Luis-Fernando Valdés
Terminamos el 2008 con muchos sinsabores y descalabros. Los más evidentes son el narcotráfico y la recesión económica. Pero este año fue también muy duro para el respeto a la dignidad humana, en el momento del inicio de la vida: la Suprema Corte estableció que nuestra Constitución política no defiende la vida desde la concepción; Ricky Martin obtuvo unos gemelos por “maternidad subrogada”, sólo por citar dos casos. ¿Hay alguna esperanza de que los avances de la ciencia sean compatibles con el respeto del origen de la vida humana?
Una clave para el respeto a la vida humana está en el sujeto que hace ciencia, pues es él quien debe tomar decisiones éticas. En la persona del investigador biomédico deben hacerse compatibles dos factores: uno científico y otro ético. En ocasiones, estos científicos poseen una gran preparación técnica, pero no siempre tienen un apoyo bioético claro o bien fundamentado. Por eso, es una gran noticia que la Santa Sede, a través de la Congregación de la Doctrina de la Fe, acaba de promulgar una Instrucción titulada “Dignitas personae”, fechada el 8 de septiembre de 2008, con la finalidad de dar respuesta a los interrogantes que han suscitado las nuevas perspectivas terapéuticas sobre la fertilidad asistida, las células madre, la clonación y la utilización de embriones para la investigación.
Este documento “se dirige a los fieles cristianos y a todos los que buscan la verdad” (n. 3). Cuando la Iglesia propone principios y valoraciones morales para la investigación biomédica sobre la vida humana, “se vale de la razón y de la fe” (ibid.). Por eso, esta Instrucción expone unos principios éticos, fruto de una profunda reflexión sobre las técnicas científicas y sus resultados, basada en la antropología cristiana (cfr. n. 2).
El texto pontificio se basa sobre dos principios fundamentales. El primero consiste en que “el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción” (n. 4). Y el segundo explica que el origen de la vida humana “tiene su auténtico contexto en el matrimonio y la familia, donde es generada por medio de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer” (n. 6).
Lejos de oponerse a que matrimonios con problemas de fecundidad reciban tratamientos adecuados, la Instrucción alienta a que se empleen todas las técnicas lícitas, que son las que respetan tanto “el derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano”, como “la unidad del matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro” (n. 12).
La Santa Sede confirma el juicio ético negativo sobre la fecundación “in vitro” pues el número de embriones sacrificados es altísimo (el 80% en los centros más importantes, según dice la nota 27). Y lo mismo sobre la clonación humana, que es “intrínsecamente ilícita” ya que “se propone dar origen a un nuevo ser humano sin conexión con el acto de recíproca donación entre dos cónyuges y, más radicalmente, sin ningún vínculo con la sexualidad” (n. 28).
“Dignitas personae” viene a consolidar los esfuerzos de muchos especialistas en bioética que, desde la ciencia, la biología, el derecho, la filosofía y la teología, buscan un diálogo para defender la vida humana desde su concepción. 2009 será un año prometedor, si continuamos buscando nuevas formas de exponer la armonía entre la ciencia y la vida humana, que sólo puede dar la razón iluminada por la fe.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Luis-Fernando Valdés López, sacerdote y teólogo, comenta noticias destacadas de la semana, con un enfoque humanista, desde la razón creyente.
domingo, 28 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
El auténtico regalo de Navidad
Luis-Fernando Valdés
La recesión económica por la que atravesamos, lejos de perjudicar la fiesta de la Navidad, más bien la ha favorecido. Lo anterior suena curioso: si ya no hay dinero para regalos, para fiestas y para viajes ¿cómo que es que no le ha afectado? Al contrario, esta forzada austeridad nos ayuda a superar la visión consumista de las celebraciones decembrinas, para contemplar su auténtico significado. Pero, ¿cuál es el verdadero sentido de la Natividad del Señor?
El 25 de diciembre festejamos el natalicio de Jesús de Nazaret. La fe de los creyentes cristianos afirma que Jesús es el Cristo (el Mesías o Ungido) anunciado en el Antiguo Testamento, que es Hijo de Dios, que se hizo ser humano para salvar al mundo de sus pecados. Celebramos que Dios se ha hecho hombre como nosotros, para enseñarnos el camino hacia Dios. La alegría de la Navidad consiste en que se cumple la profecía de Isaías (7, 14; Marcos 1, 23): un mujer virgen concebiría un hijo, que sería el Emmanuel, o sea, Dios-con-nosotros. Santa María trajo al mundo el gozo de la cercanía de Dios.
Este júbilo espiritual se ha traducido, desde hace siglos, en grandes celebraciones: oficios litúrgicos solemnes, con música e incienso; una reunión familiar, con una comida especial y ofrecimiento de regalos. Pero, con la creciente descristianización de los últimos dos siglos, la fiesta navideña se ha vaciado de sentido religioso, para quedar sólo como una fecha para una reunión familiar y para dar regalos, y también quizá para viajar aprovechando las vacaciones. Se ha perdido el Dios-con-nosotros.
Esta pérdida de sentido religioso no sólo afecta a la celebración misma (celebrar el nacimiento de Jesús, pero sin hacer referencia a Él; es tan absurdo como organizar una fiesta de cumpleaños y no invitar al festejado). También perturba la vida cotidiana de las personas, que han mentalizado a recibir regalos navideños, pero ya no reparan en la cercanía de Dios. Por eso, cuando se dirigen al Señor, esperan conseguir regalos y favores, pero si no los consiguen se apaga su fe en Él.
Una Navidad con austeridad nos ayudará a preguntarnos a qué vino Jesús al mundo. Al observar su Vida en los Santos Evangelios, notamos inmediatamente que Jesús no vino a darnos riquezas, pues nació en un lugar miserable (Lucas 2, 7). Tampoco trajo poderío militar, pues tuvo que huir de Herodes que mando matar a todos los niños de esa comarca, pensando que así eliminaría al recién nacido Rey de Israel (Mateo 2, 13-18). Aunque años después curó a muchos enfermos, tampoco vino a ofrecernos la salud, pues Él mismo sufrió la tortura y la muerte de Cruz (Mateo 27, 32-55).
Entonces –escribe el Papa Benedicto XVI– “¿qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios” (Jesús de Nazaret, p. 69).
Éste es el auténtico regalo de Navidad: comprender que celebramos la cercanía de Dios. Jesús Nazaret es Dios-con-nosotros porque es Dios viviendo el drama de la existencia humana: la alegría y el dolor, el amor y la traición, la carencia de bienes materiales… Sabemos que Jesús es Dios-con-nosotros, no porque nos llené de dinero o de salud, sino porque ha vivido lo mismo que ahora experimentamos nosotros y le ha dado un sentido sobrenatural, divino, a nuestra abundancia y a nuestra carencia, a nuestra salud y a nuestra enfermedad. Ahora tenemos a Dios en nuestras vidas y, por eso, con o sin regalos, podemos decir ¡Feliz Navidad!
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
La recesión económica por la que atravesamos, lejos de perjudicar la fiesta de la Navidad, más bien la ha favorecido. Lo anterior suena curioso: si ya no hay dinero para regalos, para fiestas y para viajes ¿cómo que es que no le ha afectado? Al contrario, esta forzada austeridad nos ayuda a superar la visión consumista de las celebraciones decembrinas, para contemplar su auténtico significado. Pero, ¿cuál es el verdadero sentido de la Natividad del Señor?
El 25 de diciembre festejamos el natalicio de Jesús de Nazaret. La fe de los creyentes cristianos afirma que Jesús es el Cristo (el Mesías o Ungido) anunciado en el Antiguo Testamento, que es Hijo de Dios, que se hizo ser humano para salvar al mundo de sus pecados. Celebramos que Dios se ha hecho hombre como nosotros, para enseñarnos el camino hacia Dios. La alegría de la Navidad consiste en que se cumple la profecía de Isaías (7, 14; Marcos 1, 23): un mujer virgen concebiría un hijo, que sería el Emmanuel, o sea, Dios-con-nosotros. Santa María trajo al mundo el gozo de la cercanía de Dios.
Este júbilo espiritual se ha traducido, desde hace siglos, en grandes celebraciones: oficios litúrgicos solemnes, con música e incienso; una reunión familiar, con una comida especial y ofrecimiento de regalos. Pero, con la creciente descristianización de los últimos dos siglos, la fiesta navideña se ha vaciado de sentido religioso, para quedar sólo como una fecha para una reunión familiar y para dar regalos, y también quizá para viajar aprovechando las vacaciones. Se ha perdido el Dios-con-nosotros.
Esta pérdida de sentido religioso no sólo afecta a la celebración misma (celebrar el nacimiento de Jesús, pero sin hacer referencia a Él; es tan absurdo como organizar una fiesta de cumpleaños y no invitar al festejado). También perturba la vida cotidiana de las personas, que han mentalizado a recibir regalos navideños, pero ya no reparan en la cercanía de Dios. Por eso, cuando se dirigen al Señor, esperan conseguir regalos y favores, pero si no los consiguen se apaga su fe en Él.
Una Navidad con austeridad nos ayudará a preguntarnos a qué vino Jesús al mundo. Al observar su Vida en los Santos Evangelios, notamos inmediatamente que Jesús no vino a darnos riquezas, pues nació en un lugar miserable (Lucas 2, 7). Tampoco trajo poderío militar, pues tuvo que huir de Herodes que mando matar a todos los niños de esa comarca, pensando que así eliminaría al recién nacido Rey de Israel (Mateo 2, 13-18). Aunque años después curó a muchos enfermos, tampoco vino a ofrecernos la salud, pues Él mismo sufrió la tortura y la muerte de Cruz (Mateo 27, 32-55).
Entonces –escribe el Papa Benedicto XVI– “¿qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios” (Jesús de Nazaret, p. 69).
Éste es el auténtico regalo de Navidad: comprender que celebramos la cercanía de Dios. Jesús Nazaret es Dios-con-nosotros porque es Dios viviendo el drama de la existencia humana: la alegría y el dolor, el amor y la traición, la carencia de bienes materiales… Sabemos que Jesús es Dios-con-nosotros, no porque nos llené de dinero o de salud, sino porque ha vivido lo mismo que ahora experimentamos nosotros y le ha dado un sentido sobrenatural, divino, a nuestra abundancia y a nuestra carencia, a nuestra salud y a nuestra enfermedad. Ahora tenemos a Dios en nuestras vidas y, por eso, con o sin regalos, podemos decir ¡Feliz Navidad!
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domingo, 14 de diciembre de 2008
60 años de Derechos Humanos
Luis-Fernando Valdés
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se trata un documento validez universal, que en 30 puntos condensa los mínimos éticos para que una persona viva y se desarrolle conforme a su dignidad. Vale la pena recordar su historia y su contenido, para reimpulsar su defensa.
El antecedente directo, que dio lugar a esta Declaración, fue el Holocausto, que significó una praxis sistemática de exclusión y de exterminio, por parte del Estado Alemán, de 1933 a 1945. Esta política del llamado Tercer Reich derivó en una matanza que se calcula en seis millones de judíos, tres millones de prisioneros rusos, casi dos millones de polacos y 250 gitanos.
Se dice con facilidad el número de víctimas, pero la frialdad de los datos no refleja el grado de crueldad que hubo en los campos de exterminio, donde millones de personas fueron reducidas a vivir en condiciones infrahumanas; esos números tampoco manifiestan la pesadilla que sufrieron los deportados, que trasladados en vagones de ganado, eran luego seleccionados a su llegada: los más débiles eran asesinados sobre la marcha, otros eran tratados como esclavos y otros más utilizados para experimentación científica.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, para dar una respuesta firme a los horrores vividos durante el nazismo, la comunidad internacional comenzó a construir mecanismos jurídicos, políticos e institucionales para evitar que estos cruentos hechos se repitieran en un futuro. Como afirma José Luis Soberanes, Presidente de la CNDH, “a partir de 1948 podemos afirmar que nació una convicción profunda por que ‘nunca más’ la humanidad haya de permanecer ajena ante la vulneración de los derechos humanos de las personas que tenemos cerca y las que no lo están tanto, bajo el principio de corresponsabilidad colectiva de protección de los derechos humanos”.
La Declaración de los Derechos Humanos a penas tiene 60 años, pero su contenido es milenario. Este gran ideal de los derechos de cada ser humano no fue creado por los racionalistas franceses, ni descubierto por los colonialistas americanos. Se encuentra presente en los grandes códigos de conducta y en la máximas llenas de sabiduría de los pueblos más antiguos. El punto central de esta Declaración es la preocupación por los derechos inherentes a todo ser humano, y encuentra su fundamento en la naturaleza humana, tal como es presentada por la Biblia: “Y creó Dios al hombre a su imagen; varón y mujer los creó” (Génesis 1, 27). Además, en el Decálogo y en las Bienaventuranzas encontramos los fundamentos morales de la conducta humana, que garantizan la justicia, el respeto, la libertad, la paz y el perdón.
Sin embargo, a pesar de este gran esfuerzo, aún falta mucho por lograr. A finales del siglo XX, ni la experiencia del Exterminio, ni la promulgación de la Declaración de los Derechos Humanos fueron suficientes para que impedir nuevos genocidios: en Ruanda y en los Balcanes rebrotó el odio racial y el atropello de la libertad religiosa.
Y a niveles quizá poco perceptibles, cada día, en nuestro País se pisotean los derechos humanos de individuos concretos: los niños a los que se le impide nacer (art. 3), y la falta de libertad religiosa, que permite manifestar las propias creencias “individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (art. 18). Nos falta implantar una cultura de los Derechos Humanos, para que “nunca más” se vuelvan a atropellar.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se trata un documento validez universal, que en 30 puntos condensa los mínimos éticos para que una persona viva y se desarrolle conforme a su dignidad. Vale la pena recordar su historia y su contenido, para reimpulsar su defensa.
El antecedente directo, que dio lugar a esta Declaración, fue el Holocausto, que significó una praxis sistemática de exclusión y de exterminio, por parte del Estado Alemán, de 1933 a 1945. Esta política del llamado Tercer Reich derivó en una matanza que se calcula en seis millones de judíos, tres millones de prisioneros rusos, casi dos millones de polacos y 250 gitanos.
Se dice con facilidad el número de víctimas, pero la frialdad de los datos no refleja el grado de crueldad que hubo en los campos de exterminio, donde millones de personas fueron reducidas a vivir en condiciones infrahumanas; esos números tampoco manifiestan la pesadilla que sufrieron los deportados, que trasladados en vagones de ganado, eran luego seleccionados a su llegada: los más débiles eran asesinados sobre la marcha, otros eran tratados como esclavos y otros más utilizados para experimentación científica.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, para dar una respuesta firme a los horrores vividos durante el nazismo, la comunidad internacional comenzó a construir mecanismos jurídicos, políticos e institucionales para evitar que estos cruentos hechos se repitieran en un futuro. Como afirma José Luis Soberanes, Presidente de la CNDH, “a partir de 1948 podemos afirmar que nació una convicción profunda por que ‘nunca más’ la humanidad haya de permanecer ajena ante la vulneración de los derechos humanos de las personas que tenemos cerca y las que no lo están tanto, bajo el principio de corresponsabilidad colectiva de protección de los derechos humanos”.
La Declaración de los Derechos Humanos a penas tiene 60 años, pero su contenido es milenario. Este gran ideal de los derechos de cada ser humano no fue creado por los racionalistas franceses, ni descubierto por los colonialistas americanos. Se encuentra presente en los grandes códigos de conducta y en la máximas llenas de sabiduría de los pueblos más antiguos. El punto central de esta Declaración es la preocupación por los derechos inherentes a todo ser humano, y encuentra su fundamento en la naturaleza humana, tal como es presentada por la Biblia: “Y creó Dios al hombre a su imagen; varón y mujer los creó” (Génesis 1, 27). Además, en el Decálogo y en las Bienaventuranzas encontramos los fundamentos morales de la conducta humana, que garantizan la justicia, el respeto, la libertad, la paz y el perdón.
Sin embargo, a pesar de este gran esfuerzo, aún falta mucho por lograr. A finales del siglo XX, ni la experiencia del Exterminio, ni la promulgación de la Declaración de los Derechos Humanos fueron suficientes para que impedir nuevos genocidios: en Ruanda y en los Balcanes rebrotó el odio racial y el atropello de la libertad religiosa.
Y a niveles quizá poco perceptibles, cada día, en nuestro País se pisotean los derechos humanos de individuos concretos: los niños a los que se le impide nacer (art. 3), y la falta de libertad religiosa, que permite manifestar las propias creencias “individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (art. 18). Nos falta implantar una cultura de los Derechos Humanos, para que “nunca más” se vuelvan a atropellar.
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domingo, 7 de diciembre de 2008
Úteros de alquiler
Luis-Fernando Valdés
Primero, Ricky Martin nos sorprendió en septiembre pasado, al anunciar que era “padre de unos hermosos gemelos”, nacidos por el método de “subrogación gestacional”. Y ahora, en la Asamblea Legislativa del DF, el PRD propuso la creación de la ley de maternidad subrogada, para regular la renta de úteros. ¿Es humano –y, por tanto, ético– que una mujer “rente” su cuerpo para procrear al hijo de otros?
A nombre de la libertad, algunos sostienen que puede hacer todo, incluso aquellas cosas que la naturaleza impide realizar. Y, en el caso del deseo de paternidad y maternidad, nada debería frustrar esta inclinación, ni siquiera la esterilidad de uno de los progenitores. Esto ha dado pie a la implementación de ciertas técnicas de reproducción asistida, que violentan la naturaleza humana, como la fecundación “in vitro” (engendrar a un bebé en un matraz de laboratorio y no en el lecho conyugal). Pero ahora, con la “subrogración gestacional” la situación va más lejos. Incluso un varón puede engendrar –o mandar engendrar in vitro– sin necesidad de una pareja. Basta con que una mujer “alquile” su útero.
Quien decide seguir este procedimiento seguramente desea darle lo mejor a ese niño, pero el cariño no suple la ausencia objetiva de uno de los progenitores. Además, en la procreación artificial en solitario, un adulto es quien decide que su hijo no necesita una madre o un padre. Pero, ¿qué pensaríamos de un progenitor que decidiera que su hijo no necesita amigos, porque ya está él para darle apoyo, cariño y compañía?
Otra vuelta de tuerca: ahora se intenta que esta situación se vuelva una práctica legal. Leticia Quezada, diputada local del PRD y promotora de la ley, explicó que iniciativa plantea que la maternidad subrogada sea una “práctica médica” mediante la cual una mujer geste o lleve en su vientre el producto de la concepción de otra. O sea, ¿ya no se trata de una actividad clandestina, sino un “procedimiento médico”? Entonces, ¿por decreto de ley, utilizar un útero ajeno es parte de las terapias médicas?
Esta iniciativa legislativa parecería muy humana, pues parte de que existe este tipo de préstamo, y busca establecer que haya control y así se eviten abusos. Por eso, prevé mecanismos para que las interesadas en subrogar su vientre gocen de buena salud: prueba antidoping, restricción sólo a dos ocasiones. Además, establece que no se cobre por este tipo de servicio de gestación.
Pero no es una ley verdaderamente humana. Lo sería sólo si subrogar el propio útero fuera un modo natural de tener un bebé, pues estaría protegiendo una situación propia de la naturaleza humana. No es propio de una ley reconocer desórdenes “de facto” con el fin de establecer supuestas garantías. Más bien una norma verdadera busca que los ciudadanos se comporten conforme a la naturaleza humana. En este caso, se debería proponer una ley que prohibiera esta práctica, pues va contra el modo humano de engendrar.
El resultado de la renta de úteros es que los niños han perdido un derecho que antes no se discutía: el derecho a tener un padre y una madre. La “Declaración de los Derechos del Niño” de la ONU (1959), n. 6, establece que el niño “siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y (...) salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre”. De aprobarse la nueva ley, se normalizará que haya “huérfanos de encargo” para satisfacer las ansias de maternidad o paternidad de un adulto. ¿Es esto humano? Sin duda no.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Primero, Ricky Martin nos sorprendió en septiembre pasado, al anunciar que era “padre de unos hermosos gemelos”, nacidos por el método de “subrogación gestacional”. Y ahora, en la Asamblea Legislativa del DF, el PRD propuso la creación de la ley de maternidad subrogada, para regular la renta de úteros. ¿Es humano –y, por tanto, ético– que una mujer “rente” su cuerpo para procrear al hijo de otros?
A nombre de la libertad, algunos sostienen que puede hacer todo, incluso aquellas cosas que la naturaleza impide realizar. Y, en el caso del deseo de paternidad y maternidad, nada debería frustrar esta inclinación, ni siquiera la esterilidad de uno de los progenitores. Esto ha dado pie a la implementación de ciertas técnicas de reproducción asistida, que violentan la naturaleza humana, como la fecundación “in vitro” (engendrar a un bebé en un matraz de laboratorio y no en el lecho conyugal). Pero ahora, con la “subrogración gestacional” la situación va más lejos. Incluso un varón puede engendrar –o mandar engendrar in vitro– sin necesidad de una pareja. Basta con que una mujer “alquile” su útero.
Quien decide seguir este procedimiento seguramente desea darle lo mejor a ese niño, pero el cariño no suple la ausencia objetiva de uno de los progenitores. Además, en la procreación artificial en solitario, un adulto es quien decide que su hijo no necesita una madre o un padre. Pero, ¿qué pensaríamos de un progenitor que decidiera que su hijo no necesita amigos, porque ya está él para darle apoyo, cariño y compañía?
Otra vuelta de tuerca: ahora se intenta que esta situación se vuelva una práctica legal. Leticia Quezada, diputada local del PRD y promotora de la ley, explicó que iniciativa plantea que la maternidad subrogada sea una “práctica médica” mediante la cual una mujer geste o lleve en su vientre el producto de la concepción de otra. O sea, ¿ya no se trata de una actividad clandestina, sino un “procedimiento médico”? Entonces, ¿por decreto de ley, utilizar un útero ajeno es parte de las terapias médicas?
Esta iniciativa legislativa parecería muy humana, pues parte de que existe este tipo de préstamo, y busca establecer que haya control y así se eviten abusos. Por eso, prevé mecanismos para que las interesadas en subrogar su vientre gocen de buena salud: prueba antidoping, restricción sólo a dos ocasiones. Además, establece que no se cobre por este tipo de servicio de gestación.
Pero no es una ley verdaderamente humana. Lo sería sólo si subrogar el propio útero fuera un modo natural de tener un bebé, pues estaría protegiendo una situación propia de la naturaleza humana. No es propio de una ley reconocer desórdenes “de facto” con el fin de establecer supuestas garantías. Más bien una norma verdadera busca que los ciudadanos se comporten conforme a la naturaleza humana. En este caso, se debería proponer una ley que prohibiera esta práctica, pues va contra el modo humano de engendrar.
