Serie: Quién es el Papa Francisco, n. 1
Luis-Fernando Valdés
Antonio Briseño
Antonio Briseño
El Papa Francisco
viajará a Brasil el 22 de este mes. Iniciamos hoy una serie de artículos para
dar a conocer su biografía y su pensamiento.
Habemus Papam! Y
salió al balcón el Card. Jorge Mario Bergoglio, que escogió por nombre el del
santo patrón de Italia. Con un excelente italiano se dirigió a los fieles de
Roma y enfatizó que era el nuevo obispo de la Ciudad Eterna. No fue elegido un
papa italiano, pero el nuevo Pontífice parecía muy familiarizado con ese País.
¿De dónde procede el espíritu italiano del nuevo Papa?
Para saberlo, es
necesario remontarnos a dos generaciones atrás en la historia de su antepasados.
En 1928, una familia genovesa, se apresuraba a vender todas sus posesiones pues
creían que Europa no era ya una opción para vivir, pues una guerra mundial la
había devastado y, aún sin recuperarse del todo, la tensión aumentaba cada vez
más, a tal grado que se sospechaba de un nuevo conflicto armado.
Así, Rosa Bergoglio,
la cabeza de esta familia, pensó en seguir los pasos de sus hermanos y
encontrarse con ellos en Argentina. Al preguntarle a Jorge Bergoglio sobre el
motivo de su abuela para cambiar su residencia a Argentina, él responde: “No
[estaban mal en Italia], en realidad no. Mis abuelos tenían una confitería,
pero quisieron venir para reunirse con sus hermanos. Eran seis en total y en
Italia quedaron dos, un hermano y una hermana”[1].
En enero de 1929,
la familia Bergoglio se embarcó en el “Giulio Cesare” y llegaron al puerto de
Buenos Aires. El desembarque debió ser un espectáculo inusual, pues –explicaba
el entonces arzobispo bonaerense, “ocurre que encabezaba el grupo una elegante
señora vestida con un abrigo con cuello de zorro, por cierto magnífico, pero
totalmente inadecuado para el sofocante y húmedo verano porteño. No era una
estrafalaria ocurrencia de su portadora: en el forro de la prenda, Rosa
Bergoglio llevaba el producto de la venta de los bienes que la familia poseía
en Italia y con el que contaban para comenzar su nueva vida en la Argentina”[2].
Poco a poco, los
Bergoglio obtuvieron, a través del trabajo duro, un buen nivel de vida en
Argentina. Al hablar del esplendor de sus antecesores, el actual Papa recuerda
que sus tíos abuelos habían llegado a Argentina desde 1922 y que habían creado
una empresa de pavimentos en Paraná.
El hoy Pontífice
recordaba con cariño que en esta ciudad, sus tíos abuelos edificaron “el
palacio Bergoglio”, un gran edificio que tenía cuatro pisos, “que fue la
primera casa de la ciudad que contaba con ascensor. Tenía una cúpula muy linda,
parecida a la de la confitería “El Molino” de Buenos Aires, que después fue
sacada del edificio. En cada piso vivía un hermano”[3].
Pero no todo fue
prosperidad, pues, en 1932, con la gran crisis Argentina, los hermanos
Bergoglio (el abuelo y los tíos abuelos del Papa) perdieron todo lo que tenían.
No les quedó más remedio que seguir trabajando duro para superar esta
desventura.
“Uno de mis tíos abuelos –recordaba hace años
Mons. Bergoglio–, el presidente de la firma, ya había muerto de cáncer, otro
empezó de nuevo y le fue muy bien, el menor se fue a Brasil y mi abuelo pidió
prestados 2.000 pesos y compró un almacén. Papá, que era contador y que en la
pavimentadora trabajaba en la administración, lo ayudaba haciendo el reparto de
la mercadería con una canasta, hasta que consiguió un puesto en otra empresa.
Empezaron de nuevo con la misma naturalidad con que habían venido”[4].
Entonces, esas
fueron las raíces italianas de las que el nuevo Papa tomó parte de su cultura,
y de las que absorbió la lengua de sus abuelos. Sin duda la Providencia lo
estaba forjando para ser el primer Papa latinoamericano… pero muy italiano.
lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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