Año 10, número 468
Luis-Fernando Valdés
El Papa Francisco
declaró santos a Juan XXIII y Juan Pablo II. Es la primera vez que dos
Pontífices son canonizados juntos. ¿Qué significado tiene el “Papa bueno” y el
“Papa viajero” sean honrados en una misma ceremonia?
Los nuevos santos en la fachada de San Pedro (foto editada con photoshop). |
Con gran alegría
de los católicos del mundo entero, Su Santidad Francisco canonizó este domingo
a dos Papas muy queridos en la Iglesia. Ambos tienen en común, que participaron
activamente en el Concilio Vaticano II, que es lo que seguramente el Papa
quiere destacar.
Para entender la
importancia de este Concilio celebrado entre 1962 y 1965, hay que visualizar
que en el siglo XX el mundo entero sufrió un profundo cambio cultural, que
cambió completamente la visión de la vida a miles de millones de personas.
El mundo venía
saliendo de una Guerra de alcance mundial, en la que se empleó alta tecnología
para destruir (aviones bombarderos, submarinos, bombas atómicas), que produjo
decenas de millones de muertos y de heridos, ciudades arrasadas y la tragedia
del Holocausto.
El resultado final
de la Guerra fue un mundo totalmente diferente: nueva geopolítica (Guerra
Fría), una generación huérfana, un gran nihilismo (la “naúsea” de Sartre), una
disminución en la práctica religiosa cristina, el predominio de la tecnología y
los inicios de la “aldea global” (Marchal McLuhan).
Entonces, ¿que le
podía decir la Iglesia a este nuevo mundo? Elegido en octubre de 1958 como
Papa, Angelo Giuseppe Roncalli, convocó la celebración de un concilio ecuménico
(con prácticamente todos los obispos católicos del mundo), para renovar la
visión que la Iglesia tenía de sí misma y entonces poder responder a los retos
de un mundo nuevo.
Por eso, el
Concilio Vaticano II es el punto de referencia vigente para entender el papel
de la Iglesia en el mundo de hoy. Fue un concilio pastoral, de renovación de
planteamientos y métodos para buscar respuestas a los temas centrales de la
paz, la familia, la cultura, el ecumenismo, la economía global, etcétera.
Por su parte, cuando
Karol Joseph Wojtyla fue elegido como Papa en octubre de 1978, la Iglesia
sufría una gran crisis interna tanto doctrinal como disciplinar, y el mundo
estaba dividido en dos bloques: Occidental (EUA) y Oriental (Rusia soviética).
Recibió un mundo sin esperanza (perdida por el terrorismo, guerras, hambrunas,
pobreza, escepticismo).
Y con sus viajes,
Juan Pablo II continuó la puesta en marcha del programa trazado por el Vaticano
II, que ya Pablo VI había comenzado. Y así el Pontífice llegado de Polonia se
convirtió el gran “testigo de esperanza” y en un luchador de la paz mundial. El
Papa Wojtyla mostró al mundo que Cristo está cerca, y lo hizo con su propia
vida, pues fue un hombre de oración, que aceptó su cruz con alegría.
Pero no sólo eso,
Juan Pablo II en sus 27 años de pontificado escribió 14 encíclicas y decenas de
documentos importantes que ayudaron a interpretar correctamente el Concilio.
Además convocó varios sínodos de obispos para dar orientación pastoral a cada
uno de los cinco continentes.
Ambos Papas
consolidaron un nuevo estilo del Papado, muy acorde con los nuevos tiempo, pues
fueron Pontífices muy cercanos a la gente, con un gran sentido de la
misericordia con los que se equivocan y con los que sufren.
Con esta doble
canonización, el Papa Francisco nos dice que el mensaje de esperanza del
Concilio Vaticano II sigue en marcha, y resalta que ahora mismo la Iglesia debe
buscar la cercanía con todas las personas, especialmente las alejadas.
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