Luis-Fernando Valdés
Hoy culmina la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Benedicto XVI vuelve a sorprender a propios y extraños, al reunir a la multitud más numerosa que jamás se haya congregado en Australia para un mismo evento. Si observamos sus viajes apostólicos, aunque han sido pocos, ya nos permiten encontrar un “estilo”, una característica común, que podríamos denominar “visitas de gran impacto”.
Intentaré explicarlo. En sus giras apostólicas, el Papa ha escogido países que puedan ser representativos de un área geográfica y cultural grande. Por ejemplo, en su reciente visita a Estados Unidos, para asistir a la sede de las Naciones Unidas, logró exponer con claridad una defensa de los derechos humanos, además tener gestos de fraternidad con los judíos y de acercarse a las comunidades latinas. De este modo, sus pocos viajes consiguen influir positivamente no sólo en la nación visitada, sino también en otras que comparten su lengua o su cultura. Y, además, no sólo confirma a los católicos en la fe, sino que también entabla un diálogo serio sobre asuntos de importancia universal, como los derechos humanos o la ecología.
La clave de este “gran impacto” consiste no sólo en reunirse con diversos grupos étnicos o religiosos, sino también en que el Santo Padre dirige mensajes valientes –en forma de homilías y discursos– sobre los temas más importantes tanto para la Iglesia como para la sociedad civil de esa zona cultural. Así, sobre el cambio climático, el Papa alemán expuso que “en este momento histórico, comenzamos a comprender que necesitamos de Dios. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos crear nuestro clima. Pensábamos que podíamos hacerlo, pero no podemos. Necesitamos (…) al Creador”.
En estos mensajes, el Romano Pontífice no evade los asuntos polémicos. Y, una vez, más volvió a pedir perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Pero lo más sorprendente es que expresamente el Papa manifestó que “pedir perdón” no se puede quedar en una frase vacía. Y dijo que el contenido de esa expresión consiste en que “haremos todo lo posible para dejar claro cuál es la enseñanza de la Iglesia (sobre la moral sexual) y para ayudar (…) en la preparación de los sacerdotes (…); haremos todo lo posible para curar y reconciliar a las víctimas”.
El Obispo de Roma tampoco deja de lado la agenda del ecumenismo y del diálogo interreligioso. Este punto ha estado presente de manera especial en cada uno de sus viajes. En esta ocasión, reconoció delante de los representantes de otras religiones que “el movimiento ecuménico ha llegado a un punto crítico”. Y, por eso, los animó a “estar en guardia contra toda tentación de considerar la doctrina como fuente de división y, por tanto, como impedimento de lo que parece ser la tarea más urgente e inmediata para mejorar el mundo en el que vivimos”.
El Papa Ratzinger combina su bondad natural con la audacia para hablar con claridad a los jóvenes sobre el verdadero amor y sobre el peligro de las adicciones como las drogas o la sexualidad. “La gente piensa con frecuencia que está amando cuando en realidad tiende a poseer al otro o a manipularlo. (…) Qué fácil es ser engañado por tantas voces que, en nuestra sociedad, sostienen una visión permisiva de la sexualidad”.
Sydney 2008 ha sido un viaje apostólico de gran impacto. Benedicto XVI ha puesto las bases intelectuales y morales para una reflexión seria sobre los temas más decisivos de nuestros días. Por eso, acabado el viaje pastoral, la esperanza sembrada por el Papa continuará.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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