Año 10, número 466
Luis-Fernando Valdés
Faltan un par de
semanas para que Juan Pablo II sea canonizado por el Papa Francisco. Su fama
como hombre de Dios es indiscutible. Pero no todos conocen qué milagro realizó
como señal de que es santo. Hoy presentamos esa “prueba de santidad”.
Floribeth Mora, curada por Juan Pablo II. |
Para canonizar
(declarar a santa) a una persona, la Iglesia primero recoge el testimonio de
testigos directos. Después de un estudio detallado de su vida, certifica que el
candidato vivió “heroicamente” (plenamente) las virtudes cristianas.
Lo siguiente es
que Dios mismo certifique que ese candidato sí está en el Cielo. Y lo hace
concediendo un milagro, atribuido a la intercesión de ese siervo de Dios. La
Santa Sede recibe los posibles milagros y los somete a un estudio técnico, para
certificar que en ese evento no tiene explicación natural ni científica. Sólo
entonces se procede a la canonización.
En el caso de Juan
Pablo II se han recopilado muchos posibles milagros de diversas partes del
mundo. El postulador de la causa de canonización escogió el caso de la
costarricense Floribeth Mora Díaz, curada inexplicablemente de un aneurisma
cerebral. Valentina Alazraki lo documenta en su más reciente libro, “El santo
que conquistó el mundo” (Planeta, 2014, pp. 127ss).
El 8 de abril de
2011, Floribeth tuvo un fortísimo dolor de cabeza, la llevaron al hospital donde
diagnosticaron una severa migraña. Los dolores continuaron. Tres días después
mediante una tomografía descubrieron que una arteria del cerebro goteaba, pero
ésta se encontraba en una zona inaccesible del cerebro. Los médicos le dieron
un mes de vida.
Floribeth le pedía
a Edwin, su marido, “no me dejes morir”. Los médicos les dijeron que quizá en
México o en Cuba la podrían operar, pero que el riesgo de morir o quedar como
vegetal era muy alto. Entonces Edwin se sentó en una banca afuera del hospital,
llorando. Y empezó a rezar a Juan Pablo II:
“Dios mío,
ayúdame. Karol Wojtyla, Juan Pablo II, no me deje solo, no me deje solo,
ayúdeme, creo en usted, Santo Papa. Juan Pablo II usted es un santo para mí,
ayúdame, ayúdeme”.
El día 1º de mayo,
justo el día de la beatificación del Papa polaco, toda la familia acudió a la
vigilia de oración en el Estadio de San José, para pedirle el milagro al nuevo
beato. Aunque Floribeth no pudo asistir, pensaba: “Juan Pablo II para mí no es
santo porque fuera un hombre perfecto, yo lo veo santo porque en su humanidad
nos enseñó a sobrellevar el sufrimiento, el dolor y la enfermedad”.
Ella siguió la
transmisión completa de la Beatificación por televisión, a las 2:30 de la
mañana local. Se durmió y despertó como a las 8.30 de la mañana. “Cuando me
levanté … yo estaba observando una revista en cuya portada estaba Juan Pablo
II. Me persigné, como todos los días, dándole gracias al Señor por un nuevo
día; me quedé viendo la revista … y me quedé admirada, observando, y escuchaba
su voz que me decía: ‘Levántate, no tengas miedo’. Vi sus manos que me hacían
un gesto, invitándome a levantarme. Me quedé sorprendida, seguía mirando la
revista y le dije: ‘Sí, Señor’.”
Seis meses
después, le practicaron otra resonancia y ya no estaba el aneurisma. Otros
meses más tarde, en otro estudio tampoco encontraron nada y ni siquiera
secuelas. La ciencia médica no conoce estudios de que un aneurisma desaparezca
espontáneamente.
Juan Pablo II está
junto a Dios, por eso es un gran intercesor. Nuestro añorado Papa desde el
Cielo continúa realizando la misión que ejerció aquí en la Tierra: hacernos
saber y sentir que Dios está muy cercano.
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