"Fe y razón". Año 9, número 427.
Luis-Fernando Valdés
Brasil está en el
candelero. La población carioca –que tomó las calles durante la Copa
Confederaciones de fútbol, para protestar por la situación económica– recibirá
al Papa para la JMJ. ¿Las ceremonias religiosas del Papa Francisco podrán inyectar
esperanza a una sociedad y a una juventud cansadas de promesas?
El Cristo Corcovado, símbolo de Río de Janeiro, ciudad sede de la JMJ de 2013. |
La Jornada Mundial
de la Juventud (JMJ) inició con Juan Pablo II. Benedicto XVI les dio
continuidad, y tuvo un gran éxito en Colonia, Sydney y Madrid. Ahora es el
turno de Francisco, que se reunirá con un millón de jóvenes tanto de América
Latina como del resto del mundo.
El Papa Francisco
convivirá con los jóvenes principalmente en actos religiosos: una vigilia de
oración, el rezo del Vía Crucis, una jornada de confesiones y, finalmente, la
Santa Misa. Estos eventos contienen un mensaje implícito: mostrar si la fe y la
religiosidad pueden o no dar una respuesta a la vida personal y a la situación
social de todos estos jóvenes.
Y, precisamente, en
esa relación entre la vida espiritual de los creyentes y la transformación
social de su entorno se encierra el núcleo de los problemas de la Iglesia de
hoy: ¿El Evangelio contiene luz y empuje para lograr un cambio en la complica
situación de injusticia de las naciones?
Ese fue uno de los
puntos clave del Concilio Vaticano II, con su Constitución “Gaudium et spes”; y
lo ha sido también para la llamada Teología de la Liberación; y más
recientemente para la Conferencia Episcopal de Latino América (CELAM), como lo
refleja el “Documento de Aparecida” de 2007.
El problema es muy
complejo, porque se han polarizado los dos puntos que debía estar unidos:
práctica religiosa y solidaridad social. Para unos creyentes, el cristianismo
es mera cuestión de oraciones y ceremonias para llenar el corazón del individuo
y nada más. Para otros, la atención de los enfermos, los pobres y los migrantes
requiere más de acción que de vida espiritual.
Así queda esbozado
el gran reto al que se enfrenta el Papa Francisco, en su viaje a Río de
Janeiro, para celebrar la JMJ. Y en el programa del evento, rediseñado por el
Santo Padre, se indica cómo será la respuesta del Pontífice a este desafío.
En concreto, junto
a los actos devocionales que ya mencionamos arriba, Su Santidad quiso que se
incluyeran visitas a un hospital, a una favela [barrio con situación social
difícil] y a una cárcel. De manera que, “nutrido” con lo espiritual, el Papa
pone ejemplo de atención a los problemas que aquejan a los ciudadanos.
Pero para
transformar la sociedad no basta atender a los necesitados. Hacen falta también
cambios estructurales, que están en manos de los gobernantes. Por eso, habrá
que estar atentos tanto al discurso del Papa a la Presidenta de Brasil como el
que mensaje que leerá durante la reunión con políticos, el viernes 26.
De igual manera,
la Iglesia Católica en nuestro Continente, se enfrenta a grandes desafíos en
los que el Evangelio debe mostrar su eficacia. Por eso muy esperada la reunión
del Papa Francisco con el CELAM, en la que seguramente se hablará de la
desigualdad económica, la migración, el narcotráfico, etc.
El Santo Padre no
cambiará el mensaje y los gestos que mostró desde el inicio de su Pontificado,
y que han llenado de esperanza a propios y extraños. Río de Janeiro se
convertirá en una gran plataforma, desde la cual Francisco insistirá en el
encuentro que cada fiel debe tener con Jesucristo; y pedirá que –como muestra
de ese encuentro– cada cristiano ponga los medios para ocuparse personalmente con
eficacia de los más necesitados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión