Año 9, número 423
Luis-Fernando Valdés
Se han cumplido
cien días de la elección del Papa argentino. Son indudables el carisma del
nuevo Pontífice y la gran aceptación lograda. Pero, este cambio de estilo ¿es
una reforma o una revolución?
Desde el inicio,
el Papa “venido del fin del mundo”, como él mismo lo dijo el día de su
elección, se ha ganado la confianza de la gente mediante su “estilo” personal,
caracterizado por sus gestos de sencillez y austeridad, como seguir usando los
mismos zapatos negros que ya traía desde Argentina, portar una cruz pectoral de
hierro, traer un anillo de plata y no de oro, vivir en la Casa Santa Marta y no
en los apartamentos pontificios.
También desde el
primer momento el Papa ha estado cercano a la gente. Durante las audiencias,
recorre durante 45 minutos la Plaza de San Pedro para abrazar a los enfermos,
besar a los niños y saludar despacio a los peregrinos, que según cifra
oficiales han sido 300 mil entre las tres últimas audiencias, entre los meses
de mayo y junio. (El
Telégrafo, Ecuador, 21 junio 2013)
Francisco habla de
modo claro y directo. En sus homilías en la Misa cotidiana en Santa Marta, con
el estilo de un párroco que se dirige a sus feligreses, el Santo Padre ha
denunciado el peligro de una Iglesia “autorreferencial”, encerrada en sí misma
y que no sale a las “periferias” de los problemas de la gente.
Con claridad, el
Pontífice ha impulsado cambios de fondo en la transparencia del Banco Vaticano,
ha denunciado la hipocresía y ha pedido que se combata con firmeza la pedofilia
en los clérigos. También el Santo Padre ha pedido con fuerza por la paz en
Siria y ha exhortado a que no se desperdicie la comida.
Francisco ha
generado muchas expectativas. Por ejemplo, el conocido analista
latinoamericano, Andrés Oppenheimer, afirma que con el Papa Francisco “no sólo
habrá un cambio de estilo, sino también un cambio de fondo.” (La
Nación, 18 junio 2013)
Pero hay dos maneras
de entender este “cambio”. Para unos significa “reforma” (reimpulsar la
doctrina de siempre para Evangelizar el mundo de hoy), pero para otros quiere
decir “revolución” (transformar la ética católica y aceptar le sacerdocio femenino,
el aborto, etc.).
Sin duda, el Papa
ha puesto en marcha una reforma en el interior de la Iglesia. Pero, no hay que
reducirla a la reforma administrativa de la Curia vaticana, que los cardenales
mismo pidieron antes del Cónclave, pues Francisco busca una reforma espiritual
de todos los obispos y fieles católicos.
En cambio, si
alguno interpretara este cambio de “protocolo” papal como una revolución, como un
dejar atrás las enseñanzas de los pontífices anteriores, se llevaría la
decepción de que el Papa latinoamericano enseña la doctrina tradicional de la
Iglesia y con frecuencia cita a Benedicto XVI. Es el mismo mensaje, pero con
otro estilo.
En realidad, la
“revolución” que pretende el Santo Padre consiste en que la Iglesia vuelva la
sencillez del Evangelio: a una Iglesia pobre y solidaria, a una Iglesia en la
que cada católico está comprometido en evangelizar, a una Iglesia donde nadie
busque un beneficio personal o hacer carrera.
Ésta es la
verdadera revolución de Francisco: un cambio espiritual –religioso– en los
católicos. “La verdadera revolución, la que transforma radicalmente la vida, la
ha hecho sólo Jesucristo por medio de su resurrección”, afirmó recientemente el
Papa Bergoglio, al tiempo que citaba a Benedicto XVI para remarcar que la resurrección
ha sido “la más grande mutación de la historia de la humanidad y ha dado vida a
un nuevo mundo.” (Audiencia,
17 junio 2013).
Para saber más:
Cronología
de los 100 primeros días del papa Francisco, (La Información.com)
Hechos,
frases y nombramientos de los 100 primeros días (Europapress.es)
Frases
destacadas del papa Francisco (Listín diario, Dominicana)
Claves
para entender el pontificado (Rome Reports)
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