Luis-Fernando Valdés
Terminó la primera década del siglo XXI, que iniciamos con tantas ilusiones, y que en la realidad ha sido muy compleja. Se pueden hacer diversos balances (económico, político, militar, etc.), pero hay un indicador poco utilizado, que nos revela que el ser humano vive de esperanza religiosa, a pesar de los pesares. Se trata de las conversiones al catolicismo.
Sería muy largo enunciarlas todas. Veamos hoy sólo algunas muy significativas. Empecemos por mencionar de pasada, las conversiones en masa de casi medio millón de anglicanos a la Iglesia católica, entre ellos casi 50 obispos, en octubre de este 2009. En este contexto, fue muy notoria la conversión del ex Primer Ministro británico, Tony Blair, en diciembre de 2007.
Una conversión especialmente importante fue la del musulmán Magdi Allam, un egipcio de 55, en la Pascua de 2008. Se trata del sub-editor del conocido diario italiano “Corriere della Sera”. En su trayectoria, este periodista defendió en 2006 al Papa cuando pronunció discurso en Ratisbona (Alemania), que muchos musulmanes interpretaron como un ataque al Islam. Además, sus críticas a las bombas suicidas en Palestina en 2003, le valieron varias amenazas de muerte por lo cual el gobierno italiano le proporcionó protección policial.
Allam explicó que el factor más decisivo fue un encuentro con el Papa “a quien he admirado y defendido, como musulmán, por su brillantez al presentar el indisoluble lazo entre fe y razón como el cimiento de la religión verdadera”. Afirmó que cuando fue bautizado, “fue el día más hermoso de mi vida, cuando escogí el nombre más simple y más explícito. Desde ayer mi nombre es Magdi Christian Allam”.
Una conversión muy sonada fue la del actor y cantante mexicano Eduardo Verástegui, en 2003. Inició su carrera a los 17 años como vocalista. En poco tiempo grabó varias telenovelas, y empezó a cantar como solista. A los 28 años, la “Century Fox” lo contrató para filmar en Hollywood.
Verástegui cuenta que “después de doce años de carrera, de lograr todos esos sueños que pensé me iban a dar la felicidad, de haber llegado de un pueblo chiquito a Hollywood, de hacer una película en inglés, de tener doce managers, publicistas, agentes, abogados, todo tipo de personas trabajando para mí para lanzar el próximo ‘latin lover, Don Juan, casanova’; y de pronto ¡confundido porque no era feliz!” Al descubrir que con sus películas ofendía a Dios y hacía daño a la gente, decidió cambiar de vida. Ahora se dedica a producir películas que defienden la vida del nascituro.
Contemplar las conversiones al catolicismo de líderes religiosos, políticos, periodistas y artistas, nos lleva a reflexionar sobre el papel de la religión en la vida de cada persona. ¿Qué hay en el interior del ser humano, que lo mueve a una búsqueda tan intensa, que es capaz de dejar atrás un modo de vida, para abrazar otro nuevo y muy exigente?
Sin duda, siguen vivas las palabras de un converso del siglo V, Agustín de Hipona, que después de haber experimentado bastantes desórdenes morales y de haber probado varios sistemas de pensamiento pudo afirmar: “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti” (Confesiones 1,1,1).
Estas conversiones son hechos que tienen un profundo significado. Aunque aumenten los avances de la ciencia y de la tecnología, el ser humano sólo encuentra una explicación sobre su propia existencia en la fe religiosa. Aunque la revolución sexual se ha impuesto, el corazón humano sólo se llena con el amor a Dios.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Luis-Fernando Valdés López, sacerdote y teólogo, comenta noticias destacadas de la semana, con un enfoque humanista, desde la razón creyente.
domingo, 27 de diciembre de 2009
domingo, 20 de diciembre de 2009
Pío XII y Juan Pablo II ¡a los altares!
Luis-Fernando Valdés
Ayer mismo, la Santa Sede anunció el reconocimiento de las “virtudes heroicas” de los Papas Pío XII y Juan Pablo II. Este es un paso importante para la canonización de ambos pontífices. ¿Qué significado tiene este acontecimiento?