El resultado de la renta de úteros es que los niños han perdido un derecho que antes no se discutía: el derecho a tener un padre y una madre. La “Declaración de los Derechos del Niño” de la ONU (1959), n. 6, establece que el niño “siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y (...) salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre”. De aprobarse la nueva ley, se normalizará que haya “huérfanos de encargo” para satisfacer las ansias de maternidad o paternidad de un adulto. ¿Es esto humano? Sin duda no.
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domingo, 30 de noviembre de 2008
Garantías para una muerte digna
Luis-Fernando Valdés
El Senado de nuestro País aprobó en días recientes una modificación a Ley de Salud Pública e hizo una adición sobre “cuidados paliativo” para los enfermos terminales. Esta iniciativa de los legisladores permitirá una muerte digna a los agonizantes. Pero también servirá para aclarar puntos en el debate sobre el tema de la eutanasia.
En cuanto al contenido de esta ley, hay una gran semejanza con lo que propone la bioética. En el proyecto de ley se distinguía entre cuidados curativos y cuidados paliativos (www.senado.gob.mx). Los primeros tienen como finalidad devolver la salud; los segundos hacen referencia a los tratamientos que debe recibir un enfermo cuando su enfermedad ya no es curable y desembocará en la muerte. La nueva ley introduce los “cuidados paliativos”, que antes no estaban contemplados, como un derecho de los mexicanos, y el sistema de Salud debe proporcionarlos. Esto contribuirá a que muchas personas puedan vivir dignamente la última fase de su vida.
Esta nueva norma ayudará para que no se prolongue innecesariamente la agonía del paciente. Esta prolongación de la vida y del sufrimiento, en bioética, es llamada “ensañamiento terapéutico”. Su nombre es bastante descriptivo, pues más que devolver la salud, sólo prolonga el sufrimiento del moribundo y de sus familiares y amigo. Desde la moral nunca se ha recomendado esa práctica, y ahora la Ley mexicana garantizará que no se aplique (art. 166 bis 18).
Otro aspecto de la Ley de cuidados paliativos es que permitirá que se ayude al enfermo terminal a morir en su propia casa, con los auxilios médicos pertinentes. De modo que no será necesario esperar la muerte en el hospital. Además, la nueva disposición garantiza que el paciente puede recibir auxilio espiritual, según sus personales creencias, de modo que nadie del personal sanitario podrá negar el acceso a un ministro religioso o espiritual.
Una situación dura, que a veces sucede, es que se le dejan de proporcionar cuidados básicos a los enfermos terminales. Desde ahora es un delito dejar de proporcionar este tipo de cuidados (art. 166 bis 19 y 20). Es de sentido humano y de sentido común, que todo enfermo terminal debe recibir cuidados de higiene, alimentación, hidratación y ventilación, lo cual queda garantizado con esta nueva norma.
Y un punto que debe ser destacado, y que da mucha orientación para el debate entre bioética y legislación, es que la nueva Ley distingue claramente entre “ensañamiento terapéutico” y “eutanasia”. El primero se debe prohibir, pues es inútil para la salud del enfermo terminal; la segunda también se debe prohibir pues es un homicidio. Nos alegramos que en su literalidad el artículo 166 Bis 21 establezca que “queda prohibida la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad así como el suicidio asistido conforme lo señala el Código Penal Federal, bajo el amparo de esta ley. En tal caso se estará a lo que señalan las disposiciones penales aplicables”.
Esta Ley de cuidados paliativos muestra como la bioética y la legislación pueden ir de la mano. Que lo principal no es establecer una ideología, mediante la aprobación de leyes, sino ayudar al ser humano a vivir con dignidad su agonía, y llegar así a una muerte digna, rodeado de sus seres queridos, ayudado a sufrir físicamente lo mínimo, y asistido espiritualmente. Enhorabuena a los Senadores, y a todos nosotros, los ciudadanos mexicanos.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El Senado de nuestro País aprobó en días recientes una modificación a Ley de Salud Pública e hizo una adición sobre “cuidados paliativo” para los enfermos terminales. Esta iniciativa de los legisladores permitirá una muerte digna a los agonizantes. Pero también servirá para aclarar puntos en el debate sobre el tema de la eutanasia.
En cuanto al contenido de esta ley, hay una gran semejanza con lo que propone la bioética. En el proyecto de ley se distinguía entre cuidados curativos y cuidados paliativos (www.senado.gob.mx). Los primeros tienen como finalidad devolver la salud; los segundos hacen referencia a los tratamientos que debe recibir un enfermo cuando su enfermedad ya no es curable y desembocará en la muerte. La nueva ley introduce los “cuidados paliativos”, que antes no estaban contemplados, como un derecho de los mexicanos, y el sistema de Salud debe proporcionarlos. Esto contribuirá a que muchas personas puedan vivir dignamente la última fase de su vida.
Esta nueva norma ayudará para que no se prolongue innecesariamente la agonía del paciente. Esta prolongación de la vida y del sufrimiento, en bioética, es llamada “ensañamiento terapéutico”. Su nombre es bastante descriptivo, pues más que devolver la salud, sólo prolonga el sufrimiento del moribundo y de sus familiares y amigo. Desde la moral nunca se ha recomendado esa práctica, y ahora la Ley mexicana garantizará que no se aplique (art. 166 bis 18).
Otro aspecto de la Ley de cuidados paliativos es que permitirá que se ayude al enfermo terminal a morir en su propia casa, con los auxilios médicos pertinentes. De modo que no será necesario esperar la muerte en el hospital. Además, la nueva disposición garantiza que el paciente puede recibir auxilio espiritual, según sus personales creencias, de modo que nadie del personal sanitario podrá negar el acceso a un ministro religioso o espiritual.
Una situación dura, que a veces sucede, es que se le dejan de proporcionar cuidados básicos a los enfermos terminales. Desde ahora es un delito dejar de proporcionar este tipo de cuidados (art. 166 bis 19 y 20). Es de sentido humano y de sentido común, que todo enfermo terminal debe recibir cuidados de higiene, alimentación, hidratación y ventilación, lo cual queda garantizado con esta nueva norma.
Y un punto que debe ser destacado, y que da mucha orientación para el debate entre bioética y legislación, es que la nueva Ley distingue claramente entre “ensañamiento terapéutico” y “eutanasia”. El primero se debe prohibir, pues es inútil para la salud del enfermo terminal; la segunda también se debe prohibir pues es un homicidio. Nos alegramos que en su literalidad el artículo 166 Bis 21 establezca que “queda prohibida la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad así como el suicidio asistido conforme lo señala el Código Penal Federal, bajo el amparo de esta ley. En tal caso se estará a lo que señalan las disposiciones penales aplicables”.
Esta Ley de cuidados paliativos muestra como la bioética y la legislación pueden ir de la mano. Que lo principal no es establecer una ideología, mediante la aprobación de leyes, sino ayudar al ser humano a vivir con dignidad su agonía, y llegar así a una muerte digna, rodeado de sus seres queridos, ayudado a sufrir físicamente lo mínimo, y asistido espiritualmente. Enhorabuena a los Senadores, y a todos nosotros, los ciudadanos mexicanos.
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domingo, 23 de noviembre de 2008
“Matrimonio gay”, derrotado en elecciones de EUA
Luis-Fernando Valdés
El día en que los estadounidenses eligieron presidente a Barack Obama (4.XI.2008), también se pronunciaron sobre 153 propuestas sometidas a votación en 36 estados. De esas propuestas, se aprobaron las tres que prohíben el matrimonio homosexual, en California, Florida y Arizona. ¿Deberíamos sorprendernos de que el electorado del Estado californiano, donde el movimiento gay tiene un bastión fuerte, haya votado a favor del matrimonio entre un varón y una mujer?
No nos llama la atención que California haya tutelado jurídicamente el matrimonio heterosexual, porque ha librado un larga batalla para protegerlo. Los californianos ya lo habían aprobado en otro referéndum celebrado hace ocho años, que reformó el Código de Familia; en 2005, el Parlamento estatal quiso anular el cambio, pero el gobernador puso el veto; luego el Tribunal Supremo del Estado declaró inconstitucional la prohibición decidida en el plebiscito. La reciente votación deroga esta sentencia, pues se trata de una enmienda constitucional que define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, y se presentó para restablecer la decisión popular que fue revocada por sentencia judicial.
Con esto se puede apreciar que la heterosexualidad del matrimonio es algo más que una cuestión ideológica. Los ciudadanos de a pie saben que sin esa cualidad (la heterosexualidad) no hay verdadero matrimonio. Y, a pesar de todo el despliegue propagandístico, que invita a considerar el matrimonio homosexual como una vía para asegurar la libertad de los individuos, la mayoría sigue firme en lo mismo.
Hablar de este tema resulta complicado. En primer lugar, porque los promotores de la ideología de género han conseguido que se considere una agresión estar en desacuerdo con el “matrimonio gay”. Su línea argumentativa va por el lado del respeto a la libertad, de modo que quien opine en contrario sería un intolerante. Se quiere hacer ver que todo es una cuestión de discriminación, de ampliación de derechos, de estar a la altura de los tiempos que corren, de extrapolación de juicios éticos al campo político de un Estado no confesional, etc. Pero todos sabemos que “disentir” y “no estar de acuerdo” no son equivalentes a “ser intolerantes”. No aprobar el matrimonio homosexual no significa que rechacemos a los homosexuales; sólo quiere decir que afirmamos que el matrimonio no es eso.
En segundo lugar, es muy difícil argumentar a favor del matrimonio como la unión de un varón y una mujer, porque lo evidente no se puede demostrar. ¿Cómo demuestro que el sol es luminoso? De igual manera, el matrimonio heterosexual es así de evidente. Pero, de todos modos, sí es posible dar razones sobre él.
La premisa clave está en el tema de la “igualdad”. El Estado puede y debe promover la igualdad y la libertad, pero su poder legislativo está limitado por estructuras biológicas, psicológicas, antropológicas y sociales que no tienen una fecha de caducidad como la de las medicinas. La aprobación de una ley de la igualdad no anula ni modifica todas esas estructuras que nos hacen diferentes, pues sigue siendo necesaria la complementariedad sexual para procrear.
Además, afirmar que no existe absolutamente ninguna diferencia, ni siquiera mínima, entre la unión matrimonial natural y la unión homosexual, querría decir que no existiría diferencia entre ambas en ningún orden: biológico, antropológico, jurídico, social, ético, etc. Y esto es tan falso como injusto.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El día en que los estadounidenses eligieron presidente a Barack Obama (4.XI.2008), también se pronunciaron sobre 153 propuestas sometidas a votación en 36 estados. De esas propuestas, se aprobaron las tres que prohíben el matrimonio homosexual, en California, Florida y Arizona. ¿Deberíamos sorprendernos de que el electorado del Estado californiano, donde el movimiento gay tiene un bastión fuerte, haya votado a favor del matrimonio entre un varón y una mujer?
No nos llama la atención que California haya tutelado jurídicamente el matrimonio heterosexual, porque ha librado un larga batalla para protegerlo. Los californianos ya lo habían aprobado en otro referéndum celebrado hace ocho años, que reformó el Código de Familia; en 2005, el Parlamento estatal quiso anular el cambio, pero el gobernador puso el veto; luego el Tribunal Supremo del Estado declaró inconstitucional la prohibición decidida en el plebiscito. La reciente votación deroga esta sentencia, pues se trata de una enmienda constitucional que define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, y se presentó para restablecer la decisión popular que fue revocada por sentencia judicial.
Con esto se puede apreciar que la heterosexualidad del matrimonio es algo más que una cuestión ideológica. Los ciudadanos de a pie saben que sin esa cualidad (la heterosexualidad) no hay verdadero matrimonio. Y, a pesar de todo el despliegue propagandístico, que invita a considerar el matrimonio homosexual como una vía para asegurar la libertad de los individuos, la mayoría sigue firme en lo mismo.
Hablar de este tema resulta complicado. En primer lugar, porque los promotores de la ideología de género han conseguido que se considere una agresión estar en desacuerdo con el “matrimonio gay”. Su línea argumentativa va por el lado del respeto a la libertad, de modo que quien opine en contrario sería un intolerante. Se quiere hacer ver que todo es una cuestión de discriminación, de ampliación de derechos, de estar a la altura de los tiempos que corren, de extrapolación de juicios éticos al campo político de un Estado no confesional, etc. Pero todos sabemos que “disentir” y “no estar de acuerdo” no son equivalentes a “ser intolerantes”. No aprobar el matrimonio homosexual no significa que rechacemos a los homosexuales; sólo quiere decir que afirmamos que el matrimonio no es eso.
En segundo lugar, es muy difícil argumentar a favor del matrimonio como la unión de un varón y una mujer, porque lo evidente no se puede demostrar. ¿Cómo demuestro que el sol es luminoso? De igual manera, el matrimonio heterosexual es así de evidente. Pero, de todos modos, sí es posible dar razones sobre él.
La premisa clave está en el tema de la “igualdad”. El Estado puede y debe promover la igualdad y la libertad, pero su poder legislativo está limitado por estructuras biológicas, psicológicas, antropológicas y sociales que no tienen una fecha de caducidad como la de las medicinas. La aprobación de una ley de la igualdad no anula ni modifica todas esas estructuras que nos hacen diferentes, pues sigue siendo necesaria la complementariedad sexual para procrear.
Además, afirmar que no existe absolutamente ninguna diferencia, ni siquiera mínima, entre la unión matrimonial natural y la unión homosexual, querría decir que no existiría diferencia entre ambas en ningún orden: biológico, antropológico, jurídico, social, ético, etc. Y esto es tan falso como injusto.
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domingo, 16 de noviembre de 2008
Diálogo histórico entre cristianos y musulmanes
Luis-Fernando Valdés
Nos ha tocado ser testigos de la Historia. Hemos leído durante la Preparatoria los conflictos entre cristianos y musulmanes, que ocurrieron hace siglos: las invasiones árabes al norte de África, las Cruzadas… Pero hace pocos días, ha sucedido un hecho que ha marcado un hito en la relación pacífica entre estas dos grandes religiones monoteístas. Desde ahora, la cordialidad entre ambas promete ser profunda y duradera.
Se trata de la primera reunión del Foro católico-musulmán, que recientemente se ha celebrado en Roma, los días 4 al 6 de este mes. El tema fue: “Amor a Dios, amor al prójimo". Los 24 participantes y cinco consejeros de cada religión discutieron en estos días sobre dos grandes temas: "Fundamentos Teológicos y Espirituales" y "Dignidad Humana y Respeto Mutuo". Al final, este Foro emitió una histórica Declaración común, que ha acercado las posiciones, respetando las diferencias doctrinales.
Es importante exponer los antecedentes, pues en ellos se pone de manifiesto el deseo de diálogo por ambas partes. El 12 de septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un discurso académico en la Universidad de Ratisbona (Alemania), sobre la relación entre la fe y la razón. En esa intervención el Papa hizo una referencia al Islam, que causó disgusto en el mundo musulmán. El Romano Pontífice pidió disculpas y matizó su posición.
En respuesta –y esto es muy positivo–, justo un mes después (13.X.2006), 38 personalidades y académicos islámicos del todo el mundo se reunieron para formular una respuesta al Papa “en el espíritu de un abierto intercambio intelectual y de mutuo entendimiento” (www.acommonword.com). El resultado de esta reunión fue una carta abierta (justo un año después: 13.X.2007), dirigida al Obispo de Roma, firmada por 138 personalidades en la que se expone el pensamiento musulmán sobre los temas tocados en Ratisbona.
En la presentación en la red, estos importantes personajes islámicos manifestaban su esperanza de que este documento fuera una “base teológica lo más sólida posible”. Pues a pesar de las diferencias, ambas religiones “comparten no sólo el mismo Origen divino y la misma herencia de Abraham, sino también los mismo dos más grandes mandamientos”.
En su respuesta, Benedicto XVI invitó a representantes islámicos a reunirse con él en Roma y a mantener un encuentro de trabajo. Además, el Pontífice manifestó que “quedó particularmente impresionado por la atención prestada en la carta al doble mandamiento que invita a amar a Dios y al prójimo”. Y esta reunión es la que se acaba de celebrar, en días pasados.
Fruto de esas jornadas de estudio y diálogo fue la Declaración final, que consta de 15 puntos (www.vatican.va). Entre otros aspectos, ambas religiones manifiestan su acuerdo en que “la dignidad humana deriva del hecho de que cada persona ha sido creada por un Dios que ama”, y que, por tanto, “la persona requiere el respeto de su dignidad original y su vocación humana” (n. 3).
Es emocionante leer: “creemos que católicos y musulmanes estamos llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre creyentes, y para la humanidad en general, renunciando a cualquier tipo de opresión, violencia agresiva y terrorismo, sobre todo cuando se llevan a cabo en nombre de la religión, y manteniendo el principio de justicia para todos” (n. 11).
Realmente, estamos ante un evento de grandes dimensiones históricas. Más grande que las Cruzadas, me atrevo a decir, porque la Paz es más grande que la Guerra; el Amor, más fuerte que el Odio, y la Fe en el mismo Dios, más sólida que todas las diferencias.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Nos ha tocado ser testigos de la Historia. Hemos leído durante la Preparatoria los conflictos entre cristianos y musulmanes, que ocurrieron hace siglos: las invasiones árabes al norte de África, las Cruzadas… Pero hace pocos días, ha sucedido un hecho que ha marcado un hito en la relación pacífica entre estas dos grandes religiones monoteístas. Desde ahora, la cordialidad entre ambas promete ser profunda y duradera.
Se trata de la primera reunión del Foro católico-musulmán, que recientemente se ha celebrado en Roma, los días 4 al 6 de este mes. El tema fue: “Amor a Dios, amor al prójimo". Los 24 participantes y cinco consejeros de cada religión discutieron en estos días sobre dos grandes temas: "Fundamentos Teológicos y Espirituales" y "Dignidad Humana y Respeto Mutuo". Al final, este Foro emitió una histórica Declaración común, que ha acercado las posiciones, respetando las diferencias doctrinales.
Es importante exponer los antecedentes, pues en ellos se pone de manifiesto el deseo de diálogo por ambas partes. El 12 de septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un discurso académico en la Universidad de Ratisbona (Alemania), sobre la relación entre la fe y la razón. En esa intervención el Papa hizo una referencia al Islam, que causó disgusto en el mundo musulmán. El Romano Pontífice pidió disculpas y matizó su posición.
En respuesta –y esto es muy positivo–, justo un mes después (13.X.2006), 38 personalidades y académicos islámicos del todo el mundo se reunieron para formular una respuesta al Papa “en el espíritu de un abierto intercambio intelectual y de mutuo entendimiento” (www.acommonword.com). El resultado de esta reunión fue una carta abierta (justo un año después: 13.X.2007), dirigida al Obispo de Roma, firmada por 138 personalidades en la que se expone el pensamiento musulmán sobre los temas tocados en Ratisbona.
En la presentación en la red, estos importantes personajes islámicos manifestaban su esperanza de que este documento fuera una “base teológica lo más sólida posible”. Pues a pesar de las diferencias, ambas religiones “comparten no sólo el mismo Origen divino y la misma herencia de Abraham, sino también los mismo dos más grandes mandamientos”.
En su respuesta, Benedicto XVI invitó a representantes islámicos a reunirse con él en Roma y a mantener un encuentro de trabajo. Además, el Pontífice manifestó que “quedó particularmente impresionado por la atención prestada en la carta al doble mandamiento que invita a amar a Dios y al prójimo”. Y esta reunión es la que se acaba de celebrar, en días pasados.
Fruto de esas jornadas de estudio y diálogo fue la Declaración final, que consta de 15 puntos (www.vatican.va). Entre otros aspectos, ambas religiones manifiestan su acuerdo en que “la dignidad humana deriva del hecho de que cada persona ha sido creada por un Dios que ama”, y que, por tanto, “la persona requiere el respeto de su dignidad original y su vocación humana” (n. 3).
Es emocionante leer: “creemos que católicos y musulmanes estamos llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre creyentes, y para la humanidad en general, renunciando a cualquier tipo de opresión, violencia agresiva y terrorismo, sobre todo cuando se llevan a cabo en nombre de la religión, y manteniendo el principio de justicia para todos” (n. 11).
Realmente, estamos ante un evento de grandes dimensiones históricas. Más grande que las Cruzadas, me atrevo a decir, porque la Paz es más grande que la Guerra; el Amor, más fuerte que el Odio, y la Fe en el mismo Dios, más sólida que todas las diferencias.
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domingo, 9 de noviembre de 2008
Televisión dispara embarazos precoces
Luis-Fernando Valdés
El sueño de la humanidad de no tener límites parece que vuelve a desmoronarse. Hemos apostado a una programación televisiva libre de limitaciones, pero un estudio científico reciente indica que las series con contenido sexual conllevan el aumento de embarazos precoces. ¿No será que en realidad los límites son parte de la condición humana?
Este gran anhelo del hombre moderno parte de una premisa equivocada: el ser humano siempre se porta bien, en todo lo que hace. Por esa razón, nada de lo que haga el hombre puede ser malo. Y, menos aún, cuando se deja guiar por sus instintos. Esta filosofía ha influido mucho en lo que se refiere al contenido de los programas de tv para los adolescentes. Hay series como “Friends” o “Sex and the city” y una buena cantidad películas que manejan temas eróticos o sexuales en todas sus diversas gamas. En principio, nada se les debía objetar, dado que partimos que no sería necesario poner límites.
Sin embargo, “Pediatrics”, la revista oficial de la Academia Americana de Pediatría, recientemente ha publicado un interesante artículo, en el que muestra que ver programas o películas con cierto contenido sexual como besos apasionados, contacto íntimo, relaciones sexuales implícitas o explícitas, flirteo amoroso, entre otros, aumenta el número de embarazos entre adolescentes en Estados Unidos (pediatrics.aappublications.org).
El resultado del estudio es impresionante: el 90 por ciento de los adolescentes que ven frecuentemente programas con este tipo de contenido tienen doble riesgo de experimentar un embarazo (doble, porque tanto el varón como la mujer están expuestos al mismo contenido televisivo) durante los tres años siguientes. Mientras que el 10 por ciento restante, cuya elección televisiva implicaba menos contenido sexual, reduce a la mitad este riesgo. Concretamente, el 25 por ciento de aquellos que seleccionaban programas con cierto trasfondo sexual vivieron un embarazo, frente al 12 por ciento de quienes veían con menos frecuencia dichos programas.
Es un hecho que el contenido de los programas de tv influye en la conducta de los jóvenes. Y también podemos decir que no todas las conductas son iguales, pues a unas las consideramos buenas y a otras no. Y para afirmar lo anterior, en muchos casos, nos basamos en las consecuencias de esas acciones. Si hay efectos no deseados, ¿no será que hay acciones que no debieron realizarse? Entonces, ¿serán lícitos los programas que provocan tales acciones que no debieron realizarse?
Por eso, el contenido de las series de tv, de las telenovelas y de las películas es sujeto de una consideración ética. Pero es importante entender bien la función de esta disciplina filosófica. La Ética busca ayudar al hombre a que realice las acciones libres que realmente lo hagan crecer como persona, y lo encaminen a la felicidad más plena. En la práctica, la Ética proporciona elementos para que el ser humano –ante una alternativa– elija la “acción más excelente”, la que verdaderamente lo perfecciona.
