciliación de los cristianos?” (Encíclica Ut unum sint, 1995, n.98). En
otras palabras, no basta estar firmes en la propia fe, sino que hay buscar el
diálogo que lleve a la unidad.
Y la tarea común,
en este momento de la historia, es no enfocarse sólo a la cuestión teológica,
sino también a “hacer crecer la comunión parcial existente entre los cristianos
hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad” (Ut unum sint, n. 14).
Por eso, es lógico
que, de cara a los 500 años de la Reforma, ambas partes se reúnan para orar juntos,
como primera gran señal de reconciliación y de buena voluntad. Y ahí pondrán en
práctica lo que indica el documento de la comisión conjunta de diálogo para la
conmemoración de este quinto centenario, titulado “Del
conflicto a la comunión”.
Lo que se pide en
ese texto es que ambas confesiones religiosas hablen del arrepentimiento y del
compromiso al testimonio común, a fin de explicar los dones de la Reforma y
pedir perdón por las divisiones que siguieron a las disputas teológicas.
Una vez más nos
encontramos con un problema de comunicación, que descontextualiza una frase (“conmemorar
los 500 años de la Reforma”) y le atribuye al Papa Francisco una actitud que no
es real. Francisco no festejará la separación luterana, sino que irá a Suecia
para rezar para pedir la unión.