Año 9, número 448
Luis-Fernando Valdés
Se reunió el Papa
Francisco con el Consejo de Cardenales, el llamado “G-8 vaticano”. Aunque
anunciaron que la reforma de la Curia romana llevará mucho tiempo, el Santo
Padre sorprendió al mundo con la formación de una comisión contra la
pederastia. ¿Será suficiente para frenar la crisis de credibilidad de la
Iglesia?
El Papa Francisco con el llamado "G-8 vaticano". |
El Papa Francisco
aprobó la creación de una Comisión vaticana para la
protección de la infancia. Busca así reforzar el empeño de la Santa Sede en la
protección de los niños y la atención pastoral a las víctimas de los abusos.
Esta iniciativa fue propuesta al iniciar la segunda
reunión del Consejo de Cardenales, y casi de inmediato fue aprobada por el
Santo Padre. Dos horas después el vocero de la Santa Sede, P. Federico
Lombardi, y el cardenal Sean Patrick O’Malley la dieron a conocer a la opinión
pública. [video]
Este mismo Cardenal explicó que esta Comisión tiene
como misión informar sobre el estado actual de los programas para la protección
de la infancia y hacer propuestas de nuevas iniciativas por parte de la Curia
en colaboración con los obispos, las conferencias episcopales y las
conferencias de superiores religiosos.
Para implementar las propuestas, esta Comisión puede
proponer personas con experiencia en la seguridad de la infancia, en el trato
con las víctimas, así como en la aplicación de las leyes. Y resulta una gran
novedad y un gran avance que esos expertos puedan ser no sólo sacerdotes sino
también laicos o religiosos o religiosas.
Mons. O’Malley afirmó que: “continuando con decisión
la línea emprendida por el Papa Benedicto XVI y acogiendo una propuesta
presentada por el Consejo de Cardenales el Santo Padre ha decidido constituir
una comisión específica para la protección de los menores, con el fin de
aconsejar al Papa Francisco sobre el compromiso de la Santa Sede en la
protección de los menores y en la atención pastoral a las víctimas de los
abusos.”
Después, el Cardenal, mencionó algunas líneas de
acción de la futura comisión. Entre otras: establecer directrices, desarrollar
normas para la protección de los menores y del maltrato infantil, y programas
de formación para los niños, los padres, y todos los que trabajan con los menores
de edad, así como de los catequistas y los sacerdotes.
También se prevén protocolos para la seguridad del
entorno, códigos de conducta, certificación de idoneidad para el ministerio
sacerdotal, detección y verificación de antecedentes penales; estado de las
solicitudes de evaluación psiquiátrica; cooperación con las autoridades
civiles, denuncia de los delitos, respeto de las leyes civiles; y un largo
etcétera. [Noticia]
Pero la pregunta sigue en pie: ¿podrá esta medida
disciplinar frenar la crisis de credibilidad de la Iglesia en los países
occidentales? Seguramente sí, aunque no a corto plazo. El daño hecho a las
víctimas no desaparece por un decreto, pero posiblemente les ayudará saber que
su sufrimiento sí está siendo tomado en cuenta, y que se están poniendo los
medios para que nadie vuelva a pasar por el mismo tormento que ellos.
Además, se puede recuperar la confianza en una
institución que ha reconocido esta conducta indignísima de algunos de sus
ministros, que ha establecido leyes muy severas para los agresores y que ahora
da un paso más, buscando la ayuda a las víctimas y vigilando más a los
candidatos al sacerdocio. Pero no olvidemos que esta confianza en la Iglesia no
es un fin, sino un medio para que el Evangelio sea difundido y llene de amor de
Dios y de solidaridad a todos los hombres.
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