Con fecha del 19 de noviembre de 2009, la Congregación para las Causas de los Santos, que es el organismo vaticano que estudia la vida de los candidatos a ser reconocidos como santos, promulgó los decretos en los que se reconocen las virtudes heroicas de ambos papas.
Es un hito muy importante en el proceso de canonización, cuyo primer paso es estudiar la vida de un católico que muere con fama de santidad; el siguiente consiste en determinar si el siervo de Dios ejercitó con constancia y ejemplaridad todas las virtudes cristianas, hasta el grado heroico.
El siguiente paso es probar la intervención de Dios, mediante un milagro atribuido a la intercesión de ese siervo. Cuando se certifica el milagro, el Papa procede a beatificarlo; y con otro milagro posterior a esa beatificación, el Romano Pontífice lo canoniza, es decir, le da el título de “santo”, lo pone como modelo de vida cristiana para toda la Iglesia, y autoriza su culto público en todo el mundo.
Con el decreto recién publicado, la Iglesia católica afirma oficialmente que Pío XII y Juan Pablo II son un modelo para todos los cristianos, y reconoce que sus vidas tanto públicas como privadas son ejemplo de vida totalmente entregada a Jesucristo. Además, este hecho está cargado de significado. Respecto a Juan Pablo II, esa significación es notoria; en cambio, sobre Pío XII es poco conocida. Veamos hoy sólo la trascendencia de las virtudes heroicas de este otro pontífice.
Eugenio Pascelli (1876-1958) tuvo importantes cargos en el servicio diplomático vaticano en Alemania antes de ser elegido Papa (10.II.1939). Antes y durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) fue un comprometido promotor de la paz, y supo advertir del riesgo de una conflagración de grandes dimensiones, antes de que el conflicto bélico se extendiera.
Con gran ingenio, supo aprovechar del gran medio de comunicación de su época: la radio. Pío XII fue famoso por sus radio mensajes. El más célebre de ellos fue el que pronunció la Navidad de 1942, condenando al nazismo. El 29 de noviembre de 1945, ochenta delegados de los sobrevivientes de los campos de concentración alemanes le otorgaron un reconocimiento “por la generosidad mostrada hacia nosotros, los perseguidos durante el nazifascismo”.
Israel Anton Zolli (1904-1956) que fue el gran Rabino de Roma durante la SGM, cuenta que el 27 de septiembre de 1943, el jefe de la Gestapo exigió a la comunidad judía que le entregara 50 kilos de oro en tan sólo 24 horas, o los deportaría a Alemania. Zolli pudo juntar sólo 35 kilos. Acudió a Pío XII, y el Papa aportó el resto. Pero de nada sirvió el oro, pues el 16 de octubre comenzaron las deportaciones, que sólo se detuvieron por intervención de Pío XII. Al finalizar esa conflagración mundial, Zolli pidió ser bautizado, y adoptó como nombre cristiano el de Eugenio Pío, en honor del Papa.
El reconocimiento a Pío XII y su próxima beatificación (aún sin fecha) subraya la firme oposición de la Iglesia contra el totalitarismo nazi, y la solidaridad del Papado hacia a los judíos. Además, este decreto reafirma la continuidad doctrinal y pastoral de la Iglesia, porque Pío XII es el último Papa antes del Concilio Vaticano II.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Ayer mismo, la Santa Sede anunció el reconocimiento de las “virtudes heroicas” de los Papas Pío XII y Juan Pablo II. Este es un paso importante para la canonización de ambos pontífices. ¿Qué significado tiene este acontecimiento?
Con fecha del 19 de noviembre de 2009, la Congregación para las Causas de los Santos, que es el organismo vaticano que estudia la vida de los candidatos a ser reconocidos como santos, promulgó los decretos en los que se reconocen las virtudes heroicas de ambos papas.
Es un hito muy importante en el proceso de canonización, cuyo primer paso es estudiar la vida de un católico que muere con fama de santidad; el siguiente consiste en determinar si el siervo de Dios ejercitó con constancia y ejemplaridad todas las virtudes cristianas, hasta el grado heroico.
