domingo, 1 de diciembre de 2013

El plan maestro de Bergoglio


Año 9, número 447
Luis-Fernando Valdés
 
La Exhortación Apostólica "Evangelii Gaudium"
contiene el programa pastoral del Papa Francisco.
El Papa acaba de publicar la obra programática de su Pontificado, que ha sido recibida muy bien recibida. Pero, ¿qué novedades contiene el texto de Francisco? ¿Reformará o no el papado y a la Iglesia?

Con motivo de la clausura del Año de la Fe (24 noviembre), el Santo Padre publicó la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (‘La alegría del Evangelio’), cuyo contenido “tiene un sentido programático” del nuevo Pontificado (n. 25).

Sobre este rico documento se pueden comentar muchos aspectos. Veamos los más generales. En primer lugar, esta Exhortación muestra la autenticidad del pensamiento de Francisco. En ella encontramos frases llenas de sentido, que él ya usaba desde su época de Cardenal en Buenos Aires y que sigue empleando en sus homilías diarias.

Por ejemplo, la expresión: Dios “primerea”, que equivale a decir “que el Señor tomó la iniciativa”, pues ha amado primero a sus discípulos. Es simpático que en el documento el Papa pide disculpas por utilizar este neologismo (cfr. n. 24).

O esta otra frase: que los obispos y sacerdotes deben ser pastores “con olor a oveja”, es decir, guías espirituales que están en contacto con los problemas de la gente, que tocan “la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (cfr. n. 24).

Un elemento clave del documento es que Francisco pone como punto de partida la alegría del encuentro con Cristo. Y, desde la Escritura, muestra ejemplos vivos del gozo de quienes dejan entrar a Dios en sus vidas (cfr. nn. 2-8). Así, el Pontífice muestra que el cristianismo es ante todo una afirmación alegre y no un mero código de preceptos negativos.

Otro punto central es que el Papa latinoamericano propone a toda la Iglesia que es hora de que los fieles salgan a buscar a los que no frecuentan la práctica religiosa. Y lo hace con palabras que ya empleaba en Argentina: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (n. 49).

Ha llamado la atención en los medios la claridad con la que el Papa Francisco denuncia tanto los males del mundo actual (una economía que excluye a los pobres, la idolatría del dinero, la violencia, etc.); como también los problemas de los hombres de Iglesia: el egoísmo, el “pesimismo estéril”, la “mundanidad espiritual”, etc. (cfr. nn. 52-109).

Por otra parte, el nuevo estilo del Santo Padre, su cercanía con la gente, su sencillez para decir lo que piensa, han dado oxígeno al mensaje de la Iglesia, de manera que el Papa presenta aquí la doctrina católica de siempre sobre el aborto (nn. 213-214), la homosexualidad (n. 64) y el sacerdocio sólo para varones (n. 104), sin que haya levantado protestas en los medios.

La reforma que propone el Papa Bergoglio no consiste en cambios doctrinales, sino en el  modo de ejercer el gobierno en la Iglesia, empezando por el pontificado romano (n. 32) y el de los obispos que deben estar más cercanos a la gente (nn. 30-31); y a la descentralización: que el Papa no “reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios” (n. 16).

Hay que destacar que este documento es fruto de la amplia experiencia pastoral del Papa argentino, que desde hace años ha buscado el acercamiento de la Iglesia con el mundo contemporáneo y ha ofrecido soluciones prácticas a los profundos sufrimientos sociales, y que ahora pide a la Iglesia entablar un diálogo con la sociedad multicutural y multirreligiosa.

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