domingo, 30 de agosto de 2009

Ramadán

Luis-Fernando Valdés

El pasado 22 de agosto inició, para los musulmanes, un tiempo de ayuno llamado “ramadán”. Aunque en México esta celebración no nos resulta tan cercana, en los países de Europa occidental, cada vez es más frecuente que se tengan en cuenta los calendarios de las otras grandes confesiones. A nosotros aquí, ¿qué nos puede enseñar la convivencia de las diversas religiones?
En épocas anteriores, algunas no muy lejanas, el contacto entre religiones era fuente de grandes conflictos, incluso violentos. Se entendía que si “mi religión” es verdadera, “las otras” son falsas. Y el siguiente paso consistía en evitarlas o eliminarlas.
Aunque, por efectos de la propaganda anti-católica, pocos lo sepan, la verdad es que la Iglesia fue pionera en fomentar el diálogo pacífico entre religiones. El Concilio Vaticano II promulgó, el 28 de octubre de 1965, la Declaración “Nostra aetate”, en la que expone las líneas de acción en la relación del Catolicismo con las religiones no cristianas.
Ahí se declara que “la Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y las doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” (n. 2).
Esta actitud de apertura y de respeto ha tomado fuerza universal, mediante las Jornadas Mundiales de la Paz, convocadas por Juan Pablo II en Asís (Italia). En estas reuniones, el Papa polaco logró reunir a los líderes religiosos de todo el mundo, para rezar por la paz, en el respeto a las diferencias entre ellos, pero con el afán común de la unidad.
El respeto y el aprecio entre los creyentes de las diversas religiones es muy importante. No es sólo para lograr una mera “coexistencia pacífica”. Ante todo, ese testimonio de convivencia ayudará a que muchas personas vuelvan a la creencia y a la práctica religiosas, pues hoy los pleitos por motivos religiosos son causa del alejamiento de la religión.
Si los creyentes de cualquier credo se tomaran en serio su fe, nos encontraríamos ante un mundo en el que se amaría a Dios y a su Ley santa, y por tanto se respetaría a las mujeres, se ayudaría a los enfermos y a los ancianos, se predicaría y se viviría la paz.
Por eso, sin caer en la tentación del sincretismo o de formar una religión universal, y sin ignorar tampoco las diferencias no tan sencillas de conciliar, es muy necesario ayudar a muchos a volver a la práctica religiosa, con la convicción de que un verdadero creyente necesariamente debe ser un buen ciudadano. Y este retorno será facilitado por la convivencia amistosa entre los fieles de las diversas confesiones.
En el mes llamado “ramadán”, los musulmanes celebran que fue el período del año, en el que Mahoma recapitulaba el conjunto de lo que se le había revelado. Durante este tiempo, quedaba prohibido –desde el anochecer hasta el amanecer– comer, beber, fumar y tener relaciones conyugales. Es un tiempo de purificación, en el que los islámicos resaltan la obediencia a Dios, dan gracias por el Corán, y en el que muchos de ellos retoman la práctica religiosa.
Con un afán sincero de verdadera convivencia y diálogo sincero, me uno a los deseos de Benedicto XVI: “En el momento en el que los musulmanes comienzan el itinerario espiritual del mes de Ramadán, formulo para todos mis votos más cordiales, deseando que el Todopoderoso les conceda una vida serena y tranquila”.

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domingo, 23 de agosto de 2009

