Especial: Sede Vacante, núm. 5.
Luis-Fernando Valdés
Después del
discurso en latín a los Cardenales, quedamos perplejos. ¡Se va el Papa! Y las
inquietudes surgieron: ¿Un
Papa puede renunciar? ¿No se supone que es un cargo vitalicio? ¿Se queda la
Iglesia sin rumbo? Estas preguntas en realidad escondían una preocupación más
grave…
Varios de los correos y mensaje que he recibido
en estos días tienen una frase común: “nos sentimos como ovejas abandonadas por
su Pastor.” Después de 600 años de la última renuncia de un Papa, y luego de
haber sido testigos de la agonía de Juan Pablo II, nos parecía increíble pensar
que un Obispo de Roma pudiera dejar su cargo.
Aunque se trata de
una decisión grave y con pocos antecedentes, Benedicto XVI no ha sido el primer
Romano Pontífice en renunciar. Y en los casos anteriores encontramos un motivo
idéntico al aducido por el Papa Ratzinger: el bien de todos los fieles que
conforman la Iglesia católica.
El primero de ellos fue Clemente I, el cuarto
sucesor de San Pedro. Clemente fue condenado al exilio por el emperador romano
Trajano, porque se negó a rendir culto a los ídolos paganos. Consciente de que
al irse al exilio dejaría a la Iglesia sin guía, Clemente decidió renunciar
para que los cristianos tuvieran un guía nuevo, que fue el Papa Evaristo.
Benedicto XVI rezando ante la tumba de San Celestino V, el último Papa que ha renunciado. |
En 1294, Celestino
V fue elegido tras un largo cónclave que duró tres años. Sin embargo, sólo seis
meses después de iniciar su pontificado, anunció su renuncia porque no se
sentía adecuado para el puesto. Su renuncia abrió una puerta en el derecho
canónico para que los Papas puedan renunciar libremente al cargo.
Casi como un anuncio de la decisión que acaba
de tomar, Benedicto XVI, en julio de 2010, visitó la tumba de San Celestino y
allí, destacó públicamente su “obediencia a Dios” y el actuar “según su
conciencia.” [Ver video en Rome Reports,
12.feb.2013]
El tercer Papa en
anunciar su intención de abandonar la cátedra de Pedro fue Gregorio XII en
1415. Su renuncia, en junio de 1415, para permitir la elección de Martín V, se
vio como un sacrificio para sanar el Cisma de Aviñón. [Saber
más]
De esta manera,
podemos ver que históricamente las renuncias al Pontificado romano nunca han
sido por abandonar a los fieles, sino para protegerlos. Por eso, si la renuncia
de Benedicto XVI ha parecido que los católico se quedaban desprotegidos, ha
sido sólo una reacción del momento.
No hay motivos
para estar inquietos, pues la Iglesia en realidad no queda “sin cabeza”. Durante
la “Sede vacante”, el card. Tarcisio Bertone, por su cargo de “Cardenal
Camarlengo” se encargará de la gestión del Cónclave y de los asuntos ordinarios
de la Iglesia.
Además, los
católicos no quedan desamparados, porque la Iglesia atiende a sus fieles
mediante los obispos y los párrocos, los cuales siguen en sus puestos cuando un
Pontífice fallece o, como en este caso tan poco usual, renuncie a su cargo.
Benedicto XVI no
ha dejado a la Iglesia sin timonel. Por el contrario, el todavía reinante
Pontífice ha considerado que si se queda más tiempo en su cargo, su menguada
salud pondría en riesgo el gobierno de la Iglesia.
Para evitar el peligro
de tener una vejez larga y así dejar –en la práctica– la Barca de Pedro sin
guía, el Papa alemán ha tenido la humildad de reconocerlo y la valentía de
tomar esta trascendental decisión.
Benedicto posiblemente
pasará a la historia como el “Papa sabio” que supo entender que las ovejas del
mundo de hoy requieren un Pastor con fuerza física –y no sólo espiritual–; y
también como un Papa que amó a su grey y que, por eso, no permitió que su vejez
pudiera ser un riesgo para la adecuada guía de los fieles.
Muy interesante y muy claro lo de la renuncia del papa. Felicidades por tú blog tocayo, saludos
ResponderBorrar