Por eso, cuando decimos que los programas de entretenimiento deben ser éticos, estamos afirmando que su contenido debe despertar en cada espectador deseos de acciones mejores, debe suscitar ideales grandes, debe generar anhelos de una sociedad mejor. Cuando la tv sobrepasa los límites éticos, no nos hace más humanos, ni mejores personas. No queremos una programación moralizante, ñoña, sino unos contenidos que nos inviten a ser virtuosos, a practicar las acciones más excelentes.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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El sueño de la humanidad de no tener límites parece que vuelve a desmoronarse. Hemos apostado a una programación televisiva libre de limitaciones, pero un estudio científico reciente indica que las series con contenido sexual conllevan el aumento de embarazos precoces. ¿No será que en realidad los límites son parte de la condición humana?
Este gran anhelo del hombre moderno parte de una premisa equivocada: el ser humano siempre se porta bien, en todo lo que hace. Por esa razón, nada de lo que haga el hombre puede ser malo. Y, menos aún, cuando se deja guiar por sus instintos. Esta filosofía ha influido mucho en lo que se refiere al contenido de los programas de tv para los adolescentes. Hay series como “Friends” o “Sex and the city” y una buena cantidad películas que manejan temas eróticos o sexuales en todas sus diversas gamas. En principio, nada se les debía objetar, dado que partimos que no sería necesario poner límites.
Sin embargo, “Pediatrics”, la revista oficial de la Academia Americana de Pediatría, recientemente ha publicado un interesante artículo, en el que muestra que ver programas o películas con cierto contenido sexual como besos apasionados, contacto íntimo, relaciones sexuales implícitas o explícitas, flirteo amoroso, entre otros, aumenta el número de embarazos entre adolescentes en Estados Unidos (pediatrics.aappublications.org).
El resultado del estudio es impresionante: el 90 por ciento de los adolescentes que ven frecuentemente programas con este tipo de contenido tienen doble riesgo de experimentar un embarazo (doble, porque tanto el varón como la mujer están expuestos al mismo contenido televisivo) durante los tres años siguientes. Mientras que el 10 por ciento restante, cuya elección televisiva implicaba menos contenido sexual, reduce a la mitad este riesgo. Concretamente, el 25 por ciento de aquellos que seleccionaban programas con cierto trasfondo sexual vivieron un embarazo, frente al 12 por ciento de quienes veían con menos frecuencia dichos programas.
Es un hecho que el contenido de los programas de tv influye en la conducta de los jóvenes. Y también podemos decir que no todas las conductas son iguales, pues a unas las consideramos buenas y a otras no. Y para afirmar lo anterior, en muchos casos, nos basamos en las consecuencias de esas acciones. Si hay efectos no deseados, ¿no será que hay acciones que no debieron realizarse? Entonces, ¿serán lícitos los programas que provocan tales acciones que no debieron realizarse?
Por eso, el contenido de las series de tv, de las telenovelas y de las películas es sujeto de una consideración ética. Pero es importante entender bien la función de esta disciplina filosófica. La Ética busca ayudar al hombre a que realice las acciones libres que realmente lo hagan crecer como persona, y lo encaminen a la felicidad más plena. En la práctica, la Ética proporciona elementos para que el ser humano –ante una alternativa– elija la “acción más excelente”, la que verdaderamente lo perfecciona.
Por eso, cuando decimos que los programas de entretenimiento deben ser éticos, estamos afirmando que su contenido debe despertar en cada espectador deseos de acciones mejores, debe suscitar ideales grandes, debe generar anhelos de una sociedad mejor. Cuando la tv sobrepasa los límites éticos, no nos hace más humanos, ni mejores personas. No queremos una programación moralizante, ñoña, sino unos contenidos que nos inviten a ser virtuosos, a practicar las acciones más excelentes.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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domingo, 2 de noviembre de 2008
Una muerte muy mexicana
Luis-Fernando Valdés
Conmemoramos hoy el “día de muertos”, fecha del calendario nacional que tiene su origen en la celebración litúrgica católica de “todos los fieles difuntos”. Bromear sobre la muerte es una característica de nuestra identidad nacional, pero muchas veces la recitación de “calaveras” o contar chistes de velorio no son sino un velo para no reflexionar sobre nuestro destino personal: todos habremos de morir.
Convivimos con la muerte. Con mayor frecuencia de lo que quisiéramos, alguno de nuestros seres queridos deja este mundo. A diario, escuchamos o vemos por televisión el “parte de guerra” de la batalla del Gobierno Federal contra el narcotráfico. Y hasta en los video-juegos de los niños, por no mencionar los “cómics”, nos encontramos con asesinatos.
La muerte se ha convertido en un tema trivial. Quizá es tanto el bombardeo de los medios de entretenimiento sobre este tema, que al hablar de la muerte de terceros, que no son familiares nuestros, solemos decir que “ya le tocaba”, o que “ni modo”. Peor aún es la amarga realidad de que –para algunos– quitar la vida a otro, representa el camino habitual de las venganzas: “se lo merecía”, suelen decir.
Sin embargo, aunque convivamos con ella, y nos refiramos a ella con indiferencia, la muerte nunca deja de suscitar en cada uno de nosotros un sacudida interior. Cuando la vemos cercana a nosotros, en un accidente o en una enfermedad, nunca decimos fríamente y con indiferencia “ya me toca”. Más bien, las preguntas que nos hacemos son: “¿por qué me voy a morir?”, “¿qué sentido tiene que yo muera?”.
El día de los fieles difuntos, y las visitas que hoy hacemos a los panteones, nos deberían llevar a pensar en nuestra propia muerte. Es una conmemoración que nos hace preguntarnos si creemos o no en una vida después de esta vida, en un encuentro con Dios, en el juicio que Dios hará de nuestras obras. La respuesta fácil, pero que no resuelve el drama interior, consiste en negar la existencia de estas realidades sobrenaturales. Pero, al borde de la muerte, prácticamente todos acaban por reconocer que debe haber “algo”, pues la nada no resuelve el drama de dejar de vivir.
Ayuda mucho imaginar nuestra propia muerte. Piense por un momento que es un invitado más a ¡su propio funeral! Vea a su cónyuge junto al ataúd, y contemple las lágrimas de sus hijos y nietos. ¿Qué pensarán? ¿Fue Usted un buen esposo o esposa? ¿sus hijos están contentos con el legado moral que les dejó? Mire la capilla ardiente, fíjese en el Crucifijo frente al féretro: ¿qué cuentas le dará Usted al Creador? Y la gran pregunta: al morir ¿Usted se habrá salvado o se habrá condenado?
Si supiéramos la fecha de nuestro deceso, seguramente empezaríamos a vivir de otro modo: desde cuidar nuestra salud, atender mejor a nuestra familia, hasta reconciliarnos con Dios. ¿Por qué no aprovechar hoy para mirarnos despacio, para preguntarnos: qué he hecho con mi vida? En verdad no es fácil hacer este ejercicio personal, porque suele dar miedo enfrentarse a uno mismo, y admitir que no hemos hecho bien algunas cosas, que nos hemos equivocado.
Mientras deposite flores ante la tumba de un ser querido, plantéese estos interrogantes vitales. Basta ya de altares de muerto y de chistes de panteón que impiden que la muerte nos interpele. Bromear sobre la muerte es parte de la idiosincrasia mexicana, pero muchas veces suele ser un modo de evadirla. Ojalá que la muerte nos ayude a pensar en el premio o el castigo eternos, y esto nos ayude a rectificar nuestras vidas.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Conmemoramos hoy el “día de muertos”, fecha del calendario nacional que tiene su origen en la celebración litúrgica católica de “todos los fieles difuntos”. Bromear sobre la muerte es una característica de nuestra identidad nacional, pero muchas veces la recitación de “calaveras” o contar chistes de velorio no son sino un velo para no reflexionar sobre nuestro destino personal: todos habremos de morir.
Convivimos con la muerte. Con mayor frecuencia de lo que quisiéramos, alguno de nuestros seres queridos deja este mundo. A diario, escuchamos o vemos por televisión el “parte de guerra” de la batalla del Gobierno Federal contra el narcotráfico. Y hasta en los video-juegos de los niños, por no mencionar los “cómics”, nos encontramos con asesinatos.
La muerte se ha convertido en un tema trivial. Quizá es tanto el bombardeo de los medios de entretenimiento sobre este tema, que al hablar de la muerte de terceros, que no son familiares nuestros, solemos decir que “ya le tocaba”, o que “ni modo”. Peor aún es la amarga realidad de que –para algunos– quitar la vida a otro, representa el camino habitual de las venganzas: “se lo merecía”, suelen decir.
Sin embargo, aunque convivamos con ella, y nos refiramos a ella con indiferencia, la muerte nunca deja de suscitar en cada uno de nosotros un sacudida interior. Cuando la vemos cercana a nosotros, en un accidente o en una enfermedad, nunca decimos fríamente y con indiferencia “ya me toca”. Más bien, las preguntas que nos hacemos son: “¿por qué me voy a morir?”, “¿qué sentido tiene que yo muera?”.
El día de los fieles difuntos, y las visitas que hoy hacemos a los panteones, nos deberían llevar a pensar en nuestra propia muerte. Es una conmemoración que nos hace preguntarnos si creemos o no en una vida después de esta vida, en un encuentro con Dios, en el juicio que Dios hará de nuestras obras. La respuesta fácil, pero que no resuelve el drama interior, consiste en negar la existencia de estas realidades sobrenaturales. Pero, al borde de la muerte, prácticamente todos acaban por reconocer que debe haber “algo”, pues la nada no resuelve el drama de dejar de vivir.
Ayuda mucho imaginar nuestra propia muerte. Piense por un momento que es un invitado más a ¡su propio funeral! Vea a su cónyuge junto al ataúd, y contemple las lágrimas de sus hijos y nietos. ¿Qué pensarán? ¿Fue Usted un buen esposo o esposa? ¿sus hijos están contentos con el legado moral que les dejó? Mire la capilla ardiente, fíjese en el Crucifijo frente al féretro: ¿qué cuentas le dará Usted al Creador? Y la gran pregunta: al morir ¿Usted se habrá salvado o se habrá condenado?
Si supiéramos la fecha de nuestro deceso, seguramente empezaríamos a vivir de otro modo: desde cuidar nuestra salud, atender mejor a nuestra familia, hasta reconciliarnos con Dios. ¿Por qué no aprovechar hoy para mirarnos despacio, para preguntarnos: qué he hecho con mi vida? En verdad no es fácil hacer este ejercicio personal, porque suele dar miedo enfrentarse a uno mismo, y admitir que no hemos hecho bien algunas cosas, que nos hemos equivocado.
Mientras deposite flores ante la tumba de un ser querido, plantéese estos interrogantes vitales. Basta ya de altares de muerto y de chistes de panteón que impiden que la muerte nos interpele. Bromear sobre la muerte es parte de la idiosincrasia mexicana, pero muchas veces suele ser un modo de evadirla. Ojalá que la muerte nos ayude a pensar en el premio o el castigo eternos, y esto nos ayude a rectificar nuestras vidas.
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domingo, 26 de octubre de 2008
México en crisis: ¿queda esperanza?
Luis-Fernando Valdés
El panorama del futuro inmediato de nuestro País parece no alentar a la esperanza. Estamos en medio de una gran crisis financiera, escuchamos un verdadero “parte de guerra” cada día, nuestro hermanos de los Estados del Sureste está sufriendo por las inundaciones, hay Estados sin clases por las huelgas de los maestros. ¿Habrá algo positivo en todo este mar de tragedias?
Una aspecto muy positivo de esta situación por la que atravesamos consiste en que podemos comprender mejor qué es la esperanza. Ahora estamos en situación de reflexionar si nuestras “expectativas vitales” son las correctas. Es fácil confundir la verdadera esperanza, con expectativas parciales ya resueltas. Es decir, solemos –por error– pensar que tenemos esperanza mientras tengamos la vida resuelta: estabilidad familiar, un empleo estable y bien remunerado, salud, etc. El error consiste en que la esperanza hace referencia al futuro y no al presente.
En efecto, a lo largo de la historia, todos los seres humanos han experimentado que un presente en bonanza siempre es efímero, y que un presente tormentoso siempre reclama ser superado. La referencia a una solución –un bienestar duradero, en el primer caso; un situación de armonía y paz, en el segundo– sólo se encuentra en el futuro. Y precisamente por eso, el corazón humano naturalmente busca una respuesta en lo que vendrá: eso es la esperanza.
“El futuro lleno de beneficios tardará mucho en llegar, y quién sabe si nos tocará contemplarlo”. Así han razonado algunos en el transcurso de los siglos, y nos han propuesto adelantar el futuro. Nos han invitado a revelarnos contra la esperanza, pues implicaría aceptar pasivamente vivir sin calidad. Y nos han enrolado en revoluciones que deberían traer el Paraíso final a nuestra Tierra actual. Esto ha sido el marxismo, y también su versión cristiana, la llamada teología de la liberación. En el fondo, han querido sustituir la esperanza religiosa con una esperanza en la política o la economía.
Las caída del marxismo no atenuó el deseo de buscar esperanzas intramundanas e inmediatas. El hombre moderno tampoco quiere esperar la llegada del final de los tiempos para conseguir un mundo mejor, pero además no confía en que el mundo presente tenga arreglo. Y busca satisfacciones inmediatas o una vida cómoda y segura. Pero éstas siempre están ligadas al dinero para comprarlas. Por esa razón, el capitalismo tiene mucho público: es fácil poner la esperanza en lo que me da felicidad aquí y ahora, si tengo los medios económicos para costearla. Pero la crisis financiera mundial, ya nos está haciendo ver que poner la esperanza en una economía siempre ascendente tampoco es la solución: las economías también caen.
Es duro conocer a personas que, ante las diversas crisis que atraviesa nuestra Patria, han reaccionado con gran desesperanza. Cómo si la vida ya no pudiera seguir, porque ya no tuviera sentido. Y ahí está la clave de la esperanza: el sentido de la vida actual no se encuentra en el presente sino en el futuro. No faltarán quienes, por esto, nos acusen a los cristianos de evadir el presente, de resignarnos con los males actuales, de ser cobardes para no buscar un cambio.
En el tema de la esperanza, el Cristianismo tiene una gran lección que darnos. Dios nos ha encomendado el presente como tarea, pero el presente no conlleva la felicidad plena, pues ésta vendrá hasta el final. Hay que aprender la lección: el presente es para preparar el futuro, no para quedarse en él. Entonces sí queda esperanza.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El panorama del futuro inmediato de nuestro País parece no alentar a la esperanza. Estamos en medio de una gran crisis financiera, escuchamos un verdadero “parte de guerra” cada día, nuestro hermanos de los Estados del Sureste está sufriendo por las inundaciones, hay Estados sin clases por las huelgas de los maestros. ¿Habrá algo positivo en todo este mar de tragedias?
Una aspecto muy positivo de esta situación por la que atravesamos consiste en que podemos comprender mejor qué es la esperanza. Ahora estamos en situación de reflexionar si nuestras “expectativas vitales” son las correctas. Es fácil confundir la verdadera esperanza, con expectativas parciales ya resueltas. Es decir, solemos –por error– pensar que tenemos esperanza mientras tengamos la vida resuelta: estabilidad familiar, un empleo estable y bien remunerado, salud, etc. El error consiste en que la esperanza hace referencia al futuro y no al presente.
En efecto, a lo largo de la historia, todos los seres humanos han experimentado que un presente en bonanza siempre es efímero, y que un presente tormentoso siempre reclama ser superado. La referencia a una solución –un bienestar duradero, en el primer caso; un situación de armonía y paz, en el segundo– sólo se encuentra en el futuro. Y precisamente por eso, el corazón humano naturalmente busca una respuesta en lo que vendrá: eso es la esperanza.
“El futuro lleno de beneficios tardará mucho en llegar, y quién sabe si nos tocará contemplarlo”. Así han razonado algunos en el transcurso de los siglos, y nos han propuesto adelantar el futuro. Nos han invitado a revelarnos contra la esperanza, pues implicaría aceptar pasivamente vivir sin calidad. Y nos han enrolado en revoluciones que deberían traer el Paraíso final a nuestra Tierra actual. Esto ha sido el marxismo, y también su versión cristiana, la llamada teología de la liberación. En el fondo, han querido sustituir la esperanza religiosa con una esperanza en la política o la economía.
Las caída del marxismo no atenuó el deseo de buscar esperanzas intramundanas e inmediatas. El hombre moderno tampoco quiere esperar la llegada del final de los tiempos para conseguir un mundo mejor, pero además no confía en que el mundo presente tenga arreglo. Y busca satisfacciones inmediatas o una vida cómoda y segura. Pero éstas siempre están ligadas al dinero para comprarlas. Por esa razón, el capitalismo tiene mucho público: es fácil poner la esperanza en lo que me da felicidad aquí y ahora, si tengo los medios económicos para costearla. Pero la crisis financiera mundial, ya nos está haciendo ver que poner la esperanza en una economía siempre ascendente tampoco es la solución: las economías también caen.
Es duro conocer a personas que, ante las diversas crisis que atraviesa nuestra Patria, han reaccionado con gran desesperanza. Cómo si la vida ya no pudiera seguir, porque ya no tuviera sentido. Y ahí está la clave de la esperanza: el sentido de la vida actual no se encuentra en el presente sino en el futuro. No faltarán quienes, por esto, nos acusen a los cristianos de evadir el presente, de resignarnos con los males actuales, de ser cobardes para no buscar un cambio.
En el tema de la esperanza, el Cristianismo tiene una gran lección que darnos. Dios nos ha encomendado el presente como tarea, pero el presente no conlleva la felicidad plena, pues ésta vendrá hasta el final. Hay que aprender la lección: el presente es para preparar el futuro, no para quedarse en él. Entonces sí queda esperanza.
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domingo, 19 de octubre de 2008
Finanzas familiares en crisis
Luis-Fernando Valdés
La crisis financiera de Estados Unidos nos ha tenido a la expectativa –tanto a los expertos como a los ciudadanos ordinarios– durante las últimas semanas, porque siempre está en riesgo la economía familiar y personal. Y, en este aspecto de economía doméstica, todos tenemos una especial responsabilidad, que puede ayudar o perjudicar –aunque no lo parezca– a las finanzas globales.
Ante esta situación internacional, tenemos cierto riesgo de considerar que estamos exentos de responsabilidad, porque la crisis fue producida por factores totalmente ajenos a nosotros. Ciertamente, los ciudadanos poco o nada participamos en la configuración del escenario financiero internacional, pero sí tenemos un importante papel en la estabilidad de la economía doméstica y, en cierto modo, de la economía del País. En otras palabras, sí está bastante en nuestras manos que nuestras familias y nuestra Nación salgan adelante a pesar de la crisis económica que se cierne sobre nuestro País. Como es lógico, me refiero a las familias que tienen un ingreso suficiente, y no a tantas que sobreviven con un ingreso mínimo desde hace mucho tiempo, incluso antes del inicio de la reciente crisis.
En nuestras manos se encuentra el recto uso del dinero. Y éste es un factor importante, que puede ayudar a sobrellevar la complicada situación económica que afecta a nuestras familias. Se trata de la mentalidad y el hábito del ahorro. Es muy frecuente que los mexicanos con posibilidades de ahorrar, gasten todo el dinero que ganan. Y de esta manera, no hay posibilidad de enfrentar ninguna adversidad que se presente en las finanzas familiares. Aunque ya se sabe que hay casos del todo inesperados, en ocasiones el gasto doméstico resulta afectado por falta de previsión, o por emplear el dinero en consumos no necesarios.
Aunque no en todos los casos, sucede que hay una mentalidad de fondo, que consiste en la búsqueda de un ritmo de vida –compras no del todo necesarias, placeres, viajes, estar a la moda, etc.– que compromete todo el salario presente y ¡futuro! Este modo de ver la vida casi siempre conlleva una actitud que no es correcta: la de gastar el dinero que no se tiene. Los mecanismo crediticios –tarjetas, préstamos, hipotecas, incluso las llamadas “tandas”– hacen disponer de efectivo, que aún no se ha ganado. Este efectivo habrá que devolverlo, y la única manera posible de cancelar la deuda es ahorrando.
Sin embargo, se ha hecho usual adquirir otra deuda para pagar los préstamos. Este mecanismo usado por los pequeños y medianos consumidores favorece la inversión y el flujo de efectivo, pero genera una cartera de deudas impagables, que terminará por llevar a la quiebra a las instituciones de crédito, y eso repercutirá en la economía del País. Por eso, no es gratuito afirmar que la crisis financiera es únicamente resultado de manejos equivocados de unos cuantos grandes inversionistas, aunque ellos lleven la mayor responsabilidad. También los ciudadanos ordinarios tienen su parte, si gastan más de lo que tienen.
Pero ¿cómo pedirle a la gente que ahorre y que no se endeude, si nos han bombardeado con publicidad que nos lleva al consumismo? ¿cómo, si nos han formado en una mentalidad que identifica la felicidad con el éxito económico? Las ideologías que fomentan el consumismo terminan por pasar una factura muy cara. ¿No será tiempo ya de que cada familia reflexione si su ideal de vida consiste o no en el “tener”, y su felicidad en el “consumir”? Es tiempo de cambiar.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
La crisis financiera de Estados Unidos nos ha tenido a la expectativa –tanto a los expertos como a los ciudadanos ordinarios– durante las últimas semanas, porque siempre está en riesgo la economía familiar y personal. Y, en este aspecto de economía doméstica, todos tenemos una especial responsabilidad, que puede ayudar o perjudicar –aunque no lo parezca– a las finanzas globales.
Ante esta situación internacional, tenemos cierto riesgo de considerar que estamos exentos de responsabilidad, porque la crisis fue producida por factores totalmente ajenos a nosotros. Ciertamente, los ciudadanos poco o nada participamos en la configuración del escenario financiero internacional, pero sí tenemos un importante papel en la estabilidad de la economía doméstica y, en cierto modo, de la economía del País. En otras palabras, sí está bastante en nuestras manos que nuestras familias y nuestra Nación salgan adelante a pesar de la crisis económica que se cierne sobre nuestro País. Como es lógico, me refiero a las familias que tienen un ingreso suficiente, y no a tantas que sobreviven con un ingreso mínimo desde hace mucho tiempo, incluso antes del inicio de la reciente crisis.
En nuestras manos se encuentra el recto uso del dinero. Y éste es un factor importante, que puede ayudar a sobrellevar la complicada situación económica que afecta a nuestras familias. Se trata de la mentalidad y el hábito del ahorro. Es muy frecuente que los mexicanos con posibilidades de ahorrar, gasten todo el dinero que ganan. Y de esta manera, no hay posibilidad de enfrentar ninguna adversidad que se presente en las finanzas familiares. Aunque ya se sabe que hay casos del todo inesperados, en ocasiones el gasto doméstico resulta afectado por falta de previsión, o por emplear el dinero en consumos no necesarios.
