domingo, 19 de octubre de 2008

Finanzas familiares en crisis

Luis-Fernando Valdés

La crisis financiera de Estados Unidos nos ha tenido a la expectativa –tanto a los expertos como a los ciudadanos ordinarios– durante las últimas semanas, porque siempre está en riesgo la economía familiar y personal. Y, en este aspecto de economía doméstica, todos tenemos una especial responsabilidad, que puede ayudar o perjudicar –aunque no lo parezca– a las finanzas globales.
Ante esta situación internacional, tenemos cierto riesgo de considerar que estamos exentos de responsabilidad, porque la crisis fue producida por factores totalmente ajenos a nosotros. Ciertamente, los ciudadanos poco o nada participamos en la configuración del escenario financiero internacional, pero sí tenemos un importante papel en la estabilidad de la economía doméstica y, en cierto modo, de la economía del País. En otras palabras, sí está bastante en nuestras manos que nuestras familias y nuestra Nación salgan adelante a pesar de la crisis económica que se cierne sobre nuestro País. Como es lógico, me refiero a las familias que tienen un ingreso suficiente, y no a tantas que sobreviven con un ingreso mínimo desde hace mucho tiempo, incluso antes del inicio de la reciente crisis.
En nuestras manos se encuentra el recto uso del dinero. Y éste es un factor importante, que puede ayudar a sobrellevar la complicada situación económica que afecta a nuestras familias. Se trata de la mentalidad y el hábito del ahorro. Es muy frecuente que los mexicanos con posibilidades de ahorrar, gasten todo el dinero que ganan. Y de esta manera, no hay posibilidad de enfrentar ninguna adversidad que se presente en las finanzas familiares. Aunque ya se sabe que hay casos del todo inesperados, en ocasiones el gasto doméstico resulta afectado por falta de previsión, o por emplear el dinero en consumos no necesarios.
Aunque no en todos los casos, sucede que hay una mentalidad de fondo, que consiste en la búsqueda de un ritmo de vida –compras no del todo necesarias, placeres, viajes, estar a la moda, etc.– que compromete todo el salario presente y ¡futuro! Este modo de ver la vida casi siempre conlleva una actitud que no es correcta: la de gastar el dinero que no se tiene. Los mecanismo crediticios –tarjetas, préstamos, hipotecas, incluso las llamadas “tandas”– hacen disponer de efectivo, que aún no se ha ganado. Este efectivo habrá que devolverlo, y la única manera posible de cancelar la deuda es ahorrando.
Sin embargo, se ha hecho usual adquirir otra deuda para pagar los préstamos. Este mecanismo usado por los pequeños y medianos consumidores favorece la inversión y el flujo de efectivo, pero genera una cartera de deudas impagables, que terminará por llevar a la quiebra a las instituciones de crédito, y eso repercutirá en la economía del País. Por eso, no es gratuito afirmar que la crisis financiera es únicamente resultado de manejos equivocados de unos cuantos grandes inversionistas, aunque ellos lleven la mayor responsabilidad. También los ciudadanos ordinarios tienen su parte, si gastan más de lo que tienen.
Pero ¿cómo pedirle a la gente que ahorre y que no se endeude, si nos han bombardeado con publicidad que nos lleva al consumismo? ¿cómo, si nos han formado en una mentalidad que identifica la felicidad con el éxito económico? Las ideologías que fomentan el consumismo terminan por pasar una factura muy cara. ¿No será tiempo ya de que cada familia reflexione si su ideal de vida consiste o no en el “tener”, y su felicidad en el “consumir”? Es tiempo de cambiar.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com

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