Año 9, número 422
Luis-Fernando Valdés
La prensa
internacional publicó que el Papa Francisco admitió la existencia de un grupo
de presión gay dentro de la Curia romana. El vocero de prensa del Vaticano se
limitó a un “sin comentario”. ¿Qué pensar de esta situación? ¿Qué consecuencias
tendrá para la Iglesia?
El Papa Francisco con los directivos de la CLAR (6 junio 2013). |
El pasado 6 de
junio, el Santo Padre recibió y dialogó durante una hora con la directiva de la
Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR).
Días después, el portal chileno “Reflexión y liberación” (afín a la teología de
la liberación) publicó un supuesto
extracto de esa conversación (11 junio).
Ahí se le atribuye
al Papa haber dicho que “en la curia hay gente santa, de verdad, hay gente
santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad…
Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí… hay que ver qué podemos hacer…”
La prensa mundial convirtió
esta publicación en noticia destacada. Por su parte, el vocero vaticano, el
Padre Lombardi, primero afirmó que no tenía comentarios y luego desmintió que
el Pontífice hubiera hecho alguna declaración sobre el tema. (El Universal, 12 junio
2013)
Y poco después, en
un
comunicado firmado por la presidenta de la CLAR, Mercedes Leticia Casas
Sánchez, se explica que “el texto no estaba destinado a ser hecho público y que
además no recoge exactamente la literalidad de lo ocurrido, ya que se origina
en los recuerdos de los asistentes a la reunión”.
¿Qué pensar de
esto? Primero, sobre el origen del texto publicado. Queda claro que no son
palabras textuales del Papa, sino que recogen lo que entendieron los
asistentes. Pero es una falta de lealtad publicar las palabras pronunciadas en
un coloquio de trabajo o en una confidencia hacia los amigos.
Segundo, no
tenemos realmente información fidedigna de la existencia de ese lobby, sino
sólo presunciones, como lo que se supone que dice el informe
que tres cardenales por mandato de Benedicto XVI elaboraron con motivo de los
llamados “vatileaks”.
De manera que sería poco serio tanto afirmar categóricamente que sí existe ese
grupo de presión como negarlo.
Tercero, no
debemos tener miedo a la verdad. Suponiendo que exista un lobby como tal, es
decir, como “grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor
de determinados intereses” (Dicc.
RAE), lo mejor es reconocerlo, pues los problemas sólo se pueden resolver
cuando se admite que existen.
Según el
vaticanista Fabio Marchese Ragona, se trata de un grupo de teólogos que
“rechazan el magisterio de la Iglesia sobre la homosexualidad” y “no aceptan
que la tendencia homosexual sea un trastorno de la personalidad”. Se trataría
de una ideología de género difundida por
teólogos, profesores y psicólogos que enseñan en los ateneos pontificios. (Stanze
vaticane, 12 junio 2013)
Este mismo autor
afirma que este lobby gay “está en la mira del Papa Francisco”, el cual al
tener conocimiento de este grupo, habría querido “afrontar y resolver la
cuestión cuanto antes”, ayudado por el grupo de ocho cardenales
designados para la reforma de la Curia.
Cuarto, esta
información es dolorosa, porque la gente de hoy está anhelando una esperanza. Ante
un ambiente global de violencia, de corrupción, de desorden sexual, de explotación
de seres humanos, millares de personas –creyentes o no– esperan que las
religiones –como la Iglesia– sean una fuente de claridad y de aire puro. Por
eso, al final resulta mejor que se conozca la cizaña, para que así brille más
el trigo, y entonces resurja la esperanza de vencer al mal.
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