Luis-Fernando Valdés
Terminamos el 2008 con muchos sinsabores y descalabros. Los más evidentes son el narcotráfico y la recesión económica. Pero este año fue también muy duro para el respeto a la dignidad humana, en el momento del inicio de la vida: la Suprema Corte estableció que nuestra Constitución política no defiende la vida desde la concepción; Ricky Martin obtuvo unos gemelos por “maternidad subrogada”, sólo por citar dos casos. ¿Hay alguna esperanza de que los avances de la ciencia sean compatibles con el respeto del origen de la vida humana?
Una clave para el respeto a la vida humana está en el sujeto que hace ciencia, pues es él quien debe tomar decisiones éticas. En la persona del investigador biomédico deben hacerse compatibles dos factores: uno científico y otro ético. En ocasiones, estos científicos poseen una gran preparación técnica, pero no siempre tienen un apoyo bioético claro o bien fundamentado. Por eso, es una gran noticia que la Santa Sede, a través de la Congregación de la Doctrina de la Fe, acaba de promulgar una Instrucción titulada “Dignitas personae”, fechada el 8 de septiembre de 2008, con la finalidad de dar respuesta a los interrogantes que han suscitado las nuevas perspectivas terapéuticas sobre la fertilidad asistida, las células madre, la clonación y la utilización de embriones para la investigación.
Este documento “se dirige a los fieles cristianos y a todos los que buscan la verdad” (n. 3). Cuando la Iglesia propone principios y valoraciones morales para la investigación biomédica sobre la vida humana, “se vale de la razón y de la fe” (ibid.). Por eso, esta Instrucción expone unos principios éticos, fruto de una profunda reflexión sobre las técnicas científicas y sus resultados, basada en la antropología cristiana (cfr. n. 2).
El texto pontificio se basa sobre dos principios fundamentales. El primero consiste en que “el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción” (n. 4). Y el segundo explica que el origen de la vida humana “tiene su auténtico contexto en el matrimonio y la familia, donde es generada por medio de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer” (n. 6).
Lejos de oponerse a que matrimonios con problemas de fecundidad reciban tratamientos adecuados, la Instrucción alienta a que se empleen todas las técnicas lícitas, que son las que respetan tanto “el derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano”, como “la unidad del matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro” (n. 12).
La Santa Sede confirma el juicio ético negativo sobre la fecundación “in vitro” pues el número de embriones sacrificados es altísimo (el 80% en los centros más importantes, según dice la nota 27). Y lo mismo sobre la clonación humana, que es “intrínsecamente ilícita” ya que “se propone dar origen a un nuevo ser humano sin conexión con el acto de recíproca donación entre dos cónyuges y, más radicalmente, sin ningún vínculo con la sexualidad” (n. 28).
“Dignitas personae” viene a consolidar los esfuerzos de muchos especialistas en bioética que, desde la ciencia, la biología, el derecho, la filosofía y la teología, buscan un diálogo para defender la vida humana desde su concepción. 2009 será un año prometedor, si continuamos buscando nuevas formas de exponer la armonía entre la ciencia y la vida humana, que sólo puede dar la razón iluminada por la fe.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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