Aunque no en todos los casos, sucede que hay una mentalidad de fondo, que consiste en la búsqueda de un ritmo de vida –compras no del todo necesarias, placeres, viajes, estar a la moda, etc.– que compromete todo el salario presente y ¡futuro! Este modo de ver la vida casi siempre conlleva una actitud que no es correcta: la de gastar el dinero que no se tiene. Los mecanismo crediticios –tarjetas, préstamos, hipotecas, incluso las llamadas “tandas”– hacen disponer de efectivo, que aún no se ha ganado. Este efectivo habrá que devolverlo, y la única manera posible de cancelar la deuda es ahorrando.
Sin embargo, se ha hecho usual adquirir otra deuda para pagar los préstamos. Este mecanismo usado por los pequeños y medianos consumidores favorece la inversión y el flujo de efectivo, pero genera una cartera de deudas impagables, que terminará por llevar a la quiebra a las instituciones de crédito, y eso repercutirá en la economía del País. Por eso, no es gratuito afirmar que la crisis financiera es únicamente resultado de manejos equivocados de unos cuantos grandes inversionistas, aunque ellos lleven la mayor responsabilidad. También los ciudadanos ordinarios tienen su parte, si gastan más de lo que tienen.
Pero ¿cómo pedirle a la gente que ahorre y que no se endeude, si nos han bombardeado con publicidad que nos lleva al consumismo? ¿cómo, si nos han formado en una mentalidad que identifica la felicidad con el éxito económico? Las ideologías que fomentan el consumismo terminan por pasar una factura muy cara. ¿No será tiempo ya de que cada familia reflexione si su ideal de vida consiste o no en el “tener”, y su felicidad en el “consumir”? Es tiempo de cambiar.
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domingo, 12 de octubre de 2008
El lado ético de la crisis financiera
Luis-Fernando Valdés
Llevamos semanas de incertidumbre financiera, no sólo en los Estados Unidos sino también en nuestro País. Esta crisis ha generado muchos comentarios muy acertados de economistas y financieros. Pero, al ver cómo millones de personas se ven afectas por las bancarrotas de prestigiosos bancos y otras empresas, es el momento de preguntarnos si el mundo de los negocios está o no al margen de una responsabilidad ética.
El problema financiero, que hoy ya tiene un tamaño mundial, comenzó en los Estados Unidos, y se generó –entre otras causas– por la difusión de nuevas líneas de crédito, en especial de hipotecas que permitían, entre otras cosas, financiar todo a tasas inicialmente bajas. Este tipo de productos permitió la adjudicación de hipotecas a muchas personas que antes, por su baja calificación crediticia (bajos ingresos u otros activos para demostrar solvencia), no podían acceder a ser dueños de viviendas. Este auge de las hipotecas se denominó “subprime”.
Veamos un caso representativo. Como ahora muchos consumidores tenían dinero para comprar casas, subió la demanda de bienes raíces, con el consiguiente aumento de precio de los inmuebles. Además, en ese País, es viable obtener nuevos préstamos por la diferencia entre el valor de la casa de la que uno es dueño y lo que falte pagar de la hipoteca sobre la misma. Supongamos que mi casa vale 100 y debo 70 de hipoteca y el banco me presta 30. Pero si la demanda de inmuebles aumenta, mi casa sube de valor; ahora vale 200. Entonces le puedo pedir al banco un nuevo préstamo, ahora de 130 (200 del valor nuevo, menos 70 de deuda). Con lo cual puedo pagar mi deuda de 70 y me quedo con 60 para hacer negocios o para gastar.
Pero ¿qué pasa si mi casa empieza a valer menos? Que sigo debiendo 130 y pero como mi casa vale 100, no tengo posibilidad de obtener un crédito para reestructurar la deuda, porque la diferencia entre el valor de mi casa y la hipoteca es negativa (de menos 30). Ahora ya no tengo dinero ni para pagar mi deuda ni para invertir en otras cosas. Y esto fue lo que pasó en Estados Unidos. La Reserva Federal redujo los intereses hipotecarios, pero esta medida no fue suficiente, y sobrevino la quiebra de los bancos, que no pudieron cobrar las hipotecas vencidas.
Sin duda, el mercado de capitales presenta buenas ventajas, pues –entre otras cosas– facilita el movimiento de capital que conlleva un cierto bien social, y favorece al inversión. El problema ético radica en que una economía, basada sobre la importancia del dinero, no puede conducirse sólo por motivos de interés personal, sino en función del bien común de la sociedad.
La especulación con el dinero es lícita cuando se aspira a una ganancia justa. Pero no lo es cuando la ganancia personal pone en riesgo el bien de la mayoría. Cuando, por la ganancia de unos pocos, se ponen en riesgo –o se daña de hecho– el empleo, la vivienda y el dinero de la mayoría, esos negocios no tienen justificación ética. Es muy difícil quizá que quienes poseen grandes capitales reparen en estas implicaciones morales, pero no podemos dejar de decir que existe –en los negocios basados en la especulación– una verdadera responsabilidad ética hacia la sociedad.
Contemplar los duros efectos de esta crisis en los ciudadanos de a pie, nos hace ver que la ética debe tener una voz en los planteamientos económicos. Las teorías económicas y las grandes decisiones financieras pueden ser objeto de un juicio ético, porque siempre está implicado en ellas el bien de los individuos.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Llevamos semanas de incertidumbre financiera, no sólo en los Estados Unidos sino también en nuestro País. Esta crisis ha generado muchos comentarios muy acertados de economistas y financieros. Pero, al ver cómo millones de personas se ven afectas por las bancarrotas de prestigiosos bancos y otras empresas, es el momento de preguntarnos si el mundo de los negocios está o no al margen de una responsabilidad ética.
El problema financiero, que hoy ya tiene un tamaño mundial, comenzó en los Estados Unidos, y se generó –entre otras causas– por la difusión de nuevas líneas de crédito, en especial de hipotecas que permitían, entre otras cosas, financiar todo a tasas inicialmente bajas. Este tipo de productos permitió la adjudicación de hipotecas a muchas personas que antes, por su baja calificación crediticia (bajos ingresos u otros activos para demostrar solvencia), no podían acceder a ser dueños de viviendas. Este auge de las hipotecas se denominó “subprime”.
Veamos un caso representativo. Como ahora muchos consumidores tenían dinero para comprar casas, subió la demanda de bienes raíces, con el consiguiente aumento de precio de los inmuebles. Además, en ese País, es viable obtener nuevos préstamos por la diferencia entre el valor de la casa de la que uno es dueño y lo que falte pagar de la hipoteca sobre la misma. Supongamos que mi casa vale 100 y debo 70 de hipoteca y el banco me presta 30. Pero si la demanda de inmuebles aumenta, mi casa sube de valor; ahora vale 200. Entonces le puedo pedir al banco un nuevo préstamo, ahora de 130 (200 del valor nuevo, menos 70 de deuda). Con lo cual puedo pagar mi deuda de 70 y me quedo con 60 para hacer negocios o para gastar.
Pero ¿qué pasa si mi casa empieza a valer menos? Que sigo debiendo 130 y pero como mi casa vale 100, no tengo posibilidad de obtener un crédito para reestructurar la deuda, porque la diferencia entre el valor de mi casa y la hipoteca es negativa (de menos 30). Ahora ya no tengo dinero ni para pagar mi deuda ni para invertir en otras cosas. Y esto fue lo que pasó en Estados Unidos. La Reserva Federal redujo los intereses hipotecarios, pero esta medida no fue suficiente, y sobrevino la quiebra de los bancos, que no pudieron cobrar las hipotecas vencidas.
Sin duda, el mercado de capitales presenta buenas ventajas, pues –entre otras cosas– facilita el movimiento de capital que conlleva un cierto bien social, y favorece al inversión. El problema ético radica en que una economía, basada sobre la importancia del dinero, no puede conducirse sólo por motivos de interés personal, sino en función del bien común de la sociedad.
La especulación con el dinero es lícita cuando se aspira a una ganancia justa. Pero no lo es cuando la ganancia personal pone en riesgo el bien de la mayoría. Cuando, por la ganancia de unos pocos, se ponen en riesgo –o se daña de hecho– el empleo, la vivienda y el dinero de la mayoría, esos negocios no tienen justificación ética. Es muy difícil quizá que quienes poseen grandes capitales reparen en estas implicaciones morales, pero no podemos dejar de decir que existe –en los negocios basados en la especulación– una verdadera responsabilidad ética hacia la sociedad.
Contemplar los duros efectos de esta crisis en los ciudadanos de a pie, nos hace ver que la ética debe tener una voz en los planteamientos económicos. Las teorías económicas y las grandes decisiones financieras pueden ser objeto de un juicio ético, porque siempre está implicado en ellas el bien de los individuos.
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domingo, 5 de octubre de 2008
Legalizar drogas: un fracaso anunciado
Luis-Fernando Valdés
El Presidente Felipe Calderón acaba de enviar una propuesta al Senado que plantea no ejercer acción penal contra quienes posean unas cantidades mínimas de cocaína, marihuana u opio. Quienes sean detenidos con cantidades superiores a las establecidas serán tratados como narcomenudistas y no como fármaco dependientes. Pero legalizar las droga –al permitir su consumo personal– es una medida que ya fracasó rotundamente en Holanda ¿para qué aplicar una modelo perdedor en nuestro País?
A mediados de los años 70, Holanda legalizó el consumo de drogas, con la finalidad de “poner en bancarrota” a las mafias, y de “controlar” el uso de estupefacientes. Ciertamente, los precios de los enervantes disminuyeron notablemente, pero no ocurrió lo mismo con el número de consumidores. Los cárteles se fortalecieron. Y, además, llegaron unas tristes consecuencias sociales, como el “turismo de la marihuana”, que consiste en que miles de jóvenes de Francia y Alemania visitan diariamente los Países Bajos sólo para drogarse.
Rob Hessink, antiguo jefe de policía de Rotterdam, luchador de primera hora por la legalización de las drogas, se quejaba en el año 2000 que “primero empezamos tolerando centros de droga para jóvenes, después criminales se adueñaron de ellos para forrarse y ahora toleramos prácticamente la organización de redes criminales”.
Cuando Holanda permitió el consumo y venta de drogas blandas en pequeñas cantidades, una de las razones fue tener controlados los puntos de venta, mediante los llamados “coffee-shops”. Pero el resultado es que este País se convirtió en uno de los productores más grandes de heroína y cocaína. Otro de los argumentos en favor de la tolerancia fue que los jóvenes no buscarían la droga dura si se les facilitaba la droga blanda. Tampoco esto resultó porque en Holanda no hay menos adictos a la droga dura que en otros países.
El 27 de febrero de 1995, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU se pronunció en contra de la legalización de la droga. Este organismo señaló que “legalizar el consumo y tráfico de drogas significa alimentar la demanda”. Como ejemplo de las consecuencias negativas de la permisividad, el informe de la Junta describe el caso de Zúrich: “Los muchos años de tolerancia han llevado a una triste situación en que las autoridades no son capaces de controlar un problema tremendo”. Y luego añadía un dato muy importante, de cara a la rehabilitación de los drogadictos: “en definitiva, estos programas no han conseguido reducir los daños, pero sí han causado perjuicios al impedir y obstaculizar los programas de prevención”.
Además, es muy importante poner en primer plano los motivos éticos. Nunca es moralmente bueno utilizar medios malos para obtener fines buenos. No se puede hacer el mal para que sobrevenga el bien, sentencia la Biblia (Romanos 3, 8). Pablo VI enseñó con firmeza que “no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien” (Humanae vitae, 14). San Agustín lo enseñaba así: “los actos que son por sí mismos pecado, como el robo, la fornicación y la blasfemia, ¿quién osará afirmar que cumpliéndolos por motivos buenos, ya no serían pecados o –conclusión más absurda– serían pecados justificados?” (Contra mendacium, 8, 18).
En el combate contra el narcotráfico, la legalización de la droga no funcionará. ¿O qué tenemos en México que haga que no repitamos los errores de Holanda? Y las consecuencias sociales y éticas serán funestas. Escarmentemos en cabeza ajena.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El Presidente Felipe Calderón acaba de enviar una propuesta al Senado que plantea no ejercer acción penal contra quienes posean unas cantidades mínimas de cocaína, marihuana u opio. Quienes sean detenidos con cantidades superiores a las establecidas serán tratados como narcomenudistas y no como fármaco dependientes. Pero legalizar las droga –al permitir su consumo personal– es una medida que ya fracasó rotundamente en Holanda ¿para qué aplicar una modelo perdedor en nuestro País?
A mediados de los años 70, Holanda legalizó el consumo de drogas, con la finalidad de “poner en bancarrota” a las mafias, y de “controlar” el uso de estupefacientes. Ciertamente, los precios de los enervantes disminuyeron notablemente, pero no ocurrió lo mismo con el número de consumidores. Los cárteles se fortalecieron. Y, además, llegaron unas tristes consecuencias sociales, como el “turismo de la marihuana”, que consiste en que miles de jóvenes de Francia y Alemania visitan diariamente los Países Bajos sólo para drogarse.
Rob Hessink, antiguo jefe de policía de Rotterdam, luchador de primera hora por la legalización de las drogas, se quejaba en el año 2000 que “primero empezamos tolerando centros de droga para jóvenes, después criminales se adueñaron de ellos para forrarse y ahora toleramos prácticamente la organización de redes criminales”.
Cuando Holanda permitió el consumo y venta de drogas blandas en pequeñas cantidades, una de las razones fue tener controlados los puntos de venta, mediante los llamados “coffee-shops”. Pero el resultado es que este País se convirtió en uno de los productores más grandes de heroína y cocaína. Otro de los argumentos en favor de la tolerancia fue que los jóvenes no buscarían la droga dura si se les facilitaba la droga blanda. Tampoco esto resultó porque en Holanda no hay menos adictos a la droga dura que en otros países.
El 27 de febrero de 1995, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU se pronunció en contra de la legalización de la droga. Este organismo señaló que “legalizar el consumo y tráfico de drogas significa alimentar la demanda”. Como ejemplo de las consecuencias negativas de la permisividad, el informe de la Junta describe el caso de Zúrich: “Los muchos años de tolerancia han llevado a una triste situación en que las autoridades no son capaces de controlar un problema tremendo”. Y luego añadía un dato muy importante, de cara a la rehabilitación de los drogadictos: “en definitiva, estos programas no han conseguido reducir los daños, pero sí han causado perjuicios al impedir y obstaculizar los programas de prevención”.
Además, es muy importante poner en primer plano los motivos éticos. Nunca es moralmente bueno utilizar medios malos para obtener fines buenos. No se puede hacer el mal para que sobrevenga el bien, sentencia la Biblia (Romanos 3, 8). Pablo VI enseñó con firmeza que “no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien” (Humanae vitae, 14). San Agustín lo enseñaba así: “los actos que son por sí mismos pecado, como el robo, la fornicación y la blasfemia, ¿quién osará afirmar que cumpliéndolos por motivos buenos, ya no serían pecados o –conclusión más absurda– serían pecados justificados?” (Contra mendacium, 8, 18).
En el combate contra el narcotráfico, la legalización de la droga no funcionará. ¿O qué tenemos en México que haga que no repitamos los errores de Holanda? Y las consecuencias sociales y éticas serán funestas. Escarmentemos en cabeza ajena.
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domingo, 28 de septiembre de 2008
Amar el mundo con pasión
Luis-Fernando Valdés
Cada día observamos con inquietud como algunos aspectos de la vida pública de nuestro País se degradan, como la integración familiar y la paz social. Hay un clamor generalizado que soluciones, que no advienen. Y, entre esas voces, suenan algunas quejas hacia la fe: “¿por qué el cristianismo se muestra incapaz de aportar respuestas a estas grandes crisis?”.
El problema no es la religión, sino que algunos –quizá ya sean muchos– no aciertan a conectar los principios perennes de la fe con las circunstancias más ordinarias de la vida. Y así se pierde la oportunidad de iluminar con nuevos brillos los urgentes problemas sociales, que hoy parecen irremediables.
Esta disociación entre las creencias religiosas y la vida cotidiana se produce por dos errores de apreciación. Uno es el llamado “naturalismo”, que reclama la autonomía del mundo respecto a Dios, como si el universo o la naturaleza fueran la única realidad existente. Y el otro es conocido como “espiritualismo”, que pretende explicar al hombre desde un Dios que casi no tendría que ver con el mundo, pues todo el trato con Dios se llevaría a cabo en el interior del ser humano, sin mezclarse con las cosas del mundo. Ambos enfoques cercenan el contacto de la fe con la realidad social. Y se pierde la gran oportunidad de que las verdades religiosas puedan aportar una sólida voz en los debates de la ética social.
Sin embargo, sí existen vías de diálogo entre la fe y el mundo, que permiten superar aquellas dicotomías. Uno de esos caminos es que abrió San Josemaría Escrivá de Balaguer. Por inspiración divina, fundó el Opus Dei hace ya 80 años, el 2 de octubre de 1928. El mensaje de este gran sacerdote es que el mundo es el ámbito del encuentro del hombre con Dios.
Mons. Escrivá explicaba que el mundo “no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora”. No tienen precedente una visión que relaciona tan claramente a Dios con el mundo. Por esa razón, lejos de considerar que el hombre vive en un mundo autónomo en el que Dios no tiene cabida, y sin proponer una vida cristiana que minusvalora las realidades temporales, San Josemaría propone “amar al mundo apasionadamente”, porque el mundo es lugar del encuentro del hombre con Dios.
La doctrina del Fundador del Opus Dei –empleando una frase suya– es “nueva como el Evangelio y como el Evangelio, nueva”. Es una invitación a revalorar la enseñanza bíblica de que el mundo es bueno porque ha sido creado por Dios (Génesis 1, 1-25). Por eso, todo cristiano debe amar especialmente al mundo y todo lo que contiene –trabajo profesional, ocupaciones familiares, relaciones sociales–, porque son los elementos esenciales de su papel como humano y como cristiano. Las realidades creadas, el ámbito laboral y la vida social son el lugar del encuentro amistoso con Dios.
Con gran realismo, San Josemaría no perdía de vista que el mundo ha sido manchado por el pecado, y que eso se refleja en la injusticia y la violencia, en la enfermedad, el dolor y la muerte. Pero con gran fe, predicaba que el mundo ha sido redimido por Cristo. Y, por eso, los fieles cristianos lejos de desentenderse de su realidad, movidos por su libertad y responsabilidad personales, debe llevar esa redención a las esferas familiares, laborales y sociales, es decir, deben contribuir a la solución de los grandes y pequeños problemas de nuestra época. El cristianismo, considerado y vivido así, es una gran contribución para el bien común de nuestra Patria.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Cada día observamos con inquietud como algunos aspectos de la vida pública de nuestro País se degradan, como la integración familiar y la paz social. Hay un clamor generalizado que soluciones, que no advienen. Y, entre esas voces, suenan algunas quejas hacia la fe: “¿por qué el cristianismo se muestra incapaz de aportar respuestas a estas grandes crisis?”.
El problema no es la religión, sino que algunos –quizá ya sean muchos– no aciertan a conectar los principios perennes de la fe con las circunstancias más ordinarias de la vida. Y así se pierde la oportunidad de iluminar con nuevos brillos los urgentes problemas sociales, que hoy parecen irremediables.
Esta disociación entre las creencias religiosas y la vida cotidiana se produce por dos errores de apreciación. Uno es el llamado “naturalismo”, que reclama la autonomía del mundo respecto a Dios, como si el universo o la naturaleza fueran la única realidad existente. Y el otro es conocido como “espiritualismo”, que pretende explicar al hombre desde un Dios que casi no tendría que ver con el mundo, pues todo el trato con Dios se llevaría a cabo en el interior del ser humano, sin mezclarse con las cosas del mundo. Ambos enfoques cercenan el contacto de la fe con la realidad social. Y se pierde la gran oportunidad de que las verdades religiosas puedan aportar una sólida voz en los debates de la ética social.
Sin embargo, sí existen vías de diálogo entre la fe y el mundo, que permiten superar aquellas dicotomías. Uno de esos caminos es que abrió San Josemaría Escrivá de Balaguer. Por inspiración divina, fundó el Opus Dei hace ya 80 años, el 2 de octubre de 1928. El mensaje de este gran sacerdote es que el mundo es el ámbito del encuentro del hombre con Dios.
Mons. Escrivá explicaba que el mundo “no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora”. No tienen precedente una visión que relaciona tan claramente a Dios con el mundo. Por esa razón, lejos de considerar que el hombre vive en un mundo autónomo en el que Dios no tiene cabida, y sin proponer una vida cristiana que minusvalora las realidades temporales, San Josemaría propone “amar al mundo apasionadamente”, porque el mundo es lugar del encuentro del hombre con Dios.
La doctrina del Fundador del Opus Dei –empleando una frase suya– es “nueva como el Evangelio y como el Evangelio, nueva”. Es una invitación a revalorar la enseñanza bíblica de que el mundo es bueno porque ha sido creado por Dios (Génesis 1, 1-25). Por eso, todo cristiano debe amar especialmente al mundo y todo lo que contiene –trabajo profesional, ocupaciones familiares, relaciones sociales–, porque son los elementos esenciales de su papel como humano y como cristiano. Las realidades creadas, el ámbito laboral y la vida social son el lugar del encuentro amistoso con Dios.
Con gran realismo, San Josemaría no perdía de vista que el mundo ha sido manchado por el pecado, y que eso se refleja en la injusticia y la violencia, en la enfermedad, el dolor y la muerte. Pero con gran fe, predicaba que el mundo ha sido redimido por Cristo. Y, por eso, los fieles cristianos lejos de desentenderse de su realidad, movidos por su libertad y responsabilidad personales, debe llevar esa redención a las esferas familiares, laborales y sociales, es decir, deben contribuir a la solución de los grandes y pequeños problemas de nuestra época. El cristianismo, considerado y vivido así, es una gran contribución para el bien común de nuestra Patria.
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domingo, 21 de septiembre de 2008
Morelia: hachazo en la raíz
Luis-Fernando Valdés
El grito de Independencia de este año ha dejado una marca imborrable en la Historia de nuestra Nación. Es una herida que tardará muchos años en restañar, porque esas granadas fueron arrojadas por manos criminales, pero la culpa la sentimos todos, pues todos hemos contribuido a la degradación moral y social de México, y ahora estamos pagando nuestras negligencias.
Mientras veía los noticieros, una metáfora me vino a la memoria. Fueron las palabras de Juan el Bautista, cuando exhortaba a la conversión: “Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mateo 3, 10). Nuestro País sufre una grave crisis de identidad, porque a nombre de la libertad y de la democracia, hemos renunciado a los valores. Los valores morales son parte fundamental de la herencia cultural de una Nación; conectan a una generación con la siguiente, y le dan una profunda cohesión a los ciudadanos. Son la raíz espiritual que alimenta el ámbito espiritual de un Pueblo.
