Año 9, número 435
Luis-Fernando Valdés
Escuchamos rumores
de guerra. Es posible que sea cuestión de días para que ocurra una posible
intervención militar de Estados Unidos en Siria. Mientras tanto la reunión del
G-20 en Rusia terminó sin definir nada sobre esta posible guerra, que parece
inminente. ¿Hay motivos reales para esperar la paz?
El Papa Francisco pidió una jornada de ayuno y oración como camino para la paz en Siria. |
La realidad de la
guerra y de los conflictos entre países y etnias nos hace ver que la paz es una
tarea muy complicada. Los intereses económicos y geopolíticos, así como el odio
y el rencor acumulados, se convierten en una muralla infranqueable para
alcanzar la anhelada concordia.
Este panorama
puede ser una trampa que nos lleve al escepticismo (“la paz no es posible”) o
la indiferencia (“allá ellos”); pero en realidad, con una mirada nueva, esta
desolación se puede convertir en un “puente”. En efecto, estos problemas
humanos que son casi imposibles de resolver nos ayudan a descubrir –o, al
menos, intuir– que existe otra instancia en la que el conflicto se pueda solucionar.
La clave del
problema de la paz y la guerra radica en lo profundo del ser humano, en sus
deseo y sentimientos, ahí donde se ubica la voluntad de amar o de odiar, de
perdonar o destruir. Y todos sabemos que eso, que llamamos “corazón”, no puede
ser transformado por nadie sino sólo por el mismo sujeto.
¿Cómo cambiar
entonces lo más profundo de un corazón que ha sido herido por los cañones que
han asesinado a los que ama? ¿Cómo cambiar la voluntad de quien sólo busca sus
intereses económicos, si importarle si destruye a los demás?
La ciencia y la tecnología
no han podido lograrlo. El progreso científico, que nos prometió respuestas al
problema humano sin necesidad de acudir a Dios, no nos ha resuelto cómo
convertir el odio en perdón, ni cómo pasar de la guerra a la paz. Y el
desarrollo tecnológico –en vez de darnos un mundo más justo– consiguió hacer
más eficaz el arte de la destrucción.
Ante esta
imposibilidad del hombre por sus propias fuerzas de remover la dureza del
corazón humano, donde radican los gérmenes de la guerra, sólo queda el recurso
a lo sobrenatural. Así lo enseña la historia de las culturas, pues el ser
humano siempre a recurrido a Dios, o los dioses, para rogar que detenga la
violencia.
Rezar por la paz
lejos de ser algo irracional o indigno del hombre, hoy mismo se ha mostrado
como lo más humano. Ha sido impresionante la respuesta de millones de personas
al llamado del Papa Francisco a celebrar una jornada de ayuno y
oración por la paz, el pasado sábado 7 de septiembre, para pedir juntos por
la paz de Siria y del mundo.
En solidaridad con
este llamado del Santo Padre, los Presidentes de la Conferencia de las Iglesias
Europeas (Evangélicas )y del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa
(Católicas), firmaron
una declaración titulada “Juntos por la paz”.
Rezar juntos nos
hace más humanos: es la manera como los que sufren reciben la solidaridad de
parte de los demás, es el modo como los que perpetran la guerra ven que sus
acciones no están respaldadas por los demás.
¿Qué podemos hacer
hoy por la paz? Recorrer personalmente ese puente. Como cada uno tenemos
experiencia de que nuestro interior es débil y que con facilidad puede alejarse
de la paz y acercarse al odio, nos toca pedir a aquel Ser que cuide nuestros
sentimientos para que sean de paz.
Mientras los
poderosos de la tierra preparan sus armas, los ciudadanos de a pie buscamos la
paz y solidaridad con los que sufren, también mediante la oración, el único
puente que permite sanar los sentimientos y cambiar la guerra por la paz.
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