sábado, 30 de marzo de 2013

Hacia las “periferias”


Año 9, número 411
Luis-Fernando Valdés

Con las ceremonias de Semana Santa y la Audiencias generales del nuevo Obispo de Roma, ya se va dibujando la ruta que seguirá su Pontificado. ¿Hacia dónde va el Papa Francisco? ¿Cuál es la revolución que traerá el Papa jesuita?

En los días previos al Cónclave, los cardenales tuvieron varias reuniones llamadas “Congregaciones generales”, en las que cada uno de ellos expuso su visión sobre los problemas de la Iglesia y el perfil que sugería para el nuevo Papa.

El Card. Ortega saluda al recién elegido
 Papa Francisco.
La intervención del Card. Bergoglio fue de las más aplaudidas. El cardenal de La Habana, Mons. Jaime Ortega Alamino, le pidió que le regalara el guión que había utilizado. Como el purpurado argentino había hablado de memoria, le prometió que escribiría lo que había dicho. Así lo hizo, y luego de ser elegido autorizó al cardenal cubano a dar a conocer ese mensaje. [Ver texto completo]

En ese pequeño guión, el entonces Arzobispo de Buenos Aires dijo: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.”

Y añadió: “Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de ‘la dulce y confortadora alegría de la evangelizar’.”

El entonces arzobispo argentino proponía un modelo para la Iglesia y el futuro Papa: salir hacia la gente y sus problemas que no suelen recibir tanta atención (de ahí el nombre de “periferias existenciales”). Se refería a los problemas físicos pero, sobre todo, a los morales y sociales, y no desde un enfoque social, sino religioso: “desde la contemplación y la adoración a Jesucristo”.

El mensaje del Papa es claro: creer en Jesucristo significa vivir como Él, que tuvo un especial cuidado de los pobres, de los enfermos, de los rechazados, y también de los ricos y de los cultos, de los creyentes, e incluso de los que lo mataron.

Así que, una vez elegido al Solio Pontificio, el Papa Bergoglio ya tenía un plan maestro. Y si al principio sus gestos nos impresionaron, ahora sabemos que no era “espontáneos”, sino el fruto de una proyecto cristiano muy pensado, y ya puesto en práctica durante sus años de episcopado en la Capital argentina.

Se entiende que haya celebrado Misa con los cardenales, y también con los barrenderos y conserjes de la Ciudad del Vaticano; que se haya bajado del papamóvil para saludar a los enfermos; que haya celebrado la Misa de Jueves Santo en una cárcel para jóvenes y les haya lavado y besado los pies.

Dado que estos gestos son plenamente conformes al Evangelio (de hecho, Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron en la cárcel a sus propios agresores), entonces ¿dónde está lo revolucionario del Papa jesuita?

El Santo Padre no va a cambiar la doctrina de la Iglesia, ni de hacer de los pobres una bandera para los conflictos. La verdadera “revolución” del Papa argentino consiste en buscar que cada católico –no sólo el Pontífice, no sólo unos cuantos– salga de sí mismo y se dirija a esas “periferias existenciales”, y ahí ayude a las personas que pasan por alguna necesidad física o moral, y las comprenda y las consuele. Es la revolución de la caridad y de la humildad.

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