Especial: Sede Vacante, núm. 8.
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI es
reconocido como un pensador muy importante de nuestra época, incluso por los
que no comparten sus creencias. El Papa Ratzinger ha sabido entender los
problemas de nuestra época y ofrecer soluciones basadas en la fe. ¿Conoces las
claves de su Magisterio?
Desde su época docente, el futuro Papa buscó dar sentido y esperanza al mundo de hoy. |
Cuando la Primera
Ministra de Alemania, Angela Merkel, supo de la noticia de la dimisión del
Papa, comentó que Benedicto XVI Canciller
era “uno de los más importantes pensadores religiosos de nuestro tiempos.”
El prestigiado intelectual mexicano, Jesús
Silva-Herzog Márquez, nada partidario del Papa, reconoce “en Ratzinger a uno de
los pensadores contemporáneos más lúcidos, más eruditos y más profundos de
nuestro tiempo. (…) Que represente el polo opuesto de mis convicciones no me
lleva a negar su corpulencia intelectual, su finura filosófica y el desafío que
esa inteligencia representa para el pensamiento contemporáneo” (“El expapa”, 18.feb.2013).
Esta finura
intelectual ha sido utilizada por el Santo Padre para comprender a fondo
nuestra época contemporánea y proponer – mediante su Magisterio pontificio– de
manera nueva y fresca la doctrina católica de siempre. Para eso escribió sus
tres encíclicas y algunas exhortaciones apostólicas.
La reciente Carta que la
Conferencia del Episcopado Mexicano dirigió al Santo Padre, para
agradecerle sus años como Pontífice, nos ofrece un excelente resumen de los
documentos elaborados por el Papa, que transcribo a continuación.
“Gracias, Santidad, por testimoniar que Dios es
amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4,
16); que es en la cruz donde se debe definir qué es el amor, y que la unión con
Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega
(cfr. Deus Caritas est, nn. 1, 12,14).
Gracias por recordarnos que la esperanza es
distintivo de los cristianos; que llegar a conocer a Dios es lo que significa
recibir esperanza (cfr. Spe salvi, nn. 1,3).
Gracias por ayudarnos a tomar conciencia que,
siendo destinatarios del amor divino debemos convertirnos en instrumentos de su
caridad, asumiendo solidariamente nuestras responsabilidades para favorecer un
desarrollo integral, del que nadie quede excluido (cfr. Caritas in veritate,
nn. 5 y 10).
Gracias Santo Padre por enseñarnos que quien
conoce la Palabra divina conoce plenamente el sentido de cada criatura y es
capaz de edificar la propia vida, entablando relaciones animadas por la
rectitud y la justicia, empeñándose en la nueva evangelización (cfr. Verbum
Domini, n. 6, 100 y 122).
Gracias por hacernos ver que en la Santísima
Eucaristía, Jesucristo viene a nuestro encuentro; nos acompaña y nos enseña la
verdad del amor, que es la esencia misma de Dios, que nos impulsa a
transformar las estructuras injustas para restablecer el respeto de la dignidad
humana (cfr. Sacramentum Caritatis, nn. 1,2, 72 y 89).”
Si analizamos
despacio la actitud de Benedicto XVI llama la atención como ha puesto toda su
inteligencia al servicio no sólo de la Iglesia, sino de toda la humanidad. Sus
enseñanzas se pueden resumir como un intento de darle sentido –desde la fe y el
amor, apoyado en las Escrituras– a las realidades humanas más profundas: la
dignidad humana, la afectividad, la economía global, la solidaridad y el
desarrollo.
Sin duda, el Papa
Joseph Ratzinger ha intentado a lo largo de su carrera académica y eclesiástica
devolver la esperanza a nuestro mundo contemporáneo, que se hunde en el oleaje
de la “dictadura del relativismo” y del “capitalismo salvaje”.
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