Año 9, número 432
Luis-Fernando Valdés
Se han cumplido 25
años de una Carta de Juan Pablo II sobre la mujer, en la que propone un
feminismo amplio en el seno de la Iglesia. Sin embargo, aún continúan algunas voces
de protesta que piden que la Iglesia adopte el feminismo radical. ¿El modelo
católico de mujer es aún vigente hoy?
Juan Pablo II publicó hace 25 años una Carta en la propone un feminismo desde la fe. |
El Papa Wojtyla
publicó la Carta
Apostólica “Mulieris dignitatem”, sobre la dignidad y la vocación de la
mujer, el 15 de agosto de 1988, con motivo del Año mariano que había convocado
antes del Jubileo del 2000.
El Papa Francisco,
el pasado jueves 15, hizo una referencia a este aniversario. Manifestó que
“este documento es rico de ideas que merecen ser retomadas y desarrolladas”. Pero,
¿hacia dónde debe ir ese desarrollo para que la mujer del mundo de hoy pueda
hacer compatible su realización personal con la fe de la Iglesia Católica?
El problema de
fondo consiste en que hay algunos sectores eclesiales han hecho suyos los
postulados del feminismo radical contemporáneo y piden que la Iglesia se adapte
a esos principios, y pretenden echar por tierra el modelo femenino propuesto
por la Doctrina católica.
Sirva como muestra
la postura de la teóloga, Carmiña Navia, quien sostiene que la Iglesia debe no
sólo aceptar el sacerdocio femenino sino también “reconocer la legitimidad de
las mujeres para decidir sobre sus embarazos, sobre su sexualidad y su cuerpo,
sobre lo que en cada caso y situación concreta su conciencia determine como lo
mejor. Reconocer e impulsar pastoralmente, por tanto, los derechos sexuales y
reproductivos de la población femenina.” [C.
Navia, El País (Colombia), 5 marzo 2013]
En otras palabras,
la Dra. Navia pide que la Iglesia deje su visión y sus valores sobre la mujer,
y que adopte y promueva los principios del feminismo liberal. Sin embargo, este
feminismo radical no ha podido ofrecer una síntesis adecuada a las disyuntivas
que aquejan a la mujer de hoy matrimonio-fidelidad, maternidad-profesión, etc.
En cambio, la
doctrina sobre la mujer, propuesta por Juan Pablo II para toda la Iglesia, sí
busca una respuesta que pueda dar armonía a los diversos roles de la mujer. A
diferencia del feminismo que considera la maternidad como un elemento que
esclaviza a la mujer, el feminismo católico defiende esta maternidad pero sin afirmar
el dominio del varón.
Es poco conocida
la postura anti-machista de Juan Pablo, que en la “Mulieris dignitatem” (n. 18)
invita al varón a mirar la maternidad para poder entender su propia paternidad.
Pues así como la mujer a través la experiencia de la maternidad se dona
plenamente a sí misma, de igual manera el varón debe aprender a ser padre
donándose totalmente a sí mismo.
El varón debe
recordar “que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la
mujer. Ningún programa de ‘igualdad de derechos’ del hombre y de la mujer es
válido si no se tiene en cuenta esto de un modo totalmente esencial” (ibídem).
Se trata de un
nuevo y profundo paradigma de igualdad. El feminismo radical, para conseguir la
igualdad de fémina y varón propone eliminar lo que diferencia a la mujer del hombre,
o sea la maternidad.
En cambio, el Papa
Wojtyla afirma la maternidad y le dice al varón que necesita de esa maternidad
para entenderse a sí mismo; o sea, el punto de referencia debe ser la mujer, en
cuanto que es capaz de ser madre.
Es una pena que se
conozca poco esta gran Carta de Juan Pablo II, que ilumina con profundidad el
problema de la igualdad de la mujer. Pero esta deficiencia es una oportunidad
para promover este auténtico feminismo, nacido de los valores más profundos del
Evangelio
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