Año 10, número 467
Luis-Fernando Valdés
El próximo domingo
será canonizado el Papa Wojtyla, quizá el personaje que ha sido conocido por
más personas en el mundo contemporáneo. Un Pontífice viajero y un hombre
mediático, del que sin embargo, pocos conocen su interior. ¿Cuál es el mundo
secreto de Juan Pablo II?
La oración es la clave poco conocida del pontificado de Juan Pablo II. |
Este gran Papa
realizó una gran labor pastoral, doctrinal y disciplinar durante los 27 años de
su pontificado. Fallecido hace 9 años, Karol Wojtyla dejó una enorme herencia
de encíclicas y documentos, de sínodos de obispos, de Jornadas mundiales de la
juventud, de millares de kilómetros recorridos en sus viajes apostólicos.
Esa enorme
capacidad de acción, junto con su gran don de gentes, ha sido quizá una nube
involuntaria que cubrió lo más importante del Papa polaco: su vida interior, su
vida mística de trato continuo con Dios, que es el gran secreto de su eficacia
pastoral.
Desde muy
jovencito, Karol tuvo una gran inquietud por el encuentro personal con Dios,
mediante la experiencia de la oración y de la meditación. Importante para su
crecimiento espiritual fue la persona de un sastre, Jan Tyranowski, quien le dio
a leer a San Juan de la Cruz, cuando Karol tenía 20 años.
Cuando tenía 21
años, su padre falleció mientras él estaba cubriendo su turno de trabajo en la
cantera Solvay, en Cracovia. Huérfano de madre desde hacía unos años, y
habiendo perdido a sus dos hermanos, el joven Karol veló a su padre toda la
noche. Fruto de esas largas horas de oración fue la decisión de ser sacerdote.
Esta actitud de
unirse a Dios mediante la oración y la Eucaristía la cultivó durante toda su
vida. Su amigo Andrzej Maria Descur, que llegó a ser cardenal, le compartió su
departamento romano durante el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo I,
en octubre de 1978. Comenta que descubrió que el entonces cardenal de Cracovia
se pasaba las noches rezando largas horas en la capilla, tumbado boca abajo.
Esa fue la manera
cómo el elector polaco pedía a Dios por el futuro Papa, que resultó ser él mismo.
Más que apostar por pactos entre cardenales, Wojtyla estaba convencido que el
cónclave sería resultado de la gracia de Dios.
De igual manera,
el gran éxito en sus viajes tenía como fundamento su intensa vida de oración
diaria. Iniciaba el día temprano y pasaba un largo rato en la capilla, luego
celebraba la Misa, aunque más tarde tuviera otra Eucaristía con las multitudes,
y durante el día rezaba la Liturgia de las Horas y el Santo Rosario.
Desde su juventud
Karol Wojtyla comprendió que la devoción a Santa María conlleva siempre un
encuentro con Cristo. Por eso, tomó como lema episcopal “Totus tuus”, que
significa “soy todo tuyo”, refiriéndose a la Virgen.
Hay una foto que
plasma la síntesis entre oración y acción pastoral de Juan Pablo II. En Manila,
durante la JMJ de 1995, el Papa se dirigía en helicóptero a la Misa con cinco
millones de personas. El fotógrafo captó al Pontífice mirando a la multitud por
la ventanilla, mientras levantaba el Rosario en la mano derecha. Rezar por esas
personas era el secreto.
La ya próxima elevación
a los altares de Juan Pablo II tendrá una gran variedad de significados, pues
son muchas las facetas de la vida que ha iluminado con su vida santa y con su
pontificado.
Pero sin duda, un aspecto importante que esta canonización
quiere poner de relieve es que la revitalización de la Iglesia, depende siempre
de que cada pastor, cada padre de familia y cada hijo un cristiano que esté
espiritualmente unido a Jesucristo, mediante la oración y la Eucaristía. Ésta
es quizá el legado más valioso –aunque sea poco conocido– que nos ha dejado
Juan Pablo II.
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