Año 8, número 382
Luis-Fernando Valdés
Una duda se asoma
en los corazones de muchas personas, cuando escuchan noticias de violencia
causada por motivos religiosos: ¿Sin religión el mundo sería menos violento?
Sin embargo, esta sospecha ¿tiene un verdadero sustento en la realidad?
El Patriarca de Moscú y el Primado de Polonia firman la histórica declaración común. |
Se ha creado una
creencia común en torno a la religión, como fuente de violencia. Pero
recientemente ha ocurrido una jornada histórica en Varsovia, que desmiente este
prejuicio (17.VIII.2012). Se reunieron el Arzobispo Jozef Michalik, Presidente
de la Conferencia Episcopal de Polonia, y el Patriarca de Moscú y de todas las
Rusias, Kirill I, buscando la reconciliación entre la Iglesia ortodoxa rusa y
la Iglesia católica polaca.
Ambos líderes
religiosos buscaron superar un doloroso pasado: desde los combates entre el
ejército polaco-lituano y las tropas del zar en el siglo XVII, a la masacre de
Katyn en 1943, cuando la policía secreta soviética asesinó a 22 mil prisioneros
de guerra polacos.
Mons. Michalik y Kirill
I, firmaron un “Mensaje común a los pueblos de Rusia y de Polonia”, primer
documento común entre ambas Iglesias, en el que llaman “al perdón, a la
reconciliación y al diálogo”, para sanar el pasado y emprender “la vía de la
renovación espiritual y material”. El Papa Benedicto XVI calificó esta
declaración común como “un
acontecimiento que suscita esperanza para el futuro” (19.VIII.2012). [Ecclesia
digital, 17.VIII.2012]
[Texto
completo de la Declaración]
Recientemente,
también se llevó a cabo en Italia el “Rimini
Meeting”, que entre sus variadas actividades, trató directamente el tema de
la violencia suscitada a nombre de la religión. William Cavanaugh, profesor de
estudios católicos de la Universidad de Chicago, aseguró que “eliminar el mito
de la violencia religiosa significaría para algunos pueblos comenzar a no ser
enemigos”. [Romerports.com, 24.VIII.2012]
Por su parte, Mary Ann Glendon, profesora
de derecho en Harvard y ex embajadora estadounidense ante la Santa Sede,
propuso “desechar el mito según el cual la religión sería fuente de luchas y
división”.
Sostuvo que hablar
de luchas religiosas, como el caso de Nigeria, “es otro mito que hay que
desechar. A menudo se confunde la religión con las políticas identitarias que
se aprovechan de los símbolos religiosos para encubrir sus verdaderos
objetivos”. [Vatican Insider, 24.VIII.2012]
Este es el fondo
de la cuestión: pensar que las religiones contienen en sus respectivos credos
una indicación a pelear. Como hemos visto, la causa no está en el credo
religioso, sino en motivaciones de tipo político que manipulan la religión para
legitimar sus fines oscuros.
Para que disminuya
en el mundo la violencia por motivos “religiosos” no hay que buscar que
desaparezcan las religiones (“laicismo”), pues éstas no son la causa. Más bien
hay que exigir una “sana laicidad”, es decir, reclamar que los políticos no
utilicen la religión o los sentimientos religiosos populares para conseguir sus
fines partidistas, económicos o tribales.
Esta misma “sana
laicidad” debe pedir a las religiones que se purifiquen de las adherencias
históricas no religiosas (políticas, nacionalistas, etc.), para que entablen un
diálogo constructivo, que tutele la dignidad humana, favorezca la fraternidad
universal y contribuya a la paz.
El encuentro del
Primado polaco y el Patriarca ruso, así como las ponencias de los intelectuales
reunidos en Rimini, son un silencioso cambio histórico. Desde ahora la
afirmación de que la religión genera violencia queda casi como un “mito”. Seguramente
seremos testigos de que el diálogo entre religiones va ser el catalizador de la
búsqueda de la paz.