Durante décadas fuimos forjando un hacha. Cada quien a su escala, pero dejamos que la corrupción se hiciera el modo de vida de los mexicanos: no pagar impuestos, comprar artículos piratas, copiar en la escuela, comprar títulos universitarios, falsificar facturas, arreglar resultados deportivos, mentir al contestar el teléfono, dar datos falsos al IFE, vender y comprar litros de 900 mililitros. “No robarás”, “no mentirás” dejaron de ser parte del Decálogo. Peor aún, encontramos la manera de adulterar los preceptos de la Ley divina, que hasta Dios es víctima de nuestras transas.
Durante años estuvimos afilando el hacha, hasta hacerla capaz de romper madera y metal. Nada justifica los bombazos sufridos por los morelenses –y por todos los mexicanos con ellos–, pero todos contribuimos a establecer un ambiente de violencia. ¿Cómo se divierten los niños en los videos juegos? Algunos lo hacen sanamente, pero otros ganan puntos y puntos decapitando al rival, aunque sea virtualmente. Es absurdo, se les enseña a ganar a costa de matar sanguinariamente al adversario. ¿Cuántos asesinados se ven semanalmente en las series de televisión? Además, cuando las leyes que nos configuran como Nación establecen que un ser humano no-nato no tiene derecho a la vida, nos están diciendo que cualquiera puede disponer de la vida de los demás: “si una madre puede eliminar a su hijo, ¿por qué yo no voy a matar a mi enemigo?”
Y esta pesada y filosa hacha asestó un golpe letal en nuestras raíces. México agoniza, porque su fuente de vida –sus valores, sus virtudes– ha sido severamente lastimada. Esas explosiones en Michoacán no nos hubieran dañado como Nación, si fuéramos un Pueblo unido, ordenado, justo, que llama a las cosas por su nombre. Pero esas bombas no encontraron resistencia: son el fruto de la corrupción, de la mentira, de nuestra cultura contra la vida, de la división que hay entre los ciudadanos.
Y habrá más hachazos. ¿Cómo evitar que, al final, caiga México? Ya es tiempo de tomarnos muy en serio la formación de los valores en los jóvenes –y en los mayores–. Urge una revisión a los valores morales que se imparten en las escuelas y en los medios de comunicación. Debemos voltear nuevamente hacia los milenarios Diez Mandamientos, y ver que siguen vigentes. Nuestra raíz se agosta porque ahora los mexicanos decimos “sí mentirás”, “sí robarás”… “sí matarás”. No es cuestión meramente religiosa, es un asunto ético-cívico impostergable.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El grito de Independencia de este año ha dejado una marca imborrable en la Historia de nuestra Nación. Es una herida que tardará muchos años en restañar, porque esas granadas fueron arrojadas por manos criminales, pero la culpa la sentimos todos, pues todos hemos contribuido a la degradación moral y social de México, y ahora estamos pagando nuestras negligencias.
Mientras veía los noticieros, una metáfora me vino a la memoria. Fueron las palabras de Juan el Bautista, cuando exhortaba a la conversión: “Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mateo 3, 10). Nuestro País sufre una grave crisis de identidad, porque a nombre de la libertad y de la democracia, hemos renunciado a los valores. Los valores morales son parte fundamental de la herencia cultural de una Nación; conectan a una generación con la siguiente, y le dan una profunda cohesión a los ciudadanos. Son la raíz espiritual que alimenta el ámbito espiritual de un Pueblo.
Durante décadas fuimos forjando un hacha. Cada quien a su escala, pero dejamos que la corrupción se hiciera el modo de vida de los mexicanos: no pagar impuestos, comprar artículos piratas, copiar en la escuela, comprar títulos universitarios, falsificar facturas, arreglar resultados deportivos, mentir al contestar el teléfono, dar datos falsos al IFE, vender y comprar litros de 900 mililitros. “No robarás”, “no mentirás” dejaron de ser parte del Decálogo. Peor aún, encontramos la manera de adulterar los preceptos de la Ley divina, que hasta Dios es víctima de nuestras transas.
Durante años estuvimos afilando el hacha, hasta hacerla capaz de romper madera y metal. Nada justifica los bombazos sufridos por los morelenses –y por todos los mexicanos con ellos–, pero todos contribuimos a establecer un ambiente de violencia. ¿Cómo se divierten los niños en los videos juegos? Algunos lo hacen sanamente, pero otros ganan puntos y puntos decapitando al rival, aunque sea virtualmente. Es absurdo, se les enseña a ganar a costa de matar sanguinariamente al adversario. ¿Cuántos asesinados se ven semanalmente en las series de televisión? Además, cuando las leyes que nos configuran como Nación establecen que un ser humano no-nato no tiene derecho a la vida, nos están diciendo que cualquiera puede disponer de la vida de los demás: “si una madre puede eliminar a su hijo, ¿por qué yo no voy a matar a mi enemigo?”
Y esta pesada y filosa hacha asestó un golpe letal en nuestras raíces. México agoniza, porque su fuente de vida –sus valores, sus virtudes– ha sido severamente lastimada. Esas explosiones en Michoacán no nos hubieran dañado como Nación, si fuéramos un Pueblo unido, ordenado, justo, que llama a las cosas por su nombre. Pero esas bombas no encontraron resistencia: son el fruto de la corrupción, de la mentira, de nuestra cultura contra la vida, de la división que hay entre los ciudadanos.
Y habrá más hachazos. ¿Cómo evitar que, al final, caiga México? Ya es tiempo de tomarnos muy en serio la formación de los valores en los jóvenes –y en los mayores–. Urge una revisión a los valores morales que se imparten en las escuelas y en los medios de comunicación. Debemos voltear nuevamente hacia los milenarios Diez Mandamientos, y ver que siguen vigentes. Nuestra raíz se agosta porque ahora los mexicanos decimos “sí mentirás”, “sí robarás”… “sí matarás”. No es cuestión meramente religiosa, es un asunto ético-cívico impostergable.
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domingo, 14 de septiembre de 2008
“Laicidad positiva”
Luis-Fernando Valdés
En este mes de la Patria, recordamos nuestras raíces y nos alegramos de ser mexicanos. Pero esta identidad nuestra es paradójica, pues contiene elementos disímiles. Somos la fusión de europeos con mesoamericanos y, en nuestro interior, conviven ideales tanto liberales como conservadores: somos laicos y creyentes… al menos la gran mayoría. Pero muchas veces no encontramos el punto exacto de esa síntesis y, por eso, la laicidad mexicana da bandazos a la izquierda (laicismo anticlerical) o a la derecha (clericalismo). ¿Existe un laicismo moderado que pueda unir a todos los mexicanos?
Desde antier, el Papa Benedicto XVI realiza un viaje a apostólico a Francia, con motivo del 150 aniversario de las Apariciones de la Virgen de Lourdes. El mismo día de su llegada fue recibido por el Presidente francés. En su discurso de bienvenida, Nicolás Sarkozy manifestó ideas liberales muy avanzadas (porque dejan atrás el laicismo del siglo XIX), que “curiosamente” coinciden con las ideas del Papa sobre el papel de la Iglesia en el mundo de hoy (pues la Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, dejó atrás la idea de una hegemonía socio-política como lo fue en la época medieval).
El Presidente Sarkozy propuso un “laicismo positivo”. Calificó como “una locura” que el mundo se prive de las religiones, pues esta posibilidad “sería un error hacia la cultura y el pensamiento”. Agregó que en la democracia es legítimo y respetuoso de la laicidad dialogar con las religiones, ya que éstas son patrimonios vivientes de pensamiento no sólo de Dios, sino también sobre el hombre y la sociedad. Y afirmó que los diversos credos de sus ciudadanos son una riqueza para Francia por lo cual “la laicidad positiva es el respeto a las convicciones”; y sin menos precio a los otras confesiones, Sarkozy dijo que “reivindicamos nuestras raíces cristianas”.
Por su parte, el Obispo de Roma, tras mencionar las raíces cristianas de Francia y el papel civilizador de la Iglesia en Galia desde el siglo II, habló también del “laicismo positivo”. Expresó que estaba “profundamente convencido de que una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad es cada vez más necesaria”. Benedicto no pidió privilegios para la Iglesia (como los tenía en el siglo XVIII), sino que puso el núcleo de esta nueva laicidad en la libertad religiosa. Por eso, consideró que es fundamental “insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos”.
Un “laicismo positivo” por parte del Estado, y un “sano anticlericalismo” por parte de la Iglesia, conectan muy bien. Por el punto de enlace ya no es la disputa por el poder temporal, sino la misión de servicio a los ciudadanos, que es compartida por ambos. Para los mexicanos, que somos ciudadanos de a pie, esta nueva visión nos otorga la oportunidad de armonizar nuestras raíces: ya podemos sentirnos liberales (que piden que el Gobierno sea laico, precisamente para que favorezca que cada ciudadano libremente ejercite sus creencias) y creyentes (viviendo en privado pero también en público, la misión de servicio que le impone su propia fe, sabiendo que no será atropellada ni obstaculizada por el Gobierno). Francia tardó 229 años en afinar su laicismo (desde la toma de la Bastilla en 1789). ¿Cuánto tiempo tardará México? (Ya llevamos 151 años, desde la Constitución de 1857).
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
En este mes de la Patria, recordamos nuestras raíces y nos alegramos de ser mexicanos. Pero esta identidad nuestra es paradójica, pues contiene elementos disímiles. Somos la fusión de europeos con mesoamericanos y, en nuestro interior, conviven ideales tanto liberales como conservadores: somos laicos y creyentes… al menos la gran mayoría. Pero muchas veces no encontramos el punto exacto de esa síntesis y, por eso, la laicidad mexicana da bandazos a la izquierda (laicismo anticlerical) o a la derecha (clericalismo). ¿Existe un laicismo moderado que pueda unir a todos los mexicanos?
Desde antier, el Papa Benedicto XVI realiza un viaje a apostólico a Francia, con motivo del 150 aniversario de las Apariciones de la Virgen de Lourdes. El mismo día de su llegada fue recibido por el Presidente francés. En su discurso de bienvenida, Nicolás Sarkozy manifestó ideas liberales muy avanzadas (porque dejan atrás el laicismo del siglo XIX), que “curiosamente” coinciden con las ideas del Papa sobre el papel de la Iglesia en el mundo de hoy (pues la Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, dejó atrás la idea de una hegemonía socio-política como lo fue en la época medieval).
El Presidente Sarkozy propuso un “laicismo positivo”. Calificó como “una locura” que el mundo se prive de las religiones, pues esta posibilidad “sería un error hacia la cultura y el pensamiento”. Agregó que en la democracia es legítimo y respetuoso de la laicidad dialogar con las religiones, ya que éstas son patrimonios vivientes de pensamiento no sólo de Dios, sino también sobre el hombre y la sociedad. Y afirmó que los diversos credos de sus ciudadanos son una riqueza para Francia por lo cual “la laicidad positiva es el respeto a las convicciones”; y sin menos precio a los otras confesiones, Sarkozy dijo que “reivindicamos nuestras raíces cristianas”.
Por su parte, el Obispo de Roma, tras mencionar las raíces cristianas de Francia y el papel civilizador de la Iglesia en Galia desde el siglo II, habló también del “laicismo positivo”. Expresó que estaba “profundamente convencido de que una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad es cada vez más necesaria”. Benedicto no pidió privilegios para la Iglesia (como los tenía en el siglo XVIII), sino que puso el núcleo de esta nueva laicidad en la libertad religiosa. Por eso, consideró que es fundamental “insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos”.
Un “laicismo positivo” por parte del Estado, y un “sano anticlericalismo” por parte de la Iglesia, conectan muy bien. Por el punto de enlace ya no es la disputa por el poder temporal, sino la misión de servicio a los ciudadanos, que es compartida por ambos. Para los mexicanos, que somos ciudadanos de a pie, esta nueva visión nos otorga la oportunidad de armonizar nuestras raíces: ya podemos sentirnos liberales (que piden que el Gobierno sea laico, precisamente para que favorezca que cada ciudadano libremente ejercite sus creencias) y creyentes (viviendo en privado pero también en público, la misión de servicio que le impone su propia fe, sabiendo que no será atropellada ni obstaculizada por el Gobierno). Francia tardó 229 años en afinar su laicismo (desde la toma de la Bastilla en 1789). ¿Cuánto tiempo tardará México? (Ya llevamos 151 años, desde la Constitución de 1857).
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domingo, 7 de septiembre de 2008
“Divorcio express”
Luis-Fernando Valdés
Pasó casi desapercibida la aprobación del “divorcio rápido”, pues fue promulgada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el pasado 27 de agosto, justo un día antes de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se reuniera para votar sobre la constitucionalidad de la ampliación de la Ley de salud pública, que amplía el aborto hasta las doce semanas de gestación. Hoy le dedicamos espacio a este tema capital para el futuro de la institución familiar en nuestro País.
El Pleno de la ALDF reformó los Códigos Civil y de Procedimientos Civiles para eliminar 21 causales de divorcio, y creó la hipótesis única para demandar la disolución del vínculo. Desde ahora bastará con que uno de los cónyuges manifieste su deseo de concluir el vínculo matrimonial para que el juez apruebe la separación, sin mayores requisitos.
Esta medida quizá podrá beneficiar algunos casos extremos, en los que uno de los cónyuges sufra violencias y esté amenazado si intenta la separación. Pero, para el resto de la sociedad, eliminar las causales de divorcio supone un retroceso. Para entenderlo bien, es necesario poner la separación legal en su contexto real: la custodia del matrimonio.
La familia es la célula fundamental de la sociedad. Y la familia se forma a partir del matrimonio. La Ley tiene como finalidad custodiar el bien común de una Nación, y el principal bien es que las familias que integran la sociedad permanezcan unidas. Como es lógico, la legislación tiene que prever también cómo se debe proceder en los casos en los que ya no es posible la convivencia conyugal. De modo que las causales de divorcio tienen como función establecer en qué situaciones es admisible la separación, porque no todas las desavenencias de los esposos tienen tal entidad como para deshacer el vínculo matrimonial. Así debe ser como la Ley custodie las estabilidad de las familias.
Sin embargo, al aprobar la derogación de las causales de divorcio, los Legisladores están estableciendo que cualquier motivo es suficiente para diluir el vínculo matrimonial. Cualquier motivo: desde violencia física o psicológica al aburrimiento, desde la escasez económica hasta el deseo de irse con otra persona. La Ley tiene un valor educativo para los ciudadanos y, en este caso, la enseñanza es que ya no hace falta luchar para salvar el amor matrimonial, ni empeñarse en mantener la palabra dada de ser fiel hasta la muerte.
El Diputado Daniel Ordóñez Hernández, del PRD, ponente de esta reforma, sostuvo que la voluntad autónoma de las personas sobre su situación matrimonial debe ser respetada por el Estado y éste no debe empeñarse en mantener, de forma ficticia, el vínculo. Pero esta es una verdad a medias. Ciertamente, el Estado no puede programar quién se casa con quién. Pero es falso que la naturaleza del matrimonio dependa de la voluntad de los cónyuges. El matrimonio es una institución natural, que no es inventada sino reconocida y regulada por la Legislación. Tampoco es creada por los esposos. Por esa razón, ni la potestad del Estado ni el deseo de los cónyuges pueden modificar las características del matrimonio: la unión de un varón y una mujer, para siempre.
El “divorcio express” y la ley de la ampliación del aborto conllevan una triste enseñanza: que para la Ley la propia voluntad está por encima del otro cónyuge, del matrimonio, de la familia y de la vida de un tercero. La subjetividad de cada uno se ha convertido en la norma suprema. En México impera ya el relativismo, no las instituciones.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Pasó casi desapercibida la aprobación del “divorcio rápido”, pues fue promulgada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el pasado 27 de agosto, justo un día antes de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación se reuniera para votar sobre la constitucionalidad de la ampliación de la Ley de salud pública, que amplía el aborto hasta las doce semanas de gestación. Hoy le dedicamos espacio a este tema capital para el futuro de la institución familiar en nuestro País.
El Pleno de la ALDF reformó los Códigos Civil y de Procedimientos Civiles para eliminar 21 causales de divorcio, y creó la hipótesis única para demandar la disolución del vínculo. Desde ahora bastará con que uno de los cónyuges manifieste su deseo de concluir el vínculo matrimonial para que el juez apruebe la separación, sin mayores requisitos.
Esta medida quizá podrá beneficiar algunos casos extremos, en los que uno de los cónyuges sufra violencias y esté amenazado si intenta la separación. Pero, para el resto de la sociedad, eliminar las causales de divorcio supone un retroceso. Para entenderlo bien, es necesario poner la separación legal en su contexto real: la custodia del matrimonio.
La familia es la célula fundamental de la sociedad. Y la familia se forma a partir del matrimonio. La Ley tiene como finalidad custodiar el bien común de una Nación, y el principal bien es que las familias que integran la sociedad permanezcan unidas. Como es lógico, la legislación tiene que prever también cómo se debe proceder en los casos en los que ya no es posible la convivencia conyugal. De modo que las causales de divorcio tienen como función establecer en qué situaciones es admisible la separación, porque no todas las desavenencias de los esposos tienen tal entidad como para deshacer el vínculo matrimonial. Así debe ser como la Ley custodie las estabilidad de las familias.
Sin embargo, al aprobar la derogación de las causales de divorcio, los Legisladores están estableciendo que cualquier motivo es suficiente para diluir el vínculo matrimonial. Cualquier motivo: desde violencia física o psicológica al aburrimiento, desde la escasez económica hasta el deseo de irse con otra persona. La Ley tiene un valor educativo para los ciudadanos y, en este caso, la enseñanza es que ya no hace falta luchar para salvar el amor matrimonial, ni empeñarse en mantener la palabra dada de ser fiel hasta la muerte.
El Diputado Daniel Ordóñez Hernández, del PRD, ponente de esta reforma, sostuvo que la voluntad autónoma de las personas sobre su situación matrimonial debe ser respetada por el Estado y éste no debe empeñarse en mantener, de forma ficticia, el vínculo. Pero esta es una verdad a medias. Ciertamente, el Estado no puede programar quién se casa con quién. Pero es falso que la naturaleza del matrimonio dependa de la voluntad de los cónyuges. El matrimonio es una institución natural, que no es inventada sino reconocida y regulada por la Legislación. Tampoco es creada por los esposos. Por esa razón, ni la potestad del Estado ni el deseo de los cónyuges pueden modificar las características del matrimonio: la unión de un varón y una mujer, para siempre.
El “divorcio express” y la ley de la ampliación del aborto conllevan una triste enseñanza: que para la Ley la propia voluntad está por encima del otro cónyuge, del matrimonio, de la familia y de la vida de un tercero. La subjetividad de cada uno se ha convertido en la norma suprema. En México impera ya el relativismo, no las instituciones.
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domingo, 24 de agosto de 2008
Otro reto para la seguridad pública
Luis-Fernando Valdés
La situación de la tranquilidad pública de nuestro País lleva largo tiempo desbordada. Se cuentan por centenares los ejecutados, lo secuestrados, los extorsionados, en lo que va de este año. Ya no es una gota la que derrama el vaso, sino un oleaje el que rompe más el muro de contención. Tuvo que ser la muerte del joven Fernando Martí el detonador para que nuestros gobernantes aceptaran que la inseguridad de los ciudadanos es alarmante. Y tuvo que ser un ciudadano –Alejandro Martí– el que pusiera un gran desafío a los políticos: si no pueden hacer nada, mejor renuncien. Pero superar la ineficacia policial no el único reto: queda uno mayor.
Lamentamos mucho la desventura que sufre cada víctima de la violencia, no hay víctimas de segunda categoría. Pero fue necesario –qué duro es decirlo– que el agredido fuera un joven de buena posición, para que la voz de todas los plagiados fuera escuchada por las autoridades. Y sólo así se reunieron el pasado jueves los Tres Poderes de la Unión y los Gobernadores de todas las entidades federativas y del Distrito Federal. En su intervención, con la voz entrecortada, Martí les planteó una demanda: “Señores, si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de Gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que eso también es corrupción”. Huelga decir que, rápidamente, todos los políticos aceptaron el desafío.
Pero la clave de la solución no se puede limitar a tomar medidas respecto a los plazos y a los responsables. No se requiere ser profeta para anunciar que difícilmente esto va funcionar, si las resoluciones se quedan sólo en niveles meramente operativos. Para vencer la corrupción no basta con despedir a los agentes que hagan mal uso de su cargo, como no basta extirpar un tumor para curar un cáncer agresivo
Hace falta algo más para vencer la corrupción y la impunidad. Se requieren valores y virtudes. Que no son palabras de uso exclusivo de la religión. Ya Platón y Aristóteles explicaban que, para el recto desarrollo de la polis, era necesario contar con gobernantes sabios y virtuosos. Y el planteamiento es verdadero: sólo una persona con valores y virtudes podrá ser justa, sólo ella podrá encarnar en su vida el ideal de la justicia.
Necesitamos que cada mexicano crea en la justicia y la viva. Sólo un ciudadano con verdaderos y sólidos valores será capaz de resistir la seducción del poder o de la riqueza. Lanzo este reto: una persona sin valores ni virtudes, ¿será capaz de dar su vida para exigir que se cumpla la Ley? Lo dudo, pues se requiere tener y amar un ideal que sea más grande que la propia vida para poder sacrificar la propia existencia, antes que ceder a la corrupción. Por eso, el martirio siempre va ligado a los valores: la Fe, la Patria, la Familia.
Pero para tener estos ideales, se requiere algo más que una orden del jefe policiaco o del gobernante en turno. Hace falta una nueva educación, que fomente y enseñe a vivir los valores. Pero si nuestra educación actual fomenta el relativismo, en el que cada uno tiene su verdad; si se hace burla de la fe religiosa; si a nombre de la tolerancia se sacrifica la verdad; si no se pierden el miedo a reconocer que hay acciones moralmente equivocadas y malas (lo que antes llamábamos pecado), entonces ¿de dónde van a salir los valores que queremos que las Autoridades defiendan? ¿en dónde conseguiremos policías que sacrifiquen su vida antes de corromperse?
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
La situación de la tranquilidad pública de nuestro País lleva largo tiempo desbordada. Se cuentan por centenares los ejecutados, lo secuestrados, los extorsionados, en lo que va de este año. Ya no es una gota la que derrama el vaso, sino un oleaje el que rompe más el muro de contención. Tuvo que ser la muerte del joven Fernando Martí el detonador para que nuestros gobernantes aceptaran que la inseguridad de los ciudadanos es alarmante. Y tuvo que ser un ciudadano –Alejandro Martí– el que pusiera un gran desafío a los políticos: si no pueden hacer nada, mejor renuncien. Pero superar la ineficacia policial no el único reto: queda uno mayor.