Pasados de moda

Luis-Fernando Valdés

Continuaron las comparencias en el Congreso de Querétaro, en la que se volvió a discutir sobre la llamada “ley antiaborto”. Entre los argumentos a favor de la despenalización de la interrupción del embarazo, que se expusieron a los legisladores, algunos incluían razones que parecen dirigidas a un “Querétaro virreinal”, al que instarían a modernizarse.
En alguna ponencia se aseguraba que negar a mujeres violadas el derecho a abortar, implicaría simplemente creer que las concepciones medievales regresan por la imposición de una minoría. También se aludió en varias exposiciones a “la derecha”, que sería la que estaría tratando de coaccionar a que todas la mujeres procedieran de la misma manera en caso de violación.
Con todo el respeto hacia esas posturas, diferimos en el enfoque. El esquema virreinal, en el que la Iglesia y la Corona estuvieron solidarizadas, no es el contexto actual de nuestra Patria. Parecería que lo que denominan “la derecha” es una repetición de ese paradigma, al que unos pocos tratarían de hacer volver al País.
Es una cuestión muy compleja, porque ni la Iglesia romana sostiene esa postura, ni la gran mayoría de los católicos desea retornar al pasado. Que haya algunos particulares que tengan esa aspiración, no justifica que todo creyente coherente con su fe sea incluido en esa categoría política.
Además, presentar un argumento sobre el aborto desde una categoría sociológica o política no es quizá el más adecuado, porque el resultado es un desplazamiento del foco del problema, y alejamiento del núcleo del tema. Lo central en la cuestión del aborto es el reconocimiento de la vida humana del recién concebido. Pero con el argumento de “la derecha”, el acento se pone en otro lado: el miedo al retroceso histórico.
Además, con la categoría de “la derecha” se insiste en que la Iglesia emplea el miedo y la coacción de las conciencias, para conseguir fines ideológicos. Pero si queremos ser intelectualmente honestos, con independencia de nuestras creencias, tenemos que aceptar que la Iglesia cambió su esquema argumentativo desde el Concilio Vaticano II (1962-1965), que los Papas recientes han seguido fielmente.
Si se presta atención al mensaje de la Constitución “Gaudium et spes” del citado Concilio, se descubre rápidamente que la Iglesia pasa de los “anatemas” a una explicación abierta de su misión, y que no amenaza con condenas, sino que ofrece propuestas de ayuda moral al mundo contemporáneo. También podría ver que la Declaración “Nostra Aetate” indica a los fieles católico tener un trato tolerante y respetuoso hacia las otras religiones y hacia los no creyentes.
Si toma en cuenta la Encíclica “Veritatis Splendor” de Juan Pablo II, resulta notorio que, en todo momento, la postura de la Iglesia respecto al aborto no es una negativa a la modernidad, sino una defensa de la vida; que no es un pleito ni una condena contra la mujer, y menos una búsqueda del retorno a los Estados pontificios.
Cuando se plantea la ley antiaborto como la imposición de una ideología trasnochada, la propuesta a favor de la despenalización del aborto no va al fondo de la cuestión actual sobre el estatuto ontológico del engendrado: en el estado actual de los descubrimientos científicos sobre embriología y genética ¿el nascituro es un ser humano o no? El debate pues no debe centrarse en categorías sociológicas ni religiosas, sino en la realidad y los derechos del ser concebido y en la ayuda a la mujer que ha sido embarazada por violación.

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domingo, 16 de agosto de 2009

