Año 8, número 360.
Luis-Fernando Valdés
Un Papa de grandes sentimientos, Benedicto XVI conectó con los mexicanos. |
El impresionante
recibimiento al Papa, con miles de personas cantando y festejando a lo largo
del recorrido del aeropuerto de internacional de Silao al Colegio Miraflores,
tiene un gran significado: por fin hemos contemplado al Benedicto XVI real, no
al de los clichés.
A lo largo de este
Pontificado hemos documentado cómo Joseph Ratzinger es agredido continuamente
por ciertos medios de comunicación. Los ataques se basan en algunos juicios a
priori –prejuicios– de los cuales hay dos muy recurrentes: el primero dice que
como es alemán, es un hombre frío y duro; el segundo consiste en interpretar el
papel del Papa desde una óptica política y no religiosa.
Sin embargo, la
llegada del Pontífice a nuestra Patria y los pocos eventos públicos que ha
tenido nos muestran lo contrario. Hemos visto que Joseph Ratzinger es un Papa
muy humano, y que su mensaje es verdaderamente religioso, no político.
El corazón del Papa
alemán nos mostró sus sentimientos durante la ceremonia de bienvenida. Tuvo un
discurso lleno de afecto hacia nuestro Pueblo, en el que manifestó que se
sentía “muy feliz de estar aquí”, y que
daba gracias a Dios “por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi
corazón desde hace mucho tiempo” de viajar a nuestro País (Discurso, 23.III.2012).
También el Santo Padre dijo: “Ya sé que estoy
en un país orgulloso de su hospitalidad y deseoso de que nadie se sienta
extraño en su tierra. Lo sé, lo sabía ya, pero ahora lo veo y lo siento muy
dentro del corazón”.
Además, vimos con
cuánto afecto saludó y abrazó a los niños y a los enfermos. Durante el
recorrido del Papa móvil, no dejó de saludar y bendecir a los fieles que
esperaron durante horas solamente para verlo pasar.
También fuimos
testigos que el Papa aborda los temas sociales más complicados desde una óptica
meramente religiosa. Los temas del narcotráfico y la violencia, junto con la
reciente discusión en las cámaras legislativas sobre el Estado laico, han dado
pie a que algunos comentaristas políticos se hayan adelantado a exigir que el
Santo Padre no se meta en la política mexicana.
Pero el Romano
Pontífice no lo ha hecho. En su discurso de llegada, Benedicto XVI se expresó
en términos meramente religiosos: “Vengo
–afirmó– como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo
confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a
revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la
coherencia de vida” (ibid.).
Y sólo desde esa
óptica espiritual abordó aquellos grandes problemas sociales, pues pidió a los
católicos que su vida de fe y esperanza los lleve a “ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa
y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada
por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar” (ibid.).
También espiritual ha sido el tono de la
visita, según lo anunció el mismo Benedicto XVI, al manifestar que en estos
días rezaría “especialmente por quienes más lo precisan, particularmente por
los que sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y
formas de violencia” (ibid.).
Qué importante era
que el Papa visitara México, porque al verlo directamente, al ser testigos
minuto a minuto de su estancia gracias a los medios electrónicos, hemos podido
descubrir al verdadero Papa Ratzinger: un hombre que expresa sus sentimientos,
que se emociona con el cariño de la gente; un Pastor que aborda los grandes
problemas sociales desde el Evangelio.