Lamentamos mucho la desventura que sufre cada víctima de la violencia, no hay víctimas de segunda categoría. Pero fue necesario –qué duro es decirlo– que el agredido fuera un joven de buena posición, para que la voz de todas los plagiados fuera escuchada por las autoridades. Y sólo así se reunieron el pasado jueves los Tres Poderes de la Unión y los Gobernadores de todas las entidades federativas y del Distrito Federal. En su intervención, con la voz entrecortada, Martí les planteó una demanda: “Señores, si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando las oficinas de Gobierno, no sigan recibiendo un sueldo por no hacer nada, que eso también es corrupción”. Huelga decir que, rápidamente, todos los políticos aceptaron el desafío.
Pero la clave de la solución no se puede limitar a tomar medidas respecto a los plazos y a los responsables. No se requiere ser profeta para anunciar que difícilmente esto va funcionar, si las resoluciones se quedan sólo en niveles meramente operativos. Para vencer la corrupción no basta con despedir a los agentes que hagan mal uso de su cargo, como no basta extirpar un tumor para curar un cáncer agresivo
Hace falta algo más para vencer la corrupción y la impunidad. Se requieren valores y virtudes. Que no son palabras de uso exclusivo de la religión. Ya Platón y Aristóteles explicaban que, para el recto desarrollo de la polis, era necesario contar con gobernantes sabios y virtuosos. Y el planteamiento es verdadero: sólo una persona con valores y virtudes podrá ser justa, sólo ella podrá encarnar en su vida el ideal de la justicia.
Necesitamos que cada mexicano crea en la justicia y la viva. Sólo un ciudadano con verdaderos y sólidos valores será capaz de resistir la seducción del poder o de la riqueza. Lanzo este reto: una persona sin valores ni virtudes, ¿será capaz de dar su vida para exigir que se cumpla la Ley? Lo dudo, pues se requiere tener y amar un ideal que sea más grande que la propia vida para poder sacrificar la propia existencia, antes que ceder a la corrupción. Por eso, el martirio siempre va ligado a los valores: la Fe, la Patria, la Familia.
Pero para tener estos ideales, se requiere algo más que una orden del jefe policiaco o del gobernante en turno. Hace falta una nueva educación, que fomente y enseñe a vivir los valores. Pero si nuestra educación actual fomenta el relativismo, en el que cada uno tiene su verdad; si se hace burla de la fe religiosa; si a nombre de la tolerancia se sacrifica la verdad; si no se pierden el miedo a reconocer que hay acciones moralmente equivocadas y malas (lo que antes llamábamos pecado), entonces ¿de dónde van a salir los valores que queremos que las Autoridades defiendan? ¿en dónde conseguiremos policías que sacrifiquen su vida antes de corromperse?
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domingo, 17 de agosto de 2008
Aborto ¿ideología o derecho?
Luis-Fernando Valdés
Hace tres días, el Ministro Salvador Aguirre Anguiano entregó a la Suprema Corte de Justicia un proyecto de sentencia que propone invalidar la despenalización del aborto, aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en 2007. Aguirre presentó su argumentación en un documento de 612 páginas y 38 anexos. Pero ya antes de ser analizado han surgido algunas protestas que alegan que el Ministro se dejó llevar por su ideología. ¿Estamos ante una cuestión meramente legal o en verdad es ideológica?
El Ministro señala que la vida está protegida por la Constitución, leyes locales y tratados internacionales desde el momento de la concepción. De hecho ya había una jurisprudencia previa en este sentido, cuando la SCJN dictó sentencia sobre la llamada Ley Robles. Desde el punto de vista jurídico, lo que hizo Aguirre fue revisar si la Ley aprobada en el Distrito Federal coincide o va en contra del ordenamiento de la Carta Magna. Y su dictamen es que como la Ley Superior ampara la vida del no-nato, esta Ley inferior que aprueba el aborto es inconstitucional.
Sin embargo, aunque esta sentencia de inconstitucionalidad tiene fundamento, pues se basa en lo que dice nuestra Ley Suprema, y desde el punto de vista jurídico no tiene mayor complicación, rápidamente se ha convertido en un asunto “ideológico”. Y es que nuestro País, desde mitad del siglo XIX, vive bajo una dialéctica entre conservadores y liberales, izquierda y derecha, que en la práctica lleva a considerar la Leyes como un instrumento para imponerse al otro bando, para imponer el propio punto de vista.
Y, por esta razón, se mezclan casi hasta confundirse lo jurídico y lo ideológico. Y para muestra basta reseñar que Enrique Vargas Anaya, Diputado local de la Ciudad de México, afirmó que este proyecto de sentencia debe discutirse y argumentarse de acuerdo a preceptos jurídicos y no ideológicos. ¿Acaso decir que una ley es anticonstitucional porque va en contra de lo que defiende un Tratado Internacional (como la Declaración de los Derecho Humanos) firmado por México es “ideología”? Algunos podrán estar en desacuerdo con el contenido de ese Convenio, pero esa desavenencia no da derecho a calificar de “ideología” una acción de inconstitucionalidad.
Aunque ya ha pasado más de un siglo, y hemos llegado a lo que se suele llamar posmodernidad, algunas declaraciones de políticos siguen metidas en esa dialéctica decimonónica de izquierda y derecha. El mismo Diputado señaló que el fallo final que emita SCJN debe salvaguardar el Estado Laico por encima de las creencias religiosas, ya que lo que se defiende con la reforma que despenaliza el aborto es el reconocimiento y la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por su salud y por su derecho a decidir, y no los intereses de la jerarquía eclesiástica.
Nuevamente se llama “jurídico” a lo que es ideológico. El proyecto de sentencia no tiene como finalidad promulgar una nueva ley, y menos que ésta sea favorable a la Iglesia. La propuesta de Aguirre busca aclarar si la reforma a la ley del aborto aprobada por la Asamblea Legislativa se opone en sus términos a la Constitución. La declaración del Diputado es “ideológica”, pero la presenta por “jurídica”. El resultado de confundir la propia ideología con el derecho sólo conlleva el retraso en el establecimiento de un Estado de Derecho, y acarrea la división del País. En esta resolución está en juego la vida humana desde su concepción, pero también nuestro fundamento como Nación.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Hace tres días, el Ministro Salvador Aguirre Anguiano entregó a la Suprema Corte de Justicia un proyecto de sentencia que propone invalidar la despenalización del aborto, aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en 2007. Aguirre presentó su argumentación en un documento de 612 páginas y 38 anexos. Pero ya antes de ser analizado han surgido algunas protestas que alegan que el Ministro se dejó llevar por su ideología. ¿Estamos ante una cuestión meramente legal o en verdad es ideológica?
El Ministro señala que la vida está protegida por la Constitución, leyes locales y tratados internacionales desde el momento de la concepción. De hecho ya había una jurisprudencia previa en este sentido, cuando la SCJN dictó sentencia sobre la llamada Ley Robles. Desde el punto de vista jurídico, lo que hizo Aguirre fue revisar si la Ley aprobada en el Distrito Federal coincide o va en contra del ordenamiento de la Carta Magna. Y su dictamen es que como la Ley Superior ampara la vida del no-nato, esta Ley inferior que aprueba el aborto es inconstitucional.
Sin embargo, aunque esta sentencia de inconstitucionalidad tiene fundamento, pues se basa en lo que dice nuestra Ley Suprema, y desde el punto de vista jurídico no tiene mayor complicación, rápidamente se ha convertido en un asunto “ideológico”. Y es que nuestro País, desde mitad del siglo XIX, vive bajo una dialéctica entre conservadores y liberales, izquierda y derecha, que en la práctica lleva a considerar la Leyes como un instrumento para imponerse al otro bando, para imponer el propio punto de vista.
Y, por esta razón, se mezclan casi hasta confundirse lo jurídico y lo ideológico. Y para muestra basta reseñar que Enrique Vargas Anaya, Diputado local de la Ciudad de México, afirmó que este proyecto de sentencia debe discutirse y argumentarse de acuerdo a preceptos jurídicos y no ideológicos. ¿Acaso decir que una ley es anticonstitucional porque va en contra de lo que defiende un Tratado Internacional (como la Declaración de los Derecho Humanos) firmado por México es “ideología”? Algunos podrán estar en desacuerdo con el contenido de ese Convenio, pero esa desavenencia no da derecho a calificar de “ideología” una acción de inconstitucionalidad.
Aunque ya ha pasado más de un siglo, y hemos llegado a lo que se suele llamar posmodernidad, algunas declaraciones de políticos siguen metidas en esa dialéctica decimonónica de izquierda y derecha. El mismo Diputado señaló que el fallo final que emita SCJN debe salvaguardar el Estado Laico por encima de las creencias religiosas, ya que lo que se defiende con la reforma que despenaliza el aborto es el reconocimiento y la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, por su salud y por su derecho a decidir, y no los intereses de la jerarquía eclesiástica.
Nuevamente se llama “jurídico” a lo que es ideológico. El proyecto de sentencia no tiene como finalidad promulgar una nueva ley, y menos que ésta sea favorable a la Iglesia. La propuesta de Aguirre busca aclarar si la reforma a la ley del aborto aprobada por la Asamblea Legislativa se opone en sus términos a la Constitución. La declaración del Diputado es “ideológica”, pero la presenta por “jurídica”. El resultado de confundir la propia ideología con el derecho sólo conlleva el retraso en el establecimiento de un Estado de Derecho, y acarrea la división del País. En esta resolución está en juego la vida humana desde su concepción, pero también nuestro fundamento como Nación.
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domingo, 10 de agosto de 2008
Prevención del SIDA: ¿solución o atropello?
Luis-Fernando Valdés
México se convirtió en el primer país latinoamericano que ha sido sede de una Conferencia Internacional sobre el Sida, la cual se llevó a cabo del 3 al 8 de agosto pasados. El evento, organizado por las Naciones Unidas, busca la disminución mundial de esta pandemia. El objetivo es excelente, pero algunos políticas y medios para conseguirlo resultan dudosas.
En primer lugar, la Conferencia se sitúa a sí misma –de un modo muy sutil– como un organismo legislativo superior a las naciones participantes. Es llamativo el tono de los discursos, en los que se pide a los países que adopten una legislación determinada por las políticas que sugiere la ONU. Así la UNICEF, en su página web publicó que “la meta final de esta reunión (del 2008) será la de establecer un método de educación sexual amplio, que incluya educación sobre el VIH/SIDA, dentro del currículo nacional de escuelas primarias”.
En principio, una propuesta así parece buena. Sería muy importante, sin duda, que todos los ciudadanos, ya desde la infancia, aprendan a respetar y valorar a todas las personas portadoras del VIH, y que sepa “prevenir” este problema. Pero, detrás de toda propuesta educativa hay un presupuesto fundamental: que la educación es un derecho primigenio de los padres de familia, no del Estado. El conflicto surgirá sólo: ¿qué sucederá cuando el plan de información sobre el SIDA propuesto por la ONU no coincida con el modo de pensar de los papás? ¿se le impondrá a la fuerza?
Varios discursos de esta XVII Conferencia insistían la conexión entre la salud pública y los derechos humanos. El Comunicado de Prensa del 6 día de la Conferencia destacaba que los objetivos de la salud pública eran “frustrados por las violaciones a los derechos humanos, la desigualdad de género y el estigma” (www.aids2008.org). Sin embargo, al proponer una política única de educación sobre el VIH, ¿no están violando también un derecho humano fundamental, como es el derecho de los padres a la educación de sus hijos?
Fue patente que la propuesta de la Conferencia sobre la prevención del VIH gira en torno al uso del preservativo. El francés Bruno Spire explicó que un “paso clave” para prevenir la transmisión sexual del VIH consiste en “combatir la fatiga en la prevención”, e hizo un llamado a las “soluciones pragmáticas” en relación a aquellos que “no usan preservativos consistentemente”. Esta propuesta tiene una ideología de fondo, que consiste en una visión reducida del ser humano y de su sexualidad, la cual es resumida al placer y desligada del amor y de la procreación.
Para prevenir el SIDA lo importante no es capacitar en el uso del preservativo, sino educar en una visión global de la actividad sexual, que abarca todas las esferas del ser humano: corporal, afectiva, lúdica, psicológica, moral y religiosa. La sexualidad se debe llevar a cabo en el marco del amor a la otra persona. Y esa expresión del amor en el sexo capacita para transmitir la vida humana. Pero, ¿qué pasará con las personas que deseen que sus hijos sean educados en esta otra visión? ¿serán atropellados por no aceptar la postura de la ONU?
Es una pena que un esfuerzo internacional, digno de elogio, para ayudar los pacientes de VIH/SIDA del mundo entero, termine reducido a un foro ideológico, que apoya una visión reducida del hombre y su sexualidad, y que pretenda imponer unos medios con los que no todos están de acuerdo.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
México se convirtió en el primer país latinoamericano que ha sido sede de una Conferencia Internacional sobre el Sida, la cual se llevó a cabo del 3 al 8 de agosto pasados. El evento, organizado por las Naciones Unidas, busca la disminución mundial de esta pandemia. El objetivo es excelente, pero algunos políticas y medios para conseguirlo resultan dudosas.
En primer lugar, la Conferencia se sitúa a sí misma –de un modo muy sutil– como un organismo legislativo superior a las naciones participantes. Es llamativo el tono de los discursos, en los que se pide a los países que adopten una legislación determinada por las políticas que sugiere la ONU. Así la UNICEF, en su página web publicó que “la meta final de esta reunión (del 2008) será la de establecer un método de educación sexual amplio, que incluya educación sobre el VIH/SIDA, dentro del currículo nacional de escuelas primarias”.
En principio, una propuesta así parece buena. Sería muy importante, sin duda, que todos los ciudadanos, ya desde la infancia, aprendan a respetar y valorar a todas las personas portadoras del VIH, y que sepa “prevenir” este problema. Pero, detrás de toda propuesta educativa hay un presupuesto fundamental: que la educación es un derecho primigenio de los padres de familia, no del Estado. El conflicto surgirá sólo: ¿qué sucederá cuando el plan de información sobre el SIDA propuesto por la ONU no coincida con el modo de pensar de los papás? ¿se le impondrá a la fuerza?
Varios discursos de esta XVII Conferencia insistían la conexión entre la salud pública y los derechos humanos. El Comunicado de Prensa del 6 día de la Conferencia destacaba que los objetivos de la salud pública eran “frustrados por las violaciones a los derechos humanos, la desigualdad de género y el estigma” (www.aids2008.org). Sin embargo, al proponer una política única de educación sobre el VIH, ¿no están violando también un derecho humano fundamental, como es el derecho de los padres a la educación de sus hijos?
Fue patente que la propuesta de la Conferencia sobre la prevención del VIH gira en torno al uso del preservativo. El francés Bruno Spire explicó que un “paso clave” para prevenir la transmisión sexual del VIH consiste en “combatir la fatiga en la prevención”, e hizo un llamado a las “soluciones pragmáticas” en relación a aquellos que “no usan preservativos consistentemente”. Esta propuesta tiene una ideología de fondo, que consiste en una visión reducida del ser humano y de su sexualidad, la cual es resumida al placer y desligada del amor y de la procreación.
Para prevenir el SIDA lo importante no es capacitar en el uso del preservativo, sino educar en una visión global de la actividad sexual, que abarca todas las esferas del ser humano: corporal, afectiva, lúdica, psicológica, moral y religiosa. La sexualidad se debe llevar a cabo en el marco del amor a la otra persona. Y esa expresión del amor en el sexo capacita para transmitir la vida humana. Pero, ¿qué pasará con las personas que deseen que sus hijos sean educados en esta otra visión? ¿serán atropellados por no aceptar la postura de la ONU?
Es una pena que un esfuerzo internacional, digno de elogio, para ayudar los pacientes de VIH/SIDA del mundo entero, termine reducido a un foro ideológico, que apoya una visión reducida del hombre y su sexualidad, y que pretenda imponer unos medios con los que no todos están de acuerdo.
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domingo, 3 de agosto de 2008
Mons. Mario De Gasperín
Luis-Fernando Valdés
El próximo 4 de agosto, el Obispo de Querétaro cumplirá 25 años de ordenación episcopal. Desde hace un año los fieles de la Diócesis han estado preparando este Jubileo. Y el próximo viernes 8 habrá un festejo solemne en el Estadio Corregidora. ¿Cuáles son la importancia y el significado este evento para nuestra Ciudad?
Celebrar las Bodas de plata episcopales de Mons. De Gasperín tiene gran relevancia, no sólo porque ocupa un cargo importante en la Iglesia, o porque su figura ejerce mucha influencia tanto entre los creyentes como en las personas de buena voluntad. Además de la innegable trascendencia social de este evento, estos festejosnos recuerdan sobre todo el significado espiritual del episcopado en la Iglesia.
Es muy significativo el caso del Obispo queretano, porque pertenece a la nueva generación de jerarcas católicos, cuya función pastoral fue delineada por el reciente Concilio Vaticano II. Este Concilio trató a profundidad el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo, y puso especial atención en la figura de los obispos en el documento “Christus Dominus” (1965), que resalta la función espiritual y humana de los sucesores de los Apóstoles.
A don Mario de Gasperín le tocó recibir el Episcopado por encargo de Juan Pablo II, en un momento histórico en que la Iglesia tenía que aplicar con fidelidad la doctrina del Vaticano II, en medio de situaciones de cierta confusión. El Concilio enseña que “los obispos, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada” (Lumen Gentium, 27). Y así lo ha hecho el Obispo de esta Diócesis.
La trayectoria de Mons. De Gasperín ha estado marcada por un esfuerzo grande de poner en práctica las grandes líneas pastorales de la Iglesia Universal. Fruto de esos intentos es el Plan Pastoral de la Diócesis, que tiene como grandes prioridades la Familia y la Espiritualidad de Comunión, que tiende a reforzar la unidad de toda la Iglesia queretana.
Es importante destacar que el Obispo de Querétaro ha tenido la valentía de hablar con claridad a los fieles sobre sus responsabilidades sociales. Es digna de mención su instrucción pastoral sobre la responsabilidad de los católicos para votar en conciencia, conforme a sus creencias. Fue un documento importante, en el que sin tomar ninguna postura partidista, ni intervenir en política, sí habló de la obligación moral de emitir el voto.
El papel de los obispos siempre es sobrenatural, porque “puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno” (Chistus Dominus, 2b). La presencia del Obispo siempre es una señal de que Cristo está presente en esa Diócesis. Y, por eso, es motivo de esperanza para los creyentes. Resulta lógico que los fieles deseen festejar por todo lo alto este aniversario tan especial. La magnitud de esta celebración no es una manifestación de poder terreno ni de mera influencia humana. Es un signo de que los ciudadanos tienen fe, y que saben reconocer en su Obispo la presencia de Dios, que los guía, los santifica y los instruye mediante el oficio episcopal.
* * *
Nuestra felicitación a Mons. De Gasperín, por su vigésimo quinto aniversario de Ordenación episcopal, y nuestro agradecimiento por su estima y su confianza.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
El próximo 4 de agosto, el Obispo de Querétaro cumplirá 25 años de ordenación episcopal. Desde hace un año los fieles de la Diócesis han estado preparando este Jubileo. Y el próximo viernes 8 habrá un festejo solemne en el Estadio Corregidora. ¿Cuáles son la importancia y el significado este evento para nuestra Ciudad?
Celebrar las Bodas de plata episcopales de Mons. De Gasperín tiene gran relevancia, no sólo porque ocupa un cargo importante en la Iglesia, o porque su figura ejerce mucha influencia tanto entre los creyentes como en las personas de buena voluntad. Además de la innegable trascendencia social de este evento, estos festejosnos recuerdan sobre todo el significado espiritual del episcopado en la Iglesia.
Es muy significativo el caso del Obispo queretano, porque pertenece a la nueva generación de jerarcas católicos, cuya función pastoral fue delineada por el reciente Concilio Vaticano II. Este Concilio trató a profundidad el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo, y puso especial atención en la figura de los obispos en el documento “Christus Dominus” (1965), que resalta la función espiritual y humana de los sucesores de los Apóstoles.
A don Mario de Gasperín le tocó recibir el Episcopado por encargo de Juan Pablo II, en un momento histórico en que la Iglesia tenía que aplicar con fidelidad la doctrina del Vaticano II, en medio de situaciones de cierta confusión. El Concilio enseña que “los obispos, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado, no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada” (Lumen Gentium, 27). Y así lo ha hecho el Obispo de esta Diócesis.
La trayectoria de Mons. De Gasperín ha estado marcada por un esfuerzo grande de poner en práctica las grandes líneas pastorales de la Iglesia Universal. Fruto de esos intentos es el Plan Pastoral de la Diócesis, que tiene como grandes prioridades la Familia y la Espiritualidad de Comunión, que tiende a reforzar la unidad de toda la Iglesia queretana.
Es importante destacar que el Obispo de Querétaro ha tenido la valentía de hablar con claridad a los fieles sobre sus responsabilidades sociales. Es digna de mención su instrucción pastoral sobre la responsabilidad de los católicos para votar en conciencia, conforme a sus creencias. Fue un documento importante, en el que sin tomar ninguna postura partidista, ni intervenir en política, sí habló de la obligación moral de emitir el voto.
El papel de los obispos siempre es sobrenatural, porque “puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno” (Chistus Dominus, 2b). La presencia del Obispo siempre es una señal de que Cristo está presente en esa Diócesis. Y, por eso, es motivo de esperanza para los creyentes. Resulta lógico que los fieles deseen festejar por todo lo alto este aniversario tan especial. La magnitud de esta celebración no es una manifestación de poder terreno ni de mera influencia humana. Es un signo de que los ciudadanos tienen fe, y que saben reconocer en su Obispo la presencia de Dios, que los guía, los santifica y los instruye mediante el oficio episcopal.
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Nuestra felicitación a Mons. De Gasperín, por su vigésimo quinto aniversario de Ordenación episcopal, y nuestro agradecimiento por su estima y su confianza.
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domingo, 27 de julio de 2008
40 años de la “Humanae Vitae"
Luis-Fernando Valdés
Fue el 25 de julio de 1968, cuando el Papa Pablo VI publicó la Encíclica “Humanae Vitae” (HV), que es uno de los documentos más importantes de todos los tiempos sobre la moral conyugal. Pero, desde el primer momento, no han faltado algunas voces que la han tildado de poco adecuada para los tiempos modernos. Han pasado ya 40 años, y en algunos sectores se sigue considerando que ese texto pontificio cerró la apertura la de la Iglesia al progreso por negarse a aceptar la anticoncepción. ¿Sigue vigente la enseñanza católica sobre la sexualidad?
La historia de este documento no fue pacífica, ni en su origen. Como es sabido, antes de la HV una comisión pontificia tuvo el encargo, culminado en 1966, de hacer un estudio de población, familia y natalidad que lamentablemente concluía a favor de la anticoncepción en el marco de una “paternidad responsable”. Sin embargo, Pablo VI valientemente decidió publicar la Encíclica, a pesar de la falta de unanimidad de esa comisión (cfr. HV, 6), para exponer la verdad del hombre sobre la apertura a la vida.