El siguiente paso es probar la intervención de Dios, mediante un milagro atribuido a la intercesión de ese siervo. Cuando se certifica el milagro, el Papa procede a beatificarlo; y con otro milagro posterior a esa beatificación, el Romano Pontífice lo canoniza, es decir, le da el título de “santo”, lo pone como modelo de vida cristiana para toda la Iglesia, y autoriza su culto público en todo el mundo.
Con el decreto recién publicado, la Iglesia católica afirma oficialmente que Pío XII y Juan Pablo II son un modelo para todos los cristianos, y reconoce que sus vidas tanto públicas como privadas son ejemplo de vida totalmente entregada a Jesucristo. Además, este hecho está cargado de significado. Respecto a Juan Pablo II, esa significación es notoria; en cambio, sobre Pío XII es poco conocida. Veamos hoy sólo la trascendencia de las virtudes heroicas de este otro pontífice.
Eugenio Pascelli (1876-1958) tuvo importantes cargos en el servicio diplomático vaticano en Alemania antes de ser elegido Papa (10.II.1939). Antes y durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) fue un comprometido promotor de la paz, y supo advertir del riesgo de una conflagración de grandes dimensiones, antes de que el conflicto bélico se extendiera.
Con gran ingenio, supo aprovechar del gran medio de comunicación de su época: la radio. Pío XII fue famoso por sus radio mensajes. El más célebre de ellos fue el que pronunció la Navidad de 1942, condenando al nazismo. El 29 de noviembre de 1945, ochenta delegados de los sobrevivientes de los campos de concentración alemanes le otorgaron un reconocimiento “por la generosidad mostrada hacia nosotros, los perseguidos durante el nazifascismo”.
Israel Anton Zolli (1904-1956) que fue el gran Rabino de Roma durante la SGM, cuenta que el 27 de septiembre de 1943, el jefe de la Gestapo exigió a la comunidad judía que le entregara 50 kilos de oro en tan sólo 24 horas, o los deportaría a Alemania. Zolli pudo juntar sólo 35 kilos. Acudió a Pío XII, y el Papa aportó el resto. Pero de nada sirvió el oro, pues el 16 de octubre comenzaron las deportaciones, que sólo se detuvieron por intervención de Pío XII. Al finalizar esa conflagración mundial, Zolli pidió ser bautizado, y adoptó como nombre cristiano el de Eugenio Pío, en honor del Papa.
El reconocimiento a Pío XII y su próxima beatificación (aún sin fecha) subraya la firme oposición de la Iglesia contra el totalitarismo nazi, y la solidaridad del Papado hacia a los judíos. Además, este decreto reafirma la continuidad doctrinal y pastoral de la Iglesia, porque Pío XII es el último Papa antes del Concilio Vaticano II.
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domingo, 13 de diciembre de 2009
Juan Diego, ¿mito o realidad?
Año 5, número 241
Luis-Fernando Valdés
Ayer millones de peregrinos llegados de todo el País se congregaron en la Basílica de Guadalupe; además, en las iglesias de cada localidad de nuestra Patria también hubo celebraciones en honor de la Virgen Morena. Es un evento que cada año reaviva la fe de los católicos mexicanos. Pero, ¿en qué se funda este culto mariano: en un hecho histórico o en una piadosa leyenda?
Las claves para dar una sólida respuesta son dos: la imagen misma de la Virgen de Guadalupe y la persona de Juan Diego, el indígena vidente de la Señora del Cielo. Detengámonos en este segundo aspecto.
La existencia histórica de Juan Diego es importante para dilucidar el “hecho guadalupano”. Si él realmente existió, y se pueden conocer los rasgos de su vida que lo acrediten como un hombre de bien, entonces se puede afirmar que es un testigo de excepción, digno de ser creído.
Durante siglos, nunca se puso en duda ni la realidad de las apariciones de la Virgen, ni de la persona de Juan Diego. Fue hasta el siglo pasado que hubo ciertos movimientos –más ideológicos que populares– que negaron la historicidad de nuestro personaje. En realidad, fueron intentos de reducir el fenómeno guadalupano a un mito religioso usado para representar las antiguas tradiciones religiosas mexicanas, que luego habrían sido asumidas en forma sincretista por el catolicismo; o como un mero instrumento pedagógico de la catequesis misionera a favor de los indígenas; o como una invención del criollismo nacido en el siglo XVII, para darle fuerza al naciente nacionalismo mexicano.
