Año 10, número 469
Luis-Fernando Valdés
El Papa Francisco
reconoció que recientemente ha llorado. Explicó que se soltó en llanto cuando
vio en los medios a dos jóvenes cristianos que fueron crucificados en un país
de medio oriente. Tristemente, todavía hoy se mata a nombre de Dios.
El Papa lloró por los cristianos crucificados. |
En una reciente
homilía, durante la Misa cotidiana en la residencia Santa Marta, el Pontífice
confesó a los asistentes: “Yo lloré cuando vi en los media” la noticia de
“cristianos crucificados en cierto país no cristiano” (Radio Vaticano, 2
mayo 2014).
Aunque el Santo
Padre no dijo el nombre del país donde sucedió esta tragedia, por los medios de
comunicación sabemos que fue en Siria. La noticia fue difundida por Radio
Vaticano y luego publicada en todo el mundo.
Fue una religiosa,
la Hermana Raghida, residente en Damasco la que contó las atrocidades que se
han cometido contra los cristianos en la localidad de Maaloula. La religiosa, doctora en
Educación, estuvo al frente de la escuela del Patriarcado Greco-Católico en
Damasco. Hoy vive en Francia. Su madre y sus seis hermanos y hermanas están
todavía en Siria, donde su vida está en peligro todos los días.
Con dolor y horror transcribo
la declaración de sor Raghida: “En los pueblos y aldeas que están ocupadas por
elementos armados, los yihadistas y los grupos musulmanes extremistas ofrecen a
los cristianos dos alternativas: la shahada [o sea, la profesión de fe
musulmana] o la muerte. A veces piden un rescate. Así que están entre la
shahada, el rescate o la muerte.”
Y continúa: “Quienes no
niegan su fe sufren el martirio, y además un martirio extremadamente inhumano,
de un violencia extrema que no tiene nombre. Si quieren ejemplos, en Maaloula
crucificaron a dos jóvenes porque no quisieron decir la shahada. Les dijeron:
‘entonces quieren morir como su amo en el que creen. Tienen una opción: recitan
la shahada o serán crucificados’. Y les crucificaron. Hubo uno que fue
crucificado delante de su padre. Incluso mataron a su padre.”
Lo que sigue es espantoso:
“En cuanto entraron en la ciudad, comenzaron a matar a hombres, mujeres y niños
. Y después de la masacre, se llevaron las cabezas y jugaron al fútbol con
ellas. En cuanto a las mujeres, les sacaron a sus bebés y los ataron a los
árboles con sus cordones umbilicales.”
A pesar de todo, la visión de
la Hermana Raghida está llena de confianza en Dios: “Afortunadamente, la esperanza y la vida es
más fuerte que la muerte. Después de un período de calma y de que la ciudad
volviera a manos del ejército, hicimos misas de réquiem, y seguimos rezando
intensamente.” (Radio Vaticano, 24 abril 2014; traducción de: Aleteia.org).
Entendemos las lágrimas del
Papa, que en esa homilía denunció que “también hoy hay gente así, que en nombre de Dios, mata,
persigue”. Pero además, el Pontífice quiso mostrar un signo de esperanza: la
alegría del testimonio cristiano de los perseguidos.
Se trata de “la
alegría de los mártires cristianos, la alegría de tantos hermanos y hermanas
nuestros que en la historia han sentido esta alegría, esta felicidad por haber
sido juzgados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. ¡Y hoy hay
tantos! Piensen que en algunos países, sólo por llevar el Evangelio, vas a la
cárcel. Tú no puedes llevar una cruz: te harán pagar la multa.”
El Papa Francisco
que hace unos meses convocó a millones de cristianos a rezar por la paz de
Siria, ahora bebe sus lágrimas por los cristianos torturados y asesinados en
ese mismo país. Hoy es tiempo de rezar y de llorar… y de elevar un grito por
los perseguidos. [Clic para ayudar a los cristianos perseguidos]
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