domingo, 2 de junio de 2013

¿Mero éxito mediático?


Año 9, número 420
Luis-Fernando Valdés

El miércoles pasado, bajo una lluvia interminable, 90 mil peregrinos acudieron a la Audiencia del Papa. Si es llamativo que sean tantas personas, más provocador es el motivo de su asistencia: buscan que les hablen de Dios. ¿No se supone que la vida moderna ha superado la necesidad de Dios?

El Papa Francisco, bajo la lluvia,
saludó a los 90 mil fieles que acudieron a verlo.
A pesar de la fuerte lluvia que cayó en Roma el miércoles pasado, el Papa Francisco siguió su costumbre de recorrer en automóvil descubierto la Plaza de San Pedro para saludar a las decenas de miles de personas presentes. Fue inolvidable la figura del Papa mojado sobre el jeep blanco, que avanzaba entre en un mar de paraguas e impermeables de colores.

Además de la inusitada lluvia y del tesón del Papa para saludar a los peregrinos, fue llamativa la cantidad de visitantes. Juan Pablo II popularizó las Audiencias de los miércoles; con Benedicto XVI, el Papa Teólogo, se incrementó el número de asistentes (muchas veces eran 10 mil). Pero el volumen de personas que acuden con Francisco ha llegado a cifras récord. ¿Por qué?

Alguno dirá que se trata de un Pontífice carismático. Ciertamente, la sencillez y la austeridad del Santo Padre muestran que creen en el mensaje que predica, y esa coherencia es atractiva, pero eso no lo explica todo.

Posiblemente, si atendemos a sus mensajes recientes tendremos una mejor explicación. El Papa argentino habla con gran fe de Jesucristo, y ha manifestado el gran peligro de una Iglesia “autorreferencial”, o sea, que habla de sí misma, de su organización y su estructura, pero no de Cristo.

Además, el Santo Padre predica con gran armonía el binomio Jesús e Iglesia. En contra de una mentalidad muy arraigada hoy día que afirma a Jesús, pero que niega que haga falta la Iglesia para tener un encuentro con Cristo, el Papa afirma que “la Iglesia es la familia de Jesús” (Homilía, 1 junio 2013).

Pero el Pontífice Romano no anuncia un camino fácil. Con frecuencia ha denunciado el intento de presentar una Iglesia reducida a una ONG filantrópica: “La Iglesia no es una organización de cultura, ni de religión, ni social” (Ibidem).

Francisco es valiente al anunciar que la labor asistencial de la Iglesia tiene un motivo sobrenatural, que es anunciar a Jesucristo, Dios hecho hombre que nos dejó el mandamiento de amarnos los unos a los otros.

Recientemente afirmó el Papa: “Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán: ‘Pero qué buena es la Iglesia, qué buena es la obra social que hace la Iglesia’. Pero si decimos que hacemos esto porque aquellas personas son la carne de Cristo, viene el escándalo. Y ésa es la verdad, ésa es la revelación de Jesús: esa presencia de Jesús encarnado” (Ibidem).

Entonces, si el mensaje del Papa Bergoglio lejos de ser innovador es claramente el mismo de siempre, si sus palabras son muy exigentes, ¿por qué atrae a tanta gente? Seguramente porque la gente de hoy necesita el oxígeno de la autenticidad en sus propias vidas.

Y la autenticidad más profunda del hombre moderno consiste en reconocer que su vida sólo tiene sentido si está ligada a lo sobrenatural, a la presencia de Dios en su vida. De ahí que miles acudan a escuchar al Papa, pues necesitan que Dios oriente sus existencias.

Francisco es un profeta de nuestro tiempo. Los hombre y mujeres de hoy necesitan escuchar que no todo va bien en su vida, y Francisco no tiene miedo en señalarlo. Por eso, las personas de hoy también necesitan esperanza, requieren de la misericordia y el perdón, y Francisco los remite a Jesucristo. Dios sigue siendo necesario: ¡90 mil peregrinos bajo la lluvia lo indican!

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