Año 7, número 338
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI en Asis, 27.X.2011. |
Se cumplieron 25
años de aquella Primera Jornada Mundial por la Paz, convocada por Juan Pablo
II. Para conmemorarlo, Benedicto XVI convocó recientemente a los líderes
religiosos del mundo entero (27.X.2011), y pronunció un importante discurso, en
el que –para sorpresa de muchos– pidió perdón por la violencia de la Iglesia.
¿Qué busca el Papa con este gesto?
El objetivo del
discurso del Santo Padre es claro: desvincular las religiones y la violencia. Lleno
de valentía afirmó que hoy la violencia tiene un rostro, el terrorismo, y que
éste encuentra muchas veces su justificación en la religión. Pero en este caso,
afirmó, “la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de
la violencia”.
Reconoció el Papa
la crítica de la Ilustración, que la religión era causa de violencia, dando así
mala fama a las religiones. Y recordó que ésa fue la preocupación de los
representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986, los cuales afirmaron
–y ahora Benedicto XVI junto con ellos, “con vigor y gran firmeza”– que “ésta no es
la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación” [discurso completo].
El Papa animó al
diálogo interreligioso, para aclarar el papel pacificador de la religión. Y por
eso declaró que “quisiera decir como cristiano: Sí, también en nombre de la fe
cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos
de vergüenza”. Y, la vez, con
ponderación explicó que “es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo
de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza”.
Juan Pablo II y varios líderes religiosos, hace 25 años, en la primera Jornada Mundial de la Paz, en Asís, 1986. |
¿Qué significado
tiene esta declaración del Papa? Podemos interpretarla como un acto de profunda
coherencia de Benedicto XVI con el Evangelio. El mensaje de Jesús ha sido de
perdón y de paz, no de violencia; y cuando el Papa pide perdón por la falta de
respeto en algún momento de la evangelización, nos da una señal de que sí cree
en lo que predica, que no tiene un doble discurso: uno para anunciar la paz y
otro, para implantar violentamente la fe.
Este mensaje de
disculpa nos presenta a un Papa verdaderamente profundo, pues sólo cuando se
pide perdón y se perdona a los demás se puede obtener la paz. Por eso, al pedir
perdón por los errores de la Iglesia –como ya lo había hecho Juan Pablo II en
el Jubileo del 2000–, Benedicto XVI muestra que realmente sí busca la paz.
Además, de esta
manera el Papa alemán le devuelve a la Iglesia la posibilidad de darle
esperanza a los hombre y mujeres de hoy. Sólo una Iglesia que acepta sus culpas
pasadas y presentes tendrá credibilidad;
sólo así podrá hablar de los beneficios de la fe, pues éstos se han realizado
–ayer y hoy– mediante la peculiar combinación de la gracia divina y los errores
humanos.
Posiblemente, si
el Papa no hubiera tenido este gesto de pedir perdón, para muchos su invitación
a nueva evangelización hubiera sonado a cierta hipocresía. En cambio, ahora
este impulso misionero contiene un gran mensaje: el Evangelio tiene la fuerza
de limpiar a la Iglesia y por eso también tiene la potencia de transformar a
los creyentes de hoy. Esto sí puede iluminar a quien busca creer.
Benedicto XVI
desvincula la religión de la violencia y la vuelve a enlazar con el perdón y
con paz. Esto hace creíble tanto su invitación a “purificar constantemente la
religión de los cristianos” para que la Iglesia “sea realmente instrumento de
la paz de Dios en el mundo”, como su afirmación de que “la Iglesia católica no
cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo”.