Año 9, número 447
Luis-Fernando Valdés
El Papa acaba de
publicar la obra programática de su Pontificado, que ha sido recibida muy bien
recibida. Pero, ¿qué novedades contiene el texto de Francisco? ¿Reformará o no
el papado y a la Iglesia?
Con motivo de la
clausura del Año de la Fe (24 noviembre), el Santo Padre publicó la Exhortación
Apostólica “Evangelii
Gaudium” (‘La alegría del Evangelio’), cuyo contenido “tiene un sentido
programático” del nuevo Pontificado (n. 25).
Sobre este rico
documento se pueden comentar muchos aspectos. Veamos los más generales. En
primer lugar, esta Exhortación muestra la autenticidad del pensamiento de
Francisco. En ella encontramos frases llenas de sentido, que él ya usaba desde
su época de Cardenal en Buenos Aires y que sigue empleando en sus homilías
diarias.
Por ejemplo, la
expresión: Dios “primerea”, que equivale a decir “que el Señor tomó la
iniciativa”, pues ha amado primero a sus discípulos. Es simpático que en el
documento el Papa pide disculpas por utilizar este neologismo (cfr. n. 24).
O esta otra frase:
que los obispos y sacerdotes deben ser pastores “con olor a oveja”, es decir,
guías espirituales que están en contacto con los problemas de la gente, que
tocan “la carne sufriente de Cristo en el
pueblo” (cfr. n. 24).
Un elemento clave del documento es que Francisco pone
como punto de partida la alegría del encuentro con Cristo. Y, desde la
Escritura, muestra ejemplos vivos del gozo de quienes dejan entrar a Dios en
sus vidas (cfr. nn. 2-8). Así, el Pontífice muestra que el cristianismo es ante
todo una afirmación alegre y no un mero código de preceptos negativos.
Otro punto central es que el Papa latinoamericano
propone a toda la Iglesia que es hora de que los fieles salgan a buscar a los
que no frecuentan la práctica religiosa. Y lo hace con palabras que ya empleaba
en Argentina: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a
la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de
aferrarse a las propias seguridades” (n. 49).
Ha llamado la atención en los medios la claridad con
la que el Papa Francisco denuncia tanto los males del mundo actual (una
economía que excluye a los pobres, la idolatría del dinero, la violencia,
etc.); como también los problemas de los hombres de Iglesia: el egoísmo, el
“pesimismo estéril”, la “mundanidad espiritual”, etc. (cfr. nn. 52-109).
Por otra parte, el nuevo estilo del Santo Padre, su
cercanía con la gente, su sencillez para decir lo que piensa, han dado oxígeno
al mensaje de la Iglesia, de manera que el Papa presenta aquí la doctrina
católica de siempre sobre el aborto (nn. 213-214), la homosexualidad (n. 64) y
el sacerdocio sólo para varones (n. 104), sin que haya levantado protestas en
los medios.
La reforma que propone el Papa Bergoglio no consiste
en cambios doctrinales, sino en el modo
de ejercer el gobierno en la Iglesia, empezando por el pontificado romano (n.
32) y el de los obispos que deben estar más cercanos a la gente (nn. 30-31); y
a la descentralización: que el Papa no “reemplace a los episcopados locales en
el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios”
(n. 16).
Hay que destacar que este documento es fruto de la
amplia experiencia pastoral del Papa argentino, que desde hace años ha buscado
el acercamiento de la Iglesia con el mundo contemporáneo y ha ofrecido
soluciones prácticas a los profundos sufrimientos sociales, y que ahora pide a
la Iglesia entablar un diálogo con la sociedad multicutural y multirreligiosa.
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