Año 9, número 411
Luis-Fernando Valdés
Con las ceremonias
de Semana Santa y la Audiencias generales del nuevo Obispo de Roma, ya se va
dibujando la ruta que seguirá su Pontificado. ¿Hacia dónde va el Papa
Francisco? ¿Cuál es la revolución que traerá el Papa jesuita?
En los días
previos al Cónclave, los cardenales tuvieron varias reuniones llamadas
“Congregaciones generales”, en las que cada uno de ellos expuso su visión sobre
los problemas de la Iglesia y el perfil que sugería para el nuevo Papa.
El Card. Ortega saluda al recién elegido Papa Francisco. |
La intervención
del Card. Bergoglio fue de las más aplaudidas. El cardenal de La Habana, Mons. Jaime
Ortega Alamino, le pidió que le regalara el guión que había utilizado. Como el
purpurado argentino había hablado de memoria, le prometió que escribiría lo que
había dicho. Así lo hizo, y luego de ser elegido autorizó al cardenal cubano a
dar a conocer ese mensaje. [Ver
texto completo]
En ese pequeño
guión, el entonces Arzobispo de Buenos Aires dijo: “La Iglesia está llamada a
salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino
también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del
dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa,
las del pensamiento, las de toda miseria.”
Y añadió:
“Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de
Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí
hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que
vive de ‘la dulce y confortadora alegría de la evangelizar’.”
El entonces
arzobispo argentino proponía un modelo para la Iglesia y el futuro Papa: salir
hacia la gente y sus problemas que no suelen recibir tanta atención (de ahí el
nombre de “periferias existenciales”). Se refería a los problemas físicos pero,
sobre todo, a los morales y sociales, y no desde un enfoque social, sino
religioso: “desde la contemplación y la adoración a Jesucristo”.
El mensaje del
Papa es claro: creer en Jesucristo significa vivir como Él, que tuvo un
especial cuidado de los pobres, de los enfermos, de los rechazados, y también
de los ricos y de los cultos, de los creyentes, e incluso de los que lo
mataron.
Así que, una vez
elegido al Solio Pontificio, el Papa Bergoglio ya tenía un plan maestro. Y si
al principio sus gestos nos impresionaron, ahora sabemos que no era
“espontáneos”, sino el fruto de una proyecto cristiano muy pensado, y ya puesto
en práctica durante sus años de episcopado en la Capital argentina.
Se entiende que
haya celebrado Misa con los cardenales, y también con los barrenderos y
conserjes de la Ciudad del Vaticano; que se haya bajado del papamóvil para
saludar a los enfermos; que haya celebrado la Misa de Jueves Santo en una
cárcel para jóvenes y les haya lavado y besado los pies.
Dado que estos
gestos son plenamente conformes al Evangelio (de hecho, Juan Pablo II y
Benedicto XVI visitaron en la cárcel a sus propios agresores), entonces ¿dónde
está lo revolucionario del Papa jesuita?
El Santo Padre no
va a cambiar la doctrina de la Iglesia, ni de hacer de los pobres una bandera
para los conflictos. La verdadera “revolución” del Papa argentino consiste en
buscar que cada católico –no sólo el Pontífice, no sólo unos cuantos– salga de
sí mismo y se dirija a esas “periferias existenciales”, y ahí ayude a las
personas que pasan por alguna necesidad física o moral, y las comprenda y las
consuele. Es la revolución de la caridad y de la humildad.
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