Con motivo del proceso de beatificación de Juan Diego, se instituyó una Comisión histórica que realizó una profunda investigación. Sus resultados señalan que, en diversas épocas, se ha documentado la historicidad del vidente del Tepeyac.
Juan Diego pertenecía a la etnia de los chichimecas, y nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, en el reino de Texcoco. Fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos, en torno al año de 1524. Su esposa, María Lucía, murió en 1529.
Después de las Apariciones (1531), pidió permiso al Obispo Zumárraga para vivir junto al Templo recién erigido, para atender a los peregrinos, y murió con fama de santidad en 1548. Desde entonces comenzó su culto de veneración. Pero, en 1634, el Papa Urbano VIII dio unas orientaciones sobre culto a los santos, y como Juan Diego no era aún un santo canonizado, su devoción fue suspendida oficialmente. Sin embargo, el decreto no logró erradicarla de la mentalidad popular.
En 1666, se abrió un proceso jurídico para reconocer la historicidad del Acontecimiento Guadalupano y de Juan Diego. Los resultados de este proceso se conocen como “Informaciones Jurídicas de 1666”, y fueron enviados a Roma. En 1720, el entonces arzobispo de México, José de Lanciego y Aguilar, aprobó que se realizara una nueva investigación, que originó las llamadas “Informaciones de 1723”, en las que se confirmó nuevamente la tradición de la milagrosa imagen.
La existencia de Juan Diego es real, como también lo es la imagen del ayate. Ambos sucesos no “demuestran” la existencia de Dios; pero, cuando el corazón busca sinceramente la verdad, el “hecho guadalupano” le da motivos a la razón para rendirse y para abrirse a lo sobrenatural. Juan Diego existió y es testigo fidedigno de las Apariciones: la fe no se apoya en el vacío, sino una tradición bien atestiguada. Es razonable creerlo.
Luis-Fernando Valdés
Ayer millones de peregrinos llegados de todo el País se congregaron en la Basílica de Guadalupe; además, en las iglesias de cada localidad de nuestra Patria también hubo celebraciones en honor de la Virgen Morena. Es un evento que cada año reaviva la fe de los católicos mexicanos. Pero, ¿en qué se funda este culto mariano: en un hecho histórico o en una piadosa leyenda?
Las claves para dar una sólida respuesta son dos: la imagen misma de la Virgen de Guadalupe y la persona de Juan Diego, el indígena vidente de la Señora del Cielo. Detengámonos en este segundo aspecto.
La existencia histórica de Juan Diego es importante para dilucidar el “hecho guadalupano”. Si él realmente existió, y se pueden conocer los rasgos de su vida que lo acrediten como un hombre de bien, entonces se puede afirmar que es un testigo de excepción, digno de ser creído.
Durante siglos, nunca se puso en duda ni la realidad de las apariciones de la Virgen, ni de la persona de Juan Diego. Fue hasta el siglo pasado que hubo ciertos movimientos –más ideológicos que populares– que negaron la historicidad de nuestro personaje. En realidad, fueron intentos de reducir el fenómeno guadalupano a un mito religioso usado para representar las antiguas tradiciones religiosas mexicanas, que luego habrían sido asumidas en forma sincretista por el catolicismo; o como un mero instrumento pedagógico de la catequesis misionera a favor de los indígenas; o como una invención del criollismo nacido en el siglo XVII, para darle fuerza al naciente nacionalismo mexicano.
Con motivo del proceso de beatificación de Juan Diego, se instituyó una Comisión histórica que realizó una profunda investigación. Sus resultados señalan que, en diversas épocas, se ha documentado la historicidad del vidente del Tepeyac.
Juan Diego pertenecía a la etnia de los chichimecas, y nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, en el reino de Texcoco. Fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos, en torno al año de 1524. Su esposa, María Lucía, murió en 1529.
Después de las Apariciones (1531), pidió permiso al Obispo Zumárraga para vivir junto al Templo recién erigido, para atender a los peregrinos, y murió con fama de santidad en 1548. Desde entonces comenzó su culto de veneración. Pero, en 1634, el Papa Urbano VIII dio unas orientaciones sobre culto a los santos, y como Juan Diego no era aún un santo canonizado, su devoción fue suspendida oficialmente. Sin embargo, el decreto no logró erradicarla de la mentalidad popular.
