Año 10, número 476
Luis-Fernando Valdés
Ante el creciente
fenómeno del narcotráfico, el Papa Francisco manifestó con claridad su postura
respecto a la legalización de las drogas, como supuesto remedio para detener
tráfico de estupefacientes. El Pontífice sostiene rotundamente que no, ni
siquiera a las drogas “blandas”. “Simplemente. No a cualquier tipo de droga”
El pasado viernes
20 de junio, el Santo Padre recibió en audiencia a los participantes en la XXXI
International Drug Enforcement Conference (‘Conferencia Internacional
contra el Narcotráfico’) que se llevó a cabo en Roma del 17 al 19 de este mismo
mes.
Francisco
agradeció a los participantes su tarea que “enfrenta un problema de nuestra
época muy grave y complejo”. Pero el Pontífice no hizo de esta reunión una mera
ceremonia protocolaria, sino que aprovechó para denunciar una vez más el gran
mal que es el narcotráfico.
El Papa explicó que el “azote de la droga
sigue haciendo estragos con formas y extensión impresionantes, alimentado por
un mercado turbio que traspasa las fronteras nacionales y continentales. Así,
crece cada vez más el peligro para los jóvenes y adolescentes. Frente a este
fenómeno siento la necesidad de expresar mi dolor y mi preocupación”.
Con gran claridad
el Santo Padre abordó un tema muy discutido en los últimos años: la posibilidad
de legalizar las drogas. Como es sabido, algunos países han legalizado el
consumo de estupefacientes, con el supuesto de que las drogas son caras por ser
clandestinas, de manera que si se vendieran abiertamente serían baratas y ya no
serán un negocio lucrativo.
Papa Bergoglio se
expresó así: “Quisiera decirlo claramente, la droga no se vence con la droga.
La droga es un mal, y con el mal no puede haber fisuras o compromisos. Pensar
que se puede reducir el daño permitiendo el uso de sustancias psicotrópicas a
las personas que siguen usando drogas, no resuelve el problema”. (News.va,
20 junio 2014)
Esta postura es
una exhortación a no caer en el pragmatismo. La solución a un problema grande
nunca puede atropellar la verdad moral, ni pactar con el mal. Además, una “solución
rápida” (como legalizar las drogas) no llega al fondo del problema, pues no
resuelve los problemas vitales que llevan a las personas a buscar evasiones de
este tipo.
El Pontífice
también salió al encuentro de otro tema delicado, la legalización sólo de las
llamadas “drogas blandas”, como la mariguana, que no son tan dañinas como la
cocaína y otras que causan daños irreversibles a la salud.
Dijo que “la
legalización, incluso parcial, de las llamadas ‘drogas blandas’, además de ser
discutible en términos legislativos, no produce los efectos esperados. Las
drogas sustitutivas, por otra parte, no constituyen una terapia suficiente ,
sino una forma velada de entrega al fenómeno”.
El Papa se apoya
en un hecho para afirmar que esta supuesta solución no da resultados: en los
países que han legalizado los estupefacientes, no se ha disminuido ni la
drogadicción ni el narcotráfico.
Pero Francisco
también explicó que “para decir este no, hay que decir sí a la vida, sí al
amor, sí a los demás, sí a la educación, sí al deporte, sí al trabajo, sí a más
oportunidades de trabajo”.
El problema de la
drogadicción no es únicamente una cuestión política. Es una realidad muy
compleja, cuyo núcleo es el hombre mismo frente al sentido de su vida. Por eso,
no se puede dar una respuesta simplista y pragmática, sino que implica ante
todo alejar las drogas de las personas afectadas y devolverles un nuevo horizonte.
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