Año 11, número 538
Luis-Fernando Valdés
Las noticias de
tragedias ocurridas a migrantes se multiplican en todo el mundo. Refugiados
varados en el eurotúnel, africanos ahogados en el Mediterráneo, deportados
colombianos, son la fotografía de la crisis de una civilización que no ha
sabido ser solidaria.
Agentes de la gendarmería francesa bloquean el paso al eurotúnel, en Calais. |
1. El diario del
Vaticano, “L’Osservatore romano”, tituló “Fronteras
del rechazo” a la nota en la que informaba de las medidas para impedir el
paso de refugiados e inmigrantes irregulares a diversos países de la unión
europea (4 agosto 2015).
Así, el gobierno
inglés endureció la entrada de migrantes a Gran Bretaña, incluidas las cerca de
tres mil personas acampadas en la cercanías del eurotúnel en Calais, en la
orilla francesa, las cuales provienen de países escenario de guerras y
persecuciones y cuentan, por lo tanto, con los requisitos para pedir asilo.
Una situación
similar se vive cotidianamente en las costas del norte de África. Tan sólo en
estos días, en Libia, se hundieron dos barcos (uno con 50 personas y otro con
más de 400 pasajeros) y se teme que sean más de 200 los muertos (El
País, 28 agosto). Y en Austria fue encontrado un camión abandonado en una
autopista con 71 cadáveres de inmigrantes (BBC
Mundo, 28 agosto).
2. La solidaridad
hacia los migrantes enfrenta grandes dificultades. Por ejemplo, el gran volumen
de personas migrantes asusta a las naciones receptoras. Esos países temen que
cultura, su identidad su religión o incluso su seguridad se pierdan, ante la
llegada masiva de extranjeros.
Además, el miedo
ante el tema migratorio se ha convertido en una triste herramienta para algunas
campañas políticas, como lo es en el caso del precandidato demócrata a la
presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha propuesto la expulsión
todo inmigrante indocumentado.
3. Pero, ¿qué
pasaría si se abrieran las fronteras? A esto responde Luis Fajardo, analista de
BBC Mundo (28
agosto 2015), quien sostiene que la inmigración produce grandes beneficios
a la economía de los países que la reciben.
Fajardo admite que
no todos los economistas están de acuerdo con esa visión, pero explica que hay
importantes estudiosos que la sostienen, como el profesor estadounidense de la
Universidad de Harvard Lant Pritchett, y el profesor nacido en India Jagdish
Bhagwati, académico de la Universidad de Columbia en Nueva York.
Pritchett, por
ejemplo, sostiene que los controles migratorios impiden que funcionen bien los
mercados. Sin sostener una libre apertura a la migración, defiende el retiraro muchas de las trabas a
la llegada de trabajadores extranjeros.
“Un relajamiento
sustancial de las restricciones migratorias existentes benefician a los que
emigran, a los países que los reciben e incluso a los países que los envían. Es
una situación de gana, gana y gana”, afirma.
Por su parte, Bhagwati,
sostiene con vehemencia la importancia de no cerrar las puertas a los
inmigrantes, incluso los de extracción humilde y poca educación, porque “tanto la llegada de personas altamente
calificadas como la de personas con bajos niveles de educación suplen
necesidades [del país de acogida]”.
La migración es
fenómeno muy complejo, que refleja situaciones de injusticia social o de
violencia en los países nativos de los migrantes y desplazados, a las que se
añaden muchas vejaciones en el trayecto hacia un país de mejores condiciones.
Sin embargo, hace falta una visión más solidaria y abierta, tanto de los
gobiernos como de la sociedad civil, para acoger de modo eficiente y legal a
los migrantes, y así ahorrarles el drama de la denigración.
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