En 1666, se abrió un proceso jurídico para reconocer la historicidad del Acontecimiento Guadalupano y de Juan Diego. Los resultados de este proceso se conocen como “Informaciones Jurídicas de 1666”, y fueron enviados a Roma. En 1720, el entonces arzobispo de México, José de Lanciego y Aguilar, aprobó que se realizara una nueva investigación, que originó las llamadas “Informaciones de 1723”, en las que se confirmó nuevamente la tradición de la milagrosa imagen.
La existencia de Juan Diego es real, como también lo es la imagen del ayate. Ambos sucesos no “demuestran” la existencia de Dios; pero, cuando el corazón busca sinceramente la verdad, el “hecho guadalupano” le da motivos a la razón para rendirse y para abrirse a lo sobrenatural. Juan Diego existió y es testigo fidedigno de las Apariciones: la fe no se apoya en el vacío, sino una tradición bien atestiguada. Es razonable creerlo.
domingo, 6 de diciembre de 2009
El Vaticano y la Astronomía
Luis-Fernando Valdés
Está por concluir el “Año Internacional de la Astronomía” (AIA2009), propuesto por la Unión Astronómica Internacional (UAI) y apoyada por la UNESCO, con motivo del 400 aniversario de las primeras observaciones astronómicas hechas con telescopio, por el célebre físico y astrónomo italiano Galileo Galilei. Durante el año hubo múltiples eventos en nuestro País y en el Mundo. ¿Cómo reaccionó el Vaticano?
Hay una sombra sobre el tema de Galileo y la Iglesia. En la visión popular actual, muchas personas tienen la falsa idea de que la Santa Sede condenó en 1633 injustamente al célebre astrónomo, “porque la Iglesia se opone a la ciencia”. Sin pretender exponer el “Caso Galileo”, solamente mencionaré que la Iglesia siempre ha defendido la armonía entre la fe y la razón, entre la religión y la ciencia.
Una muestra de esto, aunque quizá es poco conocida, es que el Vaticano patrocina un observatorio astronómico desde 1578 (55 años antes que el conflicto con Galileo), en el que actualmente investigan –entre otros– algunos sacerdotes que son también doctores en astrofísica.
Esta postura de armonía es muy clara hoy día, como se puede ver en las declaraciones de Benedicto XVI y del Secretario de Estado Vaticano. El pasado 30 de octubre, el Santo Padre dirigió un discurso a los participantes de un coloquio organizado por el observatorio espacial vaticano, con motivo del AIA2009.
El Papa mencionó que es importante el método científico –atenta observación, juicio crítica, paciencia y disciplina– para poder respetar la naturaleza y el mundo que nos rodea. ¿Acaso no contrastan esta palabras con el prejuicio de que la Iglesia rechaza la ciencia?
Luego, el Romano Pontífice recordó la actitud de los pioneros de la astronomía, que supieron armonizar sus conocimientos particulares con el resto del saber: “los grandes científicos de la época de los descubrimientos también nos recuerdan que el conocimiento auténtico siempre se dirige a la verdadera sabiduría, y en lugar de restringir los ojos de la mente, nos invita a elevar nuestra mirada a un plano superior del espíritu”.
Benedicto XVI apuntó al núcleo de la cuestión, al señalar que la contemplación de los fenómenos astronómicos, que nos causan tanta admiración, nos deben llevar “a la contemplación del Creador y del amor que es la razón detrás de su creación”.
Por su parte, el Card. Tarcisio Bertone al inaugurar la muestra “Astrum 2009”, organizada por los Museos Vaticanos (15.X.2009), recordó que hoy “la ciencia corre el riesgo de ser reducida a una herramienta de la tecnología”. Y sugirió que la racionalidad humana, que sin duda necesita herramientas como el telescopio, para investigar y medir, debe mantenerse abierta. “Lo importante –concluyó el purpurado– es que el hombre no pierda la capacidad de mirar el cielo, para sentirse parte de un movimiento que los supera y, al mismo tiempo lo atraviesa, pero que lo hace protagonista, junto con el Creador”.