Derecho al propio cuerpo

Luis-Fernando Valdés

En días anteriores, se llevaron a cabo numerosas comparecencias de grupos civiles sobre la llamada “ley antiaborto” en el Congreso del Estado Querétaro. Ahí diversas agrupaciones expresaron sus opiniones, tanto sobre el reconocimiento de la vida del concebido, como del derecho de la mujer a abortar. Magnífico ejercicio de democracia, escuchar las dos opiniones antes de legislar.
Hemos seguido con gran respeto las declaraciones de las personas que apoyan la legalización del aborto. Pensamos que –aunque la compartimos– su postura manifiesta inquietudes verdaderas, que merecen atención porque no son fáciles de resolver, y afectan a bastantes personas.
En su alegato, la directora de “Equidad de Género: Ciudadanía, Trabajo y Familia”, María Eugenia Romero Contreras, comentó que las modificaciones al Artículo 2 de la Constitución local imponen a las mujeres embarazos que pueden poner en riesgo su vida o que han sido producto de una violación.
En estas palabras, dignas de atención, subyace la visión de que la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo, y tiene derecho a decidir cuando embarazarse. Esta postura tiene –en parte– razón, pues cada persona tiene derecho sobre su cuerpo, que es un componente esencial de su propia personalidad, pues los humanos “somos” una única realidad, formada por cuerpo y espíritu.
Pero, el problema es cuando hay un “tercero”: el concebido es alguien distinto de la madre y del padre, porque una composición genética independiente de ambos; genéticamente es un ser nuevo, con un cuerpo diferente. Este nuevo ser no es parte del cuerpo de su mamá. Por eso, no se tiene la razón cuando el argumento para aprobar el aborto consiste en “ampliar” el derecho sobre el propio cuerpo, hasta “abarcar” el cuerpo de un tercero.
De igual manera, es una realidad que una mujer tiene derecho a decidir cuando engendrar. Pero hay un equívoco, que intentaremos explicar mediante una comparación (con todas sus limitaciones). Tengo el derecho a decidir qué comer y cuándo hacerlo, pues eso está en la esfera de mi libertad. Pero una vez que elijo comer, el proceso digestivo ya no está en mi ámbito de decisión, pues es autónomo. Debo decir antes de comer.
En el caso de la vida humana, la mujer –y su pareja con ella– deciden cómo vivir la sexualidad. Pero no está ya en su ámbito de libertad, el tomar una decisión sobre un óvulo ya fecundado. Si decidieron mal “antes”, ya no tienen derecho a decidir “después” sobre la vida de un tercero.
Ambos supuestos (el derecho sobre el propio cuerpo y el derecho a decidir cuando tener un hijo) generan una situación límite, en el caso de un embarazo por violación. La víctima de violencia sexual se enfrenta a unas circunstancias que le han pisado estos dos derechos. Y la pregunta entonces es pertinente: ¿por qué la mujer tiene que aceptar las consecuencias de un abuso a sus derechos?
Sin embargo, la “consecuencia” no es sólo un daño físico y psicológico, sino también un nuevo ser humano vivo, inocente, sujeto de derechos, al que también hay que defender. Por eso, es importante decir que, al pedir que se reconozca jurídicamente la vida de un tercero engendrado por violación, no se pretende afirmar que esa mujer no fue víctima, ni tampoco negar que sus derechos fueron conculcados.
Esta problemática merece atención, comprensión y una respuesta. Afirmamos la vida del recién concebido, y defendemos su derecho a la vida, pero es de justicia que exijamos también una solución al problema de la mujer.

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domingo, 9 de agosto de 2009

Lecciones de Acteal

Luis-Fernando Valdés

El pasado 5 de agosto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dictaminó que hubo irregularidades y fabricación de pruebas y de testigos, en el proceso seguido contra los presuntos responsables de la matanza de Acteal. Se trata de una doble injusticia: por una parte, el asesinato de 45 personas, entre ellas18 menores; y por otra, la injusticia a los inocentes, que llevan 11 años en prisión. ¿Cuáles son las enseñanzas que estos trágicos hechos encierran?
Una primera reflexión. En esta resolución de la SCJ, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación y la participación de instituciones privadas, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el cual documentó las irregularidades en el juicio de los supuestos culpables, y propuso que la SCJ atrajera el caso.
Cuando estas tragedias no son seguidas por los ciudadanos de a pie, cuando no hay presión desde la opinión pública, estos sucesos pasan al olvido, y así los procesos judiciales son más vulnerables a intereses de grupos y pueden ser manipulados por intereses poderosos.
De ahí que la sangre inocente y los inculpados injustamente sean un verdadero reclamo al resto de los mexicanos. Todos debemos estar preocupados por evitar que estas causas caigan en el olvido, y lo podemos conseguir si seguimos con constancia las noticias nacionales, y si expresamos nuestra opinión en los foros que los medios de comunicación siempre tienen abiertos. De esta manera, los grandes sucesos siempre tendrán la suficiente cobertura, y esto representará una mínima garantía para que no sean ocultados o manipulados.
Una segunda meditación. Este doble crimen de Acteal pone al descubierto, un vez más, una mala raíz que origina las tragedias de nuestra Patria: la deficiente educación ciudadana. Que existan asesinos que disparan contra inocentes, que haya corrupción en la procuración de justicia, ¿no es suficiente prueba de que algo no funciona en la educación de los mexicanos?
El respeto a la vida humana, en cualquiera de sus fases, y la justicia son dos valores que se aprenden primero en la familia y luego en la escuela. Ante estos hechos, la realidad de que la familia y la educación están en serios problemas se impone.
¿Tendremos que esperar otro Acteal, otra guardería ABC para que los ciudadanos cobremos conciencia de que es tiempo de empezar a enseñar verdaderos valores, que contrarresten la corrupción? O ¿seguiremos hablando de “valores relativos”, de una moral de conveniencia?
Y, por último, estos duros acontecimientos no llevan a elevar nuestros pensamientos al plano espiritual. Cuando los inocentes son asesinados, lo primera pregunta suele cuestionar a Dios: si existe, ¿por qué permite que el sufrimiento de los inocentes?
Y lo que para algunos se convierte en ocasión de duda o de negación de la Providencia divina, también se erige como un gran motivo de credibilidad. Las aspiraciones profundas del ser humano apuntan a que el mal cometido en esta tierra no puede quedar impune. Dios debe existir, y debe ser quien haga justicia hacia los que ahora abusan de su libertad y atropellan a los demás.
En cambio, sin un Dios remunerador, la injusticia tendría la última palabra, y nos negamos a que la injusticia sea el núcleo de la existencia humana. Acteal sigue mirando al Cielo, las tumbas de los caídos continúan clamando por justicia, en esta vida… y en la venidera.

