jueves, 11 de julio de 2013

Un obispo de las “periferias”


Serie: Quién es el Papa Francisco, n. 10
Luis-Fernando Valdés
Antonio Briseño

Desde el principio de su Pontificado Romano, el Papa Bergoglio predicó que los católicos deben abrirse a las “periferias existenciales”, señalando la importancia de atender a las personas que son marginadas o explotadas. ¿Francisco predica la teología de la liberación?
El Card. Bergoglio bendice
a un "cartonero".

A primera vista, el nuevo Papa estaría muy cercano a las posturas liberacionistas, las cuales manejan un esquema dialéctico entre pobres y ricos, y que al optar por el necesitado muchas veces se contraponen –en ocasiones con violencia– a los pudientes.

Pero el jesuita Bergoglio nunca ha comulgado con esa postura. En realidad, desde el inicio de su vocación religiosa, el hoy Papa ha buscado vivir con entereza el desprendimiento de las cosas materiales por un motivo claramente espiritual –y no ideológico–: imitar a Jesucristo.

Pero el Papa latinoamericano no se ha limitado a “predicar” la pobreza, sino que con hechos la ha vivido con gran coherencia. Así, cuando fue creado cardenal por Juan Pablo II, muchos fieles argentinos quisieron acompañarlo a Roma a recibir el capelo púrpura; pero Mons. Bergoglio les pidió que no hicieran el viaje, sino que mejor destinaran ese gasto a ayudar a los pobres.

Recién elegido Sucesor de Pedro, Francisco anunció que no viviría en los Departamentos pontificios. En realidad, este gesto ya lo había hecho antes en Buenos Aires, cuando renunció a la residencia palaciega episcopal, y se fue a vivir en un pequeño departamento ubicado en el segundo piso del edificio de la curia argentina, al lado de la Catedral porteña.

El Papa Bergoglio no es un liberacionista, sino un Pastor que imita a Jesucristo, el cual estuvo siempre cercano a la gente, especialmente a los que sufren. Así, el obispo jesuita compartió Misas con prostitutas, visitó cárceles y fomentó el trabajo de los sacerdotes en las villas miseria.

Comprometido con Cristo y su Evangelio –no con la ideología de la liberación–, el Arzobispo bonaerense defendió la dignidad de las personas explotadas. En una de las Misas que celebró junto a los costureros de la Alameda, a los cartoneros del Movimiento de Trabajadores Excluidos, y a familias que ayudaban a mujeres víctimas de la trata de personas y mujeres en situación de prostitución, el obispo Bergoglio denunció el esclavismo que se vive en Buenos Aires.

E hizo un fuerte llamado a los explotadores: “¿dónde está tu hermano esclavo, que matás todos los días en el taller clandestino, en la red de prostitución, en la fachada de los chicos que usás para mendicidad, para campañas de distribución de droga, para rapiña y para prostituirlos?”

En otra ocasión, Bergoglio visitó una prisión ubicada en Villa de Devoto, Argentina. Ahí uno de los presos –que cumplía condena por un robo a mano armada–, le preguntó: –¿Cómo hay que llamarlo? ¿Obispo o cardenal? –“Ni obispo ni cardenal. Llámame padre, como le decís al cura de la cárcel”.

Los otros detenidos se le abalanzaron y él los escuchó uno por uno. Luego tomaron mate y celebró una Misa en la capilla de la prisión. Visitó esta cárcel tres veces. En una de ellas dio la Misa de Navidad en 2006, en una visita sorpresiva .

Fue así como el futuro Papa fue forjando su personalidad según el mensaje de Jesucristo: con austeridad personal y cerca de los más necesitados. Por eso, los gestos de su inicio de Pontificado han sido auténticos, nunca una estrategia publicitaria: la celebración del Jueves Santo en la cárcel de menores, las Misas con los empleados de Ciudad del Vaticano o recientemente con las víctimas de los migrantes fallecidos en el mar.

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