Luis-Fernando Valdés
Estamos al inicio
de las Juegos Olímpicos de Londres. Quisiera compartirles unos episodios en los
que se muestra el apoyo de algunos Papas al deporte, porque vieron en él una
gran oportunidad para que los seres humanos convivan fraternalmente.
La primera
historia corre a cargo de San Pío X, que estuvo en el pontificado de 1903-1914.
El libro “Pío X y el deporte” de Antonella Stelitano cuenta que en 1908 Roma,
tras una grave crisis económica, renunció a organizar las Olimpiadas, que
fueron finalmente celebradas en Londres. Ese mismo año, el inventor de los
Juegos, el francés Pierre De Coubertin, pidió ayuda a la Santa Sede para
promover esta justa olímpica y fue el Papa Pío X quien personalemente le
ofreció su apoyo.
Stelitano explicó,
en una entrevista realizada por la Radio Vaticano, que este episodio ocurrió en
una época en la que menos del uno por ciento de la población hacía deporte, y
quien lo practicaba lo hacía como adiestramiento militar o como pasatiempo de
la clase noble.
La Autora comenta
que San Pío X “vio la posibilidad de que el deporte fuera educativo”, y pudiera
ser “una forma de acercar a los jóvenes, para que estando juntos siguieran una
reglas y respetaran al adversario. Creo que entendió que era posible hacer que
las personas estuvieran juntas de una forma muy simple, unirlas sin problemas
de raza, religión o ideas políticas diferentes”. [VIS,
27.VII.2012]
Ante la dificultad
de aquella época de comprender la gimnasia, Antonella Stelitano recordó las
palabras que el Papa San Pío X habría dicho a uno de sus cardenales: “Muy bien.
Si no entienden que es algo que se puede hacer, me pondré yo a hacer gimnasia
delante de todos; así verán que si la hace el Papa, la puede hacer todo el
mundo”.
El segundo
episodio corresponde a un Pontífice con gran fama de deportista: Juan Pablo II.
Durante el Jubileo del Año 2000, fue organizado el “Jubileo de los
Deportistas”, que ofrecieron al Papa polaco una exhibición de atletismo y un
partido de futbol.
El entonces Papa
dio un discurso en esos mismos días a los representantes del deporte mundial, y
les recordó que “el sentido de fraternidad, la magnanimidad, la honradez y el
respeto del cuerpo -virtudes indudablemente indispensables para todo buen
atleta-, contribuyen a la construcción de una sociedad civil donde el
antagonismo cede su lugar al agonismo, el enfrentamiento al encuentro, y la
contraposición rencorosa a la confrontación leal”.
Y les explico que
el deporte “puede transformarse en vehículo de civilización y de genuina
diversión, estimulando a la persona a dar lo mejor de sí y a evitar lo que
puede ser peligroso o gravemente perjudicial para sí misma o para los demás”. (Discurso,
28.X.2000).
Benedicto XVI,
quien se refiere a sí mismo como nada deportista, en días recientes dirigió un
mensaje para estos Juegos de Londres. Afirmó que “las Olimpiadas son el mayor
evento deportivo mundial, en el que participan atletas de muchísimas naciones,
y como tal reviste también un fuerte valor simbólico”.
Benedicto XVI apoya las virtudes del deporte, y ha recibido muchas camisetas de fútbol. |
El Papa alemán
incluyó también una plegaria por este evento mundial, “para que, según la
voluntad de Dios, los Juegos de Londres sean una verdadera experiencia de
fraternidad entre los pueblos de la Tierra”. [Zenit.org, 22.VII.2012]
Desde esta columna
también formulamos nuestros buenos deseos y elevamos nuestras plegarias para
que estas Juegos nos traigan días de tregua mundial –como firmaron los países
miembros del Comité Olímpico Internacional–, y que se reafirme en todos el
deseo de una verdadera fraternidad.
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