Serie: Quién es el Papa Francisco, n. 7
Luis-Fernando Valdés
Antonio Briseño
Fue llamativo que
los cardenales eligieran a un Papa latinoamericano. ¿Qué vieron ellos en el
Card. Bergoglio que los demás no conocíamos? ¿Cómo obtuvo el Cardenal
bonaerense ese prestigio ante los electores del Cónclave?
Después de una especie de periodo sin actividad
de gobierno (1986-1991), el Cardenal de Buenos Aires, Antonio Quarracino, lo
llamó para que fuera su obispo auxiliar. Y el 20 de mayo de 1992, recibió el
nombramiento episcopal por parte de Juan Pablo II.
El ahora Papa Francisco recordaba ese momento:
“El que era Nuncio Apostólico en ese momento, monseñor Ubaldo Calabresi, me
llamaba para consultarme acerca de algunos sacerdotes que, seguramente, eran
candidatos a obispo. Un día me llamó y me dijo que esta vez la consulta debía
ser personal. Como la compañía aérea efectuaba el vuelo Buenos
Aires-Córdoba-Mendoza y viceversa, me pidió que nos reuniéramos en el
aeropuerto mientras el avión iba y volvía de Mendoza. Fue así que conversamos
allí –era 13 de mayo de 1992–, me hizo una serie de consultas de temas serios
y, cuando el avión, ya vuelto de Mendoza, estaba próximo a despegar de regreso
a Buenos Aires y avisan que los pasajeros deben presentarse, me informa: ‘Ah…
una última cosa… fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y la designación
se hace pública el 20…’ Así nomás me lo dijo” (S. Rubin – F. Ambrogetti, El Papa Francisco, 2013, pp. 126-127).
Nuestro jesuita recibió recibe la ordenación
episcopal, el día 27 de junio, en la catedral de Buenos Aires. Al poco tiempo fue
nombrado Vicario episcopal de la zona de Flores. Y al año siguiente, el 21 de
diciembre de 1993, recibió el encargo de Vicario General de la arquidiócesis
porteña.
Cuatro años después, Mons. Bergoglio fue
promovido como arzobispo coadjutor de Buenos Aires, es decir, como futuro
sucesor del Card. Quarracino (3 junio 1997). El el Obispo jesuita recordaba que:
“… el 27 de mayo de 1997 a media mañana me llama Calabresi y me invita a
almorzar. Cuando estábamos por el café, y yo me aprestaba a agradecerle el
convite y despedirme, veo que traen una torta y una botella de champagne. Pensé
que era su cumpleaños y casi lo saludo. Pero la sorpresa sobrevino al
preguntarle. ‘No, no es mi cumpleaños –me respondió con una amplia sonrisa–, lo
que pasa es que usted es el nuevo obispo coadjuntor de Buenos Aires” (Ibídem,
p. 127).
Nueve meses antes de la muerte del cardenal
Quarracino (28 febrero 1998), Mons. Bergoglio fue nombrado arzobispo primado de
Argentina. Más tarde, en el Consistorio
del 21 de febrero de 2001, Juan Pablo II lo creó cardenal.
El prestigio del Card. Bergoglio creció, en
octubre de 2001, cuando fue nombrado Relator General adjunto para la décima
asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, dedicada al ministerio
episcopal. Fue encargo recibido en el último momento en sustitución del
cardenal Edward Michael Egan, arzobispo de Nueva York, quien tuvo que volver a
su país a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
En este Mons. Bergoglio comienzó a acaparar la
atención, pues subrayó en particular la “misión profética del obispo”, su “ser
profeta de justicia”, su deber de “predicar incesantemente” la doctrina social
de la Iglesia, pero también de “expresar un juicio auténtico en materia de fe y
de moral” (cfr. http://goo.gl/dO6KF).
Así el futuro Papa fue conocido no sólo por los
argentinos, sino también por los cardenales y obispos de muchos países, que
vieron en él a un obispo comprometido con Jesucristo y con la Iglesia, a un
obispo cercano a la gente.
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