Ojalá se haya cumplido a fondo el objetivo de este AIA2009: “señalar que la Astronomía es una actividad (…) para encontrar respuestas a algunas de las preguntas más fundamentales que se ha planteado la humanidad”. Y que esas grandes cuestiones sobre el cosmos, lleven a muchas personas a formularse las grandes interrogantes de la vida humana: ¿qué sentido tiene todo este orden del universo? ¿de dónde vengo?¿qué sentido tiene mi vida, aunque yo sea sólo un ser más en el conjunto de las galaxias? Y así la razón científica dará paso a la filosofía… y ésta, a la religión.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Está por concluir el “Año Internacional de la Astronomía” (AIA2009), propuesto por la Unión Astronómica Internacional (UAI) y apoyada por la UNESCO, con motivo del 400 aniversario de las primeras observaciones astronómicas hechas con telescopio, por el célebre físico y astrónomo italiano Galileo Galilei. Durante el año hubo múltiples eventos en nuestro País y en el Mundo. ¿Cómo reaccionó el Vaticano?
Hay una sombra sobre el tema de Galileo y la Iglesia. En la visión popular actual, muchas personas tienen la falsa idea de que la Santa Sede condenó en 1633 injustamente al célebre astrónomo, “porque la Iglesia se opone a la ciencia”. Sin pretender exponer el “Caso Galileo”, solamente mencionaré que la Iglesia siempre ha defendido la armonía entre la fe y la razón, entre la religión y la ciencia.
Una muestra de esto, aunque quizá es poco conocida, es que el Vaticano patrocina un observatorio astronómico desde 1578 (55 años antes que el conflicto con Galileo), en el que actualmente investigan –entre otros– algunos sacerdotes que son también doctores en astrofísica.
Esta postura de armonía es muy clara hoy día, como se puede ver en las declaraciones de Benedicto XVI y del Secretario de Estado Vaticano. El pasado 30 de octubre, el Santo Padre dirigió un discurso a los participantes de un coloquio organizado por el observatorio espacial vaticano, con motivo del AIA2009.
El Papa mencionó que es importante el método científico –atenta observación, juicio crítica, paciencia y disciplina– para poder respetar la naturaleza y el mundo que nos rodea. ¿Acaso no contrastan esta palabras con el prejuicio de que la Iglesia rechaza la ciencia?
Luego, el Romano Pontífice recordó la actitud de los pioneros de la astronomía, que supieron armonizar sus conocimientos particulares con el resto del saber: “los grandes científicos de la época de los descubrimientos también nos recuerdan que el conocimiento auténtico siempre se dirige a la verdadera sabiduría, y en lugar de restringir los ojos de la mente, nos invita a elevar nuestra mirada a un plano superior del espíritu”.
Benedicto XVI apuntó al núcleo de la cuestión, al señalar que la contemplación de los fenómenos astronómicos, que nos causan tanta admiración, nos deben llevar “a la contemplación del Creador y del amor que es la razón detrás de su creación”.
Por su parte, el Card. Tarcisio Bertone al inaugurar la muestra “Astrum 2009”, organizada por los Museos Vaticanos (15.X.2009), recordó que hoy “la ciencia corre el riesgo de ser reducida a una herramienta de la tecnología”. Y sugirió que la racionalidad humana, que sin duda necesita herramientas como el telescopio, para investigar y medir, debe mantenerse abierta. “Lo importante –concluyó el purpurado– es que el hombre no pierda la capacidad de mirar el cielo, para sentirse parte de un movimiento que los supera y, al mismo tiempo lo atraviesa, pero que lo hace protagonista, junto con el Creador”.
Ojalá se haya cumplido a fondo el objetivo de este AIA2009: “señalar que la Astronomía es una actividad (…) para encontrar respuestas a algunas de las preguntas más fundamentales que se ha planteado la humanidad”. Y que esas grandes cuestiones sobre el cosmos, lleven a muchas personas a formularse las grandes interrogantes de la vida humana: ¿qué sentido tiene todo este orden del universo? ¿de dónde vengo?¿qué sentido tiene mi vida, aunque yo sea sólo un ser más en el conjunto de las galaxias? Y así la razón científica dará paso a la filosofía… y ésta, a la religión.
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