Año 9, número 410
Luis-Fernando Valdés
Los gestos del
nuevo Papa han sido bien recibidos tanto en la Iglesia como fuera de ella. Su
austeridad, sencillez y cercanía se han ganado el corazón de millones. Y, poco
a poco, mucha gente empieza a compararlo con el Pontífice emérito. ¿Cuál de los
dos es mejor Papa?
Las comparaciones
suelen ser –en ocasiones– fuentes de juicios rápidos y no siempre acertados. Los
indumentos pontificios fueron el primer aspecto cotejado. El Papa Ratzinger
empleaba calzado color rojo, mientras que el Papa Bergoglio sigue utilizando
sus viejos zapatos negros.
"Somos hermanos", le dijo Francisco. No hubo cisma ni Anti-Papa, sino dos hermanos, una continuidad. |
No han faltado
quienes piensan que Benedicto XVI era ostentoso por ese gesto, mientras que
Francisco es un hombre humilde. Sin embargo, esta visión no ayuda a llegar a
las cuestiones de fondo.
La primera de
ellas es que Benedicto decidió hacer algo muy ejemplar: obedecer. Y obedeció a
la tradición pontificia: por eso utilizó zapatos rojos, cameo, capa corta de
tercio pelo rojo, palio largo, etc.
El Pontífice
emérito mostró su humildad, obedeciendo a las reglas que recibió por medio de
los usos y costumbres. Mientras que el Papa argentino ha dado claras señales de
humildad, al renunciar a la elegancia establecida por aquellas normas de
etiqueta pontificia.
Otro tema
importante, que es oscurecido por estas comparaciones periféricas, consiste en
la evaluación sobre el Pontificado de Benedicto XVI. Aunque se requiere el paso
de las décadas para realizar un juicio histórico sobre el Papa emérito, ya podemos
adelantar que tal evaluación no dependerá de la comparación con las formas,
gestos y manifestaciones públicas que haya empleado el Papa Francisco.
También podemos
prever que el Pontificado de Joseph Ratzinger va a estar cargado de logros, que
los historiadores reconocerán: el diálogo intelectual de altura sobre los
problemas de nuestra época, la profundidad de sus escritos y homilías, los
puentes establecidos con otras religiones, el esfuerzo para hacer limpieza
dentro de la Iglesia y la gran valentía de seguir su conciencia al tomar la
decisión de renunciar a la Sede de Pedro. Benedicto XVI será un grande de la
Historia de la Iglesia Católica.
Pero las
comparaciones de indumentaria y de gestos produce una sombra más peligrosa aún,
que impide percibir la “continuidad esencial” entre un pontificado y otro, la
cual permanece a pesar de la “discontinuidad secundaria” o de signos.
Hay una verdadera
continuidad afectiva entre Francisco y su antecesor, que fue evidente, primero,
durante la presentación del recién elegido Papa, que rezó por el Pontífice
emérito; luego, en la visita a Benedicto XVI en Castelgandolfo, en la cual se
saludaron con afecto (“somos hermanos”, el dijo Francisco), rezaron juntos,
conversaron y comieron juntos.
Esto es
importante, porque no se ha dado una ruptura moral entre el actual Sumo
Pontífice y el Papa emérito. Esto echa por tierra las así llamadas “profecías”
que circulan hoy mismo, y que anuncian la coexistencia de un Papa y un
Anti-Papa. Esto, como se puede ver, es falso.
Pero, sobretodo, esta
armonía moral entre ambos es la base de lo que esperamos con bastante
seguridad: de un proseguir del Papa Francisco en la disciplina al interior de
la Iglesia, que intentó implementar Benedicto XVI, hasta que sus fuerzas se
agotaron.
Se impone una
conclusión: es importante que las diferencias de estilo (vestimenta, cercanía a
la gente, etc.) de Benedicto y Francisco no desvíen la atención a la
continuidad en la “reforma” disciplinar y pastoral de la Iglesia.
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