Año 9, número 420
Luis-Fernando Valdés
El miércoles
pasado, bajo una lluvia interminable, 90 mil peregrinos acudieron a la
Audiencia del Papa. Si es llamativo que sean tantas personas, más provocador es
el motivo de su asistencia: buscan que les hablen de Dios. ¿No se supone que la
vida moderna ha superado la necesidad de Dios?
El Papa Francisco, bajo la lluvia, saludó a los 90 mil fieles que acudieron a verlo. |
A pesar de la
fuerte lluvia que cayó en Roma el miércoles pasado, el Papa Francisco siguió su
costumbre de recorrer en automóvil descubierto la Plaza de San Pedro para
saludar a las decenas de miles de personas presentes. Fue inolvidable la figura
del Papa mojado sobre el jeep blanco, que avanzaba entre en un mar de paraguas
e impermeables de colores.
Además de la
inusitada lluvia y del tesón del Papa para saludar a los peregrinos, fue
llamativa la cantidad de visitantes. Juan Pablo II popularizó las Audiencias de
los miércoles; con Benedicto XVI, el Papa Teólogo, se incrementó el número de
asistentes (muchas veces eran 10 mil). Pero el volumen de personas que acuden
con Francisco ha llegado a cifras récord. ¿Por qué?
Alguno dirá que se
trata de un Pontífice carismático. Ciertamente, la sencillez y la austeridad
del Santo Padre muestran que creen en el mensaje que predica, y esa coherencia
es atractiva, pero eso no lo explica todo.
Posiblemente, si
atendemos a sus mensajes recientes tendremos una mejor explicación. El Papa
argentino habla con gran fe de Jesucristo, y ha manifestado el gran peligro de
una Iglesia “autorreferencial”, o sea, que habla de sí misma, de su
organización y su estructura, pero no de Cristo.
Además, el Santo
Padre predica con gran armonía el binomio Jesús e Iglesia. En contra de una mentalidad
muy arraigada hoy día que afirma a Jesús, pero que niega que haga falta la
Iglesia para tener un encuentro con Cristo, el Papa afirma que “la Iglesia es
la familia de Jesús” (Homilía,
1 junio 2013).
Pero el Pontífice
Romano no anuncia un camino fácil. Con frecuencia ha denunciado el intento de
presentar una Iglesia reducida a una ONG filantrópica: “La Iglesia no es una
organización de cultura, ni de religión, ni social” (Ibidem).
Francisco es
valiente al anunciar que la labor asistencial de la Iglesia tiene un motivo
sobrenatural, que es anunciar a Jesucristo, Dios hecho hombre que nos dejó el
mandamiento de amarnos los unos a los otros.
Recientemente
afirmó el Papa: “Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán:
‘Pero qué buena es la Iglesia, qué buena es la obra social que hace la
Iglesia’. Pero si decimos que hacemos esto porque aquellas personas son la
carne de Cristo, viene el escándalo. Y ésa es la verdad, ésa es la revelación
de Jesús: esa presencia de Jesús encarnado” (Ibidem).
Entonces, si el
mensaje del Papa Bergoglio lejos de ser innovador es claramente el mismo de
siempre, si sus palabras son muy exigentes, ¿por qué atrae a tanta gente?
Seguramente porque la gente de hoy necesita el oxígeno de la autenticidad en
sus propias vidas.
Y la autenticidad
más profunda del hombre moderno consiste en reconocer que su vida sólo tiene
sentido si está ligada a lo sobrenatural, a la presencia de Dios en su vida. De
ahí que miles acudan a escuchar al Papa, pues necesitan que Dios oriente sus
existencias.
Francisco es un profeta
de nuestro tiempo. Los hombre y mujeres de hoy necesitan escuchar que no todo
va bien en su vida, y Francisco no tiene miedo en señalarlo. Por eso, las
personas de hoy también necesitan esperanza, requieren de la misericordia y el
perdón, y Francisco los remite a Jesucristo. Dios sigue siendo necesario: ¡90
mil peregrinos bajo la lluvia lo indican!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión