Especial: Sede Vacante, n.7.
Luis-Fernando Valdés
En estos días de
Sede Vacante, la pregunta que más escucho es: “¿quién será el nuevo Papa?” Y
ésa es la mejor descripción de un “papable”. Pero, ¿quién establece cuál
cardenal es papable? ¿cómo se elabora el perfil de un papable?
De entre los cardenales electores saldrá el nuevo Papa. |
Los candidatos a
ocupar la Sede de Pedro pueden ser vistos desde una perspectiva del interior de
la Iglesia, o bien, desde un ángulo geopolítico, como si el futuro Papa fuera
un líder político. En este segundo caso, los vaticanistas emplean categorías
válidas para la geopolítica, pero no tanto para las cuestiones religiosas.
La mayoría de los
papables que hoy aparecen en los medios han sido “escogidos” artificialmente
por un criterio geográfico. Así, respecto a Europa, se supone que un cardenal
italiano tiene más posibilidades porque la mayoría de los Papas han sido de
esta nacionalidad.
Y como ese país es
el que cuenta con más cardenales, aquellos purpurados de las sedes más
importantes serán considerados como los papables; tal es el caso el cardenal
arzobispo de Milán, Mons. Angelo Scola.
Como Latinoamérica
es la región del mundo con más católicos, se le tiene que asignar un papable. Así,
a Mons. Óscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa, es los cardenales
más antiguos, se le pone como un papable con posibilidades. O bien, el cardenal
de Río de Janeiro, en representación de Brasil, Mons. Odilo Pedro Schere.
Por la importancia
política y comercial de los países del norte de América, también se les deben asignar
papables. Así que Mons. Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, se vuelve un
papable por Estados Unidos y, Mons. Marc Ouellet, arzobispo de Quebec, es el
candidato al papado por Canadá.
Por otra parte, sería
políticamente incorrecto omitir a África, y así, otro papable deberá ser de raza negra. De entre los candidatos
africanos, el favorito es Mons. Peter Turkson, arzobispo de Cape Coast (Ghana),
porque además es Presidente del Pontificio Consejo para la justicia y la paz.
Pero también los
otros continentes debe tener su papable. Mons. George Pell, arzobispo de Sidney
(Australia) es el único Cardenal de Oceanía y, por tanto, se convierte así en
papable. Y respecto a la zona asiática, Mons. Luis Antonio Tagle, arzobispo de
Manila (Filipinas), que es muy popular en las redes sociales, es el favorito.
Pero también hay
otra cuestión de fondo, cuando los medios proponen papables. Aunque en algunos
casos hay un deseo bien intencionado de “atinarle” al que será el futuro
Pontífice, en otros lo que se busca en generar presión hacia los electores para
que elijan a un Papa a la medida de algunas ideologías actuales.
Por ejemplo, no
pocos medios han descalificado como papables a los cardenales que públicamente
han rechazado la licitud de los “actos homosexuales”, aunque se hayan manifestado
benignamente respecto a las “personas homosexuales”. Es una manera de presionar
para que –supuestamente– sea elegido un cardenal a favor de la homosexualidad.
Ya se entiende por
qué desde la época medieval se resguardaba “con llave” (‘cónclave’) a los
cardenales, para protegerlos de las presiones de los poderes políticos y de
cualquier otro interés no espiritual. Esto explica por qué es necesario el
aislamiento de los electores durante el Cónclave.
Así se fabrica un
papable. Pero la realidad es otra: los 115 cardenales están buscando
principalmente a un candidato que tenga cualidades religiosas y espirituales;
pasan a segundo lugar su capacidad de gestión –aunque sea un factor importante–
y su procedencia geográfica.
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