Pero más grave aún, fue la reacción de algunos teólogos, como Bernhard Häring, que públicamente criticaron el contenido de la HV. Desde 1907, con el llamado “modernismo”, nadie se había atrevido a polemizar abiertamente contra la Sede Apostólica. La consecuencia fue una grave crisis de obediencia al Papa, y una gran confusión doctrinal. En 1995, el entonces Card. Ratzinger afirmó que "raramente un texto de la historia reciente del Magisterio se convirtió tanto en signo de contradicción como esta encíclica, que Pablo VI escribió a partir de una decisión profundamente sufrida".
En este contexto surgió el cliché de que, debido a este documento, la Iglesia se cerró al progreso y al mundo moderno. En 1968, estaba reciente la conclusión de los trabajos del Concilio Vaticano II, que representó –en palabras de Juan XXIII– un “aggiornamento” (una puesta al día) para la Iglesia. Con motivo de la HV, algunos afirmaron que el Papa Montini frenó esa apertura de la Iglesia a la ciencia, a la tecnología y a las necesidades del mundo de hoy. Y estas afirmaciones se siguen repitiendo hasta hoy.
Sin embargo, todos estos episodios difíciles han oscurecido la doctrina que aquel valiente Papa quería recordar precisamente al mundo de hoy. El punto central de la HV es el n. 14 que afirma con toda la autoridad del Magisterio Pontificio, y no como una mera opinión personal, que “es intrínsecamente inmoral toda acción que, bien en previsión del acto conyugal o en su realización, o bien, en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, impedir la procreación”.
Se trata de una valiente defensa del amor matrimonial y de la vida humana, frente a los dictados de las políticas antinatalistas y a los abusos de la técnica. En palabras de Benedicto XVI, esta Encíclica “subraya con fuerza, yendo con valentía contra corriente con respecto a la cultura dominante, la calidad del amor de los esposos, no manipulado por el egoísmo y abierto a la vida” (Discurso, 25.V.2008).
A la distancia de esta cuatro décadas, hace falta que los propios católicos volvamos a leer y a meditar el contenido de la HV. Debemos abrirnos paso, entre la selva de opiniones contestatarias, para descubrir con valentía la verdad sobre el amor humano y sobre la transmisión de la vida. Un creyente sabe por la fe, que debe decir que no a la manipulación del acto conyugal, para decir un sí firme y fuerte al auténtico y fecundo amor de los esposos.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Fue el 25 de julio de 1968, cuando el Papa Pablo VI publicó la Encíclica “Humanae Vitae” (HV), que es uno de los documentos más importantes de todos los tiempos sobre la moral conyugal. Pero, desde el primer momento, no han faltado algunas voces que la han tildado de poco adecuada para los tiempos modernos. Han pasado ya 40 años, y en algunos sectores se sigue considerando que ese texto pontificio cerró la apertura la de la Iglesia al progreso por negarse a aceptar la anticoncepción. ¿Sigue vigente la enseñanza católica sobre la sexualidad?
La historia de este documento no fue pacífica, ni en su origen. Como es sabido, antes de la HV una comisión pontificia tuvo el encargo, culminado en 1966, de hacer un estudio de población, familia y natalidad que lamentablemente concluía a favor de la anticoncepción en el marco de una “paternidad responsable”. Sin embargo, Pablo VI valientemente decidió publicar la Encíclica, a pesar de la falta de unanimidad de esa comisión (cfr. HV, 6), para exponer la verdad del hombre sobre la apertura a la vida.
Pero más grave aún, fue la reacción de algunos teólogos, como Bernhard Häring, que públicamente criticaron el contenido de la HV. Desde 1907, con el llamado “modernismo”, nadie se había atrevido a polemizar abiertamente contra la Sede Apostólica. La consecuencia fue una grave crisis de obediencia al Papa, y una gran confusión doctrinal. En 1995, el entonces Card. Ratzinger afirmó que "raramente un texto de la historia reciente del Magisterio se convirtió tanto en signo de contradicción como esta encíclica, que Pablo VI escribió a partir de una decisión profundamente sufrida".
En este contexto surgió el cliché de que, debido a este documento, la Iglesia se cerró al progreso y al mundo moderno. En 1968, estaba reciente la conclusión de los trabajos del Concilio Vaticano II, que representó –en palabras de Juan XXIII– un “aggiornamento” (una puesta al día) para la Iglesia. Con motivo de la HV, algunos afirmaron que el Papa Montini frenó esa apertura de la Iglesia a la ciencia, a la tecnología y a las necesidades del mundo de hoy. Y estas afirmaciones se siguen repitiendo hasta hoy.
Sin embargo, todos estos episodios difíciles han oscurecido la doctrina que aquel valiente Papa quería recordar precisamente al mundo de hoy. El punto central de la HV es el n. 14 que afirma con toda la autoridad del Magisterio Pontificio, y no como una mera opinión personal, que “es intrínsecamente inmoral toda acción que, bien en previsión del acto conyugal o en su realización, o bien, en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, impedir la procreación”.
Se trata de una valiente defensa del amor matrimonial y de la vida humana, frente a los dictados de las políticas antinatalistas y a los abusos de la técnica. En palabras de Benedicto XVI, esta Encíclica “subraya con fuerza, yendo con valentía contra corriente con respecto a la cultura dominante, la calidad del amor de los esposos, no manipulado por el egoísmo y abierto a la vida” (Discurso, 25.V.2008).
A la distancia de esta cuatro décadas, hace falta que los propios católicos volvamos a leer y a meditar el contenido de la HV. Debemos abrirnos paso, entre la selva de opiniones contestatarias, para descubrir con valentía la verdad sobre el amor humano y sobre la transmisión de la vida. Un creyente sabe por la fe, que debe decir que no a la manipulación del acto conyugal, para decir un sí firme y fuerte al auténtico y fecundo amor de los esposos.
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domingo, 20 de julio de 2008
Sydney 2008: un gran impacto
Luis-Fernando Valdés
Hoy culmina la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Benedicto XVI vuelve a sorprender a propios y extraños, al reunir a la multitud más numerosa que jamás se haya congregado en Australia para un mismo evento. Si observamos sus viajes apostólicos, aunque han sido pocos, ya nos permiten encontrar un “estilo”, una característica común, que podríamos denominar “visitas de gran impacto”.
Intentaré explicarlo. En sus giras apostólicas, el Papa ha escogido países que puedan ser representativos de un área geográfica y cultural grande. Por ejemplo, en su reciente visita a Estados Unidos, para asistir a la sede de las Naciones Unidas, logró exponer con claridad una defensa de los derechos humanos, además tener gestos de fraternidad con los judíos y de acercarse a las comunidades latinas. De este modo, sus pocos viajes consiguen influir positivamente no sólo en la nación visitada, sino también en otras que comparten su lengua o su cultura. Y, además, no sólo confirma a los católicos en la fe, sino que también entabla un diálogo serio sobre asuntos de importancia universal, como los derechos humanos o la ecología.
La clave de este “gran impacto” consiste no sólo en reunirse con diversos grupos étnicos o religiosos, sino también en que el Santo Padre dirige mensajes valientes –en forma de homilías y discursos– sobre los temas más importantes tanto para la Iglesia como para la sociedad civil de esa zona cultural. Así, sobre el cambio climático, el Papa alemán expuso que “en este momento histórico, comenzamos a comprender que necesitamos de Dios. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos crear nuestro clima. Pensábamos que podíamos hacerlo, pero no podemos. Necesitamos (…) al Creador”.
En estos mensajes, el Romano Pontífice no evade los asuntos polémicos. Y, una vez, más volvió a pedir perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Pero lo más sorprendente es que expresamente el Papa manifestó que “pedir perdón” no se puede quedar en una frase vacía. Y dijo que el contenido de esa expresión consiste en que “haremos todo lo posible para dejar claro cuál es la enseñanza de la Iglesia (sobre la moral sexual) y para ayudar (…) en la preparación de los sacerdotes (…); haremos todo lo posible para curar y reconciliar a las víctimas”.
El Obispo de Roma tampoco deja de lado la agenda del ecumenismo y del diálogo interreligioso. Este punto ha estado presente de manera especial en cada uno de sus viajes. En esta ocasión, reconoció delante de los representantes de otras religiones que “el movimiento ecuménico ha llegado a un punto crítico”. Y, por eso, los animó a “estar en guardia contra toda tentación de considerar la doctrina como fuente de división y, por tanto, como impedimento de lo que parece ser la tarea más urgente e inmediata para mejorar el mundo en el que vivimos”.
El Papa Ratzinger combina su bondad natural con la audacia para hablar con claridad a los jóvenes sobre el verdadero amor y sobre el peligro de las adicciones como las drogas o la sexualidad. “La gente piensa con frecuencia que está amando cuando en realidad tiende a poseer al otro o a manipularlo. (…) Qué fácil es ser engañado por tantas voces que, en nuestra sociedad, sostienen una visión permisiva de la sexualidad”.
Sydney 2008 ha sido un viaje apostólico de gran impacto. Benedicto XVI ha puesto las bases intelectuales y morales para una reflexión seria sobre los temas más decisivos de nuestros días. Por eso, acabado el viaje pastoral, la esperanza sembrada por el Papa continuará.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Hoy culmina la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Benedicto XVI vuelve a sorprender a propios y extraños, al reunir a la multitud más numerosa que jamás se haya congregado en Australia para un mismo evento. Si observamos sus viajes apostólicos, aunque han sido pocos, ya nos permiten encontrar un “estilo”, una característica común, que podríamos denominar “visitas de gran impacto”.
Intentaré explicarlo. En sus giras apostólicas, el Papa ha escogido países que puedan ser representativos de un área geográfica y cultural grande. Por ejemplo, en su reciente visita a Estados Unidos, para asistir a la sede de las Naciones Unidas, logró exponer con claridad una defensa de los derechos humanos, además tener gestos de fraternidad con los judíos y de acercarse a las comunidades latinas. De este modo, sus pocos viajes consiguen influir positivamente no sólo en la nación visitada, sino también en otras que comparten su lengua o su cultura. Y, además, no sólo confirma a los católicos en la fe, sino que también entabla un diálogo serio sobre asuntos de importancia universal, como los derechos humanos o la ecología.
La clave de este “gran impacto” consiste no sólo en reunirse con diversos grupos étnicos o religiosos, sino también en que el Santo Padre dirige mensajes valientes –en forma de homilías y discursos– sobre los temas más importantes tanto para la Iglesia como para la sociedad civil de esa zona cultural. Así, sobre el cambio climático, el Papa alemán expuso que “en este momento histórico, comenzamos a comprender que necesitamos de Dios. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos crear nuestro clima. Pensábamos que podíamos hacerlo, pero no podemos. Necesitamos (…) al Creador”.
En estos mensajes, el Romano Pontífice no evade los asuntos polémicos. Y, una vez, más volvió a pedir perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Pero lo más sorprendente es que expresamente el Papa manifestó que “pedir perdón” no se puede quedar en una frase vacía. Y dijo que el contenido de esa expresión consiste en que “haremos todo lo posible para dejar claro cuál es la enseñanza de la Iglesia (sobre la moral sexual) y para ayudar (…) en la preparación de los sacerdotes (…); haremos todo lo posible para curar y reconciliar a las víctimas”.
El Obispo de Roma tampoco deja de lado la agenda del ecumenismo y del diálogo interreligioso. Este punto ha estado presente de manera especial en cada uno de sus viajes. En esta ocasión, reconoció delante de los representantes de otras religiones que “el movimiento ecuménico ha llegado a un punto crítico”. Y, por eso, los animó a “estar en guardia contra toda tentación de considerar la doctrina como fuente de división y, por tanto, como impedimento de lo que parece ser la tarea más urgente e inmediata para mejorar el mundo en el que vivimos”.
El Papa Ratzinger combina su bondad natural con la audacia para hablar con claridad a los jóvenes sobre el verdadero amor y sobre el peligro de las adicciones como las drogas o la sexualidad. “La gente piensa con frecuencia que está amando cuando en realidad tiende a poseer al otro o a manipularlo. (…) Qué fácil es ser engañado por tantas voces que, en nuestra sociedad, sostienen una visión permisiva de la sexualidad”.
Sydney 2008 ha sido un viaje apostólico de gran impacto. Benedicto XVI ha puesto las bases intelectuales y morales para una reflexión seria sobre los temas más decisivos de nuestros días. Por eso, acabado el viaje pastoral, la esperanza sembrada por el Papa continuará.
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domingo, 13 de julio de 2008
Rumbo a Sydney
Luis-Fernando Valdés
Esto es algo más que una invitación a un tour por Australia. Tampoco es una mera escala antes de llegar a Beijing, para las Olimpiadas. Reunirse en Sydney, en el 2008, fue la convocatoria que Benedicto XVI dio a millares de jóvenes reunidos en Colonia, en agosto de 2005. Y el plazo ya se cumplió. Se trata de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Se espera una gran afluencia de muchachos de decenas de países. ¿Por qué tiene tanto poder de convocatoria un Papa ya anciano, de frágil salud? ¿Qué van a buscar jóvenes del mundo entero al rincón más lejano del Planeta?
Sin duda que la presencia de tantos visitantes en Australia, con motivo de la visita del Romano Pontífice, nos lleva buscar una explicación. Claramente no se reúnen para asistir a un espectáculo artístico. Tampoco están buscando a un personaje fuera de serie, al modo de los artistas o deportistas de hoy. Se nota entonces que no acuden a Sydney para “ver” a un personaje. Van hasta Oceanía, más bien, para “escuchar” al Papa Benedicto.
Desde ese aspecto, el Papa alemán es un gran orador. Sus homilías y discursos tienen un efecto muy grande en sus oyentes. Además, ya desde antes el Cardenal Ratzinger era considerado como uno de los intelectuales más importantes de Europa. Pero, ¿estos miles de jóvenes van a gastar sus vacaciones y su dinero, sólo para ir a escuchar a un gran catedrático de Teología?
Hay algo más. Los jóvenes va a la JMJ para escuchar, pero no cualquier mensaje; quieren oír palabras que puedan llenarlos de esperanza. Buscan una esperanza segura, que no desaparezca como se han derrumbado todas las utopías intramudanas, que prometen paraísos de bienestar en la Tierra; una esperanza firme que no se acabe como se desvanecen los emociones extremas o los efectos del alcohol, de las drogas o del sexo.
Hay algo más. La intuición de estos miles de muchachos apunta a las realidades espirituales. En el ámbito de la fe, debe haber Alguien que no defraude, Alguien que permita que esta vida sea llevadera, Alguien que prometa una felicidad definitiva. Nos guste o no, es un hecho de que miles de personas van a Sydney para buscar a Dios, incluso para entregarle toda su vida en Su servicio.
Se trata de un fenómeno que va contra la cultura dominante. Se suponía que la Modernidad nos había enseñado que el hombre puede hacer su vida sin necesidad de Dios, ni de sus reglas morales. Sin embargo, los ríos de jóvenes que hoy empiezan a llegar a Australia nos dicen que esa autonomía respecto a Dios no ha llenado la existencia de los seres humanos. La Psicología nos había dicho que Dios es un invento de nuestro inconsciente. Pero el hecho de que cientos de miles lo busquen, porque no encuentran en sí mismos la respuesta para su propia vida, nos grita que Dios no es un invento humano.
Más curioso todavía resulta que los jóvenes acuden a Sydney para escuchar un mensaje exigente. Benedicto XVI habla de seguir a Jesucristo, de aceptarlo como Dios. El Papa pide con claridad ir contra corriente, sin caer en la tentación de dejarse dominar por el relativismo moral. El Santo Padre exhorta a los jóvenes a dar testimonio de la fe con el ejemplo de sus propias vidas. Y así vemos que a la juventud le gusta que le planteen la felicidad como un meta alta, como un reto difícil. Sin duda, para un observador atento y honesto, la JMJ le tiene que llevar a la reflexión: para miles de jóvenes, Dios sigue siendo la vía para encontrar el sentido de sus vidas, y la Iglesia sigue teniendo un mensaje de esperanza.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Esto es algo más que una invitación a un tour por Australia. Tampoco es una mera escala antes de llegar a Beijing, para las Olimpiadas. Reunirse en Sydney, en el 2008, fue la convocatoria que Benedicto XVI dio a millares de jóvenes reunidos en Colonia, en agosto de 2005. Y el plazo ya se cumplió. Se trata de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Se espera una gran afluencia de muchachos de decenas de países. ¿Por qué tiene tanto poder de convocatoria un Papa ya anciano, de frágil salud? ¿Qué van a buscar jóvenes del mundo entero al rincón más lejano del Planeta?
Sin duda que la presencia de tantos visitantes en Australia, con motivo de la visita del Romano Pontífice, nos lleva buscar una explicación. Claramente no se reúnen para asistir a un espectáculo artístico. Tampoco están buscando a un personaje fuera de serie, al modo de los artistas o deportistas de hoy. Se nota entonces que no acuden a Sydney para “ver” a un personaje. Van hasta Oceanía, más bien, para “escuchar” al Papa Benedicto.
Desde ese aspecto, el Papa alemán es un gran orador. Sus homilías y discursos tienen un efecto muy grande en sus oyentes. Además, ya desde antes el Cardenal Ratzinger era considerado como uno de los intelectuales más importantes de Europa. Pero, ¿estos miles de jóvenes van a gastar sus vacaciones y su dinero, sólo para ir a escuchar a un gran catedrático de Teología?
Hay algo más. Los jóvenes va a la JMJ para escuchar, pero no cualquier mensaje; quieren oír palabras que puedan llenarlos de esperanza. Buscan una esperanza segura, que no desaparezca como se han derrumbado todas las utopías intramudanas, que prometen paraísos de bienestar en la Tierra; una esperanza firme que no se acabe como se desvanecen los emociones extremas o los efectos del alcohol, de las drogas o del sexo.
Hay algo más. La intuición de estos miles de muchachos apunta a las realidades espirituales. En el ámbito de la fe, debe haber Alguien que no defraude, Alguien que permita que esta vida sea llevadera, Alguien que prometa una felicidad definitiva. Nos guste o no, es un hecho de que miles de personas van a Sydney para buscar a Dios, incluso para entregarle toda su vida en Su servicio.
Se trata de un fenómeno que va contra la cultura dominante. Se suponía que la Modernidad nos había enseñado que el hombre puede hacer su vida sin necesidad de Dios, ni de sus reglas morales. Sin embargo, los ríos de jóvenes que hoy empiezan a llegar a Australia nos dicen que esa autonomía respecto a Dios no ha llenado la existencia de los seres humanos. La Psicología nos había dicho que Dios es un invento de nuestro inconsciente. Pero el hecho de que cientos de miles lo busquen, porque no encuentran en sí mismos la respuesta para su propia vida, nos grita que Dios no es un invento humano.
Más curioso todavía resulta que los jóvenes acuden a Sydney para escuchar un mensaje exigente. Benedicto XVI habla de seguir a Jesucristo, de aceptarlo como Dios. El Papa pide con claridad ir contra corriente, sin caer en la tentación de dejarse dominar por el relativismo moral. El Santo Padre exhorta a los jóvenes a dar testimonio de la fe con el ejemplo de sus propias vidas. Y así vemos que a la juventud le gusta que le planteen la felicidad como un meta alta, como un reto difícil. Sin duda, para un observador atento y honesto, la JMJ le tiene que llevar a la reflexión: para miles de jóvenes, Dios sigue siendo la vía para encontrar el sentido de sus vidas, y la Iglesia sigue teniendo un mensaje de esperanza.
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domingo, 6 de julio de 2008
Ingrid y las utopías
Luis-Fernando Valdés
Con gran júbilo, el mundo occidental recibió la noticia de la liberación de Ingrid Bentancourt, que llevaba más de seis años secuestrada por las FARC, el grupo guerrillero más antiguo del Continente. Ahora mismo, la ex-candidata a la Presidencia de Colombia se ha convertido en el símbolo de la humanidad atropellada por las ideologías. Hoy es el momento para abrir los ojos, y mirarnos en el espejo de las víctimas de las utopías: los sufrimientos de los secuestrados nos indican que algunas ideologías son nocivas para los humanos.
Las ideas mueven el mundo, aunque en la práctica parezca que sólo la economía y la violencia son los motores del cambio. En nuestra cultura hay unos patrones intelectuales que son la vía para la convivencia pacífica, pero que están separados de las ideologías por una delgada –y casi imperceptible– línea divisoria.
Uno de estos valores es la tolerancia, que lleva a aceptar que todo ser humano debe ser respetado cuando expresa sus puntos de vista, aunque los demás no los compartan. Pero la delgada línea roja consiste en entender que no todas las opiniones son verdaderas, no todas coinciden con lo qué es el hombre. Cuando se excluye la referencia a la verdad, la tolerancia se convierte en relativismo, según el cual da lo mismo cualquier opinión, porque en el fondo ninguna podría expresar la verdad sobre el ser humano.
Cuando a nombre de la tolerancia se infiltra el relativismo en las teoría políticas, se llega a aceptar que todas las ideologías políticas son válidas, incluidas aquellas que proponen la violencia, el secuestro y la extorsión para conseguir el poder, o para alcanzar un paraíso humano, donde los pobres dejen de serlo, y todos gocen de bienestar.
Es muy fácil sostener en los debates intelectuales de un café parisino –o argumentar en las aulas universitarias– que el fin justifica los medios, y que la lucha de clases es el medio para conseguir bienes mejores para la sociedad. Pero la realidad se impone a las utopías políticas, que prometen cambios sociales a costa de atropellar al hombre. Ingrid Bentacourt, que representa a todas la víctimas de la guerrilla colombiana, y de todas las guerrillas del mundo, nos enseña que el dolor y el sufrimiento son los límites de las ideologías. No pueden ser verdaderas, ni pueden ser aceptas las teorías sociales que –como medios o como fin– pisotean la libertad, la salud o la vida de alguien.
Resulta sencillo declararse “revolucionario”, o proclamarse a favor de la causa de los pobres, y seguir los esquemas trasnochados del marxismo, que propone una lucha de clases, una revolución contra los burgueses. Pero no es agradable ni llevadero ser víctima de esas proclamas mesiánicas. Sin embargo, el mundo está de cabeza porque, en esta lógica de la tolerancia relativista, es mejor tratado un pensador que expone ideas violentas, que una víctima de la violencia que afirma que esas ideologías son falsas porque implican sufrimiento y dolor de muchos inocentes.
Seguirán existiendo muchas Ingrid Betancourt, mientras tengamos miedo de llamar a las cosas por su nombre. Mientras sostengamos que todas las ideas políticas son igual de válidas, continuaremos alimentando la existencia de grupos violentos que ponen en práctica las utopías de reinos terrenos. Las lágrimas de los inocentes nos muestran que el respeto a la libertad y la integridad física son el parámetro de la tolerancia. El rostro demacrado de Ingrid nos grita que existe una verdad sobre el hombre, que sobrepasa todo relativismo.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
Con gran júbilo, el mundo occidental recibió la noticia de la liberación de Ingrid Bentancourt, que llevaba más de seis años secuestrada por las FARC, el grupo guerrillero más antiguo del Continente. Ahora mismo, la ex-candidata a la Presidencia de Colombia se ha convertido en el símbolo de la humanidad atropellada por las ideologías. Hoy es el momento para abrir los ojos, y mirarnos en el espejo de las víctimas de las utopías: los sufrimientos de los secuestrados nos indican que algunas ideologías son nocivas para los humanos.