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domingo, 2 de agosto de 2009

Verano “pro life”

Luis-Fernando Valdés

En los meses de verano, las noticias sobre bioética suelen escasear, pues las novedades sobre este argumento tienen lugar durante los meses lectivos, en que los gobernantes y también los académicos, suelen reunirse y debatir. Pero en estas vacaciones estivales, algunos políticos y bastantes ciudadanos de a pie han generado noticias “a favor de la vida”.
En Duala, Camerún, el pasado 15 de julio, más de 20 mil personas participaron en la marcha de protesta, guiada por el cardenal Christian Tumi, contra la legalización del aborto aprobada apenas el 11 de julio, siguiendo el Protocolo de Maputo (2003). Una delegación compuesta por representantes católicos, protestantes y musulmanes entregó al Gobernador una carta para el Presidente de la República y una petición, respaldada con unas 30.000 firmas.
En Roma, el 30 de julio, la subsecretaria del Ministerio de Salud, Eugenia Roccella, aseguró que 29 mujeres han muerto en el mundo por el consumo de la píldora RU486, más conocida como la “píldora del día siguiente”. Roncella explicó que las muertes han sido causadas por los efectos colaterales del fármaco.
 Este dato está contenido en la relación que la fábrica productora de la píldora, la Exelgyn, envió a ese Ministerio, que a su vez lo turnó a la Agencia Italiana del Fármaco (AIFA). Sin embargo, la AIFA autorizó que la RU486 se siga vendiendo “sólo en hospitales”.
Como reacción, el Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Mons. Rino Fisichella, lamentó esa decisión de las autoridades sanitarias italianas, porque “la RU486 es una técnica abortiva, porque tiende a suprimir el embrión anidado en el útero de la madre”.
Este Prelado alertó también, a quienes lo afirman, que “está totalmente por demostrarse que el uso de esta píldora sea menos traumático que someterse a la operación (para abortar). El primer trauma nace en el momento en el que no se quiere aceptar el embarazo y lo que ha de hacerse es intervenir para ayudar a la mujer para que comprenda el valor de la vida naciente”.
¿Por qué la Iglesia interviene tanto en esta cuestión? Explica Mons. Fisichella que “la Iglesia nunca puede asistir de manera pasiva a cuanto sucede en la sociedad. Está llamada a hacer siempre presente el anuncio de vida que le ha permitido ser, en el transcurso de los siglos, signo tangible del respeto por la dignidad de la persona”.
Y entonces ¿por qué tantos gobiernos intenta legalizar el aborto? La española Mercedes Aroz, la cofundadora del Partido Socialista Catalán, al que abandonó por apoyar el aborto, da una respuesta interesante. La ex-socialista explica que las legislaciones que aprueban el aborto “provienen del siglo pasado, cuando los conocimientos científicos no eran tan evidentes”, y por eso, esas legislaciones “no garantizan efectivamente este derecho del ser humano desde su concepción”.
Y sostiene Aroz que “a la luz de los actuales conocimientos científicos, que nos dicen que desde la concepción existe un ser humano con su identidad genética propia que mantendrá toda su vida, el aborto atenta contra el ser humano en el primer estadio de su vida”.
Con estas noticias, más bien parecería que es el aborto el que ha ganado la partida este verano. Pero no es así, porque ni el Protocolo de Maputo, ni la distribución de la RU486, han podido detener a miles de hombres y mujeres que saben que la vida humana inicia en la concepción. Se tambalea el mito de que es una mayoría la que está a favor del aborto.

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