Especial: Sede Vacante, n.6.
Luis-Fernando Valdés
Los cardenales se han reunido para analizar el
estado de la Iglesia en los diversos continentes. Hay una pregunta clave para definir
el perfil del nuevo Pontífice: ¿En qué estado recibirá a la Iglesia Universal
el nuevo Papa?
Panorámica de la primera reunión de cardenales, llamada "Congregación general". |
Los purpurados se han reunido, conforme a lo
previsto por la ley eclesiática que regula el tiempo de Sede Vacante. Se trata
de las llamadas “Congregaciones”, en las que han tomado la palabra 51 oradores
hasta hoy, para exponer las dificultades y las esperanzas del Pueblo de Dios.
Los problemas del Pontificado del Papa
Ratzinger son conocidos: la burocracia de la Curia romana, la pederastia, las
finanzas vaticanas, la disciplina litúrgica, la Iglesia perseguida en China y
en algunos países del mundo islámico. Y los temas de la agenda de su suscesor
están ya fijados por el Concilio Vaticano II y los Papas anteriores.
Parecería que la Iglesia que recibirá el
siguiente Sucesor de San Pedro es una institución en estado de emergencia. Esta
imagen puede ser generada por los problemas mencionados y también por el hecho
de que el Papa haya renunciado, como si se hubiera retirado por tener frente a
sí una gran crisis, de la que se sentía incapaz de solucionar.
Aunque es innegable que la Iglesia atraviesa
momentos delicados, es importante decir que no se trata de una catástrofe. En
primer lugar, porque la renuncia del Papa emérito es muy diferente de tres
anteriores que han sucedido en la historia.
Aquellos tres pontífices dejaron el Ministerio
petrino por presiones políticas o por dificultades entre eclesiásticos, pero
Benedicto XVI se ha retirado por voluntad propia, sin dejar abandonada a la
Iglesia en medio de turbulencias.
El Pontífice emérito ciertamente no ha podido
resolver todos los problemas, pero sí ha preparado el camino para que sean
solucionados. Por ejemplo, implementó la “tolerancia cero” contra la pederastia
y, en sus últimas semanas de Pontificado, hizo cambios en la Curia y nombró
nuevos funcionarios para el gobierno de la Ciudad del Vaticano y del banco
vaticano, buscando eficacia y transparencia.
Otra muestra de situación favorable por la que
pasa la Iglesia es el Colegio cardenalicio mismo, pues Benedicto XVI lo ha
provisto de 64 de los 115 electores actuales. Casi todos estos purpurados se
han formado a la luz de Concilio Vaticano II, de manera que están en mejor
sintonía para entender el mundo de hoy, y así llevarle el Evangelio con mayor
eficacia.
También es importante destacar que al hablar de
la crisis de la Iglesia, necesariamente debemos circunscribir las dificultades
a una región del planeta, pues no es lo mismo la crisis del clero en Austria,
que de los problemas de inculturación del mensaje cristiano en las zonas
animistas de África.
Tampoco se puede generalizar la falta de
vocaciones sacerdotales en Europa hacia otras regiones del planeta, pues ahora
mismo en África y Asia hay un “boom” de nuevos presbíteros. Por estas razones,
los cardenales se reúnen en las “Congregaciones” para dar una visión completa
de los problemas que enfrenta la Iglesia en las diversas partes del mundo.
Cuando se observa la Iglesia desde esta óptica
más universal y se comprende que el Pueblo de Dios no se reduce a Europa o América
Latina, y cuando se reconocen los logros de los Papas posteriores al Concilio,
entonces es más fácil percibir que el nuevo Papa encontrará algunas crisis
importantes, pero que también recibirá un Iglesia madura, consolidada en muchos
temas fundamentales, rodeada de jóvenes que buscan una esperanza.
lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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