Las ideas mueven el mundo, aunque en la práctica parezca que sólo la economía y la violencia son los motores del cambio. En nuestra cultura hay unos patrones intelectuales que son la vía para la convivencia pacífica, pero que están separados de las ideologías por una delgada –y casi imperceptible– línea divisoria.
Uno de estos valores es la tolerancia, que lleva a aceptar que todo ser humano debe ser respetado cuando expresa sus puntos de vista, aunque los demás no los compartan. Pero la delgada línea roja consiste en entender que no todas las opiniones son verdaderas, no todas coinciden con lo qué es el hombre. Cuando se excluye la referencia a la verdad, la tolerancia se convierte en relativismo, según el cual da lo mismo cualquier opinión, porque en el fondo ninguna podría expresar la verdad sobre el ser humano.
Cuando a nombre de la tolerancia se infiltra el relativismo en las teoría políticas, se llega a aceptar que todas las ideologías políticas son válidas, incluidas aquellas que proponen la violencia, el secuestro y la extorsión para conseguir el poder, o para alcanzar un paraíso humano, donde los pobres dejen de serlo, y todos gocen de bienestar.
Es muy fácil sostener en los debates intelectuales de un café parisino –o argumentar en las aulas universitarias– que el fin justifica los medios, y que la lucha de clases es el medio para conseguir bienes mejores para la sociedad. Pero la realidad se impone a las utopías políticas, que prometen cambios sociales a costa de atropellar al hombre. Ingrid Bentacourt, que representa a todas la víctimas de la guerrilla colombiana, y de todas las guerrillas del mundo, nos enseña que el dolor y el sufrimiento son los límites de las ideologías. No pueden ser verdaderas, ni pueden ser aceptas las teorías sociales que –como medios o como fin– pisotean la libertad, la salud o la vida de alguien.
Resulta sencillo declararse “revolucionario”, o proclamarse a favor de la causa de los pobres, y seguir los esquemas trasnochados del marxismo, que propone una lucha de clases, una revolución contra los burgueses. Pero no es agradable ni llevadero ser víctima de esas proclamas mesiánicas. Sin embargo, el mundo está de cabeza porque, en esta lógica de la tolerancia relativista, es mejor tratado un pensador que expone ideas violentas, que una víctima de la violencia que afirma que esas ideologías son falsas porque implican sufrimiento y dolor de muchos inocentes.
Seguirán existiendo muchas Ingrid Betancourt, mientras tengamos miedo de llamar a las cosas por su nombre. Mientras sostengamos que todas las ideas políticas son igual de válidas, continuaremos alimentando la existencia de grupos violentos que ponen en práctica las utopías de reinos terrenos. Las lágrimas de los inocentes nos muestran que el respeto a la libertad y la integridad física son el parámetro de la tolerancia. El rostro demacrado de Ingrid nos grita que existe una verdad sobre el hombre, que sobrepasa todo relativismo.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
domingo, 29 de junio de 2008
Unidad, ¿utopía o esperanza?
Luis-Fernando Valdés
Ayer por la tarde, en la Basílica romana de San Pablo extra muros, Benedicto XVI inauguró el “Año paulino”, con motivo del bimilenario del nacimento de este gran Apóstol. Aunque quizá no haya tenido tanto eco en los medios de nuestro País, este evento tiene una gran trascendencia, porque está en juego uno de los grandes proyectos del pontificado del Papa alemán: el ecumenismo.
Como es sabido, cada 29 de junio, se celebra de manera conjunta a los santos Pedro y Pablo, que son las columnas de la Iglesia Católica. Ambos fueron martirizados en Roma, después de haber gasto su vida en la expansión del Evangelio en el mundo de su época. Pedro llevó la semilla del cristianismo a los judíos, y estableció su sede episcopal en la Ciudad Eterna. Pablo predicó el mensaje de Jesús a los llamados “gentiles”, es decir, a los no judíos, y fundó comunidades de creyentes a lo largo de Asia menor y del sur de Europa.
La figura de Pablo de Tarso, nacido entre el año 7 y 10 de nuestra era, es muy atractiva. Desde joven fue un judío piadoso y convencido de su fe. Por ese motivo, persiguió a los cristianos pues los consideraba como una herejía del judaísmo. Sin embargo, tuvo un milagroso encuentro con Cristo, a las afueras de Damasco hacia el año 33. Desde ese momento, se convierte en el gran predicador del Evangelio, que antes atacaba.
Pablo, que además era ciudadano romano, realizó cuatro viajes misionales, en los que recorrió todas las provincias del Imperio. A lo largo de esas expediciones, ganó miles de almas para la fe y, a la vez, sufrió una dura oposición. Recibió los consuelos de experiencias místicas extraordinarias, junto con persecuciones, flagelaciones y naufragios. Finalmente, entre los años 64 y 68 fue ejecutado en Roma, por afirmar su fe en que Jesús de Nazaret es Dios hecho hombre.
Como explica el Papa, el Apóstol de los gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia de todos los cristianos. Por esa razón, Benedicto XVI pide cuidar con singular atención la dimensión ecuménica, durante este jubileo. Cuando convocó este Año paulino, hace justamente un año, el Santo Padre expresó su deseo de que “las diversas manifestaciones que se organicen contribuyan (…) a intensificar las relaciones con nuestros hermanos de Oriente y con los demás cristianos”.
Llama la atención que Benedicto XVI sabe mirar lejos, pues sugiere que este bimilenario no se debe limitar a recordar a un personaje importante, sino que ha de servir para retomar con nuevo impulso una misión por la San Pablo gastó sus energías: la unidad de toda la Iglesia. Es una meta en la que Pablo VI y Juan Pablo II también pusieron sus mejores esfuerzos. Y ahora, este Papa, que como Cardenal fue uno de los negociadores más importantes del diálogo ecuménico, desea dar pasos muy firmes hacia la unidad entre los católicos y los ortodoxos.
Los resultados de este diálogo son importantes no sólo para los creyentes. Esos logros atañen a todos, incluso los no creyentes, porque si dos instituciones que llevan casi nueve siglos separadas vuelven a la unidad, será una señal de esperanza para toda la humanidad. La esperanza de que es posible el diálogo verdadero, que lleva a comprender al otro, a superar los rencores históricos, a ver el futuro juntos. Nos incumbe a todos, porque la unidad entre ambas Iglesias romperá el prejuicio de que la religión separa a los hombres. Fe volverá a ser sinónimo de unidad.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Ayer por la tarde, en la Basílica romana de San Pablo extra muros, Benedicto XVI inauguró el “Año paulino”, con motivo del bimilenario del nacimento de este gran Apóstol. Aunque quizá no haya tenido tanto eco en los medios de nuestro País, este evento tiene una gran trascendencia, porque está en juego uno de los grandes proyectos del pontificado del Papa alemán: el ecumenismo.
Como es sabido, cada 29 de junio, se celebra de manera conjunta a los santos Pedro y Pablo, que son las columnas de la Iglesia Católica. Ambos fueron martirizados en Roma, después de haber gasto su vida en la expansión del Evangelio en el mundo de su época. Pedro llevó la semilla del cristianismo a los judíos, y estableció su sede episcopal en la Ciudad Eterna. Pablo predicó el mensaje de Jesús a los llamados “gentiles”, es decir, a los no judíos, y fundó comunidades de creyentes a lo largo de Asia menor y del sur de Europa.
La figura de Pablo de Tarso, nacido entre el año 7 y 10 de nuestra era, es muy atractiva. Desde joven fue un judío piadoso y convencido de su fe. Por ese motivo, persiguió a los cristianos pues los consideraba como una herejía del judaísmo. Sin embargo, tuvo un milagroso encuentro con Cristo, a las afueras de Damasco hacia el año 33. Desde ese momento, se convierte en el gran predicador del Evangelio, que antes atacaba.
Pablo, que además era ciudadano romano, realizó cuatro viajes misionales, en los que recorrió todas las provincias del Imperio. A lo largo de esas expediciones, ganó miles de almas para la fe y, a la vez, sufrió una dura oposición. Recibió los consuelos de experiencias místicas extraordinarias, junto con persecuciones, flagelaciones y naufragios. Finalmente, entre los años 64 y 68 fue ejecutado en Roma, por afirmar su fe en que Jesús de Nazaret es Dios hecho hombre.
Como explica el Papa, el Apóstol de los gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia de todos los cristianos. Por esa razón, Benedicto XVI pide cuidar con singular atención la dimensión ecuménica, durante este jubileo. Cuando convocó este Año paulino, hace justamente un año, el Santo Padre expresó su deseo de que “las diversas manifestaciones que se organicen contribuyan (…) a intensificar las relaciones con nuestros hermanos de Oriente y con los demás cristianos”.
Llama la atención que Benedicto XVI sabe mirar lejos, pues sugiere que este bimilenario no se debe limitar a recordar a un personaje importante, sino que ha de servir para retomar con nuevo impulso una misión por la San Pablo gastó sus energías: la unidad de toda la Iglesia. Es una meta en la que Pablo VI y Juan Pablo II también pusieron sus mejores esfuerzos. Y ahora, este Papa, que como Cardenal fue uno de los negociadores más importantes del diálogo ecuménico, desea dar pasos muy firmes hacia la unidad entre los católicos y los ortodoxos.
Los resultados de este diálogo son importantes no sólo para los creyentes. Esos logros atañen a todos, incluso los no creyentes, porque si dos instituciones que llevan casi nueve siglos separadas vuelven a la unidad, será una señal de esperanza para toda la humanidad. La esperanza de que es posible el diálogo verdadero, que lleva a comprender al otro, a superar los rencores históricos, a ver el futuro juntos. Nos incumbe a todos, porque la unidad entre ambas Iglesias romperá el prejuicio de que la religión separa a los hombres. Fe volverá a ser sinónimo de unidad.
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domingo, 22 de junio de 2008
Moratoria al aborto
Luis-Fernando Valdés
Mientras la Suprema Corte de Justicia de la Nación continúa con las audiencias públicas, referentes al recurso de inconstitucionalidad sobre la ley que amplía el aborto en la Ciudad de México, las manifestaciones a favor de la vida se multiplican. Pero no sólo en nuestro País, sino también en las naciones más desarrolladas. El caso más sonado es el de Italia, donde Giuliano Ferrara ha propuesto a las Naciones Unidas una moratoria sobre el aborto. Este pensador no creyente y defensor de la vida, dice “basta ya” a los millones de abortos, que están destruyendo al mundo.
Después de que el 18 de diciembre del año pasado, se firmó en la ONU la “Moratoria universal sobre la pena de muerte”, un refrendo para eliminar las ejecuciones en el mundo, Ferrara, director de “Il Foglio”, un conocido diario de opinión italiano, envió una carta a Ban Ki-Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, en la que le propone una “Moratoria sobre el aborto”. En ella propone que se modifique el artículo 3 de la Declaración Universal, que contempla que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, de modo que diga expresamente que todo individuo tiene derecho a la vida “desde la concepción hasta la muerte natural”.
Esta Carta inicia con datos duros, proporcionados por la propia ONU, según los cuales en las últimas tres décadas se llevaron a cabo más de mil millones de abortos, o sea, unos cincuenta millones de abortos por año. Del último informe de United Nations Population Fund (Fondo de Población de las Naciones Unidas) se desprende que en China el aborto, fomentado o coactivo, es un riesgo que corren decenas de millones de niños que están por nacer en aras de una planificación familiar y demográfica gubernamental. En la India, en veinte años, por selección sexista se le quitó la vida a millones de niñas antes de nacer. En Asia el equilibrio demográfico peligra debido al infanticidio masivo. En Corea del Norte con el aborto selectivo se intenta eliminar radicalmente toda forma de discapacidad.
A la vista de estos millones de humanos que no llegaron a nacer, Ferrara pide a la ONU que considere “una petición de moratoria de las políticas públicas que fomentan formas de sumisión injustificada y selectiva del ser humano durante su desarrollo en el vientre de la madre mediante el ejercicio arbitrario de un poder de aniquilamiento, violando el derecho a nacer y a la maternidad”.
Ferrara, que se postuló en las pasadas elecciones generales en Italia, con el propósito de defender la vida, también explica en su petición que la ciencia, con algunos de sus descubrimientos más significativos en el ámbito genético, “documenta de forma irrefutable la existencia de un patrimonio genético humano en el embrión, un patrimonio único e irrepetible, a partir de su primera etapa de desarrollo”. De modo que el cigoto ya es alguien, y no un mero amasijo de células.
Esta petición de moratoria al aborto tuvo mucho eco en Europa. A la firma de Ferrara, que se autodeclara liberal y laico, se unieron las de otros personaje importantes como Lord David Alton, miembro de la Cámara de los Lores y Robert Spaemann, profesor emérito de Filosofia en la Universidad de Munich. Ya basta de pensar que sólo las voces de la derecha defienden la vida. Todo aquel que está comprometido con nuestro Planeta, con nuestra civilización, se da cuenta de que la vida es un don y debe ser protegida por el Derecho. Por eso, no es ingenuo pedir a la SCJN una moratoria al aborto.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Mientras la Suprema Corte de Justicia de la Nación continúa con las audiencias públicas, referentes al recurso de inconstitucionalidad sobre la ley que amplía el aborto en la Ciudad de México, las manifestaciones a favor de la vida se multiplican. Pero no sólo en nuestro País, sino también en las naciones más desarrolladas. El caso más sonado es el de Italia, donde Giuliano Ferrara ha propuesto a las Naciones Unidas una moratoria sobre el aborto. Este pensador no creyente y defensor de la vida, dice “basta ya” a los millones de abortos, que están destruyendo al mundo.
Después de que el 18 de diciembre del año pasado, se firmó en la ONU la “Moratoria universal sobre la pena de muerte”, un refrendo para eliminar las ejecuciones en el mundo, Ferrara, director de “Il Foglio”, un conocido diario de opinión italiano, envió una carta a Ban Ki-Moon, Secretario General de las Naciones Unidas, en la que le propone una “Moratoria sobre el aborto”. En ella propone que se modifique el artículo 3 de la Declaración Universal, que contempla que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, de modo que diga expresamente que todo individuo tiene derecho a la vida “desde la concepción hasta la muerte natural”.
Esta Carta inicia con datos duros, proporcionados por la propia ONU, según los cuales en las últimas tres décadas se llevaron a cabo más de mil millones de abortos, o sea, unos cincuenta millones de abortos por año. Del último informe de United Nations Population Fund (Fondo de Población de las Naciones Unidas) se desprende que en China el aborto, fomentado o coactivo, es un riesgo que corren decenas de millones de niños que están por nacer en aras de una planificación familiar y demográfica gubernamental. En la India, en veinte años, por selección sexista se le quitó la vida a millones de niñas antes de nacer. En Asia el equilibrio demográfico peligra debido al infanticidio masivo. En Corea del Norte con el aborto selectivo se intenta eliminar radicalmente toda forma de discapacidad.
A la vista de estos millones de humanos que no llegaron a nacer, Ferrara pide a la ONU que considere “una petición de moratoria de las políticas públicas que fomentan formas de sumisión injustificada y selectiva del ser humano durante su desarrollo en el vientre de la madre mediante el ejercicio arbitrario de un poder de aniquilamiento, violando el derecho a nacer y a la maternidad”.
Ferrara, que se postuló en las pasadas elecciones generales en Italia, con el propósito de defender la vida, también explica en su petición que la ciencia, con algunos de sus descubrimientos más significativos en el ámbito genético, “documenta de forma irrefutable la existencia de un patrimonio genético humano en el embrión, un patrimonio único e irrepetible, a partir de su primera etapa de desarrollo”. De modo que el cigoto ya es alguien, y no un mero amasijo de células.
Esta petición de moratoria al aborto tuvo mucho eco en Europa. A la firma de Ferrara, que se autodeclara liberal y laico, se unieron las de otros personaje importantes como Lord David Alton, miembro de la Cámara de los Lores y Robert Spaemann, profesor emérito de Filosofia en la Universidad de Munich. Ya basta de pensar que sólo las voces de la derecha defienden la vida. Todo aquel que está comprometido con nuestro Planeta, con nuestra civilización, se da cuenta de que la vida es un don y debe ser protegida por el Derecho. Por eso, no es ingenuo pedir a la SCJN una moratoria al aborto.
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lunes, 16 de junio de 2008
Embriones híbridos: ¿salvarán niños?
Luis-Fernando Valdés
Los griegos clásicos explicaban aspectos de la personalidad humana mediante los personajes híbridos, como los centauros, que eran seres salvajes mitad hombre y mitad caballo, que servían para describir a los hombres sin leyes ni hospitalidad. Pero ahora, el Parlamento inglés pretende ir más allá de la metáfora, pues recientemente aprobó la generación de “embriones híbridos”, producidos mediante la introducción de ADN humano en óvulos de animales. Técnicamente es posible conseguirlo, pero ¿es éticamente correcto llevarlo a cabo?
Los diputados británicos aprobaron, el pasado 22 de mayo, la utilización de embriones híbridos, para extraer de ellos células madre embrionarias que permitan avanzar en el estudio de enfermedades como el Alzheimer. Se trata de una ley sin precedentes, a la que se une la aprobación para obtener los llamados “hermanos salvadores”, niños concebidos para que su material genético pueda curar a un hermano enfermo. Según esta nueva ley, los embriones híbridos están reservados para fines exclusivamente científicos y han de ser destruidos como mucho al cabo de 14 días de desarrollo y su implantación en el útero de una mujer está prohibido.
Aunque la finalidad perseguida es buena (solucionar enfermedades incurable y salvar niños), los medios para conseguirla no son lícitos. Y, a pesar de que claramente queda establecido de que esos embriones no pasarán de las primeras fases de desarrollo, de modo que no habría riesgo de que se llegaran a ver fetos deformes, esa medida no termina de hacer justicia al engendrado.
La excusa ética que se maneja para justificar esta técnica es la de ahorrar la utilización de ovocitos humanos. Para entenderlo mejor, recordemos que un “ovocito” es una célula germinal femenina que está en proceso de convertirse en un óvulo maduro, listo para ser fecundado. Además, el ovocito es rico en citoplasma, que contiene gránulos de yema para nutrir a la célula en el comienzo de su desarrollo. La técnica aprobada en Inglaterra propone transferir el núcleo procedente de una célula humana al citoplasma de un ovocito de una especie de mamífero. En otras palabras se transfiere el material genético humano a una célula animal, que sirva como ambiente de cultivo nutritivo. Al producto de esta transferencia se le llama “embrión somático aloplásmico”, es decir, un embrión criado en un plasma diferente al de su especie. Con esto se buscaría emplear óvulos animales, en vez de óvulos humanos.
El especialista español Juan Ramón Lacadena, sostiene que –desde el ángulo de la ciencia– esta técnica no es ética, porque el resultado de las investigaciones será poco sólido desde el inicio. Como el embrión obtenido no es un embrión humano normal, dado que ha sido generado en una situación diversa al resto de los humanos, los resultados que él se obtengan no son aplicables sin más a los humanos. Además, hay una interacción entre el material genético (el núcleo de la célula) y el citoplasma donde se nutre, de modo que el caso de las células híbridas se pueden producir efectos impredecibles (www.bioeticaweb.com).
Además, podemos añadir otro motivo para no aceptar la obtención de embriones híbridos: la dignidad de la persona. Es una agresión contra la dignidad humana que alguien pueda decidir sobre la constitución genética de otro, y además pueda establecer cuántos días ha de vivir. ¿Acaso ya olvidamos que ése fue el crimen contra la humanidad que los investigadores nazis cometieron durante la Segunda Guerra Mundial?
Correo: lfvaldes@gmail.com
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Los griegos clásicos explicaban aspectos de la personalidad humana mediante los personajes híbridos, como los centauros, que eran seres salvajes mitad hombre y mitad caballo, que servían para describir a los hombres sin leyes ni hospitalidad. Pero ahora, el Parlamento inglés pretende ir más allá de la metáfora, pues recientemente aprobó la generación de “embriones híbridos”, producidos mediante la introducción de ADN humano en óvulos de animales. Técnicamente es posible conseguirlo, pero ¿es éticamente correcto llevarlo a cabo?
Los diputados británicos aprobaron, el pasado 22 de mayo, la utilización de embriones híbridos, para extraer de ellos células madre embrionarias que permitan avanzar en el estudio de enfermedades como el Alzheimer. Se trata de una ley sin precedentes, a la que se une la aprobación para obtener los llamados “hermanos salvadores”, niños concebidos para que su material genético pueda curar a un hermano enfermo. Según esta nueva ley, los embriones híbridos están reservados para fines exclusivamente científicos y han de ser destruidos como mucho al cabo de 14 días de desarrollo y su implantación en el útero de una mujer está prohibido.
Aunque la finalidad perseguida es buena (solucionar enfermedades incurable y salvar niños), los medios para conseguirla no son lícitos. Y, a pesar de que claramente queda establecido de que esos embriones no pasarán de las primeras fases de desarrollo, de modo que no habría riesgo de que se llegaran a ver fetos deformes, esa medida no termina de hacer justicia al engendrado.
La excusa ética que se maneja para justificar esta técnica es la de ahorrar la utilización de ovocitos humanos. Para entenderlo mejor, recordemos que un “ovocito” es una célula germinal femenina que está en proceso de convertirse en un óvulo maduro, listo para ser fecundado. Además, el ovocito es rico en citoplasma, que contiene gránulos de yema para nutrir a la célula en el comienzo de su desarrollo. La técnica aprobada en Inglaterra propone transferir el núcleo procedente de una célula humana al citoplasma de un ovocito de una especie de mamífero. En otras palabras se transfiere el material genético humano a una célula animal, que sirva como ambiente de cultivo nutritivo. Al producto de esta transferencia se le llama “embrión somático aloplásmico”, es decir, un embrión criado en un plasma diferente al de su especie. Con esto se buscaría emplear óvulos animales, en vez de óvulos humanos.
El especialista español Juan Ramón Lacadena, sostiene que –desde el ángulo de la ciencia– esta técnica no es ética, porque el resultado de las investigaciones será poco sólido desde el inicio. Como el embrión obtenido no es un embrión humano normal, dado que ha sido generado en una situación diversa al resto de los humanos, los resultados que él se obtengan no son aplicables sin más a los humanos. Además, hay una interacción entre el material genético (el núcleo de la célula) y el citoplasma donde se nutre, de modo que el caso de las células híbridas se pueden producir efectos impredecibles (www.bioeticaweb.com).
Además, podemos añadir otro motivo para no aceptar la obtención de embriones híbridos: la dignidad de la persona. Es una agresión contra la dignidad humana que alguien pueda decidir sobre la constitución genética de otro, y además pueda establecer cuántos días ha de vivir. ¿Acaso ya olvidamos que ése fue el crimen contra la humanidad que los investigadores nazis cometieron durante la Segunda Guerra Mundial?
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